VICENTE DE PAÚL EN CHATILLON (V)

Mitxel OlabuénagaEn tiempos de Vicente de PaúlLeave a Comment

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LOS PRIMEROS AÑOS DESPUÉS DE CHÁTILLON: VICENTE DE PAÚL, MISIONERO

RURAL

A finales de enero de 1618, al mes justo de volver a París, Vicente daba su primera misión en la aldea de Villepreux, donde dejó establecida la segunda Cofradía de la Caridad al finalizar la misión. A las dos primeras Cofradías siguieron otras muchas, Fundadas como corona y remate de cada misión que dieron él y sus hombres antes o después de fundar la Congregación de la Misión en 1626. Se fundaron a lo largo de los años muchas otras incluso en lugares no misionados por su congregación, de mane­ra que menos de cincuenta años después de fundada la primera podía escribir su primer biógrafo, Louis Abelly, que las cofradías se habían esparcido «en gran número por Francia, Italia, Lorena, Saboya y en otras partes». Sólo en las tierras de los Gondi se fun­daron más de treinta.

Muchas veces se ha dicho que el año 1617 fue un año decisi­vo en la vida de Vicente de Paúl, y que en ese año se encuentra el origen de los dos brazos, por así decirlo, de su visión pastoral y espiritual, la Misión y la Caridad. La primera brota de la expe­riencia consiguiente a la confesión del anciano en Folleville; la segunda, de la experiencia de Chátillon. Esta manera de interpre­tar el cambio de trayectoria en la vida de Vicente a partir de sus 37 años responde a la realidad histórica, pero no dice toda la his­toria. La tesis, o más bien la hipótesis, de este trabajo es que, mientras el aspecto Misión estaba ya bien madurado en la con­ciencia de Vicente cuando dio la primera en enero de 1618, en el aspecto Caridad se dieron en él a lo largo de los años posteriores un crecimiento y unas transformaciones importantes debidas a influencias y a experiencias propias y ajenas que en 1618 esta­ban aún por venir. Pasamos ahora a ver este último punto en detalle.

En 1625 se comprometió Vicente de Paúl con los señores de Gondi a reunir un grupo de sacerdotes que se dedicaran a tiem­po completo a dar misiones en sus tierras, compromiso que con­siguió llevar a cabo el año siguiente, 1626, formando un peque­ño equipo misionero con otros tres sacerdotes. No hay nada, ni en el contrato firmado con los Gondi ni en la llamada Acta de Asociación firmada con los otros tres sacerdotes, que mencione la atención a pobres en carencias materiales, sino sólo en caren­cias de carácter ‘espiritual’: instrucción religiosa, sacramentos…

En el contrato con los Gondi se define así el propósito del equipo misionero futuro: «Dedicarse exclusivamente y por ente­ro a la salvación del pobre pueblo, yendo de aldea en aldea, a predicar, exhortar y catequizar a esas pobres gentes, y llevarles a todos a hacer una buena confesión general de toda su vida pasada…; asistir espiritualmente a los pobres forzados, a fin de que se aprovechen (espiritualmente, se entiende) de sus sufri­mientos corporales…; enseñar el catecismo (durante los tres meses de verano en que no se dan misiones) en las aldeas, los días de fiesta y los domingos» (X, 238).

No hay, como se ve, ninguna referencia a alguna actividad caritativa ni siquiera en relación a los galeotes, que vivían en condiciones tan desgarradas también en el aspecto material. La misma observación se aplica al Acta de Asociación del año siguiente, en la que se define así el fin del grupo misionero: «Dedicarse en misiones a catequizar y animar a hacer confesión general a la pobre gente del campo» (X, 242).

Los años siguientes se sigue manteniendo la misma visión, como aparece claramente en las varias solicitudes que envió Vicente a Roma a partir de 1627 para conseguir el reconocimien­to de su congregación por parte de las autoridades vaticanas. Vicente había fundado su congregación en un primer momento con el solo reconocimiento del arzobispo de París en 1626, quien tampoco menciona en su aprobación más que actividades misio­neras de tipo ‘espiritual’ (X, 241). Dígase lo mismo del documen­to de aprobación de la Congregación de la Misión por parte del rey Luis XIII en 1627 (X, 249), o de la aprobación final dada por el papa en 1633 (X, 303). La única mención en algunos de esos documentos de actividades de caridad se refiere a la fundación de Cofradías de Caridad al final de cada misión. Pero las activi­dades que se contemplan en todos esos documentos como pro­pias de los misioneros mismos hacia las poblaciones misionadas son, una vez más, sólo del tipo que venimos calificando como `espiritual’. Así aparece en todos los documentos, pero también en la correspondencia. Escribe en 1631: «El pobre pueblo se condena por no saber las cosas necesarias para la salvación y por no confesarse… Ha sido el conocimiento que se ha tenido de esto lo que ha hecho que se fundara la Congregación para poner remedio a ello de alguna manera» (1, 176-177).

Ni Vicente ni sus misioneros perdieron jamás de vista esta dimensión ‘espiritual’ como función fundamental de su actividad pastoral, ni podrían haberla perdido sin desnaturalizar el motivo inspirador de su fundación. Pero es igualmente claro que en aquellos primeros años la preocupación por las obras de caridad no aparece mencionada en ningún sitio en la actividad de los misioneros como dimensión tan importante como esa otra que venimos calificando de ‘espiritual’ (ponemos esa palabra entre comillas; más adelante veremos por qué).

Jaime Corera

CEME, 2008

 

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