Susana Guillemin, H.C.
No solemos considerar la vida en su realidad ante Dios: espera y preparación. Vida de dificultades y sufrimientos que debe servir de prueba.
Sí, Dios tiene que tener, con nuestra vida, la prueba de que preferimos su amor a todo otro amor. Esa prueba será contrastada en el día del juicio: la prueba de cuál haya sido nuestro amor a Dios, amado en sí mismo, y al prójimo. Ambos son inseparables.
Tenemos que prepararnos para el juicio, del que no escapará ni un solo minuto de nuestra vida. Nuestra vida que no puede estar dividida en dos partes: la exterior y la sobrenatural.
Pidamos al Señor la gracia de una Fe lo bastante grande para que nos lo revele en cada minuto de nuestras jornadas desde el ofrecimiento del día, y mantengamos nuestra voluntad firme en su servicio.
Todo servicio, toda palabra, cualquier persona con quien nos comuniquemos, todo, debe ir dirigido a Dios. Tengamos una voluntad perseverante para seguirle en todo, preferirle a todo como querremos poderle demostrar al comparecer ante El.