Que vuestro sí sea un sí y vuestro no un no; lo que pasa de ahí es cosa del Malo. (Mt 5,37).
«La Congregación intenta expresar su espíritu también con las cinco virtudes sacadas de su peculiar visión de Cristo, a saber: la sencillez, la humildad, la mansedumbre, la mortificación y el celo por las almas, de las cuales dijo San Vicente: En el cultivo y la práctica de estas virtudes la Congregación ha de empeñarse muy cuidadosamente, pues estas cinco virtudes son como las potencias del alma de la Congregación entera y deben animar las acciones de todos nosotros (RC II, 14)». (C 7).
Cinco son las virtudes características de la Congregación de la Misión, mediante las cuales procura expresar el propio espíritu. Son como las potencias del alma de la Congregación y también como las limpísimas piedras de David contra Goliat. (RC II, 16; XII, 12). Con estas frases San Vicente pone de relieve la importancia de estas virtudes, no sólo para la perfección personal del Misionero, sino como virtudes apostólicas. La primera virtud es la sencillez.
1.- «Es difícil ver a un hombre que hable como piensa».
La sencillez es difícil, muy difícil, pero es un valor evangélico necesario, y tanto más necesario cuanto que el mundo está más sofisticado y más lleno de mentira:
«Dios ha querido, por lo visto, que en estos tiempos hubiese una Compañía que tuviese esta virtud, ya que el mundo está empapado de doblez. Es difícil ver a un hombre que hable como piensa. El mundo está tan corrompido que no se ve más que artificio y disimulo por todas partes. Esto ocurre incluso ¿me atreveré a decirlo? entre las rejas de los conventos. Pues bien, si hay una comunidad que ha de hacer profesión de sencillez, es la nuestra, porque, fijaos bien, hermanos míos, la doblez es la peste del misionero; la doblez le quita espíritu; el veneno y la ponzoña de la Misión es no ser sincera y sencilla a los ojos de Dios y de los hombres. Hermanos míos, la virtud de la sencillez ¡qué hermosa virtud!». (XI 587).
2.- «La sencillez es decir las cosas llanamente».
No es fácil comprender lo que es la sencillez y saber hasta dónde se extiende su campo. San Vicente intentó explicarlo comentando lo que sobre la sencillez escribió en las Reglas Comunes:
«Nuestro Señor Jesucristo nos pide la sencillez de la paloma, que consiste en decir las cosas llanamente, como están en nuestro corazón, sin elucubraciones inútiles, y en hacer todo con la mira puesta en Dios sólo, sin engaño ni artificio. Por eso, nos esforzaremos por hacer todo en ese espíritu de sencillez, sabiendo que Dios gusta de hablar con los sencillos, y que oculta los misterios celestiales a los sabios y prudentes del mundo, mientras que los revela a los humildes». (RC II, 4).
3.- Dos hermanas inseparables.
Se trata de la sencillez y de la prudencia. La prudencia entra en todas las virtudes, pero de una manera especial en la sencillez. Sin la prudencia, la sencillez sería cualquier cosa menos una atrayente y cristiana virtud:
«…Cristo, aunque recomienda la sencillez de la paloma, nos manda tener también la prudencia de la serpiente. Esta virtud nos lleva a hablar y obrar con discreción. Por ello, callaremos prudentemente lo que no conviene que se sepa, sobre todo si se trata de algo que es de por sí malo o ilícito. Incluso de lo que es bueno y lícito silenciaremos los aspectos que van contra el honor de Dios, o que puedan dañar al prójimo o bien que pueden inclinar nuestro corazón a la vanagloria. Esta virtud nos ayuda en el momento de obrar a elegir bien los medios adecuados para conseguir un fin. Por eso. para nosotros será siempre una cosa sagrada el usar medios divinos para las cosas de Dios y el sentir en todo según el sentido y el pensar de Cristo y nunca según el sentir del mundo, ni según los raciocinios frágiles de maestro entendimiento. Así seremos prudentes como las serpientes y sencillos como las palomas». (RC II, 5).
- ¿Me considero sencillo? ¿Me consideran sencillo?
- ¿Qué expresiones de la sencillez considero más actuales, más necesarias, dentro del mundo en el cual vivo?
Oración:
«Oh benigno Jesús, tú viniste al mundo a enseñarnos la sencillez, para destruir el vicio contrario y educarnos con prudencia divina, para destruir la del mundo. He aquí una Compañía que sólo desea obtener la gracia de observar tus máximas, de amoldarse a tu conducta y de progresar en el camino de la perfección que tú le has prescrito: ese es todo su deseo y todo lo que te pide. Concédenos, Señor, una parte de esas divinas virtudes que tú tuviste en un grado eminente. Llénanos a cada uno de nosotros de ese deseo de ser sencillos y de hacernos más prudentes con la prudencia cristiana.
Tal es la oración que te hacemos en unidad de corazón con la confianza de hijos para con su padre. Presenta a la majestad del Padre eterno nuestros deseos y nuestras in-tenciones, nuestras palabras y nuestras obras, para que en ellas sea siempre glorificado. Amén». (XI 470-471).






