Hablaremos del largo camino que santa Luisa recorrido durante más de 60 años, donde vemos que su fe fue cuestionada por la vida que ella tuvo, por los acontecimientos que vivió, una vida llena de dudas, inquietudes pero también de alegrías y preocupaciones. Entraremos en la intimidad de Luisa, esta puede servimos de modelo, consuelo, cuando se atraviesan dificultades.
En el texto “la Puerta de la Fe”, Benedicto XVI dice que el camino de la fe comienza en el bautismo y se termina en la luz eterna de Dios. Este es un poco el camino que recorrió Luisa de Marillac.
El bautismo para ella es importante : en uno de sus textos escribió: «el día de mi sagrado bautismo fui consagrada y dedicada a mi Dios para ser su hija”. Ella es consciente que el bautismo ha hecho de ella una hija de Dios y durante toda su vida intentó vivir de esta fe. El bautismo, para ella, es algo muy importante, a menudo hablará de ello y se sabe que en el momento de los votos, en 1642, la fórmula comienza como la nuestra, por: «Renuevo las promesas de mi bautismo» y muchas Hermanas, en los comienzos de la Compañía, harán los primeros votos el día del aniversario de su bautismo, conscientes que es importante y que Vicente y Luisa insistieron siempre en el hecho que las Hijas de la Caridad deben ser, en primer lugar buenas cristianas para ser buenas Hijas de la Caridad.
¿Cuál fue la vida de Luisa durante sus primeros años?
No se conoce muy bien. Se sabe que estuvo en Poissy y que allí recibió una buena educación y una educación religiosa. Las religiosas Dominicas, en esa época, acababan de recibir los Escritos de una Dominica “Catalina de Siena”, que murió en olor a santidad, y ellas leían los escritos de Catalina de Siena, sin embargo esta santa habla a menudo de la sangre de Cristo. Pienso que esta noción marcó mucho a Luisa de Marillac, porque frecuentemente hablará de la sangre de Cristo en sus escritos. Por ejemplo, hablará de las almas rescatadas de la sangre de Jesucristo. En varias ocasiones, habla de ella en sus cartas y también en sus oraciones. Y sabemos que también pintó miniaturas, y una de ellas representa a Cristo con una de las ovejas que bebe de la sangre de Cristo que sale de su costado. Por eso, es una noción que debió retener. Pero lo que sorprende, cuando leemos los escritos de Luisa, es que sus primeros años están marcados por el sufrimiento. Ella escribe en una de sus meditaciones: «El me ha concedido tantas gracias como la de darme a conocer que su santa voluntad era que yo fuese a El por la cruz, que su bondad ha querido que yo tuviese desde mi mismo nacimiento».
Así pues, el sufrimiento acompaña a Luisa; es cierto que no conoció a su madre, que no tuvo vida familiar, que su familia la rechazó un poco; a los 13 años se la sacó del convento de Poissy para ir a un hogar, dirigido por una señora pobre que acogía hijas burguesas, es pues una desclasificación social, donde aprenderá otro tipo de cosas, principalmente materiales. Todo esto la trastorna un poco.
En 1606, tiene sin embargo una luz. En ese año hay una procesión importante que conduce a las religiosas Capuchinas a su nuevo monasterio. Luisa participa en la procesión y deslumbrada por esta vida de pobreza, de mortificación y se siente atraída por esta vida. Sólo tiene un único deseo y es el de convertirse en una religiosa Capuchina. A menudo va a rezar con ellas; vemos que en ese momento se siente un poco realizada, pero su gozo caerá rápidamente, ya que su tutor, Miguel de Marillac, al envía al Provincial de los Capuchinos, que le dirá que ella no es para la vida de las religiosas Capuchinas, que no tiene salud pero que Dios tiene otro designio sobre ella.
