Señorita:
La gracia de Nuestro Señor sea siempre con nosotros.
Alabo mil veces a Dios y le bendigo con todo mi corazón porque le ha devuelto la salud, y le ruego que se la conserve y la haga regresar sana. Vuelva, pues, señorita, a finales de la semana o incluso antes, si se presenta ocasión, pero no por el río, sino en una carreta bien cerrada. La señorita du Fay me ha indicado que ella no había podido encontrar ningún coche. Le he enviado la carta de usted; pero no he hablado con su hijo por cierta razón que le diré.
¡Dios mío, señorita! ¡Qué bueno es ser hijo de Dios, ya que El ama todavía más tiernamente a los que tienen la dicha de serlo, que lo que usted quiere al suyo, aunque usted tenga con él mayor ternura que cualquier otra madre con sus hijos! ¡Bien! Ya hablaremos de ello a su regreso. Sin embargo, confíe plenamente en que aquélla a la que Nuestro Señor ha dado tanta caridad para con los hijos de otros, merecerá que Nuestro Señor tenga también una caridad especial para con el suyo; viva, por favor, descansando en esta confianza, e incluso en la alegría de un corazón, que desea ser en todo conforme con el de Nuestro Señor.
Nuestra pequeña compañía está en Chelles, y yo sigo sin moverme de aquí. Hay un padre jesuita que hace maravillas en vuestra parroquia. Le saluda la señorita de Villars y yo me encomiendo a sus oraciones, y soy, en el amor de Nuestro Señor, su muy humilde servidor,
VICENTE DEPAUL







