Lao-hu-keu, 19 de diciembre 18071
Padre y muy querido hermano,
La gracia de Nuestro Señor esté siempre con nosotros.
Está claro como la luz del día que las cartas que acabamos de recibir me han causado de gran placer: pero hay un breve artículo que le interesa y que me angustia, sin tener aun así la menor intención de presentar quejas, ya que al dejar mi patria me acostumbré a la separación de las personas que me son más queridas. Desea usted volver a la capital y es probable que el año próximo se cumplan sus deseos. Si este regreso es para gloria de Dios y su bien espiritual, le felicito y me alegro in Domino (en el Señor). Con ello no pierde nada y gana mucho. Sólo yo salgo perdiendo con su separación. Hace de ocho a diez años que deseo verme libre del peso del ministerio para dedicarme a la formación de los jóvenes clérigos, ya que el ministerio de la confesión ha sido siempre para mí una carga abrumadora; por otro lado no entiendo nada sobre la administración de lo temporal, y siento gran repugnancia por el superiorato que me obligan a aceptar, pese a mi incapacidad reconocida. Escribí al Padre Raux y al Padre Ghislain, que me habían prometido llevarme a una casa bastante alejada de Pekín, donde me serían confiados los jóvenes clérigos. Pero ya he perdido casi esa esperanza: ¡Dios sea bendito! La obediencia es mejor que todo sacrificio.
La confesión es mi cruz; quizá Dios quiere que la lleve hasta el fin, ¡que se cumpla su voluntad!
Las cartas que he recibido no encierran ningún secreto, se las remito para que las lea; por ellas verá que es inútil enviar nuestros correos a Pekín, ya que por Navidad tendrán mejor ocasión de enviarnos el dinero; y saben muy bien que 200 taéls no son suficientes… En una palabra, léalas y verá entre otras cosas que dicen haber tomado medidas seguras para la llegada próxima del Padre Dumazel es decir Ma; de manera que le suponen llegado ya y que se congratulan por ello.
No tengo ahora problemas de reloj, porque el mío marcha pasable-mente bien. Cuando el catequista Kin regrese a su casa, déle un buen viático, pues aunque sea rico, está bastante interesado; tengo pruebas ciertas de ello e infórmese por él del momento en que pasarán los correos para Pekín y del lugar al que habrá que llevar las cartas… Mis saludos y agradecimiento a él por las molestias que se ha tomado para traernos las cosas de Pekín.
El Padre Lamiot habla de rosarios, de vino, queso, etc. No entiendo nada. No sé si es un envío hecho o que se va a hacer.
El matrimonio que decís es al parecer el de Tcho Se-yuin con una nuera jovencita cuyo prometido ha muerto. Sé al respecto que el mediador mintió sobre la edad del hombre, y si lo hubieran descubierto la madre y la suegra de la joven, el trato se habría roto; y que además la joven se negaba a un matrimonio tan poco conveniente, por ser ridículo que una joven de 16 arios sea concedida a un hombre de 35.
Si se trata de este matrimonio, ande despacio y con prudencia. Y si las dos familias y los dos futuros se avienen a tal matrimonio, no siendo un impedimento dirimente la desproporción de edad, está claro que no puede negar el ministerio a su celebración.
Si le sobran candeleros, me complacería enviándome una docena por Tong-yuen-tchin u otro que se dirija a Lao-hu-kéu, donde estoy hace varios días.
Me ha mandado un ungüento que no creo sea de su fábrica; en tal caso, sólo sirve para los callos de los pies.
Le deseo felices fiestas de Navidad, y entre otras cosas una buena porción de esa paz que los ángeles anunciaron a los hombres de buena voluntad.
PS. Participe a Kon José nuestras noticias y dele mis saludos.