Para ella es un choque, un nuevo sufrimiento, pero sin embargo, en su corazón permanece esta idea: “Dios tiene un designio sobre mi”. Esta es la razón por la cual estará por muchos años a la búsqueda del designio de Dios sobre ella, del proyecto de Dios en ella. ¿Qué quiere Dios de ella? Después del rechazo del Provincial de los Capuchinos, la familia de Marillac tendrá la preocupación de casarla.
Y Luisa considerará durante mucho tiempo que el matrimonio es el designio de Dios sobre ella. Entonces, entrará en su vida de pareja con alegría porque para ella, esto es lo que Dios quiere para ella. Da a luz a un hijo, es feliz; lo es también con su marido y dirá que guardó muy buenos recuerdos de su esposo. Con él, ella reza y tienen una vida espiritual muy austera. Durante sus años de matrimonio, al comienzo, tiene su tutor Miguel de Marillac, que es un gran devoto y le envía cartas como direcciones espirituales. Veamos cómo conduce a su sobrina.
Carta de Miguel de Marillac
“Tenga usted paciencia y humíllese ante Dios por las faltas que pueda usted cometer contra la sumisión apacible de su alma ante Dios, esperando de Él las gracias de que pueda tener necesidad y sin intentar forzar a Dios para que le otorgue más gracias que las que El quiere. Permanezca tranquila y humilde a la vista de sus faltas, porque las faltas es lo nuestro y nada hay que esperar de nosotros fuera de ellas”. (12 septiembre 1619).
Pues, una mirada sobre las faltas, sobre el abajamiento delante de Dios, un Dios que concede gracias cuando él quiere. Es un poco un Dios bastante lejano, nada cercano, que pide de cada uno que se reconozca pobre, que se abaje. No es muy dinámico pero es la espiritualidad que Luisa tiene en esta época.
Luisa pudo considerar su matrimonio como el designio de Dios. Pero hacia el año 1622, es decir 9 años después de su matrimonio, su esposo Antoine cae enfermo. Para Luisa esto es un choque. No comprende que la felicidad desaparece, que su esposo es exigente, su carácter cambia y Luisa no comprende nada. Y por eso se imaginará que Dios la castiga con la enfermedad de su marido porque ella no observó la promesa que hizo a Dios de llegar a ser religiosa Capuchina. Ella se imagina esto e intentará, como ella dice, vencer la justicia de Dios multiplicando las oraciones, los ayunos, las mortificaciones de todo tipo.
Nada hace, pero con todo esto, caerá en un estado depresivo, ver todo negro, no saber donde se encuentra e incluso llegará a desear el hecho de abandonar a su esposo y a su hijo, y sobre todo a no creer más en la inmortalidad del alma y, por último, dudar de la existencia de Dios.
En 1623 en los primeros días de mayo, ella misma escribe que estaba en una pena horrible. Es entonces que, en junio de 1623, sobrevino el día de Pentecostés, la conocida luz de la que tomará nota y le dará un poco de esperanza. Al final de su texto dirá: “Mi tercera pena me fue quitada con la seguridad que sentí en mi espíritu de que era Dios quien me enseñaba todo lo que antecede, y pues Dios existía, no debía dudar de lo demás”. Ella dice que es Dios quien le habló, quien le mostró que debía permanecer con su marido y su hijo, que tendría un nuevo Director y le abre un futuro, diciéndole que un día estará en una comunidad. Gracias a esta luz Luisa encontró una cierta alegría y equilibrio, pero será largo encontrarlo por completo. Al acercarse a la fiesta de Navidad de 1622, su esposo muere. Ahí la vemos viuda, con un hijo de 12 años y en este momento, conoce a san Vicente.
Viuda, conoce a Vicente de Paul. El encuentro entre ambos no es deseado, pero lo hacen por amor, en recuerdo del conocido Francisco de Sales.
