Las Hijas de la Caridad se establecieron en el Piamonte el año de 1788. En 1800, la Revolución destruyó la obra que se iba desarrollando; restaurase en 1883, y hoy se halla en estado floreciente. Esto es lo que vamos a exponer con algunos pormenores.
I.— Principios de la Compañía de las Hijas de la Caridad en el Piamonte
Dos jóvenes, animadas por el Cura de su país, habían ido a establecerse cerca de Montanaro, para educar en la escuela a las niñas pobres de aquel lugar. En 1778 reunieron a muchas niñas piadosas, poniéndolas bajo la dirección de un Misionero; así formaron en Montanaro una pequeña comunidad, con el consentimiento del Abad de San Benigno. Adoptaron la regla de San Vicente de Paúl; vistiéronse, poco más o menos, según supusieron por algunas indicaciones, como las Hijas de la Caridad en Francia; tomaron su nombre y se consagraron a la asistencia de los pobres del país. Visitábanlos en sus enfermedades, socorríanlos en sus necesidades temporales y espirituales, instruían a las niñas pobres, funciones que desempeñaron con un celo y caridad dignos de elogio. Su establecimiento fue aprobado por una carta patente de Víctor Amadeo III, fechada el 7 de Agosto de 1779.
En 1788, el Sr. Sicardi, Misionero oriundo de Italia, rector a la sazón de las Hijas de la Caridad en Francia, dio a los Superiores de París informes tan favorables acerca de la piedad y virtudes de las Hermanas de
Montarano, que les obtuvo el favor de ser incorporadas a la Congregación de las Hijas de la Caridad en Francia. En efecto, la hermana Renata Dubois, Superiora entonces de la Comunidad, les comunicó aviso de ello por una carta fechada en París, el 12 de Noviembre de 1788, y 20 del mismo mes el Sr. Cayla, Superior General de la Congregación de la Misión y de la Compañía de las Hijas de la Caridad, escribía a la Superiora de Montanaro la siguiente carta:
«París, 20 de Noviembre 1788.
«MI MUY QUERIDA HERMANA:
La gracia de Nuestro Señor sea siembre con nosotros!
«El Sr. Sicardi, vuestro Superior en otro tiempo, y al presente mi muy apreciable Asistente, me ha expuesto las piadosas instancias que me hace usted, mi carísima hermana, de que agregue vuestra Comunidad al cuerpo de la Congregación de las Hijas de la Caridad, que son muchas en todas las Provincias de Francia, Polonia, Prusia, Rusia y al presente en Alemania, por la protección que les dispensa Su Majestad Imperial.
«Así, pues, como Superior ordinario de la Congregación esas Hijas, que según su Instituto se ocupan sin descanso y con buen éxito en servir a los pobres enfermos de los hospitales y de las Parroquias en que están establecidas, y en instruir allí a las niñas pobres en las escuelas para la educación de la juventud de su sexo: habiendo reflexionado seriamente sobre el objeto de vuestras súplicas, os concedemos de buena voluntad la gracia que nos pedís con tanta instancia. Os vestís del mismo modo que las Hijas de la Caridad de Francia, como lo indicáis en vuestra carta al Sr. Sicardi. Profesáis las mismas Reglas; hacéis los mismos ejercicios de caridad para con los pobres enfermos y las niñas de la Parroquia; vuestra conducta es muy regular, como nos informa el Sr. Sicardi; estáis establecidas con el beneplácito de vuestro Prelado y vuestro Párroco y el permiso del muy piadoso Rey de Cerdeña, quien os ha dado sus letras patentes para esto.
«Estos son, querida hija, los motivos que nos determinan a asociaros al cuerpo de las Hijas de la Caridad de Francia (como lo acaba de hacer su Superiora Generala nuestra respetable Hermana Renata Dubois) a usted y a todas las Hermanas de vuestra Comunidad, presentes y futuras; de modo que en lo sucesivo no haya más que un cuerpo de Hijas de la Caridad que se hallan establecidas en Polonia, Prusia, Rusia, en Alemania y el Piamonte. «
Estas letras llegaron a Turín el 19 de Diciembre de 1788. El Sr. Bertoldi, Superior de los Misioneros en esta ciudad, fue encargado de la dirección espiritual de la nueva rama de la familia de San Vicente. El 22 de Diciembre la Hermana Margarita Bertolotti, Superiora de Montanaro, escribió al Sr. Cayla, a París, una carta de filial reconocimiento, firmada por ella y sus compañeras. Desde la época en que las Hijas de la Caridad de Montanaro fueron agregadas a las de Francia, hasta los días de la Revolución de 1792, la Comunidad de París les hizo llegar, tanto las circulares de Año Nuevo, como la los santos votos.
