Félix Sarátxaga

Mitxel OlabuénagaBiografías de Misioneros PaúlesLeave a Comment

CREDITS
Author: .
Estimated Reading Time:

64

P. Félix Sarátxaga

03-04-06

Pamplona

BPZ, Abril, 2006

mso54037Félix Sarachaga nace en Délica (Álava), el 4 de noviembre de 1927.

Entra en la Congregación, el 18 de septiembre de 1944, y termina sus estudios en Estados Unidos, donde se ordena de sacerdote, el 1 de junio de 1952.

Su primer destino fue Filipinas, donde pasa 20 años enseñando como profesor en Seminarios y ejerciendo el ministerio parro­quial.

El año 1973, es destinado a Cali­fornia. Allí pasó por todas las comunidades parroquiales que la Provincia tenía por aquellas tie­rras: EL ÁNGEL GUARDIÁN en Pacoima, SAN CARLOS en San Francisco, SANTA ISABEL y NUESTRA SEÑORA DE TAL­PA en Los Ángeles.

El año 2001 vuelve a España y en el 2002, debido a su delicado estado de salud, es destinado a la Residencia de Pam­plona.

Durante su permanencia en California, ejerció el ministerio de Vicario, acompañando a los distintos grupos establecidos en las Parroquias: Sociedad del Santo Nombre (hombres) y distintas asociaciones parroquiales de señoras: Virgen de Talpa, Virgen Milagrosa, Sagrado Corazón, Sociedad de San Vicente de Paúl. También estuvo a car­go de los agentes de la Pastoral de la Salud.

Fallece en Pamplona e13 de abril de 2006.

La liturgia de este día, martes de la V Semana de Cuaresma, llamada también Sema­na de Pasión, pone delante de nuestros ojos el signo de la Cruz de Jesucristo.

De la Cruz de Jesucristo nos ha hablado de forma figurada la primera lectura (Números 21, 4-9): la serpiente de bronce que el Señor encarga labrar a Moisés y colocar como estandarte, será remedio de sanación para todos los que la contemplen. A pesar de que el pueblo ha ofendido al Señor y ha dudado de su amor, es el mismo Señor quien les ofrece la curación de las mordeduras provocadas por las serpientes.

Esta figura de bronce del Antiguo Testamento que sana, que alivia los dolores, que comunica la salvación, no hace más que anticipar el carácter redentor de la Cruz de Jesucristo en la Nueva Alianza, en el Nuevo Testamento. Jesucristo clavado en la Cruz por nuestro amor, elevado sobre la tierra, es Vida y Salvación para todo el pueblo, para to­dos los pueblos. Por eso proclama la Iglesia reconocida, en expresión que repetimos duran­te estos días de Pasión y en la Semana Santa: ¡Te adoramos, Cristo, y te bendecimos, por­que por tu santa Cruz redimiste al mundo! Y aclamamos con la plegaria eucarística: ¡Por tu Cruz y Resurrección nos has salvado, Señor!

El significado salvador de la Cruz sólo podrá ser captado por quien se acerque a Cristo con la mirada de la fe y del amor. El evangelio de hoy (Juan 8, 21-30) ha recogido uno de los reproches más serios de Jesús a sus contemporáneos: vosotros sois de aquí abajo… después de todo, ¿para qué seguir hablándoos?… Sin embargo, nos ha sugerido tam­bién cómo encontrar el sentido de lo que, a simple vista, no se entiende: si descubrimos que Él es de arriba, si creemos en Él, si lo reconocernos como el Hijo de Dios Padre que ha venido al mundo para revelarnos su amor. Entonces la Cruz de Cristo manifiesta quién es Dios, la grandeza de su amor por nosotros, la fuerza de este amor que vence a la muerte y al pecado.

El evangelio ha concluido con esta expresión: cuando les exponía esto, muchos creyeron en él. Hermanos: hoy nosotros estamos invitados a creer en Él, a proclamar con­vencidos que Cristo ha muerto por nosotros en la Cruz y, Resucitado, vive para siem­pre y nos hace partícipes de su Vida sin fin.

Esta fe nos ayuda a vivir en esperanza cuando nos visita el dolor, la enfermedad y la misma muerte. El pueblo del Antiguo Testamento, lo escuchábamos en la primera lectu­ra, ante las dificultades que va encontrando en el camino, se pregunta por qué: ¿por qué nos has sacado de Egipto para morir en el desierto?