Al cabo de algún tiempo, Vicente de Paúl se dará cuenta que Luisa, bajo su aspecto muy triste y ansioso, tiene una fuerte personalidad. Y poco a poco la dirigirá hacia las Cofradías de la Caridad que él había fundado. La vemos ya en las Cofradías de la Caridad y en mayo de 1629, Vicente de Paúl le pedirá que vaya a Montmirail. Es el comienzo de una vida toda nueva. Va pues a Montmiral, luego continúa visitando las Cofradías. Y el 5 de febrero de 1630, vivirá un acontecimiento muy particular, y escribirá lo que ocurrió.
Visita a las Cofradías de Saint Cloud (1630)
“Salí el día de Santa Agueda, 5 de febrero, para ir a Saint Cloud. En la Sagrada Comunión me pareció que Nuestro Señor me daba el pensamiento de recibirle como al esposo de mi alma, y aun, que esto me era ya una forma de desposorios, y me sentí tan fuertemente unida a Dios en esta consideración que para mí fue extraordinaria, y tuve el pensamiento de dejarlo todo para seguir a mi Esposo y de mirarlo de aquí en adelante como a tal, y de soportar las dificultades que encontraría como recibiéndolas en comunidad de sus bienes”. (Carta E 16, A. 50. febrero de 1630, p. 682)
Luisa, pues, este 5 de febrero, vive alguna cosa extraordinaria. El 5 de febrero, es el día del aniversario de su matrimonio con Antonio. Hace 5 años que murió, pero Luisa le gusta celebrar el aniversario de su boda. Todos los años, le pide a san Vicente que diga la misa de esponsales en recuerdo de su matrimonio.
Y ese día, el 5 de febrero de 1630, Nuestro Señor la hace vivir lo que ella llama un desposorio místico. Jesús le dice que será su Esposo y Luisa lo acepta. Es un descubrimiento para ella y ella vivirá con él una comunidad de bienes, como un hombre y una mujer hacen a menudo cuando se casan: ponen en común sus bienes y Luisa acepta poner en común sus bienes con Jesús: compartir los bienes, es a la vez compartir sus alegrías pero también sus penas y seguir sus pasos. Por eso es un momento extraordinario. Y a partir de 1630, la espiritualidad de Luisa cambia completamente. Hasta ahí, estaba centrada en un Dios austero.
Ahora, su espiritualidad se orienta hacia Aquel que ella acaba de descubrir: Jesucristo, el que se ha convertido en su Esposo. Y en su retiro de 1632 muestra la importancia que le da al Evangelio, medita todas las acciones del Hijo de Dios explicadas en el Evangelio, desde su nacimiento hasta su muerte. Por ejemplo dirá respecto a su nacimiento: « Jesucristo se hizo niño para que tengamos más libertad de acercarnos a El”
Hablará del lavatorio de los pies donde Jesús se arrodilla delante de sus apóstolos. Louise está mucho más abierta.
1630, es también el año de la llegada de Margarita Naseau, de la llegada de las otras jóvenes que vienen a servir en las Cofradías. Y entonces, Louise percibirá que Dios tiene verdaderamente un designio sobre ella, una vocación.
Retiro 1632
“Y como pasara ante el Santísimo Sacramento, me he sentido fuertemente…impulsada en mi interior a ponerme de grado en santa indiferencia para estar así mejor dispuesta a recibir la llamada de Dios y cumplir su santísima voluntad, teniéndome por indigna de que su bondad quiera tener designios sobre mi alma, los que deseo se cumplan enteramente en mi, y quiero ofrecerme a Dios por toda mi vida para ello”.
