Antonio Portail (Cuarta Parte)

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CRÉDITOS
Autor: Desconocido · Traductor: Máximo Agustín, C.M.. · Fuente: Noticias de los misioneros.
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IV. (1636-junio 1646).

Regreso del P. Portail a París –Desarrollo de las obras.-  Primera asamblea general –El Sr. Portail nombrado asistente del superior general y admonitor.-Progresos de la Congregación.- El Sr. Portail enviado como visitador.- Regla sobre las visitas dada por san Vicente –Visita al Mans. -Llegada de las Hijas de la Caridad a esta ciudad  -Carta de san Vicente. -Estancia del Sr. Portail en el Mans.- Cartas a la Srta. Le Gras –Respuesta de la Srta. Le Gras –Visita del Sr. Portail a Angers. -Da a la Srta. Le Gras noticias sobre las Hijas de la Caridad. -Reglamento dado por el Sr. Portail a las Hijas de la Caridad de Angers.

En el mes de agosto de 1636, san Vicente escribió al padre Portail para comunicarle la situación deplorable en que se encontraba París por la guerra. Algunos meses después, el Sr. Portail salía de Auvergne y venía a París para seguir el curso de sus ocupaciones.

Asiste al desarrollo de las obras de la Misión.

El seminario interno se establece en 1637. En el mismo año, las misiones de Nuestra Señora de la Rosa, en la diócesis de Agen, y las de Luçon y de Richelieu son fundadas; en 1638, comienza la obra de los niños-Expósitos, en París. La Srta. Le Gras va a instalar a las Hijas de la Caridad en Angers, en 1639. Ese mismo año, san Vicente interviene en Lorena y, por su maravillosa caridad salva a esta provincia de la ruina, y a gran número de sus habitantes  de la muerte. Se funda asimismo el seminario mayor de Annecy. Al año siguiente, 1640, comenzaron en Roma las primeras negociaciones con respecto a los votos. En 1641, una nueva misión se estableció en Crécy,  las Hijas de la Caridad,  abandonando  Saint-Denis-la-Chapelle, vienen a fijarse cerca de San Lázaro.

Desde su regreso de Auvergne hasta 1642, el nombre del Sr. Portail aparece muy poco en los documentos que nos quedan.

Pero se menciona en la primera asamblea general de la compañía que tuvo lugar el 13 de octubre de 1642.

La Misión que llevaba fundada  diecisiete años se había desarrollado más allá de los límites soñados por su humilde fundador. Poseía diez casas pero aún no tenía ni reglas definitivamente adoptadas ni compromisos recíprocos para unir a los miembros con la Compañía.; la reunión de la primera asamblea tenía pues un fin indicado naturalmente. En ella se estudiaron las reglas y las constituciones que debían presidir el gobierno de la Compañía; las provincias se organizaron y, para conservar a los súbditos se decidió que todos harían voto de no ambicionar cargo alguno ni beneficio.

La asamblea duró diez días; ella decidió la permanencia de san Vicente a la cabeza de la Compañía como superior general a pesar de la insistencia que hizo para ser reemplazado; nombró dos asistentes, al Sr. Portail y al Sr. d’Horgny; el Sr. Portail fue además nombrado admonitor.

Encontramos en las actas de esta asamblea un rasgo que pinta la humildad del Sr. Portail; pidió perdón a la Compañía por faltar a la sumisión y condescendencia que requiere la asamblea interrumpiendo a uno de los miembros que hablaba.

Los tres años que siguieron a esta asamblea fueron para la congregación fecundos en obras de todas clases. No hubo menos de once casas nuevas establecidas.

San Vicente era llamado al consejo de conciencia, al mismo tiempo que debía multiplicarse para dirigir a los misioneros y a las hermanas. Pero el Sr. Portail estaba allí, quien le suplía en muchas cosas; pruebe de ello la tenemos en una carta suya conservada entre las de san Vicente.

Esto escribía a un misionero que pedía parecer:

23 de mayo de

«Habiendo recibido el Sr. Vicente esperaba daros él mismo la respuesta, pero al impedírselo sus ocupaciones, me ha mandado que os diga:

En primer lugar: que compadeció mucho la aflicción de vuestros padres y en la que el amor natural  os hace sentir por la misma razón, y que ruega y rogará a Nuestro Señor para que les dé y también a vos el consuelo necesario y la gracia de hacer buen uso de ello para su gloria.

