Sábado a mediodía [Mayo 1630]
Hace un año que no hay procurador en la Caridad; a pesar de ello, un buen hombre ha ido escribiendo las entradas y los gastos quiere ahora aceptar este cargo por elección.
Las hermanas de la Caridad se han enfriado un poco en el ejercicio y han dejado muchas veces la visita de los enfermos en su día, ya que la tesorera es de tan buena voluntad que cocina ella por las otras, y también porque la superiora y ella se contentaban a veces con dar el dinero para los enfermos. Les daban también a algunos necesitados y no se cuidaban a veces de tener comida y les procuraban a los enfermos huevos o alguna otra cosa que fuera de su gusto.
Dichas hermanas, al menos la mayor parte, dejan la santa comunión durante meses y necesitan ser animadas por alguna predicación, cuando haya que hacer la elección del procurador.
La superiora se contentaba con tener en su casa la caja de caudales y le había entregado las dos llaves a la tesorera. Están preocupadas por la recepción de los enfermos y dicen que no era necesaria la Caridad si no se admite más que a los que carecen de todo, ya que hay muy pocos que hayan llegado a tal extremo, y muchos hay tan aferrados a sus bienes que antes morirían de hambre que venderlos y ayudarse con ello.