Se nota una cierta alegría en Luisa, ya no es la mujer triste. Está feliz y siente que Dios la llama. Sólo tiene un único deseo: cumplir la voluntad de Dios. La vemos durante su retiro del 1632 inclinarse hacia lo que ella ve que Dios va a pedirle. Percibe que es necesario reunir a las jóvenes que están en las Conferencia, reunirlas en un grupo, pero se pregunta: ¿seré capaz de hacerlo? No se comprometerá en ello sin reflexionar, porque lo que entrevé, es que vivirá entre campesinas. Hay que darse cuenta lo que esto significa para una gran noble de París, vivir con campesinas, cuando eran dos clases sociales que no se hablan; para ella es algo contrario a lo que ha vivido en el mundo y presiente que va a ser criticada, muy criticada. Es necesario que acepte estas críticas y se pregunta: ¿tendré el coraje de hacerlo? Reflexionará detenidamente sobre la vida “comunitaria” entre san José, la Virgen María y Jesús. Y dice: ellos vivieron 30 años para mostrarnos la importancia de la vida comunitaria. Entonces se dijo: voy a hacerlo. Pero inquieta, continuaba preguntándose: ¿es en verdad la voluntad de Dios o la mía?
Luisa se presenta como una mujer que se interroga, que reflexiona, que ve la vocación que Dios le propone pero que no se embarca con los ojos cerrados. Y añade: “para estar segura que es la voluntad de Dios, esperaré el acuerdo dado por mi director”. Necesitará pues que Vicente de Paúl le de su consentimiento. Lo que no hace al comienzo, porque él también, pensó que estaría por encima de las fuerzas de Luisa o que no era necesario. Y es sólo a principios de septiembre 1633 que Vincent de Paúl da su conformidad.
Los comienzos de la Compañía: Luisa acoge el 29 de noviembre algunas jóvenes que querrán intentar la aventura con ella. Es feliz, pero sabe que la tarea será dura. La primera cosa que hace, además de la formación humana y profesional de las Hermanas, es la de enseñarles a vivir el Evangelio. Al mediodía, cuando regresaban del servicio de los pobres, Luisa les hacía leer el Evangelio y les enseñaba a meditarlo. Y Luisa continuó reflexionando sobre el misterio de la Encarnación, que ahora es el centro de su vida espiritual.
“¿No será también que tu admirable Encarnación era el establecimiento de la gracia de que las almas tienen necesidad para alcanzar su fin. ..pero el alma …no podía verse tan estrechamente unida a su objeto que es Dios, inaccesible a todo ser, sino por ese medio tan admirable que hacía a Dios hombre y al hombre Dios”
Esta es la primera meditación de Luisa sobre la Encarnación: para ella, es una cosa extraordinaria, que un Dios se haga hombre y que este Dios que era inaccesible, se convierta en algo cercano y sobre todo que este Dios se haga cercano, es para que el hombre se acerque a Dios. Dios se hizo hombre para que el hombre se convierta en Dios.
Esta meditación es la que va a intentar transcribir a las Hermanas, decírselo en un lenguaje más sencillo.
Pensamientos sobre la Encarnación y la Eucaristía (E 67, A. 14)
“Este pensamiento me ha venido después de haber deseado durante algún tiempo el amor de la Humanidad santa de Nuestro Señor para verme empujada a la práctica de sus virtudes especialmente la mansedumbre y la humildad la tolerancia y el amor al prójimo” (Pensamientos, p. 773).
Aquí, Luisa recurre a un término que utilizará mucho en sus meditaciones: mira la humanidad santa de Cristo, lo que quiere decir que ella mira a la vez a Jesús hombre, su humanidad y su humanidad santa, es decir sin pecado y esta es la humanidad de Cristo, es decir el Hijo de Dios. Ella une muy bien a Jesús hombre y Dios, todo a la vez. Observa todas sus cualidades, todas sus virtudes e invitará a las Hermanas a meditar sobre Jesús hombre y Dios.
Su carta a Ana Hardemont en 1648 resume bien su espiritualidad: “Queridas Hermanas, tenemos que tener continuamente ante la vista nuestro modelo que es la vida ejemplar de Jesucristo a cuya imitación estamos llamadas no sólo como cristianas sino también por haber sido elegidas por Dios para servirle en la persona de sus pobres”
La espiritualidad de Luisa se resume en seguir a Jesucristo para servirle en los pobres, reconociendo su presencia en los pobres e imitando sus virtudes. Y cuando las Hermanas no lo hacen, Luisa las llama al orden.
