Señorita:
¡La devoción de los discípulos de Nuestro Señor reunidos para pedir la venida del Espíritu Santo será siempre muy sensible a su corazón!.
Me hubiera gustado mucho escuchar a esa buena joven de San Benito; pero ¿cómo hacerlo con el viaje que tengo por delante? Asegúrele que pediré a Dios por ella, y encomiéndeme a sus oraciones por favor. Creo que convendrá que la escuche un confesor extraordinario; el padre Lamberto o el padre Soufliers podrían hacerle ese servicio. Si se lo dice usted al padre Lamberto, el padre Pillé podría escuchar a esa buena joven. ¡Dios la pague la caridad que con ella ha tenido!
Isabel lo haría bien en San Pablo. Pero, si lo que me dice tiene que decírselo ese buen sacerdote al señor de San Pablo, habrá que esperar a mi regreso. Por lo que me dice, no hay prisa.
Me siento consolado por su caridad con María; pero no se exponga, por favor. ¿Podría hacer la buena de Isabel todo lo necesario, en este caso?
Si los ordenandos vienen a San Lázaro, el padre de la Salle tendrá la lección y no podrán atender a otra cosa; si no, podrá trabajar en el establecimiento de la Caridad en La Chapelle, en su defecto podrá hacerlo el padre Lamberto, a no ser que prefiera dejario hasta el día del Corpus. Cálmese y esté muy alegre. Esté segura de que todo lo que me ha dicho es una tentación, y que yo soy por dentro y por fuera, ahora y para toda la eternidad, en el amor de Nuestro Señor, su muy humilde servidor,
LUISA DE MARILLAC
Domingo por la tarde, 24 mayo 1637.
Dirección: A la señorita Le Gras, en La Chapelle.







