Jacinto Iroz

Mitxel OlabuénagaBiografías de Misioneros PaúlesLeave a Comment

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P. Jacinto Iroz

23-07-91

Pamplona

Anales 1991 Oc. 180

msoF5458El día 24 de julio de 1991, fallecía santamente en la Enfermería de Pam­plona el P. Jacinto Iroz Marcotegui, a la edad de 85 años. Permítanme recor­dar algunos datos biográficos de nuestro hermano.

Fueron sus padres D. Francisco y Dña. Victoria. Nació en Iturgoyen, Valle de Guesálaz (Navarra) el día 16 de Agosto de 1905. En Iturgoyen vio la luz otro insigne Misionero de la C.M. el P. Hilario Chaurrondo, 3-11-1893/27-8­1973. Transcurrieron los años de su infancia en Iturgoyen junto a sus padres y sus cuatro hermanos varones y dos hermanas.

Estudió humanidades en la verde y entrañable Murguía, Valle de Zuya (Alava), 1917-1921. Hizo de Seminario Interno en Hortaleza (Madrid), 1921-1923. En Hortaleza y Villafranca del Bierzo estudió la Filosofía, 1923­-1926. Cursó la Teología en el Seminario Mayor de San Pablo (Cuenca), 1926-1929 y en Madrid, 1929-1930.

Emitió los Votos el día 8 de Septiembre, Natividad de la Santísima Vir­gen, de 1923. En el Seminario de Madrid fue ordenado Presbítero por Mons. D. Leopoldo Eijo y Garay el 14 de junio de 1930.

Ministerios

En 1930 partió hacia Londres, desde donde meses después salió rumbo a Filipinas. Desde 1930 hasta 1933 fue profesor en el Seminario de San Carlos, de Cebú. Incontables sacerdotes que hoy sirven a la Iglesia en Fili­pinas fueron formados por el P. J. lroz en el Seminario Menor y Mayor (le 1933 a 1935 ejerció idéntico ministerio en el Seminano de San Carlos de Jaro.

En 1935 visitó Shangai, en China, retornando de nuevo a Jaro, donde permaneció hasta 1948. El curso 1948-1949 lo pasó en España, reponiendo las fuerzas mermadas por el calor tropical. De nuevo en Filipinas desempeñó el oficio de profesor en el Senninario de Calbayog, 1949-1950. De 1950 a 1959 impartió la docencia y formó a los seminaristas de Bacólod. De 1959 a 1963 permaneció en el Seminario de Naga. Este sería su último destino en Filipinas.

En 1963 dejó definitivamente Filipinas, donde había permanecido duran­te 33 años. Se trasladó a Los Angeles (California), colaborando hasta el año 1981 con los misioneros americanos y españoles, primero en Montebello y después en la Parroquia de San Vicente de Paúl. El P. J. Iroz recordaba tanto a la nación filipina que, afincado en Los Angeles, siguió por propia voluntad perteneciendo a la Provincia de Filipinas hasta 1974. En 1974 pasó a perte­necer a la Provincia de Zaragoza. Siete años después, en 1981, regresó a España, permaneciendo en la Casa-Enfermería de Pamplona hasta el día 23 de julio, en que falleció.

En suma, una larga y fecunda vida, 1905-1991, de entrega a Dios y de servicio a los pobres. Una intensa vida misionera centrada en tres ámbitos diversos: España, Filipinas y Estados Unidos. Un continuo peregrinar, desde la entrañable Iturgoyen, el pueblo natal, hasta esta Casa-Enfermería; desde las aguas bautismales y la fe inicial hasta el encuentro definitivo con el Señor.

Si intentáramos recoger en unas pocas diapositivas la vida de este misionero, nos llamarían la atención ciertas cualidades eminentes que adornaban su rica personalidad; su optimismo contagioso y desbordante. Sembraba alegría por donde pasaba. Su saber estar contento y reconcilia­do ron todo y con todas las cosas y circunstancias: lugares, destinos, bie­nes, ele. No veía en los demás sino las buenas cualidades, incluso aunque éstas fueran más aparentes que reales. Fue siempre un excelente compa­ñero, fiel a sus amistades hasta la muerte. Con frecuencia comentaba las excelencias de su querido pueblo Iturgoyen al que se sentía amarrado como un viejo árbol al suelo. Era notoria su dedicación al trabajo, cen­trando sus actividades sobre todo en la formación de los futuros sacerdo­tes y posteriormente en la pastoral con los emigrantes hispanos de Los Ángeles.

Destinado a esta casa-enfermería, y ante la imposibilidad de seguir realizando ciertos ministerios, se dedicó a grabar predicaciones, que luego envia­ba a unos y otros.

El P. Jacinto supo aceptar con santa resignación y hasta con buen humor las limitaciones propias de la ancianidad. Había recibido del Señor el talento musical: organista, cantor, compositor y director. No enterró el don recibido, al contrario lo hizo fructificar al ciento por uno.

El P. Iros fue, ante todo, un buen misionero vicenciano. Daba de lo suyo a los pobres. Quienes convivieron con él aseguran que era manirroto con los necesitados.

J. Ignacio Fernández de Mendoza

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