A las Hermanas de Angers, escribe:
“¿Dónde están la dulzura y la caridad que han de conservar tan cuidadosamente hacia nuestros queridos amos los pobres enfermos? Si nos apartamos, por poco que sea, del pensamiento de que son los miembros de Jesucristo, eso nos llevará infaliblemente a que disminuyan en nosotras esas hermosas virtudes”.
De ahí la importancia de la mirada sobre Jesucristo, la profundización en la oración y vivirla luego en el servicio de los pobres. Luisa lo integró muy bien para poder transmitirla a los demás.
Para Luisa, Dios tiene un proyecto sobre la Compañía, un proyecto muy preciso “darse a Dios para honrar a Jesucristo sirviéndoles en la persona de los pobres”. Luisa es consciente que este proyecto de Dios para la Compañía es grande. Y ella se dice que es importante que este proyecto sea bien vivido por las Hermanas.
Y en 1644, irá a Chartres a pedir a María que vele sobre la Compañía para que pueda cumplir su designio.
“El lunes, día de la Dedicación de la iglesia de Chartres, lo empleé en ofrecer a Dios los designios de su Providencia sobre la Compañía de las Hijas de la Caridad, ofreciéndole enteramente dicha Compañía y pidiéndole su destrucción antes de que pudiera establecerse en contra de su santa voluntad; pidiendo para ella por las súplicas de la Santísima Virgen, Madre y guardiana de dicha Compañía, la pureza de que tiene necesidad”.
Luisa ira a Chartres para confiar a María la protección del designio de Dios sobre la Compañía, porque Luisa piensa que si las Hijas de la Caridad no son fieles a este designio de Dios, es mejor que la Compañía desaparezca. Luisa es categórica porque encuentra que este proyecto es muy grande y pide la pureza necesaria para que este proyecto esté bien protegido. Se trata de proteger bien este proyecto de Dios, sin estropearlo, sin desviarlo. A María le dice: “sea la guardiana y ayude a las hermanas a cuidar este proyecte del que usted será la Madre para infundir la vida a este grupo y viva bien!”
Este es el sentido de la consagración a Chartres: deslumbrada por el proyecto de Dios, Luisa desea que esté bien protegido.
Pero en 1647, las dificultades llegan. Las Hermanas no viven más el proyecto.
El primer aviso es para Nantes. Las Hermanas llegaron a Nantes en agosto de 1646 y en 1647, la Comunidad se dividió en dos grupos: una de las Hermanas estaba demasiado cercana al capellán del hospital, la Hermana Sirviente la llamó al orden pero ella no la escuchó y la Comunidad se dividió en dos grupos que se discuten y se vigilan y finalmente, el servicio de los pobres está mal hecho: una enferma muere sin sacramentos y Luisa recibe cartas sobre esta situación y escribe:
A las Hermanas del hospital de Nantes (C 191, L. 174)
“¡Ah, queridas Hermanas! ¡Cuántos motivos tengo para temer que hayan sido mis malos ejemplos los que han causado esa desgraciada influencia en sus espíritus! Si así es, háganme la caridad de pedir a Dios perdón por mí y ustedes perdónenme también obrando mejor de lo que me han visto hacer”.
¿Cuál es la reacción de Luisa ? ¡ella se culpabiliza, se siente culpable! No supo escuchar, no supo acompañar a las hermanas. Y Luisa se hundirá en una culpabilidad importante, porque despues de esta carta, irá a Nantes, llamará a dos hermanas que vuelvan a Paris, pero estas dos dejaran la Compañía. y habrá una oleada de partidas en la Compañía: hermanas de Nantes, Angers, Fontainebleau, Pontoise, de la Casa Madre, un poco de todas partes.