Siendo estas nuevas Hijas pobres en extremo, se vieron en la necesidad de recibir en sus clases niñas pensionistas, a las cuales educaban cristianamente, y aun fueron autorizadas para ello en lo sucesivo por los Superiores de París. Mas en 1820, el Sr. Borsareli, Misionero, y el Sr. Frola, Sacerdote secular, ambos de un mérito distinguido, dieron a las Hermanas de la Caridad una casa y otro inmueble, lo que las puso en estado de poder prescindir de los recursos que les procuraban las pensionistas, y desde entonces dejaron de recibirlos.
Habiendo la Revolución que tuvo lugar en el Piamonte en 1800 dispersado a los Misioneros de ese país, las Hijas de la Caridad se pusieron bajo la dirección del Obispo de la Diócesis, quien las colocó bajo la del Cura de Montanaro.
II.- Restauración gradual de la obra: las hermanas de Rivarolo Canares (Piamonte).
En 1822 supieron las Hermanas que el Sr. Giordano estaba en Turín para restablecer allí a los Misioneros, por lo cual pidieron ser dirigidas de nuevo por ellos, como lo habían sido antes de la revolución. El Sr. Giordano accedió a sus instancias y pudo darles, en el curso del mismo año, los ejercicios espirituales, dirigiéndolas en adelante lo mismo que él, su sucesor, el Sr. Durando.
En 1828 reuniéronse cinco niñas de Rivarolo y sus alrededores en este lugar, formando una comunidad, la cual pusieron bajo la protección de San Vicente de Paúl, pidiendo a los Misioneros que se dignaran recibirlas bajo su dirección, habiendo tomado el nombre, las Reglas y el hábito de las Hijas de la Caridad.
El Sr. Giordano delegó dos Hermanas de Montanaro para ir a Rivarolo, y reunirse a las nuevas Hermanas que la Providencia acababa de asociarles. Vistiéronlas del mismo modo que ellas lo estaban, poniéndolas al corriente de sus usos. Abrióse en Rivarolo una escuela para las niñas pobres, y comenzaron a visitar también a los necesitados, socorriéndolos. Esta fundación fue aprobada por una carta patente del Rey Carlos Félix, fechada el 7 de Marzo del mismo año. En 1831 establecieron un Noviciado, por medio del cual se han podido proveer de Hermanas los pequeños Hospitales de Rivarolo, de Ivrea, de San Benigno y de Sommariva.
Estas Casas, sin embargo, no tenían relación ni comunicación directa entre sí; de suerte que si las Hermanas de la primera Casa en Montanaro tenían, gracias al señor Bertarelli, de qué vivir cómodamente, otras, por el contrario, estaban en gran necesidad. Tenemos por prueba de ello el testimonio de la Hermana Faustina Mattacheo, que fue de las primeras que vivieron en Rivarolo. He aquí lo que dice:
«Desde los primeros días que me encontraba allí (en Rivarolo) tomaron el hábito dos Hermanas, a una de las cuales se la destinó a la cocina, la otra cultivaba el huerto, cuidando además de una vaca para las necesidades de la Casa. Esta era tan pobre, que nos veíamos obligadas a comer pan de centeno, duro y muy mal amasado. No teníamos sillas; cuando estábamos cansadas de trabajar nos sentábamos en el borde de las camas, que consistían en un jergón de paja, dos bancos y cuatro tablas. Teníamos en un aposento una pequeña estatua de la Santísima Virgen, hecha de yeso y que tenía rotos los brazos; este aposento nos servía de Capilla El P. Giordano venía todos los meses; nos confesaba, hacíamos la conferencia, y una vez al año los santos ejercicios. Trabajá-bamos por amor de Dios y en perfecto acuerdo, viviendo, contentas como unas reinas».
