San José María de Yermo y Parres: México 1851-1904

Francisco Javier Fernández ChentoJosé María YermoLeave a Comment

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Autor: Clara Estela Sánchez Olivas, sscjp .
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El Padre José María de Yermo y Parres, a finales del siglo XIX, vivió su ministerio presbiteral en México, especialmente en tres grandes líneas de santificación: la vida de oración, el servicio a los pobres y la dedicación a los ejercicios espirituales de los sacerdotes.

«En él están delineados con claridad los trazos del auténtico sacerdote de Cristo, porque el sacerdocio fue el centro de su vida y la santidad sacerdotal su meta.» (Juan Pablo II)

Veamos cómo vivió el Padre Yermo su sacerdocio, cómo pudo hacer vida lo que el Papa pide hoy, pues vivió la ciencia del amor, cooperó eficazmente con el designio del Padre y vivió hace 130 años los desafíos que la Iglesia en América Latina hoy presenta a los sacerdotes.

¿Quién es el Padre Yermo?

Nació en la Hacienda de Jalmolonga en el Estado de México, el 10 de noviembre de 1851. Quedó huérfano de madre a los 50 días de nacido. Creció en la casa paterna al cuidado de su tía Carmen, en una familia de arraigados principios cristianos. Desde muy joven sintió que Dios lo llamaba a la vida sacerdotal y fue descubriendo poco a poco la grandeza de este llamado. En el seminario sus superiores decían de él que tenía «un alto espíritu de oración, muy claro talento y un gran celo apostólico.» Estas cualidades le ayudaron a profundizar y crecer cada día en su vida sacerdotal.

Estuvo por un tiempo en la Congregación de los Paúles, quedando altamente influenciado por la espiritualidad y vida de San Vicente de Paul. Ingresó después al Seminario de León, Guanajuato, México. El 24 de agosto de 1879 fue ordenado Sacerdote, en la Catedral de León. Ahí mismo, al día siguiente, celebró su primera Misa, cuyo recuerdo unido a su compromiso sacerdotal le acompañaron toda la vida: «¡Mi primera Misa! ¡Qué dulce recuerdo trae a mi mente!».Se dedicó con entusiasmo a su ministerio sacerdotal. Era muy estimado, y ocupó algunos cargos en la Catedral de León. A la muerte del Obispo que le ordenó sacerdote, el prestigiado Señor Don José de Jesús Diez de Sollano, tomó la diócesis de León Don Tomás Barón y Morales, quien designó al Padre Yermo dos capellanías en la periferia de la ciudad.

¿Cómo vivió su sacerdocio?

El Padre Yermo supo vivir hace 130 años, los tres grandes desafíos que la Iglesia en América Latina hoy presenta a los sacerdotes en los números 193 a 195 del documento de Aparecida.

El primer desafío dice relación con la identidad teológica del ministerio presbiteral.

«El sacerdote no puede caer en la tentación de considerarse solamente un mero delegado o sólo un representante de la comunidad, sino un don para ella por la unción del Espíritu y por su especial unión con Cristo cabeza. ‘Todo Sumo Sacerdote es tomado de entre los hombres y puesto para intervenir a favor de los hombres en todo aquello que se refiere al servicio de Dios».(Hb 5,1). (DA 192)

El Padre Yermo tenía una clara conciencia de su identidad sacerdotal, así lo manifiestan sus notas espirituales, en las que dice:

«Yo sacerdote, consagrado y constituido mediador entre Dios y los hombres, con gracias y poderes inauditos para hacerme Ministro y ejecutor de la voluntad de Dios que quiere que todos los hombres se salven… No permitas que mis infidelidades me separen de Ti…».

«Somos también santificadores, pues por nuestro ministerio vienen al mundo las gracias… cuando rezamos nuestro Oficio, bendecimos, predicamos, etcétera, abrimos en favor de los fieles los cráteres de las gracias del cielo».

«El ministerio sacerdotal y las funciones que desempeño, son santas; luego para llenar mi deber, necesito ser santo».