«En segundo lugar, que no sois culpable al proponerle si debéis ir al país por un fin tan bueno, que es tratar de llevar la paz y mediar para que vuestra madre sea socorrida; al contrario, eres digno de alabanza de alguna manera ante Dios y delante del mundo en particular porque os sometéis a que vuestro superior os aconseje; no obstante, os pide considerar delante de Dios estas razones: 1º Que aunque es verdad que la ley de la naturaleza nos obliga a todos a asistir a nuestros padres en la necesidad, si es que el autor de la misma ley, el Hijo de Dios, dice, como sabéis, que : quien no deja padre, madre, hermano o hermana, etc. … no puede ser su discípulo, es decir verdadera cristiano, y con mayor razón verdadero misionero. 2º Que el mismo Hijo de Dios ha hecho practicar esta máxima a los que aspiraban a  este calidad de discípulo, una vez cuando dice al que quería irse [28] a enterrar a su padre: Sinite mortuos sepelire mortuos: y el otro que quería hacer el reparto de sus bienes y dar su parte a los pobres: Nemo, lui dit-il,  mittens manum ad aratrum  et respiciens retro aptus est regno Dei; si decimos que haya aquí una necesidad que os obliga, no tiene nada que ver, y además podéis mediante cartas o por amigos suplir vuestra falta. Si fuera por perezoso, desdén o por alguna otra razón mala que quisierais omitir este deber, tendríais algún motivo de dudar si obrabais mal o no; mas como no deseáis la cosa  más que por el amor de Dios y para descargar vuestra conciencia, y no pretendéis omitirlo sino por la orden de vuestro Superior que ocupa el lugar de Dios, debéis vivir tranquilo, pues no responderéis de ello ante Su Majestad. El Sr. Vicente aconsejándoos  como lo hace que no sigáis adelante; habiendo experimentado los grandes inconvenientes que se presentan  usándolo de otra manera. Y más aún, si el pretexto que se alega parece basado en caridad y en justicia, tanto más peligroso es. Por estar cubierto, no se ve mal alguno sino después de experimentarlo; pero, de ordinario, es demasiado tarde  para remediarlo. Entre otras desdichas que se siguen, son el Apego a los padres; a sus intereses, a las cosas de la tierra, el trastorno del espíritu, el desprecio de la regularidad, y por último la pérdida de la vocación. Lo contrario se ve en  aquellos que han observado bien las máximas del Evangelio en este punto, y Dios bendice a sus padres y sus asuntos. Por ejemplo, el que conocéis que ha estado veinte años sin ver a su madre. No ha sido lo mismo con otro de los nuestros que había salido exprés para asistir a su madre; es en lo que menos había pensado cuan se vio fuera, pero no buscaba más que sus satisfacciones y en revolcarse en el vicio; lo que le produjo mucho miedo, que antes de que pasara un año solicitó volver, y fue recibido, y los asuntos de sus padres van mejor que nunca.  Yo no sé cómo he insertado este último ejemplo si no viene bien aquí porque no se trata de disuadiros  de la salida de la Compañía sino tan sólo el viaje de la patria; Es sin duda a causa de la experiencia que tenemos que los que piden y obtienen por importunidad ir a ver a los padres, de ordinario pierden la vocación. Y si bien esta desgracia no os alcanzaría nunca por vuestra virtud, con todo la única consideración del mal ejemplo que daríais a los demás con este viaje os debería disuadir de pensar en ello: ya que los que nos son tan virtuosos como vos, Señor, podrían decir: ¿por qué no pedir yo permiso como fulano de tal? Y de esta forma les convendría conceder permiso de ir, o bien contristarlos peligrosamente; y uno y otro serían perjudiciales al particular y a la comunidad. Esta ha sido la razón principal que ha impedido al que lleva veinte años en la Compañía si ver a su madre. El Sr. Vicente os ruega pues sacrificar vuestra voluntad a Dios por la práctica de estas máximas evangélicas y de esperar que el mismo Jesucristo por quien renunciaréis a vos mismo y a vuestros padres, será vuestro procurador, vuestro padre, vuestro amigo, vuestro protector y vuestro todo. Fue él quien dijo: Quaerite primum Regnum Dei  et Justitiam ejus et omnia haec adjicientur vobis».

«Esto es poco más menos lo que el Sr. Vicente me ha mandado que os escriba,  molesto porque no me lo ha dictado todo, palabra por palabra,, este discurso no os sería aburrido como lo será a mi parecer, por no haberlo redactado bien.

Pido a Nuestro Señor que ponga en ello su Espíritu, en el amor de quien soy, etc. …»

Cuando fue preciso girar la visita a las casas recién fundadas, fue sobre el Sr. Portail sobre quien puso san Vicente los ojos.

El Sr. Portail se puso en camino al comenzar el año[30] 1646. Él llevaba a las casas el espíritu de  de orden y de disciplina que veía observar en San Lázaro y los consejos de san Vicente le seguían a todas partes. Encontramos, con fecha del 20 de marzo de 1646, un verdadero programa de Visita, en el que todo está señalado con mucho cuidado.

Veamos esta carta:

AL SR. PORTAIL, DE VISITA EN EL MANS

20 de marzo de 1646.