Mas, como se ha dicho, había gran diversidad en las Casas, y el Sr. Durando, sucesor del Sr. Giordano, lo veía con pena, mayormente la diversidad del espíritu y regla que resultaba de confiar la dirección de las Hermanas a Sacerdotes seculares. Bien hubiera deseado conducirlas a esa uniformidad; pero, además de las dificultades de la empresa, estaba rendido por sus numerosas ocupaciones. Le ocurrió, pues, enviar de nuevo las Hermanas a sus propios Obispos y descargarse enteramente de ellas. La Superiora de Rivarolo, la Hermana Martilo, cuyo hermano, Misionero fervoroso, murió después en Turín en olor de santidad, apenas lo supo corrió llorando a la Casa, y arrojándose a los pies del Sr. Durando le dijo: — «¡Padre, no nos abandonéis! No me levantaré de aquí hasta que me hayáis prometido no abandonarnos y que continuaréis siendo para nosotras un padre. » — El Sr. Durando se sintió movido y enternecido, y le pareció ver en esta acción y en estas apremiantes palabras, una manifestación de la voluntad divina, por lo cual renunció al pensamiento de abandonar a esas pobres hijas.
En lo sucesivo trató de buscar el mejor medio para uniformarlas en una observancia regular, como lo ideaba. Parecióle que el medio verdaderamente eficaz era incorporarlas lo más pronto posible a la Comunidad matriz, y después establecer en Turín una Casa Central con Noviciado. Comunicó su proyecto al Visitador Sr. Castagna, quien lo aprobó sin dificultad. Este se presentó con el señor Durando al Rey Carlos Alberto, al cual expusieron el estado y las necesidades del Instituto naciente y el proyecto que habían formado. «Si yo tuviera un lugar conveniente — dijo el Rey — al momento lo pondría a vuestra disposición para consagrarlo a una obra tan útil. Pensaré en ello; pero entretanto no dilatéis realizar tan hermoso proyecto. Buscad, si es necesario, una casa de alquiler; yo pagaré lo que se necesite, y además concedo desde hoy una renta de 3.000 francos para la manutención de las Hermanas.»
El Sr. Durando, a quien el Sr, Visitador había dejado encargado de conducir a buen fin el negocio, puso manos a la obra, y encontró una casa con patio y jardín. Era ésta la casa Vinai, sobre la fortaleza del Rey, llamada hoy carrera de Víctor Manuel. Mas con el fin de realizar mejor su proyecto, creyó necesario tomar en el manantial el espíritu primitivo; para esto pidió, y a fuerza de súplicas e instancias obtuvo de los Superiores de París, la promesa de que enviarían cuatro Hermanas francesas a Turín para el cumplimiento de su designio.
Entretanto comenzó por uniformar el hábito, pero no tuvo resultado. La explicación de este mal éxito la hallamos en la relación que sencillamente hace la Hermana Msttacheó, con motivo de su traslación de la Escuela de Rivarolo al Hospital de Sommariva:
«Llegadas a Turín con nuestro venerado Padre, él mismo nos condujo al día siguiente a Sommariva del Bosco para abrir allí el Hospital. Éramos cuatro: Sor Verguiano, Sor Eufrasia, Sor Blesila y servidora. El Padre había traído una caja que contenía las tocas y cuellecillos que usan las Hermanas de Francia, y por la tarde, cuando estuvimos en Sommariva, nos dijo:—Mañana se vestirán ustedes como las Hermanas francesas, para que cuando venga el Sr. Marqués con su esposa a oír la Santa Misa (se refería a los Sres. Marqueses de Sommariva, fundadores del hospital), las vean ir a comulgar con el nuevo hábito, lo cual les causará una sorpresa agradable.—Todas contentas y presurosas tomamos la caja y, abriéndola, probamos ponérnoslas de varios modos. Después de algunas pruebas, conseguimos ponernos la toca; pero la pieza de tela almidonada que debía formar la corneta, vuelta por aquí, vuelta por allá, nos estuvimos hasta las once dadas, y no pudimos conseguirlo; de suerte que al día siguiente, muy mortificadas, fuimos a comulgar con el velo acostumbrado.
«Acabada la Misa, el Padre nos preguntó:—¿Por qué, hijas mías, no se han puesto ustedes la corneta?—Le dijimos que no habíamos podido prendernos la larga pieza de tela.–¿Es posible?—dijo;—tráiganme la caja, probaremos un poco.
«Con gusto se la llevamos, pero tampoco el virtuoso Padre, al querer poner la tela que debía formar la corneta, acertó a colocarla, después de muchas vueltas, y púsolas en la caja diciendo: — Esperemos un poco la llegada de las Hermanas francesas; ellas nos enseñarán cómo.»
III.- Llegada de las hermanas francesas. Establecimiento de la casa central y del seminario en Turín
El 16 de Mayo de 1833 llegaron de Francia la Hermana Langlois, como Visitadora para todas las Hijas de la Caridad establecidas en el Piamonte, y la Hermana Lafont como Asistenta.
