Régis Clet, Carta 33: A Pablo Song, C.M.

Francisco Javier Fernández ChentoEscritos de Francisco Régis CletLeave a Comment

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Autor: Francisco Régis Clet .
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Lao-hu-keu, 19 de diciembre 18071

Padre y muy querido hermano,

La gracia de Nuestro Señor esté siempre con nosotros.

Está claro como la luz del día que las cartas que acabamos de reci­bir me han causado de gran placer: pero hay un breve artículo que le interesa y que me angustia, sin tener aun así la menor intención de pre­sentar quejas, ya que al dejar mi patria me acostumbré a la separación de las personas que me son más queridas. Desea usted volver a la capi­tal y es probable que el año próximo se cumplan sus deseos. Si este regreso es para gloria de Dios y su bien espiritual, le felicito y me ale­gro in Domino (en el Señor). Con ello no pierde nada y gana mucho. Sólo yo salgo perdiendo con su separación. Hace de ocho a diez años que deseo verme libre del peso del ministerio para dedicarme a la for­mación de los jóvenes clérigos, ya que el ministerio de la confesión ha sido siempre para mí una carga abrumadora; por otro lado no entiendo nada sobre la administración de lo temporal, y siento gran repugnancia por el superiorato que me obligan a aceptar, pese a mi incapacidad reconocida. Escribí al Padre Raux y al Padre Ghislain, que me habían prometido llevarme a una casa bastante alejada de Pekín, donde me serían confiados los jóvenes clérigos. Pero ya he perdido casi esa espe­ranza: ¡Dios sea bendito! La obediencia es mejor que todo sacrificio.

La confesión es mi cruz; quizá Dios quiere que la lleve hasta el fin, ¡que se cumpla su voluntad!

Las cartas que he recibido no encierran ningún secreto, se las remi­to para que las lea; por ellas verá que es inútil enviar nuestros correos a Pekín, ya que por Navidad tendrán mejor ocasión de enviarnos el dinero; y saben muy bien que 200 taéls no son suficientes… En una palabra, léalas y verá entre otras cosas que dicen haber tomado medidas seguras para la llegada próxima del Padre Dumazel es decir Ma; de manera que le suponen llegado ya y que se congratulan por ello.

No tengo ahora problemas de reloj, porque el mío marcha pasable-mente bien. Cuando el catequista Kin regrese a su casa, déle un buen viático, pues aunque sea rico, está bastante interesado; tengo pruebas ciertas de ello e infórmese por él del momento en que pasarán los correos para Pekín y del lugar al que habrá que llevar las cartas… Mis saludos y agradecimiento a él por las molestias que se ha tomado para traernos las cosas de Pekín.

El Padre Lamiot habla de rosarios, de vino, queso, etc. No entien­do nada. No sé si es un envío hecho o que se va a hacer.

El matrimonio que decís es al parecer el de Tcho Se-yuin con una nuera jovencita cuyo prometido ha muerto. Sé al respecto que el mediador mintió sobre la edad del hombre, y si lo hubieran descubier­to la madre y la suegra de la joven, el trato se habría roto; y que ade­más la joven se negaba a un matrimonio tan poco conveniente, por ser ridículo que una joven de 16 arios sea concedida a un hombre de 35.

Si se trata de este matrimonio, ande despacio y con prudencia. Y si las dos familias y los dos futuros se avienen a tal matrimonio, no sien­do un impedimento dirimente la desproporción de edad, está claro que no puede negar el ministerio a su celebración.

Si le sobran candeleros, me complacería enviándome una docena por Tong-yuen-tchin u otro que se dirija a Lao-hu-kéu, donde estoy hace varios días.

Me ha mandado un ungüento que no creo sea de su fábrica; en tal caso, sólo sirve para los callos de los pies.

Le deseo felices fiestas de Navidad, y entre otras cosas una buena porción de esa paz que los ángeles anunciaron a los hombres de buena voluntad.

PS. Participe a Kon José nuestras noticias y dele mis saludos.

  1. CARTA 33. Casa Madre, original (Bayos n. 26).

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