«Se me ha olvidado de daros también aviso, antes de salir, de algunos defectos que se encuentran a veces en las casas que se visitan

1º Que se oye en confesión a los que vienen de la ciudad, de los barrios y de los pueblos, lo que os ruego que prohibáis a todos nuestros sacerdotes, y les digáis que si tras la misión que hayan dado, algunos penitentes a quienes hayan oído en confesión vuelven a ellos por alguna necesidad, en ese caso podrán ir a oírles en alguna parroquia vecina que no sea ni de la ciudad ni de los barrios;

2º Que hay quienes van a predicar a los monasterios de jóvenes, si os enteráis, poned orden, por favor y que no se repita;

3º Que no se tiene siempre cerrada la primera puerta; si la casa del Mans tiene este defecto, os ruego que le pongáis remedio, para que nadie entre sin obstáculos, de tal manera que los Srs. canónigos no permitan que los hombres, y menos aún las mujeres entren en nuestras casas. Tratad, Señor, de que se ajusten a esta precaución, tan necesaria en las comunidades, y que se aconsejen de personas que conocen su importancia;

4º Que se dispensan de las costumbres comunes. Importa mucho inculcar que se guarde el orden del día invariablemente, y que se practiquen las santas costumbres y máximas de la Compañía.

«Que si los superiores conciben muy bien la obligación que tienen de vigilar en esto, como también de entregar cerradas las cartas  del general, sin que esté permitido a los superiores de las casas ver sus cartas, y también a los mismos superiores que deben concienzudamente hacer tener dichas cartas al general sin verlas, aunque los que las escriban se las quisieran mostrar por respeto;

5º Que sucede a veces que hay pequeñas divisiones en las familias y alienaciones en los espíritus. Pero entregaos a Dios,  para reunirlos y cimentar en caridad, pues ese debe ser entonces uno de los principales efectos de la visita;

6º Como la avaricia es condenable, también lo es la facultad de dar cosa en más de lo que valen, y creo que se burlan tanto de una cosa como de la otra en algunas casas en las que no se tiene cuidado y donde encarecemos las cosas y que tenemos abundancia de dinero. Se ha de recomendar el justo medio y que se observe la práctica de esta casa en cuanto a la alimentación, etc. …»

La primera casa visitada fue la del Mans; había sido fundada en 1645. Todas las obras se encontraron más tarde reunidas en ella, parroquia, misión, seminario. Las Hijas de la Caridad no llegaron hasta 1646. Ésta es la carta que san Vicente dirigió al Sr. Portail, que anuncia su partida de París:

De París, hoy jueves, a las diez de la noche, 3 de mayo de 1646.

Señor,

La gracia de Nuestro Señor esté siempre con usted.

Las hermanas de la Caridad, por quienes le escribo, parten mañana por la mañana para ir al Mans, y como no he visto ni recibido vuestra carta del 29 hasta ahora mismo a las nueve en punto, no puedo responderla hasta pasado mañana por el mensajero que llegará antes o casi al mismo tiempo que el coche.

«usted no espera más que a tres hermanas, pero son cuatro las que le envía la Srta. Le Gras. Ellas me han consolado todas más de lo que pueda decirle por la buena disposición que tienen para el viaje, y espero que Dios bendiga su establecimiento y les dé la gracia de corresponder a la afición que sienten ahora por trabajar bien. No le diré nada para su dirección particular, sino que les dé un buen confesor, que sea muy  espiritual, de edad y prudente, que quiera seguir el estilo de dirigirlas y que les es propio, se lo haréis entender, por favor, , y ningún otro les hablará a no se de paso, y únicamente en la iglesia.

«Me alegro de que el hermano Testasy se encuentre mejor; pero Dio mío, qué pena me da por el viaje ya que le va a hacer sin gran necesidad y contra la orden de la Compañía; pero en fin, si está decidido, in nomine Domini, podrá usted llevarlo hasta la Rose, y de allí darle un compañero para ir a su provincia, donde ni ha de quedarse por más de quince días. El hermano Rivanaigre podrá pues quedarse en la casa, y el Sr. Brin continuar el cuidado de los seminaristas, si puede hacerlo como lo comenzó.

Ya le di a saber por mi anterior que yo era [33] del parecer de pedir tan pronto dinero prestado a renta, para no dar que hablar a la gente. Pero como urge tanto por los rescates, en buena hora, podréis tomar de alguien  con qué satisfacer a las necesidades más apremiantes, pero que sea de la manera más encubierta posible.

«No resulta oportuno que el Sr. Gallais vaya a predicar a las parroquias para establecer en ellas la caridad. Ya sabrá cómo lo hacemos en París. Trato de ganar e instruir a las damas en particular; si pude hacer él lo mismo, bien hecho estará..