El mes de Agosto del mismo año llegaron otras dos Hermanas, una de las cuales, Sor Sordet, estaba destinada para la dirección del Seminario. Bajo la dirección de estas Hermanas francesas se agruparon muchas venidas de Rivarolo y de Montanaro; y así, el año de 1833 y 1834 comenzaron la Casa y el Noviciado, adonde pasaron todas las demás Hermanas, que eran 33, repartidas en las seis Casas, de que antes se ha hecho mención. Se las iba llamando sucesivamente cinco ó seis a la vez, a fin de que bajo la dirección de la Hermana Sordet y la vigilancia de la Madre Langlois, todas tomaran un espíritu uniforme y, por decirlo así, el mismo sello. Sin embargo, no todas quisieron colocarse bajo la dirección de las Hermanas francesas, particularmente las de la Casa de Montanaro que, viviendo más a gusto que las otras, prefirieron formar una Comunidad aparte, bajo la obediencia y protección del Obispo de Ivrea. Todas las demás, en número de 33, como ya se ha dicho, aceptaron el hábito y la Regla, incorporándose a la Comunidad, y de este modo fueron injertadas al grande árbol plantado por la mano de San Vicente de Paúl.
El 15 de Octubre de 1833, el Sr. Domingo Salhorgne, Superior General de la Congregación de la Misión y de la Compañía de Hijas de la Caridad, dirigió al Sr. Marco- Antonio Durando una carta-patente, por la cual le nombraba Director de las Hijas de la Caridad establecidas en el Piamonte.
Después de la llegada de las Hermanas francesas a Turín, muchas jóvenes solicitaron el favor de ser admitidas en el número de las Novicias venidas de Rivarolo. Formóse, pues, un pequeño enjambre, al cual Dios Nuetro Señor ha dado su bendición, y el que desde entonces no ha cesado de multiplicarse.
El Rey de Cerdeña, por una carta del Guardasellos fechada en 18 de Marzo de 1833, había aprobado el establecimiento de las Hijas de la Caridad en sus Estados, y les había concedido una suma de 3.500 francos por semestre para el alquiler de la casa que ocupaban, esperando que tendrían una propia. Por otra carta del 9 de Octubre del mismo año, S. M. les fijó una pensión a cargo del Estado de 4.000 francos, disponiendo que su Hospital divisionario de Turín fuese servido por ellas. En consecuencia, doce Hijas de la Caridad se establecieron en este hospital el I.° de Agosto de 1833, y el I.° de Abril de 1837 se añadieron dos Hermanas, a fin de que pudieran encargarse de la farmacia, que hasta esa época había estado en manos de seglares. Mas habiendo reconocido que era insuficiente este número, para la subsistencia de una farmacia tan considerable, pidióse, y se concedió, una tercera el I.° de Enero de 1839.
IV.- Beneficios de la providencia para con la comunidad del Piamonte
Desde que llegaron de Francia las Hijas de la Caridad, habían recibido, como se ha dicho, muchas muestras de benevolencia de S. M. Carlos Alberto. Este religioso Monarca, cuyos días están señalados por algunos beneficios, no quiso que fueran privadas de las ventajas de que gozaban ya muchas Comunidades, a las que su munificencia había procurado casas convenientes a su Orden. Parecióle que el Convento de San Salvador, de Turín, sería propio para una Casa de Noviciado. Procuró a los Religiosos (los Padres Servitas) que lo habitaban, una casa en el centro de Turín, fijando la época en la cual quería que este Convento fuese dado a las Hermanas de la Caridad.
Previendo que estos Religiosos procederían con lentitud en la ejecución de sus órdenes, el mismo Rey fue a San Salvador el 27 de Septiembre, día en que se celebra, la muerte de San Vicente de Paúl, e hizo entregar a sus Hijas las llaves de la casa.
Algunos meses después, el augusto Monarca les hizo dar una suma de 16.000 francos para subvenir a los gastos de reparaciones necesarias a la dicha casa. Esta suma considerable fue aún insuficiente, porque los gastos de que se trata, pasaban de 23.000 francos; pero en esta circunstancia, como en tantas otras, no faltó la divina Providencia. El Rey continuó durante algunos años concediendo generosos socorros; y siempre, mientras vivió, las Hijas de la Caridad disfrutaron de sus favores y de su benevolencia.
