Señorita:
La gracia de Nuestro Señor sea siempre con nosotros.
Le agradezco la molestia que se ha tomado al escribirme sobre la situación de la Caridad. Cuando Nuestro Señor permita que vuelva a verla, me hablará usted del interés de la comunidad.
Sería muy conveniente que aplicase esas ofrendas en beneficio de esas pobres gentes. Y veo que son ustedes buenas administradoras, ya que sólo gastan alrededor de medio escudo.
Si el permiso de establecer la Caridad lo consigue en la escribanía del señor de París, habrá que dar alguna cosa; pero si es el señor Guyard el que lo entrega, no hay que dar nada. Podrá poner allí el sello pequeño, que no costará más que cinco céntimos.
Ya tienen cinco mujeres. Ruego a Dios que les envíe más. Respecto a los medios, Dios proveerá.
En cuanto a su asunto, me parece muy bien que hable usted con la señorita du Fay; pero por lo demás que él le pida, fíjese bien, por favor, en la respuesta que va a darle; y hágame el favor de dar las gracias a la señorita du Fay por su jalea y de decirle que me encuentro cada vez mejor y que le ruego pida a Dios que yo use bien de esta mejoría. Sobre esa pobre muchacha, ¿qué es lo que pide?
Cuide de su salud.
Soy su muy humilde servidor
V. D. P.