«La agradezco los papeles que me ha enviado, porque me he alegrado mucho,  y los veré, si Dios quiere, mañana, para consolarme un poco. He recibido por esta noche suficiente consuelo al ver por vuestra carta los frutos que Nuestro Señor obtiene de sus trabajos y por los que se deben esperar en lo futuro, que serán mucho mayores si se guarda fidelidad. Ruego a su divina bondad que se la dé total, a fin de que sea por ello tanto más glorificado, y a usted, Señor, que comunique cada vez más su fuerza y su espíritu. Yo le recomiendo a él muchas veces con toda amplitud de mi alma, porque la suya  me es muy querida y muy presente. Yo iba a terminar aquí esta carta sino me hubiera acordado de las pobres hermanas de Angers, para rogarle que vaya a verlas de paso; sentirán gran alegría de verle y tal vez gran necesidad de esta visita. La Srta. Le Gras lo espera lo mismo que recibir a las dos hermanas que nos envía usted. Dios quiera conducir a unas y a otras, y darme a mí la gracia de ser como lo deseo en su santo amor

«Su muy humilde servidor, «Vicente de Paúl. Indigno sacerdote de la Misión.

El Sr Portail pasó cerca de tres meses en el Mans. De su correspondencia con san Vicente, no nos [34] ha llegado nada, pero hemos hallado varias cartas suyas a la Srta. Le Gras. Citamos algunas.

«Del Mans, 18 de marzo de 1646

«Señorita,

He recibido la que me habéis hecho el honor de escribirme que me fue entregada anteayer por la noche, que os agradezco muy humildemente, y os pido perdón por dejar que se me  adelanten en esta ocasión; trataré de seguir y practicar vuestros buenos consejos que me dais por vuestra memoria. Creo que habáis recibido la respuesta de mi hermana Cognard pero no podéis todavía tener la que la hermana Elisabeth espera de su hermana, porque está a cinco o seis leguas del Mans. No he visto todavía a nadie, ya que no he estado aún en la ciudad no siquiera en los barrios, a causa de los asuntos que tengo en nuestra casa, de donde salí ayer por la noche tan sólo, para acudir a la misión que se da en el pueblo de Savigny, distante tres leguas del Mans; alabo a Dios por la misericordia que él ha ejercido en vuestra comunidad purgándola de los malos humores para hacerla sana y santa, como también por las instrucciones del Sr. Lambert; espero en la primera ocasión enviaros los pequeños reglamentos que esperáis y que creo que será bueno  leer y explicar en plena conferencia. Por lo demás, estamos esperando aquí hijas vuestras, con gran impaciencia para comenzar un nuevo establecimiento en este hospital. Los administradores nos están acosando, las hermanas de allí las esperan. Los enfermos y los niños expósitos en bastante buen número, necesitan de vuestra ayuda, los grandes desórdenes pasados hablan sin decir palabra, que hace falta un remedio; el poder que tenemos en esta casa, junto con el de los administradores hará que las dificultades desaparezcan pronto, sobre todo si vuestra persona llega con  dos o tres de vuestras hermanas. Pienso que entretanto habrá que enseñar el reglamento de Angers a estos señores; lo espero del Sr. Vicente a quien se lo he pedido. Pero el mejor medio será rogar por este santo proyecto, haciendo incluso comulgar a vuestra comunidad a este efecto, sin decir porqué. Tengo gran confianza en vuestras oraciones que os pido por el amor de Nuestro Señor y de su santa Madre, en el amor de los que soy, etc. …»

El Sr. Portail escribe de nuevo el 7 de abril para comunicar las negociaciones de los administradores del hospital que piden hijas de la Caridad y sucesivamente el 4 de mayo y el 1º de junio de 1646.

7 de abril de 1646.

Viva Jesús!

Señorita

«Estas líneas dispersas son para responder a las dos vuestras muy queridas, diciéndoos que desde Pascua el Sr. Gallais ha asistido por tres veces a la oficina de los administradores de este hospital, aparte de las conversaciones que ha debido tener con ellos en particular, sobre el establecimiento de las hijas de la Caridad y les ha hecho ver los artículos del reglamento de Angers, en lo que no encuentran dificultad ninguna que oponer. El resultado ha sido que es oportuno que la Srta. Le Gras envíe aquí a tres de sus hijas, de las cuales una sea superiora, a quien todas las demás obedecerán, y, en caso de negativa, , se las despediría, en cuanto depende de nosotros. Hay también hombres y muchachos que son como sirvientes allí; conservarlos ponerlos fuera es cosa nuestra. Hay una anciana que necesitará pensión y alojamiento; a nosotros toca hacerlo; es la única que puede resistir, pero no obligarnos a tenerla allí adentro. Podemos y debemos admitir hasta seis, pero bastará con tres para empezar, y si se necesitan más de seis, ya se dirá más tarde; no se trata ahora más que de tomar posesión.