Las Hermanas también, reconocidas por’ esos beneficios, erigieron en el vestíbulo de la Casa Central de San Salvador un busto del Rey, que aún hoy se ve, con esta breve inscripción:
Á LA BENEVOLENCIA PATERNAL
DEL REY CARLOS ALBERTO
LAS HIJAS DE LA CARIDAD
RECONOCIDAS
¿Quién podría creer que una Comunidad comenzada sin fondo alguno, no teniendo al principio más que una casa de alquiler y un mueblaje, cuya mayor parte era prestado, había de poder, en el espacio de cinco años, hacer frente a un gasto de 113.000 francos?
Para cubrir esta enorme suma viniéronles 55.000 de la munificencia del Rey. En verdad que la Comunidad naciente, que no tenía otros fondos que los de la Providencia, ha experimentado bien que no los hay ni tan seguros ni tan grandes como éstos.
¿Por ventura no le ha venido todo de sus tesoros?
V.- Desarrollo de las obras
Después del hospital militar, el gran establecimiento de Turín que pidió las Hermanas y las obtuvo, fue el Hospital civil de San Juan; después, gracias a los cuida dos del Marqués Alfieri, la Obra piadosa de la Maternidad; poco tiempo después siguióse la Obra de la Misericordia, que fundó el Sr. Durando, Misionero, con el concurso de nobles y piadosas señoras que había reunido en la Conferencia de la Caridad.
En la primera categoría de estas últimas encontramos a la Condesa Luisa Favria, que fue la fundadora de la Sociedad; su hermana, la Marquesa Constancia de Azeglio; ambas de la casa Alfieri; y su cuñada, Luisa Alfieri, oriunda de la Trinitá. A éstas se unió, algún tiempo despues, la Condesa Carrú; de modo que la Obra fue fundada por las familias Alfieri y Carrú, de las que tomó el dable nombre, y, por razón del lugar en que estaba situada se la llamó la Misericordia de la Cascina, en la Parroquia de San Felipe.
Comenzó la Obra por visitas a domicilio a los pobres enfermos, y por un hospitalillo de algunas mujeres ancianas, llegando a ser poco a poco, gracias a la gran generosidad de las familias que acabamos de nombrar, orfanatorio de niñas pobres, obrador para las externas, escuela maternal, pensionado para maestras jóvenes; en una palabra, un grupo de obras caritativas que duran y prosperan sin cesar. Precisamente allí, en Cascina, es donde más tarde gustan encontrarse de tiempo en tiempo esos dos ángeles de beneficencia, las hijas del Rey Víctor Manuel II, María Clotilde, que llegó a ser esposa del Príncipe Napoleón, y María Pía, que fue más tarde esposa del Rey de Portugal. Tenían ellas en mucha honra el substraerse al brillo y fausto de la Corte, por ir a asociarse con las Hijas de la Caridad y servir personalmente a las pobres huérfanas.
Una antigua Hermana nos ha dejado un recuerdo muy particular de esta fundación, que más tarde fue extendiéndose por los arrabales de Turín. Esta Hermana, pues, refiere que el día 9 de Enero de 1836 se tuvo la primera reunión, a la que concurrieron muchas señoras de la primera nobleza de Turín y cuatro Hermanas que habían de empezar la fundación. Llegó a la hora señalada el Sr. Durando, Superior de las Misiones, y ya en el principio de su discurso recordó que San Jerónimo entre las señoras romanas y San Vicente entre las de París obtuvieron por su caridad admirables frutos, excitando la caridad de las señoras nobles, exclamando después: «Pero yo soy un miserable, que no tengo ni aun la sombra de su santidad, ni de la caridad de San Vicente , cuya librea llevo indignamente; yo no soy apto sino para echar a per-der con mis infidelidades la obra de Dios.»
De hecho el celoso Misionero la perdió tan poco, contra lo que él se temía, que las piadosas señoras, inflamadas de un santo fervor, contribuyeron largamente a la fundación de la Misericordia, que a los pocos años era una de las más florecientes de Turín.
En el espacio de nueve años, es decir, después de la fundación de la Casa Central de Turín, las Hijas de la Caridad de Italia hicieron veinte fundaciones: cinco en Turín, dos en Génova y una en cada una de las siguientes ciudades, conviene a saber: Plasencia, Sena, Savona, Oneglia, Raconigi, Grugliasco , Niza, Irrea, Castelamonte, San Benigno, Acqui, Carignan y Sommariva.
Los departamentos que en cuanto a las Hijas de la Caridad dependen de la provincia del Piamonte, son: el Piamonte, la Lombardía, la Liguria, la Emilia, la Venecia, la Suiza italiana y la Cerdeña.