Testimonio vocacional de Ricardo Rozas

Francisco Javier Fernández ChentoTestigos vicencianosLeave a Comment

CRÉDITOS
Autor: Ricardo Rozas · Año publicación original: 2013 · Fuente: Web Paúles Madrid.
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20120708Soy Ricardo Rozas, tengo 24 años, de Valdemorillo (Madrid). Vivía con mi madre, hermano y abuela. Mi familia es cristiana y practicante; en ella he podido vivir mi fe y el desarrollo de mi vocación con libertad, entendimiento y con mucha alegría por su parte y, por supuesto, por la mía. Me parece fundamental destacar el entendimiento y la alegría, porque eso también me hizo a mí comprender que si yo me iba de casa, ellos seguirían y, de hecho, siguen felices.

Hace un año aproximadamente, vine de Madrid a la CIFI (Comunidad Interprovincial de Formación Inicial – Sta. Marta de Tormes – Salamanca), para participar en la Jornada de Puertas Abiertas a la que me invitaron desde esta Comunidad. Tengo que decir que la historia de mi vocación, lo que la atravesaba de forma total, son los miedos, las inseguridades, en definitiva, una falta de confianza en Dios y en su proyecto. Por eso siempre recurro a una canción que oí muchas veces y escuché, medité e hice oración, por primera vez, en un retiro, justo el diciembre anterior a venir yo aquí y dice: «más allá de mis miedos más allá, de mi inseguridad, quiero darte una respuesta, aquí estoy, para hacer tu voluntad…»; esa canción, en aquel momento concreto, me hizo darme cuenta de mis miedos, de mis inseguridades, y ponerlo todo delante de Dios, del que me llama.

No puedo dejar de referirme, en la narración del proceso vocacional, al ejemplo vivido en mi familia que marca mi vida, mi historia, mi relación con Dios; también, por supuesto, al ejemplo de algunas Hija de la Caridad y Padres Paúles, todo dentro de JMV, que es de donde yo provengo, JMV-Iglesia, es decir, asociación que pertenece a una familia muy grande, que es la Iglesia. De la Hijas de la Caridad, a las que debo tanto, aprendí ese servir al pobre, amar al pobre, darme al pobre, viendo en él a Cristo.

vocacionTampoco puedo olvidar aquí lo más importante y fundamental de todo: la confianza en Dios y en su proyecto, que es lo que me faltaba; esa confianza se vive y experimenta cuando se tiene una relación directa con Dios, cuando se tiene una experiencia real de encuentro con Cristo, y eso solo puede darse, en mi humilde opinión, cuando se entra en una oración sincera, cuando la propia vida es oración.

Desde que he llegado aquí, hace ya algo más de siete meses, solo puedo decir GRACIAS, SEÑOR, gracias por todo lo que he dicho antes, pero gracias por haberme llamado, gracias por haberme dado esa fuerza que yo no tenía para decir SÍ a tu proyecto, gracias por haberme permitido experimentarte en la oración y así haber superado aquello que me ataba. Confío en ti y soy feliz de estar aquí.

Venir aquí y dejar todo, no es más que un paso que se da y se entiende desde la fe, no es más que dar un paso adelante, confiar en Dios y ponerse a caminar; hay momentos muy buenos y otros menos buenos, pero con Dios todo se puede, con Él nada nos falta.

Vivir en comunidad supone renunciar a cosas, desde luego. Si me quedara ahí, no valdría la pena vivir en comunidad, pero es que vivir en comunidad para mí también, y ante todo, está suponiendo crecer, darme cuenta que yo no soy el centro, sino que el centro, lo que nos une, es una vocación, es Cristo, es el servicio, es el amar a los pobres y dar mi vida, y lo que soy, para aquello a lo que Dios me llama.

La llamada que siento cada día a seguir, a mejorar, a entregarme, a caminar y a avanzar, esa llamada es la que me ha traído aquí, esa es la llamada por la que sigo aquí y esa es la llamada que me lleva a decir «confío en ti. De nuevo, gracias, Señor».

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