«Para esto, estos señores dicen que sólo se necesita dar cartas maestras, a estas tres, al recibirlas, de las que una será superiora de las otras, tanto antiguas como nuevas. Hay cuatro o cinco que han dado dinero a los administradores al entrar en este hospital, pero en el caso de que ellas no quisieran acomodarse con las demás, estos señores se ofrecen a devolverles su dinero, cuando se las despida, Hay una sola que renga la voluntad de ir a París, y conviene que se quede aquí para dar a los demás ejemplo de obediencia, además que los administradores no le llevarían bien. Ésta es nuestra ventaja sobre Angers, que las hermanas estarán obligadas a obedecer el maestre, como también a los administradores, tanto en lo temporal como en lo espiritual. De manera que el Sr. Gallais y sus señores no ven ningún inconveniente en hacer venir aquí a estas tres hermanas de París, y yo pienso lo mismo en este momento que conozco el fondo del asunto, cosa que no sabía cuando os escribí el otro día. En cuanto a la elección de las hermanas, no sé de ninguna tan capaz como, las que habéis nombrado, a saber: Jeanne Lepintre de superiora, aunque debiera llevar la toca negra, no importa al menos para empezar; el Sr. Gallais deseaba a la mayor Elisabeth, pero creoque la pequeña es más idónea para dirigir; en cuanto a las otras dos, las hermanas Claude y André me parecen las más propias, a falta de un mejor parecer; sobre el día de la partida, convendrá que sea en el primer coche o carroza que salga.

«Soy en el amor de Nuestro Señor y de su santa madre, Señorita, vuestro muy obediente servidor. PORTAIL.» [37]

«Del Mans, 4 de mayo de 1646.

«Ya están aquí las dos hermanas de quienes os he escrito, y que deben ir a buscaros para ver si pueden ser del número de las que vos debéis ser la directora, creo que sabéis ya que la tercera que había dado el nombre se ha arrepentido, a causa de que su ama no ha querido que la dejara; esperamos para nuestro Hôtel-Dieu a las tres  prometidas; si llegan en cinco o seis días, temo no tener la suerte de verlas aquí, porque tengo orden de partir pronto para continuar mi viaje, pues no tengo otra cosa que me retenga; el Sr. Vicente me pide algunas memorias para servir al Sr. de Mortigny, que él destina a reparar las faltas que cometí  en la dirección de nuestras queridas hermanas, pero después de pensarlo bien, he creído que una palabra vuestra valdría más que todo lo que yo pudiera escribirle sobre este asunto; procuraré sin embargo enviarle una copia de la demanda presentada al Sr. de Paris sobre el establecimiento ya que en ella va un compendio de las reglas; y en cuanto a los oficios particulares y las reglas como esperáis, no he dispuesto de tiempo de darle la última mano; será, Dios mediante, en la primera ocasión, y luego las haré transcribir para mandarlas. Creo que al salir de aquí iré a ver a vuestras queridas hijas de Angers; si tenéis algo que encomendarme, mandádmelo allí. Será más fácil si lo hacéis a la dirección de la hermana Madeleine. Aprovecho para pediros que recéis por mí y me encomendéis a nuestra querida Comunidad para que me perdone a mí indigno las faltas, como yo continuaré [38] ofreciéndoos y a vuestra familia, a la que saludo con toda humildad y les deseo la bendición de Nuestro Señor Jesucristo, y los favores particulares de la santísima Virgen, sobre todo en su doctrina, en la que soy en el amor del mismo Jesús y de su santa madre, etc.

«Del Mans, 1º de junio de 1646.

«Ya han llegado vuestras dos queridas hermanas que van a volver a veros según órdenes vuestras. Creo que no se sienten menos cargadas por no hacer nada como si hubieran producido acciones heroicas; cuando ellas no habrían hecho otras cosas buenas en este país que haber predicado con su modestia e instruido a esta pequeña comunidad con su indiferencia y su igualdad en las tempestades, no es haber empleado mal el tiempo y el dinero de sus viajes, añadiendo que Dios sabrá bien  en su tiempo pagar los intereses con creces a favor de vuestra querida familia y de toda nuestra pequeña Compañía.

«Si hay plazas en el coche, esperamos hacer partir pasado mañana a las dos hermanas para Angers, y en cuanto a la postulante, ella no partirá tal vez hoy; temo que se lo impida su padre; Dios sea bendito en todo.

«Se me olvidaba responderos a lo de la madre de las hermanas del Mans y su señora; no os molestéis por eso, por favor; lo que les ha hecho dar tanto ruido no es más que la aprensión que tenían  de que se enviara a sus hijas al Canadá para casarlas con los salvajes; pero ese ruido que ha corrido por aquí, se desvaneció poco a poco; todo lo que se a ha de hacer para contentar a la madre y a la señora es que las hijas les escriban y expongan lo contrario, y el contento que sienten en su estado. Por lo demás, la madre se equivoca al reclamar  a su hija recién recibida, porque me ha pedido varias veces con insistencia que medie en su recepción.

