Reflexión sobre un texto Vicenciano (I)

Mitxel OlabuénagaEspiritualidad vicencianaLeave a Comment

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INTRODUCCIÓN

Agradezco mucho la invitación a participar en esta Semana Vicenciana. EL P. Mallo me pidió una reflexión actualizada sobre una carta de san Vicente a santa Luisa, y deseo responder a su petición comenzando por contextualizar el texto que se me propone para tratar de descubrir lo más objetivamente posible su contenido y, a partir de él, ofrecer unas reflexiones personales que ¡ ¡Dios lo quiera! ¡nos puedan servir para ser mejores segui­dores de Jesucristo, en su Iglesia, según el espíritu de santa Luisa y san Vicente. Mi intervención tendrá tres apartados: la presen­tación de la carta (contexto, estructura y contenido), una inter­pretación personal de la misma y, a partir de ella, algunas refle­xiones para nuestro ‘hoy’.

  1. PRESENTACIÓN DE LA CARTA
  2. CONTEXTO

El original de la carta autógrafa, objeto de nuestra reflexión, se conserva en una casa de los Sacerdotes de la Congregación de la Misión, en Roma. Los estudiosos vicencianistas, por el contenido de la carta, la han fechado en 1633, entre los meses de sep­tiembre y octubre, elegidos con frecuencia por Vicente de Paúl para hacer su Retiro anual.

Son numerosas las cartas que santa Luisa y san Vicente se escriben en estos años. No deja de ser curioso que conservemos muchas más, enviadas por el señor Vicente a la señorita Le Gras ¡más de cincuenta, entre los años 1630-1633¡ que de ésta a él, sólo dos; sin duda, santa Luisa puso mucho más interés y cuida­do en guardarlas.

Después de todo lo expuesto durante esta Semana, seguro que ya se habrá referido el contexto en que debemos situar la carta que nos ocupa: el tiempo previo a la fundación de la Compañía.

Sabemos que, desde que Luisa comienza a visitar las Carida-des3 establecidas después de misionar los campos por los padres de la Congregación de la Misión, en la correspondencia entre los Fundadores son numerosas las alusiones a muchachas jóvenes dispuestas al ejercicio de la caridad, en la instrucción de las niñas o en el servicio a los enfermos4. Cuando las Cofradías ya habían sido establecidas en algunas parroquias de París5 y comenzaban los problemas para servir bien a los pobres, providencialmente Vicente de Paúl conoce a la joven campesina de Suresnes, Mar­garita Naseau, quien se manifiesta dispuesta a ir a la capital para servir a los pobres enfermos de las Caridades. Su ejemplo fue contagioso y secundado por otras jóvenes que, siendo sencillas campesinas, están dispuestas a ayudar en los servicios más humildes a los pobres a cambio exclusivamente de lo necesario para vivir de forma austera. Eran recibidas por san Vicente y santa Luisa, siendo ésta quien las instruía en el espíritu y funcio­namiento de las Cofradías de la Caridad, en los cuidados a los enfermos, en la lectura y escritura, así como en una sólida vida cristiana. Estas chicas, antes de vivir con santa Luisa, estaban repartidas por las distintas parroquias, como pertenecientes a la Caridad parroquial y bajo la autoridad de la respectiva Dama, Superiora de la Cofradía, y del párroco y comienzan informal­mente a reunirse y juntarse. Su director espiritual era san Vicen­te (igual que del resto de los miembros de las Caridades) y man­tenían un contacto continuo con santa Luisa quien para ellas era un verdadero referente.

Como amiga, maestra y acompañante las apoyaba, enseñaba y ayudaba a discernir las motivaciones de su servicio a los pobres, que no debían ser otras que el deseo de honrar a Jesucris­to y ser totalmente de Dios».

  1. TEXTO: ESTRUCTURA Y CONTENIDO

2.1. Texto

A LUISA DE MARILLAC

Agosto o septiembre, hacia 1633

Señora:

La gracia de Nuestro Señor sea siempre con nosotros.

