San Vicente, un sacerdote lleno de celo (V)

Mitxel OlabuénagaEspiritualidad vicencianaLeave a Comment

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Es PREFERIBLE SERVIRSE DE UN AUTOR PROBADO

Vicente de Paúl optó por un estilo peculiar de enseñanza. No le gustaba que el profesor dictara en clase. Era preferible que se sirviera de un autor cualificado, lo explicara y los alumnos lo aprendieran. A veces en este particular hubo falta de entendi­miento entre el Fundador y algunos profesores. A éstos les pare­cía demasiado vulgar repetir lo que encontraban escrito en un manual. Lo cierto es que Vicente de Paúl no quería en los semi­narios aulas universitarias. El Padre Bernardo Codoing se mos­traba reticente en este particular. Vicente de Paúl le escribió una larga carta», para convencerle de que era mejor explicar una materia a partir de un autor, pues el que elaboraba unos apuntes y los dictaba en clase, se servía en cada caso de uno o más auto­res y si los alumnos lo descubrían se burlaban de su profesor». Además, le recuerda el Fundador, ésta es la práctica usual en los colegios y facultades universitarias españolas. No elaboran ni dictan los propios apuntes, sino que explican las disciplinas a partir de un autor: «No se sabe qué es eso de dictar en clase y donde se contentan con explicar, y donde, sin embargo, están todos de acuerdo en que los teólogos son más profundos que en las demás partes”.

Los seminarios regidos por los misioneros se desenvolvían a tenor del reglamento redactado por el Fundador en 1645. En con­sonancia con la época era exigente. Muchos de sus contenidos habían sido tomados de la Reglas Comunes de la Misión: medi­tación y rezo del oficio divino; exámenes de conciencia y lectu­ra el Nuevo Testamento; horarios de mañana y tarde; eucaristía, cuatro horas de clase, recreaciones, ensayo de canto, ceremonias y limpieza de la casa. Con este reglamento los formandos acep­taban un estilo de vida orientado a crear en ellos hábitos de tra­bajo y piedad que los pusieran en el futuro a resguardo de caer en la relajación.

SEMINARIOS ADOPTADOS POR VICENTE DE PAÚL

Annecy (1642), Bons-Enfants y San Carlos. Las casas funda­das entre 1643 y 1659 tenían dos ministerios, misiones y forma­ción sacerdotal en el seminario diocesano: Cahors, Saintes, Le Mans y Saint Méen, Tréguier y Agen, Montauban, Adge y Tm-yes, Meaux y Narbona (1659). Los seminarios de Alet, Marsella, Perigueux y Montpellier fueron de corta duración. Por otra parte, el funcionamiento de los diversos seminarios fue desigual: en unos se admitían adolescentes; en otro hubo siempre pocas vocaciones». El seminario de Cahors fue en todo momento prós­pero. Alano de Solminihac escribía a Vicente de Paúl: «Usted se quedaría muy contento al ver nuestro seminario, donde se habría encontrado con treinta y cinco seminaristas que le habrí­an dado una gran satisfacción. Los padres de su compañía que los han visto dicen que es el más bello del reino y que se obser­va mejor allí el orden que en París». El número de seminaris­tas oscilaba en los diversos seminarios. Las cifras eran aprecia­bles, si se tiene en cuenta que los seminarios apenas habían comenzado a funcionar.

