Introducción
La gratitud es la respuesta espontánea del hombre que es consciente de recibir un bien. Cuando el hombre aprecia como bueno para él lo que recibe de Dios o de las criaturas, se origina en él una actitud de reconocimiento, de alegría y de donación de sí mismo, si su naturaleza no está envilecida. La gratitud, por esto, puede ser hacia Dios o hacia los hombres.
Dios da al hombre sus dones, y se da a sí mismo, en el misterio de la creación; le da también sus dones, y se da a sí mismo más plenamente, en el misterio de la salvación.
El encuentro con Dios pone al hombre en presencia del absoluto y lo colma y transforma su vi- da. La acción de gracias es la respuesta a esta gracia progresiva y continua, que llega a su plenitud en Cristo y en la visión beatífica. (Leon-Dufour, Vocabulario de Teología Bíblica: Acción de gracias., Herder, Barcelona)
La acción de gracias es conciencia de los dones de Dios, entusiasmo del alma maravillada por la bondad y generosidad divina, reconocimiento gozoso ante la grandeza de Dios; es una reacción religiosa fundamental de la criatura, que descubre «en una trepidación de gozo y de veneración» algo de Dios, de su grandeza y de su gloria, y que se experimenta sostenida en su existencia y enriquecida por el poder y la generosidad de Dios. (ib.)
La gratitud hacia las criaturas es algo semejante a esto que sucede en la relación con Dios.
La acción de gracias en la Biblia
En la Sda. Escritura encontramos frecuentes expresiones que nos exhortan a dar gracias a Dios y a ser agradecidos a los hombres. «Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia», «Entrad en la presencia del Señor con acción de gracias». «Celebrad la Acción de Gracias». «Sed agradecidos». (Sal 118, 1; 100, 4 ; Efes: 5, 19-20; Colos: 3, 15.)
De alguna manera, todos los salmos y cantos de la Biblia son Himnos de acción de gracias o gratitud a Dios, pues en todos ellos se reconoce y alaba la bondad y el poder salvador de Dios. Las expresiones de gratitud, por tanto, son muy numerosas en la Biblia. Mas las enseñanzas de la Sda. Escritura sobre la gratitud las encontramos no sólo en las alabanzas, bendiciones o acción de gracias expresadas con palabras, sino también en la actitud vivencial de los diversos personajes, principalmente de los santos en su relación con Dios o con los hombres.
En el Antiguo Testamento la gratitud se expresa como gozo, alabanza, exaltación y glorificación de Dios. La gratitud se manifiesta en la bendición (barak) gozosa y esperanzada a Dios. Bendición gozosa, porque el justo se goza en la salvación que experimenta como venida de Dios; y esperanzada, porque cada intervención salvífica del Señor anuncia una más plena salvación.
El Nuevo Testamento hereda toda la riqueza del Antiguo Testamento. La gratitud es confesión, alabanza, glorificación y bendición. El Magnificat de María es todo esto; como también los cantos de Zacarías y de Simeón. Pero la actitud de acción de gracias se manifiesta sobre todo en las palabras y los gestos de Jesús. Él vive constante y plenamente en una relación de amor, reconocimiento, gozo y entrega al Padre. Él se hace para nosotros Eucaristía (acción de gracias) y nos enseña a vivir en una actitud de eucaristía por Él, con Él y en Él.
La gratitud, según esto, no es una actitud accidental en la vida cristiana, sino algo que brota de la misma esencia de la vida cristiana. Se puede decir que, si falta la gratitud, no se vive en verdad el amor a Dios y al prójimo, y que la gratitud manifiesta la profundidad e intensidad de este amor.
Pensamiento y actitudes de san Vicente sobre la gratitud
San Vicente de Paúl no nos ha dejado amplios estudios o disquisiciones sobre la gratitud. No es un teólogo que nos ofrezca largas reflexiones; es un santo que vive intensa y profundamente su amor a Dios y al prójimo. De su amor brota espontánea la gratitud. Son frecuentes las expresiones de gratitud en sus conferencias y sobre todo en sus cartas. A veces sus expresiones y sus alabanzas a los biehechores nos parecen un tanto exageradas. Leyendo las cartas y discursos de sus contemporáneos vemos que es un estilo común en su tiempo, pero que no se puede dudar de la sinceridad de los sentimientos de gratitud del santo hacia Dios y hacia los bienhechores.
Gratitud hacia Dios
La gratitud de San Vicente de Paúl se dirige ante todo hacia Dios como fuente de todos los bienes. Sus expresiones de gratitud hacia Dios son frecuentísimas tanto en las conferencias y repeticiones de oración como en sus cartas, manifestando muchas veces que reconoce a Dios como origen de los favores que él, los suyos, la Iglesia o los pobres reciben de los bienhechores. (II, 40s. 64; IV, 507s; V, 166s; VIII, 107).
Su gratitud se manifiesta en sentimientos de alegría, amor, humildad, respeto; y brota en él espontánea la alabanza y bendición a Dios. Así, por ejemplo, exclama en la conferencia sobre el fin de la Congregación: «¡Qué felicidad, hermanos mios! Y también ¡cuánta obligación de aficionarnos a nuestra vocación!…. ¡Qué grande es esto! ¡Qué gran motivo para alabar a Dios, y agradecerle incesantemente esta gracia!» (XI, 387:1, 496s; II, 174; V, 68; VIII, 83).