De manera que Luisa está muy dolorida, se culpabiliza. En julio de 1649, escribe una carta a Vicente de Paul: “Ayer también se volvió a marchar otra Hermana con el hábito y sin decir palabra, es la de San Cloud. …Me parece que Dios nos habla a través de estas ocasiones, no sé si para destruir la obra o para afianzarla Y añade esta terrible frase: ¿Haría el favor su caridad de pensar en ello y decirme con toda libertad si soy yo el Jonás que habría que arrojar al mar?” Luisa se siente culpable ¿Cómo atravesará estos fracasos ? ¿los superará ? ¿Cómo saldrá de ellos? de hecho, la culpabilidad, es un orgullo herido: no estamos contentos, nos creíamos mejores que esto y nos sentimos heridos al ver que no se ha sido capaz de hacer la tarea que teníamos que hacer. Por eso no se encuentra bien. Entonces, ¿cómo puede salir de esto?
En esta época, es la guerra de la Fronda. En París hay muchos pobres y vemos sopas populares organizadas en las diferentes parroquias y Luisa dirá: en san Pablo hay 3000, en San Lorenzo 2000 y tantas otras en varias parroquias. Y Luisa que reflexiona se dice : Dios tiene piedad y misericordia de sus pobres ; tal vez yo soy una de estos pobres. Esto la transformará, en vez de mirar su culpabilidad, admitirá que comete errores, que ha faltado, pero todas sus faltas y errores, los retomará en sus manos y se los ofrecerá a Dios diciendo: sólo soy una pobre que acogerá el perdón de Dios, a ejemplo del Publicano que pobremente se sitúa delante de Dios, acoge su pobreza y Luisa descubre y acoge la misericordia de Dios. Luisa escribe una carta muy bonita a Bárbara Angiboust en 1652, porque Bárbara vivió un poco lo que Luisa vivió. Bárbara está en Brienne, hay guerra y Bárbara está hundida ante el gran número de enfermos y heridos que ella no llega a atender.
Carta a Sor Barbara Angiboust (11 junio 1652)
“En nombre de Dios, queridas Hermanas, no se desanimen por sus trabajos ni por pensar que no tienen más consuelo que el de Dios. ¡Ah! si supiéramos los secretos de Dios cuando nos pone en tal estado, veríamos que debería ser éste el tiempo de nuestros mayores consuelos… Si la bondad de Dios no nos expone a las miserias más grandes, démosle gracias por ello, y estemos persuadidas de que es sólo su misericordia, sin ningún otro mérito…”
Luisa reconoce después que esto ha sido beneficioso para ella, y que al final comprendió esta misericordia de Dios, de este Dios que no se cansa de perdonar pero que hay que ir a El muy pobremente.
Agradece a Dios por este período y así puede ayudar a las hermanas a perseverar en él y a comprender la misericordia de Dios.
A partir de 1652, vemos que Luisa entrará en un período en el que sus meditaciones muestran su admiración por el amor de Dios y continuará su meditación sobre la Encarnación, porque no termina nunca de meditar sobre este extraordinario misterio…
“ Y mi espíritu ha recordado el pensamiento que había tenido de que el designio de la Santísima Trinidad era que el Verbo se encarnase ya desde la creación del hombre, para hacerle llegar a la excelencia del ser que Dios quería darle por la unión eterna que quería tuviese con El, como la más admirable de sus operaciones exteriores”.