«Sé que soy otro Cristo y por esto llevo la bendición, la salvación y la presencia divina, aunque yo no lo sienta y sea para mí mismo un misterio tremendo que jamás podré comprender».

El segundo desafío se refiere al ministerio del presbítero inserto en la cultura actual.

«El presbítero está llamado a conocerla para sembrar en ella la semilla del Evangelio, es decir, para que el mensaje de Jesús llegue a ser una interpelación válida, comprensible, esperanzadora y relevante para la vida del hombre y de la mujer de hoy, especialmente para los jóvenes». (DA 193)

Toda la vida y actividad del Padre Yermo, refleja la visión clara que tenía de la cultura; de las estructuras sociales. Por familia sabía lo que era pertenecer a las clases acomodadas de su tiempo, mas a la vez, desde pequeño había estado en contacto con la pobreza, a través de los indigentes que llegaban a la puerta de su casa, de los peones de la Hacienda y más tarde su experiencia con los Paúles. Hay, sin embargo, un hecho en su vida que le hizo descubrir con mayor claridad su vocación específica a los más pobres.

Un día al cruzar el río de paso a «El Calvario» que era una de sus capellanías, se encontró con unos cerdos que estaban devorando a dos pequeñuelos recién nacidos. Aquel golpe, dada su fina sensibilidad, fue definitivo.

Se abrió ante sus ojos el panorama del México de su tiempo: analfabetismo, marginación, miseria, ignorancia, explotación de la mujer… sintió en su corazón que tenía que hacer algo muy concreto y fundó su primer asilo para pobres a un costado del templo del Calvario. Al hacerse ayudar de unas señoritas, nació entre sus manos la Congregación de «Siervas del Sagrado Corazón de Jesús y de los Pobres». Congregación que perpetúa hasta hoy el carisma de amor y servicio a los más necesitados. Aquél primer Asilo, nacido en una colina de la ciudad, fue el principio de su vasta obra de promoción social y evangelización que se extendió más tarde a la ciudad de Puebla y de ahí a diversos puntos de la República Mexicana, fundando Escuelas, Casas Hogar, Asilos para ancianos, Hospitales y Misiones.

En el año de 1904, cuando el 20 de septiembre en la madrugada, el Padre Yermo se fue al cielo, todo México supo que moría un santo, que el Padre Yermo «se había dedicado en cuerpo y alma a practicar el bien en una forma que lo hacía extraordinariamente fecundo, pues formaba los corazones, daba pan a la inteligencia y al cuerpo, corregía a los extraviados, labraba el porvenir de los desvalidos y preparaba así una legión de miembros útiles a la sociedad».

«El me hizo Sacerdote para que mejor le ame y le sirva como a mi bondadoso Padre, para que más fácilmente me santifique y sirva a mis hermanos más desamparados. A pesar de mis miserias, le prometo ser fiel y santificarme. El me dará su gracia y yo cada día cumpliré mi promesa».

El tercer desafío se refiere a los aspectos vitales y afectivos, al celibato y a una vida espiritual intensa fundada en la caridad pastoral.

Este desafío que implica una profunda comunión con Dios y de comunión con los hermanos, el cultivo de relaciones fraternas con el Obispo y los demás presbíteros de la diócesis y con los laicos, también lo vivió ampliamente el Padre Yermo. En él descubrimos un hombre de oración, maduro en su elección de vida por Dios, una gran devoción a la Santísima Virgen, mortificación y entrega apasionada a su misión pastoral. (cf. DA 95)

A) Hombre de oración

La vivencia de su relación con Dios era primordial en su vida, y se reflejaba en su gran confianza y abandono. Todos sus asuntos los dejaba en el Corazón de Jesús. Algunas Hermanas de su tiempo constataron que pasaba durante la noche muchas horas frente al Sagrario.

«En tu Corazón Santísimo, descargo todos mis temores y pesares, deposito ahí todos mis anhelos, mis esperanzas y todo mi amor.Quedo tranquilo, sé bien que todo mi ser está en tus manos».

«Oración y más oración. Allí está mi fortaleza para alcanzar la gracia de no querer nunca cosa alguna, que no sea la voluntad de Dios».

«Por experiencia sé que sólo una intensa oración logra equilibrar mi carácter vehemente, mis gustos, mis repugnancias, mis inclinaciones y todo yo. Es la oración la que me hace no tener otra brújula que la santísima y siempre adorable voluntad de mi único Dueño y Señor. Humildemente te pido perdón por todas las omisiones que sólo Tú conoces».

B) Servicio pastoral a las almas

Siempre manifestó un gran interés por el bien de los demás. Siendo un joven apenas, fundó una asociación juvenil llamada «El Ángel de la Pureza». Cuando era seminarista acudía a barrios pobres a dar catecismo. En cuanto fue ordenado sacerdote se dedicó con empeño a ejercer su ministerio con gran unción y entrega. Fundó nuevos centros de Catecismo, ayudó a organizar en el mes de mayo, peregrinaciones, rosarios, cantos, ofrecimientos de flores, con gran cariño a la Madre Santísima de la Luz; intensificó la predicación y la atención espiritual para provecho del pueblo. En sus capellanías logró un gran florecimiento de fe y fervor y gran cantidad de personas acudían a los lugares donde predicaba. Logró la conversión de judíos y masones. «Personas de todo sexo y condición acudían a él para oír sus consejos y consultarle en los casos difíciles, atraídos por su vasta ilustración, su grande prudencia y nunca desmentida virtud».

«Hace muchos años que Cristo, mi Rey eterno, me llamó. Yo me di de alta en sus filas y bajo su bandera. Me llamó para que con El conquiste las almas, y cuántas ha puesto en mi camino… Lo que algunos llaman mis conquistas, son tuyas, Señor. Sólo Tú tienes el poder de llegar hasta el corazón de los hombres. Por tanto, mucho más oración, que me haga vivir a mí mismo dentro de tu Sagrado Corazón. Yo sé que mientras más vivo en Ti, más confiadamente llegan mis hermanos a mí con todas sus miserias hasta encontrarte misericordioso«.

C) Entrega total a su ministerio sacerdotal y a su misión pastoral

Supo unir perfectamente su ministerio sacerdotal con la promoción social de los pobres. Celebraba con gran unción la Eucaristía, quienes asistían a ellas comentaban verlo como transportado, como un ser que no era de este mundo. Su intensa labor social siempre estuvo totalmente unida a la vivencia de su sacerdocio y a una profunda espiritualidad. El Padre Yermo, vivió en su tiempo lo que el documento de Aparecida dice hoy:

«El presbítero, a imagen del Buen Pastor, está llamado a ser hombre de la misericordia y la compasión, cercano a su pueblo y servidor de todos, particularmente de los que sufren grandes necesidades. La caridad pastoral, fuente de la espiritualidad sacerdotal, anima y unifica su vida y ministerio. Consciente de sus limitaciones, valora la pastoral orgánica y se inserta con gusto en su presbiterio«.

Se preocupaba de manera especial por sus hermanos sacerdotes y reconociendo la falta que hacía una publicación para ellos, fundó la primera Revista Eclesiástica en México: «El Reproductor Eclesiástico Mexicano». En ella incluía información diversa e instrucciones a los sacerdotes.

«… la mía es la primera que aquí ha habido de esta clase y apenas la comencé en marzo del presente año. Confieso sin embargo que no marcha hasta ahora mal, porque favorecida con la recomendación de bastantes Señores Obispos y amparada con mi nombre que es muy conocido en toda la República, he logrado que al presente tenga ya como mil suscriptores. Aunque aparezco como censor, soy el único redactor y fundador de El Reproductor Eclesiástico Mexicano, pues la bondad del ilustrísimo Señor mi Obispo, a mí mismo confió la censura de mi periódico…»

Ejercicios espirituales a sacerdotes

Frente a un considerable número de sacerdotes casi la totalidad de los que había en la diócesis, dirigiendo los ejercicios espirituales les decía:

Formar a Cristo en vosotros (Gal. 4,19)

«El trabajo de esta divina formación será el objeto principal de nuestro estudio y de nuestros esfuerzos en este retiro, ¿si los que están habituados a dar esta clase de ejercicios se impresionan, ¿qué pasará conmigo Venerables compañeros y hermanos? Sin embargo no principiaré por excusarme porque estoy convencido de que -en mí Cristo habla-. A mí el más pequeño de los sacerdotes, tanto en ciencia como en virtud, la obediencia que prometí solemnemente el día de mi ordenación, me pone hoy enfrente de vosotros carísimos hermanos y señores míos, para que me confunda teniendo que hablaros; pero en medio de mi confusión siento la misión divina que me trae y me considero dichoso porque no veo delante de mí un auditorio común, sino a toda la Diócesis de cuya clerecía formo parte. Veo que tengo que ayudar hoy a santificar a aquellos que mañana diseminados en los diversos puestos que el Señor les ha señalado en su grey o en su heredad, irán a sembrar el bien que aquí recojan.

…La santidad es voluntad de Dios que todos adquieran pero con particularidad los que están llamados a ser luces del mundo… A medida que el sacerdote está más encumbrado por Dios en dignidad, así también en esa relación debe ser más santo que los otros… Las mismas etimologías que se asignan a la palabra sacerdote, al mismo tiempo que manifiestan su inmensa dignidad, están indicando la necesidad de su santidad. -Sacerdos id est, sacer dux- : Conductor sagrado; lo somos de las almas con la doctrina y con el ejemplo. ¿Pero cómo ser santos y conservarse en la santidad cuando hay tantos escollos y tantas dificultades en medio del ministerio sacerdotal? Precisamente de esto se concluye que teniendo que ser santos los sacerdotes y estando expuestos a tantos peligros, necesitan de tiempo en tiempo recogerse, para reparar la santidad perdida y conseguir su aumento. Por esto la voz de nuestro Pastor nos llama ahora al retiro y a la soledad, para que en ella enmendemos lo malo y consigamos lo bueno».

El Padre Yermo, tenía la inquietud misma que manifiesta el Papa Benedicto XVI en este año sacerdotal: «La Iglesia tiene necesidad de sacerdotes santos; de ministros que ayuden a los fieles a experimentar el amor misericordioso del Señor y sean sus testigos convencidos». Pidamos «al Señor que inflame el corazón de cada presbítero» de amor por Jesús.

Conociendo la profunda espiritualidad sacerdotal del Padre Yermo y su intensa labor pastoral y social, el Papa Juan Pablo II dijo en la homilía de su beatificación:

«La gracia del Espíritu Santo resplandece también hoy en otra figura que reproduce los rasgos del Buen Pastor: el Padre José María de Yermo y Parres. En él están delineados con claridad los trazos del auténtico sacerdote de Cristo, porque el sacerdocio fue el centro de su vida y la santidad sacerdotal su meta.

Su intensa dedicación a la oración y al servicio pastoral de las almas, así como su dedicación específica al apostolado entre los sacerdotes con retiros espirituales, acrecientan el interés por su figura» (Juan Pablo II).

La alta y profunda vivencia de su sacerdocio no fue fácil; se asemejó a Cristo en su sacerdocio doloroso que se hace pleno sobre la cruz y triunfa en el gozo de la resurrección. Conocer al Padre

Yermo, es adentrarse en el misterio sacerdotal vivido por un hombre fiel en descubrir en todas las circunstancias de su vida, el querer de Dios. Se dejó invadir por el Espíritu y así su sacerdocio fue fecundo en cada una de las facetas de su vida.

«Quiero imitar a Cristo mi buen Jesús, que vino a enseñarnos con su palabra y con su ejemplo, el amor de preferencia para con los pobres y desvalidos que el mundo desprecia«

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