Da gracias a Dios no sólo por los bienes, sino también por los sufrimientos y pruebas que permite sobre las personas y la Compañía. (VI1, 261s; XI, 98. 363s).
Pide, con frecuencia, que le ayuden a dar gracias a Dios, pues se siente incapaz de agradecer dignamente al Señor sus dones. «Le ruego que nos ayude a agradecer y a hacer que otros agra dezcan la bondad que Dios tiene sobre esta pobre y humilde Compañía». (II, 87. 124).
Exhorta a los suyos – Misioneros, Hijas de la Caridad, Damas de la Caridad…- a dar gracias a Dios por los beneficios recibidos, celebrando la Eucaristía u ofreciendo la comunión con esta intención como la mejor manera de manifestar a Dios el agradecimiento debido a Él. (II, 300s; XI, 62. 91. 94).
Gratitud hacia los hombres
Vicente de Paúl no sólo siente gratitud hacia Dios, sino también hacia los hombres. Se puede decir que, no solamente es un espíritu agradecido, sino que es especialmemte sensible al deber y sentimiento de gratitud. Cuando le piden un favor o le exigen algo, es inflexible a las súplicas o exigencias, si lo cree un deber; pero cuando las personas que se relacionan con él le recuerdan las deudas de gratitud que él tiene hacia ellas, reacciona vivamente y se deja vencer por el deber de la gratitud, considerándolo un deber superior ante el cual debe ceder (V, 154. 166s. 516).
Para Vicente de Paúl la gratitud es un deber de justicia, y la ingratitud «un miserable pecado» y «el crimen de los crímenes». (X1, 76; III, 38; VI1, 236; VIII, 113)
Se reconoce incapaz de poder agradecer dig- namente, los favores que recibe, y pide a Dios que sea El la paga y recompensa de los bienhechores. (I, 496s; II, 124. 261; IV, 244).
Les muestra su agradecimiento; «lo más humilde y respetuosamente que puede» y pide a Dios para ellos la salud, la prosperidad y toda clase de bienes, especialmente la santidad. (II, 124; IV, 103. 256; V, 166s. 552).
Les manifiesta el convencimiento que tiene de que ellos tendrán parte en los méritos de las obras buenas y trabajos de los misioneros y de las Hijas de la Caridad. (IV, 256. 437s).
Los sentimientos de gratitud le inducen a pedir a Dios que les dé su espíritu a él y a los suyos para poder corresponder dignamente a la bondad y a las intenciones de los bienhechores. En él, expresiones como ésta: «Que su Divina Majestad nos aniquile o nos haga dignos de honrarle según sus santas intenciones». (VI1, 199s; IV, 429; VI, 367; VII1, 61).
Manifiesta que la obediencia y la docilidad, y la disposición de servicio a los propósitos e intenciones de los fundadores y bienhechores son una exigencia de la gratitud hacia los mismos. (II, 158. 174; V, 68; VII, 236; X, 768).
La gratitud le impulsa a corresponder a los bienhechores prestándoles todos los servicios que puede; a poner a su disposición los bienes de la Congregación, si se ven necesitados y a no pleitear jamás con ellos. (V, 21. 52. 154. 371).
Vicente de Paúl, no sólo se muestra él agradecido, sino que exhorta a los suyos a ser y mostrarse agradecidos a los bienhechores, recordándoles que la gratitud, tanto a Dios como a los hombres, es la mejor disposición para merecer nuevas gracias y favores. (II, 198. 163. 221. 229. 234).
La carta que San Vicente dirigió a Gil Buhot, sacerdote de la diócesis de Bayeux, doctor por la Sorbona, que ofreció una fundación para los misioneros, puede considerarse como un verdadero modelo de las cartas de agradecimiento del Santo Fundador. En ella expresa casi todos los sentimientos y actitudes de su espíritu de gratitud. Dice así: «Con la humildad que me es posible me postro a sus pies y le pido perdón por haber tardado tanto tiempo en contestar a las dos cartas que me hizo el honor de escribirme y en agradacerle el favor que nos ha hecho de llamar a esta pobre y ruin compañía a Nuestra Señora de Délivrande para el servicio de su diócesis. Lo hago ahora, señor, después de las preces que hemos hecho a Nuestro Señor para que tuviera a bien darnos a conocer su santa voluntad, y con todo el cariño y gratitud de mi corazón. Pero, como no soy digno de expresarle un agradecimiento que responda a la grandeza de ese bien que su caridad nos ofrece, le pido a nuestro Señor que sea él mismo nuestra gratitud y su recompensa. Así pues, señor, nuestra pequeña compañía acepta con todo el respeto y gratitud que le es posible ese favor que usted le hace y enviará alguna persona para que le visite y conozca más detalladamente sus intenciones y las de esos señores que desean asociarse a la obra apenas hayamos recibido sus órdenes. ¡Quiera la divina bondad concedernos la gracia de responder a sus esperanzas y de hacernos participar de la abundancia de gracias que le ha concedido a usted y por medio de usted a esa diócesis! Soy entretanto en su amor…» (VI, 338s).