Vicente de Paúl una vez más se emplea a fondo para llevar adelante una obra de mayor envergadura, si cabe, que las ante­riores en apoyo de la formación sacerdotal. En todo momento evita actuar en solitario. Por eso mismo motiva con particular insistencia a sus misioneros para que descubran la bondad de la formación sacerdotal a través de los seminarios diocesanos. A este fin se sirve de diversos medios: exhortaciones, repeticiones de oración, conferencias y cartas. Por otra parte, este ministerio se encuentra entre los propios de la Misión. Los obispos, al ins­tituir el seminario en sus respectivas diócesis, necesitaban ayuda. Vicente de Paúl consideró esta circunstancia como una llamada de Dios a la compañía. Los sacerdotes formados en los semina­rios serán en el futuro quienes aseguren la perseverancia de los pueblos misionados en la fe. Los misioneros destinados a los seminarios serán hombres de ciencia y sobre todo fervorosos, ya que nadie da lo que no tiene. El celo o, lo que es lo mismo, el interés y la entrega de Vicente de Paúl a este ministerio le llevó a aceptar un elevado número de seminarios diocesanos. Creó un tipo peculiar de seminario. Proponía que en sus aulas se enseña­ra a usar los conocimientos ya adquiridos y, en particular, a conocer y sintonizar con la virtudes y funciones sacerdotales.

Acudimos a los textos originales, fiel reflejo del pensamien­to e interés de Vicente de Paúl sobre la colaboración de los misioneros en la formación sacerdotal a través de los seminarios:

Es el mejor medio para enderezar el estado eclesiástico: «La noticia más agradable que me pueden dar es que Dios se com­place en multiplicar y bendecir el seminario, tanto por la obli­gación que tiene su casa de dedicarse a esa buena obra y de pro­curar su fomento, como porque es el único medio de enderezar el estado eclesiástico, tan decaído de su primera perfección».

Los seminarios de adolescentes no dan buenos resultados: «Hay que respetar las órdenes del Concilio venidas del Espíritu Santo. Sin embargo, la experiencia hace ver que la forma como se lleva a cabo respecto a la edad de los seminaristas no da bue­nos resultados ni en Italia ni en Francia».

Alguna excepción es posible: «Otra cosa es que se encuen­tren en las misiones niños de buen espíritu y piadosos y que pidan ser de nuestra compañía; pues con esos parece ser que convendría hacer algún ensayo».

Los obispos desean tener seminarios para jóvenes. Dios se servirá de esta compañía: «De esta manera Dios se servirá de esta compañía, en beneficio del pueblo mediante las misiones, en beneficio del clero que empieza mediante las ordenaciones, en beneficio de los que son ya sacerdotes al no admitir a nadie en los beneficios y en las vicarías sin hacer el retiro y ser ins­truidos en el seminario, y en beneficio de todos por medio de los ejercicios espirituales».

Nuestro Instituto desempeña dos ministerios. «No debe usted olvidar la obra de los seminarios para atender únicamente a las misiones; las dos son igualmente importantes y usted tiene la misma obligación con una que con la otra; me refiero a toda la familia que ha sido fundada para las dos. Le ruego, padre, que las mire con el mismo cariño»; «¿No sabe usted, padre, que estamos obligados a formar buenos eclesiásticos lo mismo que a instruir a los pueblos del campo y que un sacerdote de la Misión que quiera hacer una de esas dos cosas y no la otra no será misionero más que a medias?». «Trabajar en la formación de buenos párrocos y de buenos eclesiásticos, que vayan luego a instruir a los campesinos y a exhortarles a una buena vida, es trabajar por la salvación del pobre pueblo del campo; por lo menos hemos de tener esa intención y esa esperanza».

Aceptamos casas con dos ministerios. Alguna excepción: «No es conveniente que tomemos ninguna fundación (ningún semina­rio) de esta clase sin que se pueda mantener al menos a dos sacerdotes que trabajen en las misiones; pues de lo contrario se vendrá abajo el proyecto de asistir al pobre pueblo»; «Si me dice usted que en Cahors no hacemos otra cosa más que llevar el seminario, le confesaré que es cierto»… «Es la única de nuestras casas que ha quedado reducida solamente a seminario; todas las demás, gracias a Dios, trabajan también en las misiones».

Algunos seminarios menores: «La diversidad se ve en que usted se entrega al servicio del pobre pueblo y al de los eclesiás­ticos por medio de los retiros a los que van a recibir las órdenes, como por medio de la atención a los muchachos que aspiran al estado eclesiástico en el pequeño San Lázaro, en el de Saint-Méen y Le Mans, más los dos que van a empezar juntos en Agen».