«El Sr. Gallais desearía enterarse de las noticias de la que se ha quedado en este Hôtel-Dieu; si ella da muestras de amar su vocación; cómo le va y qué hace;  y yo estoy impaciente por saber si vuestra querida Comunidad está ya establecida o no y si la demanda presentada al Sr. coadjutor ha funcionado. Tengo plan para salir mañana, Dios mediante, para ir a Saint-Méen, en Bretaña,, y de allí volver a Angers. Pido de nuevo el auxilio de vuestras oraciones  y de nuestras queridas hermana a quienes saludo con toda humildad y confianza, y soy en el amor de Nuestro Señor y de su santa madre.»

La Srta. Le Gras escribía al Sr. Portail en respuesta a su carta del 4 de mayo:

11 de mayo de 1646.

«Señor,

«Os suplico humildemente la molestia de enviarme el estado en que habéis dejado a nuestras hermanas, y de darme los consejos que necesitamos para mostrar inteligencia con ellas, por carta, por las dificultades que podrán surgir entre ellas y las demás jóvenes.

«Os suplico también, Señor, tengáis la bondad de mandarme, como convenido, enviándonos a esta buena joven del hospital, bien con los administradores como con ella; si es simplemente para ser de las nuestras, sin obligación de despedirla, sino del modo como lo hacemos con las demás. ¿Cuánto tiempo creéis necesario que dejemos ahí a sor Jeanne Lepintre y si podemos esperar vuestro regreso en este año?  Haced, Señor, en cualquier lugar en que os halléis, por enviarnos de vez en cuando vuestras queridas noticias..He de deciros que vuestra ausencia nos cuesta mucho a toda la Comunidad; lo esperamos más día tras día.

«Dios sea bendito en todo, y su santa voluntad preferida a todo. Esperamos mucho vuestra asistencia ante Dios. Todas nuestras hermanas, vuestras queridas hijas, tienen un gozo particular al oír que os acordáis de ellas, y os saludan de todo corazón, asegurándoos que rezan  a Dios por vos, y su hermana sirviente sería una ingrata, si faltara en esto.

«Espero de vuestra caridad sin igual, que nos enviaréis  nuestro reglamento lo antes posible y las instrucciones que necesitamos para servirnos de él, con el fin de que las molestias que vuestra caridad se ha tomado, vayan seguidas del bien que habéis pretendido, lo cual espero, ayudadas por vuestros santos sacrificios y oraciones. Os lo suplico muy humildemente por el amor de Dios en el soy vuestra muy obediente servidora. L. DE MARILLAC.»

Al marchar de le Mans, el Sr. Portail se dirigió a Angers; en estos términos anunciaba a las hermanas su próxima llegada:

De le Mans, 3 de junio de 1646.

«Éstas son dos de las hermanas que el Sr. Vicente y la Srta. Le Gras os envían  en lugar de la difunta y de la que debe irse a París; vos se las presentaréis por favor a los Srs. administradores para que las reciban; pienso que habéis recibido la carta de la Señorita sobre el mismo asunto, o bien la recibiréis pronto por el mensajero, y espero que, Dios mediante, tendré la suerte de veros en siete u ocho días lo más tarde, si nada nuevo me detiene aquí. Entretanto os saludo con toda la humildad junto con les demás hermanas vuestras compañeras, deseando a todas la bendición de Nuestro Señor Jesucristo en el amor de quien soy, etc. …»

Después de hacer la visita a las hermanas de Angers, el Sr. Portail da cuenta de ella a la Srta. Le Gras de esta manera:

De Angers, 16 de junio de 1646.

«Señorita,

La gracia de Nuestro Señor esté siempre con vosotras!

«Estas línea no son más que para informaros que he recibido a cuatro hermanas para ir a hacer su prueba en vuestra casa y pertenecer a vuestras hijas; tienen plan de partir a la vez dentro de ocho días; pero no estoy seguro de que estén todas preparadas para ese día; tal vez alguna se retrase; los Srs. Tonnellier y Ratierles han dado la aprobación, y yo también, después de pasar las pruebas e información requeridas. Pienso que lo harán bien,, aunque haya una que parece no estar bien del todo, pero he oído que sólo se trata del color del rostro el que engaña a la gente.

«Estoy a punto de salir para Bretaña después de visitar a vuestras hijas de aquí, que me han consolado lo indecible; me reservo escribiros por el primer correo para más detalles sobre mi visita. A la espera, mendigo como siempre vuestras oraciones y de la comunidad esperando  quedar en Nuestro Señor, etc. …»

A finales de junio, escribe a la hermana Jeanne de la Croix:

30 de junio de1646.

«He recibido hace tiempo vuestras dos cartas; he contestado a la primera por las hermanas Julienne y Mathurine, quienes os escriben la convalecencia de la Srta. Le Gras, que era todo lo que por entonces  deseáis saber de mí; y en cuanto a la segunda carta  que me han entregado hace cuatro o cinco días, la contesto diciéndoos en primer lugar que el Sr. Vicente, el Sr. Alméras y la Srta. Le Gras, están todos bien a Dios gracias, y yo también por su misericordia; os hacemos partícipe de nuestras oraciones y sacrificios para que cada vez más seáis digna de llevar el nombre y que la cruz os lleve al cielo junto a aquél que la llevó por vos y por todos en recompensa de la que habréis tenido que llevar por su amor en este valle de miserias y de lágrimas. En segundo lugar, sabéis que el Sr. Gentil no está ya en le Mans desde hace un año; lo que no ha evitado que yo no haya hecho lo debido con vuestra renta; he escrito al superior de le Mans, y he recibido una carta del Sr. Gentil dirigida  a quien le ha sucedido en su oficio de procurador, todo correspondiente a hacer de suerte que se os escriba y a procurar que vuestros papeles t vuestra renta está en buenas manos, esperando la orden que se os dará de arriba; una vez que yo tenga respuesta, yo no dejaré de informaros. No pienso que nadie de los nuestros vaya este año a las aguas de  Forges; si por si acaso fuera alguno, no dejará de visitaros y contribuir a la ejecución de vuestro buen plan; me encomiendo a vuestras oraciones y a las de vuestra buena hermana María, a quien saludo en espíritu de caridad y respeto, y en el amor de nuestro Señor Jesucristo y de su santa Madre, etc. …»

Después de visitar con cuidado la casa de las Hijas de la Caridad de Aviñón, este es el reglamento que les dejó el Sr. Portail:

Avisos entregados a las Hijas de la Caridad, de parte del Sr. Vicente, general de la Misión, por el Sr. Portail.

15 de junio 1646.

«1º Ellas se representarán con frecuencia que Dios las ha llamado y unido, para honrar a Nuestro Señor Jesucristo en la persona de los pobres, por el servicio espiritual y corporal que les den; y que el verdadero medio de cumplir con este debe , y por consiguiente lograr su salvación, es la observancia de sus reglas.

«2º Todas las veces que se haga lectura de sus reglas, tendrán sumo cuidado no sólo de escucharlas bien, sino también entenderlas bien, pensando al mismo tiempo en los defectos que hayan cometido contra ellas, y en los medios de corregirse. Y, aparte de eso, ellas las tomarán como punto de meditación todos los primeros domingos del mes, una vez que se las hayan leído.

«3º En todas sus acciones, en particular cuando se haya que servir a los enfermos, tratarán de tener una pura intención de agradar a Dios, guardándose mucho de buscar en ello su propia satisfacción o la estima del mundo.

«4º No tendrán ningún apego a los lugares o a los empleos, ni a las personas, ni siquiera a sus padres, ni a su confesor, de esta manera esta manera estarán siempre preparadas a dejarlo todo de buena gana cuando se les ordene

«5º Harán todo lo posible por vivir en gran unión con sus hermanas, nunca enfadarse, ni murmurar, ni quejarse de ellas; así soportar las imperfecciones unas de otras, alejando cuidadosamente todos los pensamientos de aversión que pudieran sentir una de la otra; así como las amistades particulares.

«6º Si por debilidad que una hubiera contristado a la otra, le pedirá perdón de rodillas inmediatamente, si se puede cómodamente, y la otra permitirá buena y humildemente esta humillación arrodillándose ella también.

«7º Se tratarán de manera que la mansedumbre y cordialidad se vean siempre en sus palabras y en su rostro; no sólo entre sí, sino también con los externos, esforzándose no obstante en nunca abandonar el respeto que se deben tener una a la otra, en particular a la hermana sirviente.

«8º Se guardarán bien de discutir juntas y cada una preferirá seguir el parecer de su hermana al suyo propio siempre que no sea pecado.

«9º Se cuidarán mucho de comunicar sus tentaciones, descontentos y demás penas interiores a sus hermanas y mucho menos a las personas de fuera; sino solamente a la hermana sirviente, o al director, y eso lo antes posible, tratando de tener una gran confianza en abrirles el corazón. Y para lograr mejor esta confianza se presentarán una vez al mes a la hermana sirviente para hacerle su comunicación.

«10º Serán exactas en dar aviso con prontitud a la hermana sirviente de los defectos de cualquier importancia que hayan notado en sus hermanas, y recibirán con agrado que sus propias faltas le sean de igual forma descubiertas, para que ponga remedio pronto.