Durante los últimos meses, tuve oportunidad de dialogar con el P. Félix Saráchaga y escuchar reiteradamente su pregunta: ¿por qué? ¿Por qué la enfermedad que va debilitan­do las fuerzas… por qué las limitaciones crecientes cuando queda tanto por hacer… por qué? Como creyente, el P. Félix encontró la respuesta en su entrega a Cristo a lo largo de su vida y en su compromiso en favor de quienes más sufren. Y es que la pregunta por el por qué sólo se responde cabalmente cuando contemplamos a Cristo dando la vida por no­sotros en la cruz y nos decidimos a prolongar su entrega sirviendo a nuestros hermanos.

La vida del P. Félix es la historia de una fe y entrega personal a Cristo, de una fideli­dad laboriosamente tejida a lo largo de más de sesenta años en seguimiento de Jesucristo, el Misionero del Padre, el Evangelizador de los pobres.

Nacido el 4 de noviembre de 1927 en Délica (Álava), hijo de Blas y María Dolores, el P. Félix Saráchaga Cámara está en Pamplona a la temprana edad de doce años con la ilusión de prepararse para ser sacerdote misionero.

Admitido en la C.M. el 19 de septiembre de 1944 en Hortaleza, Madrid, completa sus estudios de filosofía y teología en Madrid, Cuenca y Perryville (1950-1952), donde es ordenado sacerdote el 1 de junio de 1952.

Desde 1952 hasta 1971 trabajó en Filipinas en Colegios y Seminarios (Calbayog, Iloilo). Después de una corta estancia en La Orotava (Tenerife), pasa en 1972 a California, Estados Unidos, donde trabaja en diversas parroquias entre hispanos: Ángel de la Guarda de Pacoima, Santa Isabel y Nuestra Señora de Talpa en Los Ángeles y San Carlos de San Francisco. Trabajo sólo interrumpido en el Curso 1985-86 para participar en un tiempo de actualización teológica en Vitoria y Barakaldo.

En el año 2001 se queda en España; aunque destinado a Cuenca, su salud aconseja que resida en Pamplona, donde el Señor lo llamaba ayer, 3 de abril, después de sostener durante los últimos meses un difícil combate con la enfermedad.

Veinte años como misionero en Filipinas y más de treinta años entre los hispanos emigrados a los Estados Unidos, hicieron del P. Félix un apóstol y defensor de los más po­bres. Como en otro tiempo San Vicente de Paúl, solía decir el P. Félix de los hispanos que llegan como emigrantes a los Estados Unidos: «yo los he visto sufrir». Su compromiso con ellos, que participan del dolor de la cruz, ha llenado las horas y los días de su vida como sacerdote.

Como nos recuerda el Papa Benedicto XVI en su encíclica, «la fe, que hace tomar con­ciencia del amor de Dios revelado en el corazón traspasado de Jesús en la cruz, suscita a su vez el amor. El amor es una luz -en el fondo la única- que ilumina constantemente a un mundo oscuro y nos da la fuerza para vivir y actuar. El amor es posible, y nosotros podemos ponerlo en práctica porque hemos sido creados a imagen de Dios. Vivir el amor y, así, llevar la luz de Dios al mundo «: tal es la invitación de la Iglesia a cuantos creemos en Jesucristo.

En la celebración de la Eucaristía actualizamos la entrega de Cristo en la Cruz y su fuerza de redención, al tiempo que experimentamos su presencia viva entre nosotros como Señor Resucitado y le confesamos como nuestro único Señor y Salvador.

A1 despedir a nuestro hermano, el P. Félix Saráchaga, en esta celebración, pro­clamamos nuestra fe en Cristo, Salvador nuestro por su Pasión y Muerte, y Señor Resucita­do que nos invita a participar de su misma Vida. ¡Por tu Cruz y Resurrección nos has sal vado, Señor! Confiamos plenamente en que nuestro hermano, el P. Félix, que ha participa­do de la muerte de Cristo, participa también por la fuerza que brota de la Cruz y de la Re­surrección, de su Vida y de su Amor.

Que todos nosotros, impulsados por esta fe, partícipes de este Amor, vivamos con generosidad al servicio de nuestros hermanos y seamos para ellos, como Jesucristo, Vida y Luz.

Corpus J. Delgado

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *