«Conforme al don que Dios me ha dado, yo, hábil arquitecto, coloqué el cimiento, pero otro levanta el edificio. Ahora que atención cada cual a cómo construye; por que un cimiento diferente del ya puesto, nadie puede ponerlo». (I Cor 3,10-11).
«En la obra de la evangelización que la Congregación se propone realizar, tengamos presentes estas características: …4.° Verdadero sentido comunitario en las obras apostólicas, de manera que nos fortalezcamos unos a otros en la común vocación». (C 12,4).
Los Misioneros de la Congregación no asumen por su cuenta y riesgo ninguna obra apostólica, sino que es la Comunidad la que acepta los trabajos de evangelización y se responsabiliza de ellos. Así se practicaba en los orígenes de la Congregación. Por lo demás, los Misioneros están dispuestos a trabajar donde la obediencia les destina y en la obra que la Comunidad tiene encomendada.
1. «Vivimos en el espíritu de los servidores del Evangelio».
Cuando Santa Chantal escribió a San Vicente pidiéndole noticias sobre la Congregación de la Misión, el Fundador expuso claramente la conducta de los Misioneros respecto a los Obispos, en cuyas diócesis trabajaban:
«Vivimos en el espíritu de los servidores del Evangelio en relación con nuestros señores los Obispos, que cuando nos dicen: —Id allá, vamos; —venid acá, venimos, —haced esto, y lo hacemos. Esto por lo que se refiere a las funciones indicadas; y en cuanto a la disciplina doméstica de la Congregación, depende de un Superior General». (I 550).
En otras muchas ocasiones, el Santo remachó la mis-na idea, descubriendo además la total disposición de Misioneros para predicar la Palabra en nombre de bien les enviaba. A un Superior local le escribía:
«Siga usted explicando (a los señores del cabildo) que no pueden ir más que adonde les envíe el señor Obispo. Sin embargo, que está dispuesto a hacer lo que desean, si tienen a bien ponerse ellos de acuerdo con ese buen Prelado y nombrar a alguien para que obtenga su consentimiento». (VI 244).
2. «Evangelizar no es para nadie un acto individual y aislado, sino profundamente eclesial».
Lo que a continuación se dice de la Iglesia y de todo evangelizador, es perfectamente aplicable a los miembros de cada comunidad local y provincial de la Congregación:
«La constatación de que la Iglesia es enviada y tiene el mandato de evangelizar a todo el mundo, debería despertar en nosotros una doble convicción. Primera, evangelizar no es para nadie un acto individual y aislado, aino profundamente eclesial. Cuando el más humilde predicador, catequista o pastor, en el lugar más apartado, predica el Evangelio, reúne su pequeña comunidad o administra un sacramento, aun cuando se encuentra solo, ejerce un acto de Iglesia y su gesto se enlaza mediante relaciones institucionales ciertamente, pero también mediante vínculos invisibles y raíces escondidas del orden de la gracia, a la actividad evangelizadora de toda Iglesia. Esto supone que lo haga no por una misión que él se atribuye o por inspiración personal, sino en unión con la misión de la Iglesia y en su nombre». EN 60).
3. «Ningún evangelizador es el dueño absoluto de su acción evangelizadora».
«De ahí la segunda convicción: si cada cual evangeliza en nombre de la Iglesia, que a su vez lo hace en virtud de un mandato del Señor, ningún evangelizador es el dueño absoluto de su acción evangelizadora, con un poder discrecional para cumplirla según los criterios y perspectivas individualistas, sino en comunión con la Iglesia y sus Pastores. La Iglesia es toda ella evangelizadora. Esto significa que para el conjunto del mundo y para cada parte del mismo donde ella se encuentra, la Iglesia se siente responsable de la tarea de difundir el Evangelio». (EN 60).
- ¿Asumo trabajos apostólicos sin la aprobación y el apoyo de mi comunidad?
- Cuando un miembro de la comunidad trabaja en una obra que la misma comunidad le ha encomendado, ¿recibe de mi parte toda clase de ayudas para que no decaiga en el empeño apostólico?
- ¿Fortalezco a todos mis hermanos de comunidad en la común vocación misionera?
Oración:
«Dios todopoderoso, haz que tu Iglesia sea siempre una familia santa, congregada en la unión del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, que manifieste al mundo el misterio de tu unidad y de tu santidad y lo conduzca a la perfección de tu amor. Por nuestro Señor Jesucristo».