1 de septiembre de 2010.- Sor Mari Luz Ibarz fue a visitar a un preso que convive con el sida y le advirtieron que tenían que encerrarla durante el encuentro. «¿Qué miedo me va a dar si es mi hermano?», les recriminó a los enfermeros. Cuando abrazó al paciente, éste se puso a llorar. Traspasa las rejas y hace la revolución. Da palabras de la Biblia a los presos y los anima. «Si la voy a palmar», exclaman sin esperanza, pero al tiempo, estas personas llenas de heridas, de amargura y con mal aspecto, se transforman en evangelizadores de otros presos. Sor Mari Luz Ibarz sólo quiere «dar contento a Dios por todos los que le rechazan». Asegura sin dudar que «en el fondo todos los hombres son buenos, pero algunos son ignorantes, nunca han oído hablar de Dios. Muchos dicen este es irrecuperable, pero yo he visto en la cárcel la mayores preciosidades de conversión».
Lleva más de 30 años dedicándose a la pastoral penitenciaria y no tiene ninguna intención de abandonar su tarea. Cada mañana se levanta a las cinco y media para tener un rato de oración y coger fuerzas -«porque yo sola no puedo hacer nada»- antes de entrar al patio de una cárcel y hablar del amor de Dios a violadores, toxicómanos, criminales y atracadores. Sor Mari Luz, aunque pequeñita y delgada, es audaz y tiene una fuerza arrasadora. Los presos la conocen como «sor Tripi», porque, dicen, sus palabras les ponen más eufóricos que cualquier droga.
– ¿Qué es lo que más le gusta de esta tarea?
– Dedicarme a ellos, que tienen vidas tan rotas, que nunca han recibido amor de nadie. Es maravilloso poder darles el amor de Dios que recibo cada día en la oración, decirles, aunque sean criminales, «Tú corazón es bueno y está hecho a imagen y semejanza de Dios. Esas heridas que tienes sólo Cristo las puede curar. Tú eres importante y especial para Dios. Él te ama tanto que sólo quiere que seas feliz. Aunque tú hayas andado a tu rollo, Él viene a rehacer tu vida«.
– ¿Y cómo reaccionan los presos?
– Muchos se ponen a llorar al ver que Dios les ama realmente. Una vez, en la cárcel de Carabanchel me querían prohibir ver a un preso porque era muy peligroso. Al final conseguí hablar con él y se dio cuenta de que era hijo de Dios. Empezamos a hablar y le dije la verdad: «Dios te ama mucho. Eres capaz de rehacer tu vida si te apoyas en Él«. Se puso a llorar y a contarme cosas de su vida y, sobre todo, empezamos a orar. Siempre llevo la Biblia y les hablo desde la Palabra para tratar de su vida. Cuando un criminal dice: «Cristo, te adoro como Dios y Señor; creo que Tú has venido a salvarme, estoy dispuesto a abandonar el pecado«, es capaz de cambiar de vida. Me preguntan: «¿Eso es verdad?, ¿Dios me quiere?, ¿A mí?«. Y se sienten felices al ver el amor gratuito de Dios.
– Debe ser una tarea muy dura, ¿de dónde saca las fuerzas?
– Los presos me dan mucho más de lo que puedo darles yo. Dios se identifica con ellos. No quiere que estén ahí, pero no los deja sólos. Jesucristo sufrió en la cruz de una forma desgarradora y terrible, pero eso no es nada comparado con lo que sufre por los hijos que pasan de él. Yo no puedo dejar de ir a verlos. Es más fuerte que una droga. Te quieren por la alegría que les das en ese infierno terrible que son los patios. Si veo a uno llorar, le doy un abrazo. Y le digo: «¿Sabes lo que te ama Dios, que a mí me da fuerzas, aunque soy mayor, para venir a verte y decirte que te quiere?«.
– Escuchar a presos debe ser duro…
– A veces sí, porque cuentan cada historia… Hay padres que los han violado, prostituido, explotado, pegado… ¡Cómo no voy a ir, si me dicen «si hubiese conocido a Cristo antes, yo no estaría aquí«!
– ¿Ha visto muchas conversiones?
– ¡Sí! Dios se manifiesta a través de ellos. Cristo está en ellos, a mí me enseñan, me evangelizan. Algunos cambian. Pasan de ser agresivos a ir con la Biblia y el rosario por el patio. Y dicen entre sí: «Tío, Jesucristo ha cambiado mi vida totalmente; su poder es increíble«. Y eso que los patios son un infierno. Voy a la cárcel porque veo la alegría que a través de mí da el Señor a mis hermanos.
– ¿Se siente alguna vez impotente?
– Muchísimo. Él ha venido a salvarnos y hay tantas veces que no soy capaz de transmitirlo. Me da paz saber que todo está en sus manos. Yo no hago nada, es Cristo quien lo hace.
Llamada de Dios a los 7 años
Sor Mari Luz ingresó a los 19 años en la congregación de las Hijas de la Caridad, aunque ya desde los siete sentía que «nadie podía llenar mi corazón más que Dios». Estudió magisterio y se dedicó a la educación de los niños hasta que comenzó a notar que muchos niños con problemas de estudios tenían algún familiar preso. Entonces le pidieron que visitara a una mujer mayor que estaba desesperada porque su hija había desaparecido. Finalmente encontraron a la joven en la cárcel de Picassent, Valencia, aunque después la trasladaron a la ex prisión de Yeserías en Madrid y Sor Mari Luz empezó a visitarla.