Luisa está siempre en admiración delante de este misterio de la Encarnación, comprendiendo que Dios quiere que el hombre llegue a la glorificación y añade: “Pero ¿no es una gloria para las almas el cooperar con Dios en el cumplimiento de sus designios? ». Entrará pues al servicio de los pobres en una cooperación con Dios, con Jesucristo para la salvación del mundo. para ella, el servicio de los pobres, bien hecho, según el designio de Dios, prolongará la Redención. Por el servicio de los pobres, permitimos que el hombre viva bien, muera bien, pero también que encuentre su dignidad de hombre y de hijo de Dios. Esto es lo que Jesucristo hizo al venir a la tierra, permitió al hombre ser acogido por Dios con un gran perdón por sus faltas. Entonces, nosotras estamos ahí para cooperar con Dios a la salvación del mundo. luisa subraya la importancia de nuestro servicio realizado con preocupación por el bien del hombre, porque Jesucristo quiere este bien del hombre. Pero Luisa no sólo se detiene en la Encarnación, sino que meditará mucho sobre la Eucaristía.
“Hemos de considerar qué motivo puede haber tenido Dios para esta acción tan admirable e incomprensible para los sentidos humanos; y como no podremos encontrar otro que su puro amor, debemos, con actos de admiración, adoración y amor, dar gloria y honor a Dios en agradecimiento de este invento amoroso para unirse a nosotros”.
“Dar gloria y honor a Dios en agradecimiento de este invento amoroso para unirse a nosotros” Luisa retoma lo que Vicente de Paúl decía a propósito de la Eucaristía: “el amor es infinitamente inventivo”. Y Luisa dice que Dios no ha querido contentarse con la Encarnación, sino que quiso permanecer presente, por eso inventó la Eucaristía. Para ella, la Eucaristía es algo extraordinario. En los Escritos espirituales (p. 811-813), Luisa da una conferencia a las Hermanas sobre la Eucaristía: en ella les explica los tres tiempos para comulgar bien: cómo prepararse, cómo comulgar y cómo agradecer a Dios. ¡Es magnifica y está llena de amor, porque no sabe como agradecer a Dios ! y al final de su texto, dice: “Dios nos da la capacidad de vivir en El”. Las Hermanas explican que Luisa siempre se emocionaba cuando comulgaba y que tenía un pañuelito para secar las lágrimas, ya que era tan feliz, que lloraba de la felicidad al recibir a su Dios.
Todas sus mediaciones no impiden a Luisa dirigir la Compañía. En esa época hubo varias fundaciones: la de Polonia bajo los campos de batalla, Ussel, Narbona, Cahors…Santa luisa lleva a la vez su vida concreta y su vida de reflexión espiritual.
En 1657, hizo su retiro meditando sobre el Espíritu Santo. hasta entonces, no había prácticamente hablado del Espíritu Santo. le gustaba mucho la fiesta de Pentecostés porque era el recuerdo de su Luz de Pentecostés. Pero, cuando habla de su Luz de Pentecostés, sólo habla de Dios, sólo conoce a Dios. Sin embargo hay otro acontecimiento importante, en 1642 cuando hubo la caída del techo el día de Pentecostés. Pero en 1657, consagra su retiro a la meditación sobre el Espíritu Santo. Su texto es bastante difícil. Ella dice que el Espíritu Santo es una fuerza, una fuerza que ayudará a los apóstoles a dar testimonio y el Espíritu Santo nos dará la fuerza también a nosotros, dar testimonio. También dice que el Espíritu Santo es fuente de unidad, y permitió que la Iglesia se desarrollase, estuviese unida. Pero también insiste sobre la acción del Espíritu Santo en nosotras mismas: el Espíritu Santo hace la unidad en nosotros mismos, porque nosotros a menudo, estamos divididos. Ella habla de las tres facultades que tenemos: la comprensión, el juicio, la voluntad y constatamos como dicen san Pablo, que no hacemos el bien que quisiéramos sino el mal que no queremos hacer, la voluntad no llega a seguir lo que se quiere. Por último dice que el Espíritu Santo es el amor y tiene una oración muy bonita:
Razones para darse a Dios a fin de participar en la recepción del Espíritu Santo el día de Pentecostés (E. 98 , A. 26)
“¡Quita mi ceguera, Luz eterna! da sencillez a mi alma, Unidad perfecta! ¡Humilla mi corazón para asentar el fundamento de tus gracias! y que la capacidad de amar que has puesto en mi alma no se detenga ya nunca más en el desarreglo de mi propia suficiencia que no es, en efecto, más que un obstáculo y un impedimento al puro Amor que he de recibir con la efusión del Espíritu Santo”.