Si ellas advirtieran  también algún desorden en el hospital, sea entre los enfermos, sea entre los criados o demás, se lo dirán también a la hermana sirviente para que se lo diga con caridad a los Señores administradores.

«12º A fin de que la hermana sirviente no sea de peor condición que las demás hermanas, nada más que una hermana haya visto en ella algún defecto considerable o de importancia, ella le hará caridad de avisarla humildemente, no por ella misma, sino por mediación de la asistenta, a quien se lo dirá buenamente y en la presencia de Dios teniendo cuidado de no proceder por pasión.

«13º  No escribirán, no harán que les escriban, ni enviarán ninguna carta, sin haber obtenido el permiso de la hermana sirviente, ni abrirán las que se les envían sin el mismo permiso. Si, a pesar de ello, alguna quiere escribir al general de la Misión o a la superiora de la casa de [45] París, lo podrá hacer sin que la hermana sirviente la lea, la cual entregará cerradas las que se dirigen a algunas particulares de parte del Director general o de la superiora de París.

«14º Guardarán en todo tiempo la santa modestia, en particular en las salas y en presencia de los externos, absteniéndose totalmente de las ligerezas, particularmente de tocarse una a otra, ni siquiera por alegría  o como signo de amistad; a no ser cuando la caridad lo requiere, como cuando se trata de dar un abrazo con cordialidad a las que acaban de ser recibidas, o llegan de los campos, o a quienes no se ha visto desde hace tiempo, y ocasiones semejantes; y entonces se permite besar en la mejilla, pero nunca en la boca.

«15º Serán más cuidadosas en guardar el silencio de lo que lo han sido en el pasado, sobre todo por la mañana antes de la oración y por la noche después de las oraciones, y durante la hora dedicada a honrar la muerte de Nuestro Señor. Que si es necesario hablar, será en voz baja y pocas palabras.

ª16º Se portarán de manera  que sus recreaciones estén sazonadas siempre con modestia y con alegría, mezclando las conversaciones de piedad y de edificación con las indiferentes, pero inocentes, evitando a este efecto hablar de los asuntos del mundo, de las noticias del tiempo, de la dirección de los superiores y superioras, de los defectos del prójimo, incluso de ciertas imperfecciones e incivilidades de las que las hermanas se podrían ofender si se hiciera broma de ellas, aunque no deben tomarlas en mal sentido.

«17º Sobre todo serán exactas en obedecer a la hermana sirviente y a su director, sometiéndoles no sólo la voluntad sino también el juicio, y no haciendo, ni omitiendo  nada sin su permiso, mientras sea posible; en particular en lo que concierne a las penitencias corporales , la confesión, la comunión y ciertas prácticas de devoción.

«18º Obedecerán también a la hermana asistenta y recurrirán a ella para los permisos y necesidades cuando la hermana sirviente esté enferma o ausente.

«19º Serán cuidadosas en guardar el orden del día haciendo fielmente todos los pequeños ejercicios, tanto espirituales como corporales, con precisión en las horas señaladas mientras se pueda, en particular la oración, los exámenes y la lectura espiritual; de manera no obstante que el servicio de los pobres sea preferido a todo otro ejercicio, y serán diligentes en levantarse y vestirse para ser de las primeras en la oración.

«20º Se esmerarán sobre todas las cosas en hacer bien sus confesiones, evitando acercarse a ellas por costumbre o por escrúpulo o por apego. Y para obviar estos inconvenientes, tratarán de ajustarse a la práctica y método que se usa en la Compañía, que es: que en las confesiones ordinarias, se acusan sólo tres defectos, de los que son más importantes o que producen más confusión y de los que se siente más dolor y deseo de enmendar. Y si es conveniente decir más, le piden permiso al confesor; y se concluye siempre por uno de la vida pasada del que ya se han acusado; se cambia tanto como se pueda de manera que las confesiones sean diferentes unas de las otras.

«21º Se acordarán de la recomendación que se les ha hecho con frecuencia de no detenerse a hablar con personas del exterior, como también con los enfermos; pero en particular con los servidores domésticos. Si, a pesar de ello, alguna persona honrada les preguntara algo, ellas tratarán de responderles con respeto y cordialidad; pero con una palabra o bien les convencerán para que se dirijan a la hermana sirviente. Si es necesario también decir una palabra de consuelo o de instrucción a las mujeres muy enfermas, lo harán en la presencia de Dios.

«22º Ellas se esmerarán en hallar un fuerte apoyo en relación consigo mismas en sus propias imperfecciones, guardándose bien de desanimarse por los defectos en los que caigan, así se humillarán y formarán nuevas resoluciones de corregirse, confiando que Dios les dará la gracia

«23º  Leerán o escucharán la lectura casa mes de estos consejos haciendo lo posible por ponerlos en práctica, y de hacer luego su oración, como se dice de las reglas.»

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