«Quitadle el millón y dádselo al que tiene diez; porque al que produce se le dará hasta que Ie sobre, mientras al que no produce se le quitará hasta lo que tiene». (Mt 25,28-29).
«La convivencia fraterna, que se alimenta continuamente de la misión, crea la comunidad para conseguir el progreso personal y comunitario, y para hacer más eficaz la obra de evangelización». (C 21,2).
La parábola de los talentos, citada arriba, ofrece una máxima que ha de ser tenida en cuenta por la comunidad de Misioneros y por cada uno de sus miembros, si quieren llegar todos a realizar el plan de Dios. De esta forma, la Comunidad como tal y cada uno en particular irán creciendo progresivamente, día tras día, mediante las gracias del Espíritu.
1. «Como ese pequeño grano de mostaza».
San Vicente nos propone, para progresar personal S’ comunitariamente, la fidelidad a Dios. Escuchemos sus palabras:
«Fijaos un momento en la gracia de Dios y cómo cuida de sus servidores. Creedme, no hay mejor que ser fieles a Dios y perseverar en el bien que hemos emprendido. «Como has sido fiel en lo poco te pondré sobre lo mucho» (Mt 25,21), dice Dios. Así pues, seamos fieles, fieles a la práctica de nuestras Reglas, fieles a la observancia de las santas costumbres de la Compañía; fieles a la observancia de las buenas obras que hemos emprendido, en una palabra, fieles en todas las cosas. ¿Y qué pasará entonces, hermanos míos? Pasará que día tras día iremos progresando en la virtud, como ese pequeño grano de mostaza que, a pesar de ser muy pequeño, con el tiempo llega a convertirse en un árbol grande; así espero que, si la Compañía es muy fiel en ejecutar puntualmente sus reglas y todas las ocupaciones que tiene encomendadas, irá avanzando poco a poco en las gracias de Dios; y si hoy, por ejemplo, uno practica un acto de virtud en un grado determinado, mañana lo practicará hasta el segundo grado, más tarde el tercer grado de perfección, y así es como irá creciendo poco a poco». (XI 270).
2. «¡Cuánta fuerza tiene el buen ejemplo!».
El Santo Fundador de la Misión solía conceder más fuerza persuasiva al ejemplo que a los mejores discursos; él se expresaba de esta manera:
«¡Cuánta fuerza tiene el buen ejemplo y cuánto bien hace en una Compañía el que es ejemplar! Por el contrario, el que empieza a relajarse, bien sea en la práctica de las virtudes, bien en la observancia de las Reglas, ¡qué peligro hay de que haga mucho mal si no se aparta cuanto antes de ese estado! Y lo mismo que los que son fieles progresan de día en día, por el contrario, los que se van relajando van bajando de grado en grado y llegan finalmente a caer, al no ser capaces de sostenerse en pie». (XI 271).
3. «Saber comprender lo que cada uno anhela».
Pablo VI, hablando a los religiosos sobre la sencillez acogedora que ha de caracterizar a las comunidades, dejó escrito:
«Aun siendo imperfectos, como todo cristiano, os proponéis, sin embargo, crear un ambiente apto para favorecer el progreso espiritual de cada uno de los miembros. ¿Cómo se puede llegar a esto, si no es ahondando en el Señor vuestras relaciones con vuestros hermanos, aun las más ordinarias? La caridad —no lo olvidemos—debe ser como una activa esperanza de lo que los demás pueden llegar a ser gracias a nuestra ayuda fraterna. El signo de su autenticidad se comprueba por la gozosa sencillez con que todos se esfuerzan por comprender lo que cada uno anhela». (ET 39).
- ¿Soy fiel a los compromisos contraídos, como medio de progreso personal y comunitario?
- ¿Me detengo a considerar los talentos que Dios me ha concedido para provecho de la Misión?
- ¿Me esfuerzo en crear un ambiente apto que favorezca el progreso espiritual y apostólico de cada uno de los miembros de la comunidad?
Oración:
«Señor y Padre nuestro, que has elegido a tus hijos como miembros de la Iglesia santa, concédeles que sus palabras y obras sean estímulo para todos los hermanos, y juntos progresen en la perfección y alcancen de Ti el premio de la eterna bienaventuranza. Por Jesucristo nuestro Señor».