Tal día como hoy: 25 de junio

Francisco Javier Fernández ChentoEfemérides VicencianasLeave a Comment

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Author: Benito Martínez, C.M. · Source: Enciclopedia Vicenciana.
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1656. Consejo de la Compañía de las Hijas de la Caridad que se celebra este Domingo por orden de Vicente de Paúl, con asistencia de Luisa de Marillac y las tres oficialas. Vicente ha convocado también a los padres Antonio Portail y Renato Alméras para realzar la importancia de la asamblea. La reunión es para tratar de las bendiciones que Dios hace a la Compañía y el deseo de que esta no se haga indigna de que continúen. Vicente dice que todas las cosas que contribuyen a la perdición de los hombres se reducen a tres capitales: la concupiscencia de la carne, la codicia de los ojos y la soberbia de la vida. Esta última se ve en los hábitos del mundo, los lujos y todo el resto, pero las hermanas han dejado todo para entregarse a Dios. La concupiscencia de la carne comprende todas las satisfacciones y placeres ilícitos que se tienen y es de esperar que las hermanas no sean de ese tipo de gentes, pues han elegido una Compañía en la que no solo no se tienen placeres contrarios a los mandamientos de Dios sino que incluso se privan voluntariamente de los permitidos; en lo que a la bebida y comida se refiere, llevan una vida frugal; del matrimonio es un crimen hablar solamente entre las hermanas y no deben hacerlo nunca. La codicia de los ojos no es otra cosa que el deseo de tener riquezas, de estar bien acomodado, bien alojado, etc. Vicente dice que le parece que hay dos cosas importantes para conservar el espíritu y el buen orden de la Compañía, guardarse de los bienes temporales superfluos y mantener la pureza. Respecto a esta última, alude a varios artículos de las reglas que se orientan a ello, como la recomendación de la modestia y el no dejar entrar a nadie, especialmente hombres, en la habitación. Vicente se interesa por otros medios como el invento de una puerta que se usa en algunas parroquias. El P. Portail explica que consiste en una puerta partida en dos, lo que permite abrir la parte superior sin abrir la inferior. Vicente pregunta a las hermanas y estas contestan que tienen algunas dificultades en guardar la regla porque parece faltar al respeto debido a los sacerdotes tenerlos en la puerta y que, cuando el confesor ha entrado, no queda bien hacerle salir a la entrada para hablar. También mencionan que cuando el médico viene a hacer las recetas tiene que entrar en la habitación de las enfermas y que, como se entra fácilmente en la Casa de la superiora, no queda bien hacer en las parroquias lo que no se hace en la Casa. Vicente dice que estas dificultades no le parecen importantes: en lo que se refiere al confesor, se le puede hablar en la iglesia y se puede poner un timbre en las habitaciones de las hermanas para que bajen a hablar con él en lugar de que suba a las habitaciones. En lo que se refiere a la Casa de la superiora, dice que es un caso distinto del de las parroquias, en las que normalmente hay solo dos hermanas, y que las personas que tienen que relacionarse con Luisa de Marillac son numerosas por los muchos asuntos de caridad que atiende, lo que no debe usarse como pretexto para dejar de cumplir la regla.

1793. En Roma, el papa Pío VI confía el gobierno de la Congregación de la Misión a Benito Fenaja, superior de la casa San Andrés en el Quirinal, que recibe el título de Vicario apostólico. Esta decisión se ha hecho necesaria porque desde hace algún tiempo no se tienen noticias del superior general, P. Félix Cayla de la Garde, miembro de la Asamblea Nacional de Francia, en la que se ha significado con sus votos, teniendo que ocultarse de los revolucionarios. Benito Fenaja ejercerá sus poderes durante cinco meses, hasta el día en que el P. Cayla, una vez en Manheim, en el Palatinado, podrá escribirle manifestándole su intención de volver a desempeñar los deberes de su cargo.

1881. Solemne consagración de la Congregación de la Misión y la Compañía de las Hijas de la Caridad al Corazón de Jesús. La celebración se desarrolla en la Casa Madre de la Congregación y ha sido precedida por una novena de oraciones y, la víspera, por un día de ayuno y una conferencia sobre las disposiciones que debían tenerse para esta consagración. En este día el Santísimo Sacramento es expuesto desde las cuatro y media y el superior general, P. Antonio Fiat, con sobrepelliz y un cirio, acude a arrodillarse en medio del santuario y lee el acta enviada a todas las casas de la Congregación. La misa solemne y las vísperas reúnen de nuevo a toda la Comunidad ante el Santo Sacramento terminándose con la bendición del Santísimo y el canto del «Te Deum». Este mismo día, por la tarde, en la Casa Madre de las Hijas de la Caridad, tras la conferencia de dos horas, las vísperas y las completas, el P. Fiat da la bendición con el Santísimo y, antes del «Tantum ergo», lee el Acta de Consagración.

1939. En Roma, en la basílica vaticana, se da lectura al decreto que inscribe a Mons. Justino de Jacobis entre los Beatos. El texto, retomando los gloriosos títulos que el Cardenal Massaja le había otorgado, saluda en el nuevo beato, al «fundador de la misión de Abisinia, el Apóstol infatigable del África oriental, el maestro de los misioneros, el ejemplo típico de la fuerza y abnegación necesarias para el progreso de las Misiones, el Ángel de la Iglesia de Etiopía». Y esta Iglesia se hace presente por medio de los seminaristas etíopes del Vaticano. Por la tarde, el primer asistente de la Congregación de la Misión, P. Eduardo Robert, en representación del superior general, P. Carlos Souvay, que se encuentra indispuesto, ofrece al papa Pío XII, que ha acudido a la basílica para venerar las reliquias del nuevo beato, los presentes tradicionales, entre los que se encuentra un artístico relicario de mármol y metales preciosos.

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