Luisa traducirá esto en una frase más fácil para las Hermanas:
“Suplico a la bondad de Nuestro Señor que disponga nuestras almas para recibir al Espíritu Santo y que así, inflamadas con el fuego de su santo amor, se consuman ustedes en la perfección de ese amor que les hará amar la santísima voluntad de Dios”
Luisa está más abierta. En esta época, superará las dificultades se presentarán en la Compañía sin caer en la culpabilidad, las aceptará serenamente aunque sea sufriendo. Se sabe que Marie Joly no quiere obedecer, que las hermanas de Angers no quieren acoger a la nueva hermana sirviente, que la hermana que debió partir a Cahors se marchó con el dinero que le habían dado para su alimento, etc… hay dificultades pero Luisa las soporta, se avanza poco a poco con alegría, consciente del amor de Dios y abordará la muerte tranquilamente.
Pero en enero de 1660, una carta de Luisa muestra que estaba habitada por una terrible angustia. Luisa se pregunta: “¿y si me he equivocado en relación con el proyecto de Dios sobre la Compañía?” no sabe que pensar más. Porque, en la Compañía, hay algunas hermanas que quisieran vivirla en dos grupos: un primer grupo para las que “yendo y viniendo” continuarían el servicio de los pobres, y las otras tendrían una vida mucho más religiosa, con un velo encima de la cabeza y se las llamaría “Madre” y no “Hermana”, y tendrían más tiempo para leer la Palabra de Dios. Y Luisa se pregunta: “pero ¿qué quiere el Señor de mi?” y envía una carta muy angustiada a Vicente de Paúl donde le explica todo esto.
Carta al Señor Vicente (C 721, L. 655)
“Siento mucho darle este disgusto; si su caridad ve que Dios quiere otra cosa que lo que se ha hecho hasta ahora, en el nombre de Nuestro Señor, sea ella quien lo ordene y lo declare”.
Pero, como san Vicente está enfermo, pide que le envíen al Padre Alméras. Supngo que el Padre Alméras y Vicente de Paúl la tranquilizaron. Pero ¿por qué esta última angustia? Pienso que la podemos comparar a Francisco de Asís. En efecto, poco antes de su muerte, Francisco de Asís tuvo el mismo tormento, porque veía a algunos de sus hermanos que quería menos pobreza y modificar la comunidad. Y Luisa vive la misma situación ; ella ve que se quiere modificar esta obra de Dios y se tiene la impresión que Dios quiere pedirle que le entregue entre sus manos esta comunidad a la que ella amó tanto y que Luisa, en el momento de su muerte, la consideró demasiado como su obra. Ella que la llevó a pulso, lo hizo todo para que las hermanas fuesen fieles al designio de Dios, esta es su obra. Y ahí, sentimos que Dios le pide que se desprenda de su obra para ofrecérsela y entregar el futuro de la Compañía entre las manos de Dios. Y Luisa lo hace y podrá morir en paz el 15 de marzo de 1660. Al comienzo de su testamento espiritual dirá: “le ruego les conceda la gracia de perseverar en su vocación”.
Conclusión
Para terminar, retomo las frases de san Vicente en las dos conferencias que él dio sobre las virtudes de Luisa de Marillac.
“¡Qué hermoso cuadro, Dios mío! ¡Qué humildad, qué fe, qué prudencia, qué buen juicio, y siempre con la preocupación de conformar sus acciones con las de Nuestro Señor! Hijas mías, os toca ahora a vosotras conformar vuestras acciones con las suyas e imitarla en todas las cosas”.