París, 10 de marzo de 17911
Querida hermana,2
Por fin mis votos han sido escuchados y el gozo me embarga. La Providencia me destina para trabajar por la salvación de los infieles. Acaba de presentarse la ocasión, y yo la abrazo con avidez; he hablado con el Superior General hace un momento, quien tiene a bien acceder a mis deseos. Esta ocasión viene acompañada de diversas circunstancias que dejan entender que eril la voluntad de Dios; y te das cuenta que tengo en mucho este favor divino para no corresponder con entero asentimiento: en una palabra, que parto inmediatamente para China, con dos de mis hermanos de comunidad,3 que van tan contentos como yo a nuestro feliz destino. Esta misión en un país en que la religión cristiana no está tolerada, en que, por consiguiente, no se puede hacer prosélitos más. que furtivamente, no presenta ninguna ventaja temporal, sino, por una compensación sobreabundante, una infinidad de ventajas espirituales. ¡Qué consuelo, en efecto, poder guiar a cristianos en quienes brilla todo el fervor de aquellos de la Iglesia naciente!
Apenas dispongo de diez días para ir a Lorient, donde he de embarcarme; de manera que es difícil que pueda recibir una respuesta tuya antes de salir de París: por eso no pierdas el tiempo en contestarme.
Como voy a correr numerosos peligros, y no dispondré probablemente de la dulce satisfacción de verte, creo que tengo el deber de poner en orden mis asuntos, en caso de que mi vida se prolongue más que la tuya; si me sobrevives, no existe ninguna dificultad, ya que mi testamento está completo; pero es importante dejarlo todo previsto. Yo no te hago entrega absoluta de mis bienes. porque, hablando absolutamente, es posible que vuelva, y entonces, si hubieras muerto, yo no tendría derecho a nada. Por otra parte como todos los años salen navíos para China, tengo ocasión de obtener algún dinero que podría servirme para pequeños regalos en orden a facilitar las conversiones. Mi intención es pues de entregarte la propiedad de mis derechos con la reserva de una pensión anual de 300 libras. No se trata de que yo pretenda exigir anualmente esta suma, a no ser quizá después de tu muerte. Me contentaría con recibir cada año 200 libras, incluso menos. si ello te iba a molestar. Te das cuenta que para ello es preciso rehacer tu testamento; constituye heredero a quien creas conveniente; y si continúas, como estoy seguro, teniendo algo de buena voluntad hacia mí, podrías dejarme por propia iniciativa una pensión que se añadiría a la que me reservo sobre mis derechos. Indícame lo antes posible qué piensas sobre esto; pero te anuncio que si no recibo respuesta para el último día de mi estancia en París, arreglaré las cosas como acabo de indicarte, antes de dejar tus asuntos y los míos en un embrollo del que en lo sucesivo sería dificil salir. Puedes adivinar fácilmente que un viaje tan largo como el que voy a emprender exige una necesidad extraordinaria de dinero. Necesito la cantidad de mil libras, que el Padre Daudet,4 nuestro procurador, tiene a bien adelantarme, bajo la promesa que le he hecho de que harías pronto honor a esta deuda. Te mego que pidas prestada esta suma, si no dispones de otro medio de satisfacer a la petición que te hago; pero observa que si haces llegar al Padre Daudet esta suma por letra de cambio por algún negociante, se le pagará sin falta en papel moneda sobre la que se pierde el cinco y medio por ciento al convertirlo en plata. que habrá que tenérselo en cuenta, pues no es justo que pierda cuando me ha hecho el más esencial de los servicios. Por lo demás, a fin de compensar esta sobrecarga extra, haré que el notario haga constar que no tendré derecho a exigir mi pensión más que tres años después del otorgamiento del contrato. No debo omitir decirte que otorgaré al Padre Daudet un poder para recibir de ti el dinero que podrás pagarme, para que lo emplee según mis intenciones. Aunque puedas adivinar que tu respuesta no me encontrará ya en París, no dejes de escribirme, porque entonces me la enviarán a Lorient, donde me veré obligado a permanecer algunos días hasta el embarque.
Tengo tantos asuntos entre manos que no puedo escribir a nadie más que a ti; pero comunica mi carta a mi hermana la carmelita;5 quien me encomendará sin duda a las oraciones de la comunidad. Me encomiendo también a las tuyas, y a las de la buena gente que conoces. Recuerdos a mis hermanas. a mis sobrinos y sobrinas, al señor Gagnon6 y toda su familia. Recuérdame ante el querido señor Gigard, el señor y señorita Durand,7 y otros cuyos nombres se me escapan. Mi cuñado8 y nuestro primo Santerre no dejan a buen seguro de tener parte en mis recuerdos; házselos presentes.
Por lo demás. no te propongas apartarme de este viaje, pues mi resolución está tomada, y sólo la imposibilidad de tomar el barco me impedirá realizarlo. Lejos de disuadirme. debes felicitarme porque Dios me ha concedido el favor insigne de trabajar en su obra. Todavía te escribiré varias veces antes de mi embarque. Envíame noticias sobre tu salud; yo estoy bien. Las sanguijuelas me han hecho mucho bien.
Espero que el buen Dios me conserve largo tiempo, que con su gracia sólo quiero emplear para su gloria. Adiós. querida hermana, si no nos volvemos a ver aquí abajo, mayor será nuestro gozo al vernos en el paraíso.
CM. S. d. I. M.
Sobrescrito: A la Señorita Clet, plaza Notre-Dame en Grenoble.
- CARTA I. Casa Madre, original (Raros n. 1).
- Maria Teresa Clet, hermana mayor y madrina de Francisco Régis.
- Estos dos misioneros eran Luis Maria Lamiot y Agustín Luis Pesné.
- Daudet Juan Francisco. C.M., sacerdote, nacido en Lyon el 25 de mayo de 1739, admitido en el Seminario Interno en Lyon el 27 de septiembre de 1755, emitió los votos el 28 de septiembre de 1757. Fue Procurador General de la Congregación de la Misión. Murió el 9 de septiembre de 1807 (Coste, Catalogue da Persannel de la Congregarion de kr Mission. p. 170.
- Ana Constanza Clet. religiosa carmelita en Glenoble, en religión Sor Consuma de San Bruno. Fue expulsada de su convento por la Revolución y se refugió en la casa de su hermana Marta Teresa.
- Félix Román Gagnon, nacido en 1752, primo hermano del santo: su abuela materna, Isabel Santerre, era la hermana de Maria Teresa Santerre, esposa de Nicolás Bourquy, abuela materna del santo. Félix Román Ciagnon tenía una hermana, Carlota Enriqueta, que se casó con Querubino José Beyle y fue madre del novelista Beyle, llamado Stendhal: este último era primo del santo (Deminuid, Vie du Vénérable François Régis Clet, Paris 1893, p. 69).
- Amigos de la familia Clet.
- Francisco Alexis Clet, uno de los sobrinos de Césaire (padre del mártir), notario en Varces, se casó con su prima Francisca Julia, hermana del santo (Montgesty. Le Bienheereux François Régis Clet. Paris, 1906, p. 251).