La escolástica que se enseña en Bons-Enfants resulta poco útil: «He oído que la escolástica que se enseña en Bons-Enfant’ resulta poco útil, e incluso nada; he pensado en quitarla, tanto más cuanto que del colegio se va a Navarra o a la Sorbona a estudiar escolástica; por eso hay que tener dos clases de moral y ejercitarse en la práctica de las funciones”.

Desempeña usted el oficio del Espíritu Santo: «Qué feliz es usted, por servir de instrumento en manos de Nuestro Señor para formar buenos sacerdotes»… «Desempeña usted el oficio del Espíritu Santo, que es el único al que pertenece iluminar y encender los corazones”.

Formador en el seminario a pesar de su juventud: «Siento el alma llena de gozo al pensar en usted y en cómo Dios le ha ele­gido para que se dedique, a pesar de ser tan joven, a un ministe­rio tan alto como el de la formación de los sacerdotes. Doy gra­cias a Nuestro Señor por haberle merecido esta gracia y le ruego que cumpla en usted sus eternos designios»; «Siga, pues, mi querido hermano, entregándose a Dios, para procurar su gloria y la salvación del prójimo y para trabajar por el pobre pueblo, formando buenos eclesiásticos que sean la luz del mundo y los dispensadores de los tesoros del cielo y de la tierra».

Nadie da lo que no tiene: «Una de las cosas que más necesitan en los seminarios, según lo demuestra la experiencia, es tener per­sonas de vida interior y de mucha piedad, para inspirar este espí­ritu en los seminaristas, ya que nadie da lo que no tiene».

Mejor un autor probado que el dictado de unos apuntes: «Hemos consultado seriamente a siete de la compañía (a seis por una parte y a otro en privado, porque tenía que marcharse al campo) a propósito de los apuntes dictados de los que usted (escribía) al padre Soufliers; cinco hemos sido contrarios a esos apuntes; y entre esos se encuentran los dos que se consideran más sabios en la compañía. Esas son nuestras razones: La pri­mera es por parte de la ciencia que se desea enseñar, la cual será más segura, siendo de un autor probado, que la que contie­nen los escritos de un particular. En segundo lugar, por parte de los prelados y del público, que preferirán a un autor probado antes que los escritos de un hombre joven que no ha dado nin­guna prueba de su ciencia más que en los púlpitos. Por parte de la compañía, en la cual hay más sujetos que pueden explicar útilmente un autor que personas capaces de dictar; además, así no se verá expuesta a la censura de sus lecciones y no atraerá tanta envidia por lo que haga. Por parte de los que enseñan, a los que resultará mucho más útil explicar un autor que compo­ner apuntes, si no los saca, como usted lo ha hecho, de Bonacina o de algún otro autor”.

Una parroquia junto al seminario: «Es verdad que siempre hemos puesto dificultades para cargarnos con parroquias, sobre todo en las ciudades episcopales y donde hay parlamento o cabildo; pero la experiencia nos ha hecho ver que donde hay un seminario, es conveniente que tengamos también parroquia para ejercitar en ella a los seminaristas, que aprenden mejor las fun­ciones parroquiales con la práctica que con la teoría».

EPÍLOGO

Vicente de Paúl, felicidades. Recibe un fuerte aplauso. Fuiste un hombre de bien. No satisfecho después del duro y largo cami­nar por la vida, a tus setenta y cinco años, pronunciaste esta frase: tengo verdadero «deseo de ir a acabar mi vida en medio de un chaparral, trabajando en alguna aldea, pues me parece que sería feliz». Tu celo, tu interés por hacer el bien a todos los prójimos, a tus hermanos sacerdotes, superó todas las previsio­nes. Se ha dicho con razón que fuiste un trabajador empedernido. Lo sabemos, lo reconocemos y admiramos. Nos diste ejemplo.

CEME

  1. Ignacio Fdez. Mendoza

 

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