Acabo de recibir su carta que me ha hecho preocuparme por su salud, ya que temo que se ha expuesto demasiado pronto. En fin, ¡bendito sea Dios! Le suplico, señorita, en el nombre de Nuestro Señor, que haga todo lo posible por cuidarse, no ya como una persona particular, sino como si otras muchas tuviesen parte en su conservación.

Estamos en el día octavo de nuestro retiro; espero llegar al décimo, con la ayuda de Dios.

Creo que su ángel bueno ha hecho lo que me indicaba en la que me escribió. Hace cuatro o cinco días que ha comunicado con el mío a propósito de la Caridad de sus hijas; pues es cierto que me ha sugerido con frecuencia el recuerdo y que he pensado seriamente en esa buena obra; ya hablaremos de ella, con la ayuda de Dios, el viernes o el sábado, si no me indica antes otra cosa.

En cuanto a esa buena joven de Beauvais, no la envíe el jue­ves, por favor. ¿Estará capacitada para enseñar a las niñas de las aldeas? Es lo que necesita sobre todo. Nuestro Señor proveerá a todo, siguiendo los pasos de su Providencia en su vida. Hay que confiar en El y permanecer en paz.

¿Ha visto a algún médico? ¿Le parece bien que le envíe el nuestro? Disponga de nosotros.

Soy, en el amor de Nuestro Señor, señorita, su muy humilde servidor,

VICENTE DE PAÚL

Martes, a las dos.

2.2. Estructura y contenido

Comienza la carta con el saludo que con más frecuencia utili­zaba Vicente de Paúl cuando escribía a los misioneros y a las Her­manas: La gracia de Nuestro Señor sea siempre con nosotros.

Es una formula hecha pero en él, sin duda alguna, está cargada de la sinceridad de su deseo. En el encabezamiento encontramos un claro despiste, pues da a Luisa el tratamiento de señora, que sabemos no le correspondía. Y prueba de ser un despiste es que, en la misma carta, en dos ocasiones, la llama correctamente señorita.

En el contenido central de la carta, encontramos temas distintos:

En el primer párrafo leemos que acaba de recibir una carta de la Señorita y, por lo que en ella le dice, se queda preocupado por su salud creyendo que no se repone del todo; teme que se ha expuesto demasiado pronto, es decir, que sin terminar de superar sus problemas de salud se lanza de lleno a las tareas apostólicas, y recae. Tiene una expresión con la que manifiesta la aceptación de que sea así ¡en fin, ¡bendito sea Dios!¡, pero le suplica en el nombre del Señor, que haga todo lo posible por cuidarse, no como cualquier persona sino como de quien dependen otras muchas.

En el párrafo siguiente simplemente le dice el día de Ejerci­cios en que está, el octavo, y que espera llegar al décimo, con la ayuda de Dios.

En el tercer párrafo encontramos un asunto muy importante: el ángel bueno de Luisa ha comunicado con el de Vicente a pro­pósito de la Caridad de sus hijas. San Vicente reconoce que lo ha recordado con frecuencia y ha pensado seriamente en esa obra, que califica como buena.

Continúa la carta pidiéndole que no le envíe el jueves a esa buena joven de Beauvais (una de las que Luisa preparaba para que fueran maestras en los pueblos que los padres habían misio­nado). Le pregunta si estará capacitada para enseñar a las niñas de las aldeas, que es lo que más necesita. La anima a permane­cer en paz y a confiar, pues Dios proveerá de todo si se siguen los pasos de su Providencia. Posteriormente vuelve a interesarse por la salud de Luisa; le pregunta si la ha visto algún médico y sí le parece bien que le envíe el que tienen ellos (los padres de la Congregación de la Misión).

Al final se despide con la expresión: soy, en el amor de Nuestro Señor, señorita, su muy humilde servidor y concluye con la firma, día de la semana y hora en que fue escrita (martes, a las dos).

CEME

Cristina Calero H.C.

 

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