«Al principio iba a los locutorios, porque no pensaba entrar, pero me hicieron pasar al patio de las internas y esta chica venía junto con otras para que les hablara de Dios», añade. Su obra se extendió cuando comenzó a visitar en Carabanchel a los maridos o padres de estas mujeres. Al mismo tiempo asistía a los retiros de la Renovación Carismática Católica, donde surgió el deseo de formar un grupo de oración en todas las cárceles de España.
Muchos de los presos ya han estado en las asambleas de oración. «Cada vez que vuelven a la prisión los funcionarios me preguntan: hermana, ¿qué les ha hecho en el permiso que todos los internos vienen llenos de alegría? Y yo les digo que es Dios, que es tan bueno y tan precioso».
Muchos presos también la conoce como «Torbellino Mari Luz» por todo lo que provoca cuando va a visitarlos. En una cárcel llegó a formar reuniones de oración a la que asistían 120 personas privadas de libertad. Una vez la llamaron de Nanclares de la Oca (una cárcel de Álava) porque había un preso que se había intentado suicidar. «No tengo a nadie más que a la hermanita Mari Luz», musitó a los guardias. «Fui corriendo a ver al chaval y no veas que alegría se llevó», recuerda.
Un viento huracanado
Pero «Sor Torbellino» no evangeliza únicamente en la prisión. Cuando espera el metro o el autobús observa a las personas que están con el rostro triste. Se les acerca y sin pudor comienza a hablar: «pero no estés triste, mira qué palabra tiene Dios para ti». «La gente no lo rechaza, más bien le sorprende», asegura sonriente.
En una ocasión se topó con un interno que había hecho un pacto con el diablo y le exigía que violara a una mujer lo más joven posible o le mataría. «Tienes que renunciar a Satanás», le decía la hermana, «no puedo, no puedo», respondía él. «Con Jesucristo puedes porque Jesús le ha vencido». Aún así advierte: «abrimos una rendija a Satanás cuando nos dejamos llevar, porque entonces nuestra vida no es en verdad amor a nuestros hermanos».
«Lo que quiero es darle contento al Señor, darle descanso mientras otros le rechazan. Jesús es el más pobre de los pobres, siempre tan solo en el Sagrario», explica. Antes de entrar a la cárcel pide a Jesús: «la misericordia con la que tú amas a cada uno de nuestros hermanos, sólo quiero que conozcan lo maravilloso que es Dios».
Sor Mari Luz asegura que uno de los sitios en los que más cómoda se encuentra es en la prisión Herrera de la Mancha, en Manzanares, donde hay una capilla en la que puede orar antes de comenzar las visitas. Precisamente, a pesar de su plena actividad, vive en permanente oración siguiendo las enseñanzas del fundador de su orden, San Vicente de Paúl, y de su lema: «no salgáis de la oración, hijas». Sor Mari Luz sabe cuál es el secreto para «vivir la presencia amorosa de Dios continuamente»: «Si yo puedo hacer todo esto es gracias a mis hermanitas, a mis superioras y a la Renovación Carismática».
Muchos son los testigos del paso de este «torbellino» de Cristo. Al principio, los presos se burlan y la toman por loca, aunque al final el corazón más frío se ablanda y llegan a ser grandes discípulos y evangelizadores.
Esto es lo que ha sucedido con José Manuel, que estaba en la cárcel de Torrero (Zaragoza). «Este chico estaba lleno de pupas y con pus. Al principio me causó repugnancia pero después fui, le di un abrazo y le dije: toma esta Palabra, es para tí. Dios te ama, eres precioso y quiere hacer de tí un líder. Y me dijo: Pero si yo no tengo fe ni nada. La voy a palmar . Le hablé del poder sanador de Dios y hoy es un gran evangelizandor».
También a Jesús, de Alcalá II, le dijo «toma esta Palabra, léela» y hoy les habla de Dios a sus compañeros presos», relata llena de satisfacción. «Yo creo que el Señor quiere utilizarnos en cualquier momento de nuestra vida. Lamento que muchos que se hacen llamar cristianos no tomen conciencia de que la vida es preciosa y vivan como hijos amados del Padre. Este don, con el privilegio que tenemos, debemos compartirlo con los demás hasta que ellos se sientan más amados que nosotros».
A pesar de que en más de una ocasión la han llamado para una conferencia, ella prefiere dedicar todo su tiempo a los presos. Y le gusta terminar las entrevistas «con una bendición a los lectores, para que lean buenas noticias y vean la presencia de Dios en el mundo.»
1 Comments on “Sor Mari Luz: «Yo he visto en la cárcel las mayores preciosidades de conversión»”
Me alegra que mi hermana ,Hija de la Caridad, visite a los presos, yo con otras Hermanas hemos visitado durante muchos años, todas las cárceles de Bélgica y enverad es maravilloso como se comporta los/las presa, ciertamente son de admirar. Un abrazo Sor Maria Luz y que Dios te siga dando salud para seguir en la brecha.