Papel de la Hermana en el Equipo Misionero

Francisco Javier Fernández ChentoHijas de la CaridadLeave a Comment

CRÉDITOS
Autor: Monique Kharouf, H.C. .
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Experiencia y Reflexión sobre la Misión

En la historia de la Iglesia, el dinamismo misionero ha sido siempre un signo de vitalidad; la fe se confirma cuando se da.

Juntos, sacerdotes, Hermanas, laicos, somos enviados a nuestros hermanos para acompañarles en la búsqueda del sentido de su vida, en sus descubrimiento de Dios, para servirles con inteligencia y amarles con pasión. En un equipo misionero, cada miembro tiene su lugar, su función. Como Hija de la Caridad, comparto con vosotros mi pequeña experiencia como miembro de un equipo misionero, señalando el papel de la Hermana en la Misión y dentro del equipo misionero.

Hablo de una experiencia vivida con motivo de una misión en el verano de 1996, una misión de 15 días en dos pueblos vecinos, en el norte del Líbano: Bazoun y Kkerkade. El grupo formado por 27 jóvenes, 2 Padres lazaristas y 6 Hijas de la Caridad; nuestro local fue la antigua escuela del pueblo. Pobre materialmente, pero rico por la acogida de la gente y por su presencia.

Un campamento-misión: se trataba de dar testimonio de su fe, por medio de su vida, de su alegría, de su palabra y de su acción, y vivir un tiempo fuerte de progresión espiritual, en el ambiente comunitario de un equipo animado por un ideal evangélico.

Junto me ocupé, con dos chicas jóvenes, de un grupo de jóvenes del pueblo de 15 a 18 años. Tratamos varios temas: la moda, la TV y su influencia,. las sectas, el sacramento del matrimonio y el de la penitencia, las dificultades encontradas en su vida. Se dedicó también un tiempo a preparar los cantos de la misa y las veladas. Se organizó una salida, juntos. Una amistad vivida en la alegría y la sencillez.

Lo que la Hermana puede aportar a un equipo misionero y a la misión

  • Mi papel como Hijas de la Caridad, sierva de Dios y de los Pobres, es el de estar presente a aquel que tiene necesidad de un gesto, un aliento, de una mano. La Hermana hace de lazo de unión entre los miembros del grupo, las gente del pueblo y los sacerdotes. Reuniéndose y acompañando a los jóvenes, muchos de ellos pedían ver al sacerdote para pedirle un consejo y recibir el sacramento de la Penitencia.
  • Dentro del grupo, con frecuencia recurrían a la Hermana para sus necesidades materiales o espirituales: ante una dificultad, las jóvenes, sobre todo, se acercaban a la Hermana con confianza, felices de sentirse acogidas.
  • A ejemplo de María, en Cana, su función es seguir a Jesús y llevar hasta Él a los demás y esto por una atención continua a sus necesidades. Su naturaleza femenina, delicadeza, ternura, prudencia y atención, favorecen la relación con los demás de forma sencilla y auténtica. Muchos jóvenes de ambos sexos, sobre todo los que forman parte del grupo misionero, expresan su necesidad de hablar con la Hermana para contarle una dificultad, hacerle algunas preguntas puntuales sobre «cuestiones de orientaciones para su vida, matrimonio, problemas con los padres, en sociedad, búsqueda de un sentido para su vida, se comparten muchas inquietudes y preocupaciones». Yo traté de organizar mi tiempo de modo que pudiera estar a la escucha de estos jóvenes, esta presencia discreta a su lado me permitió descubrir la importancia de estos momentos de intercambio y de encuentro durante la misión.
  • La presencia de la Hermana es eficaz en particular para las visitas de las gentes en sus casas, ella facilita la entrada del sacerdote y de los otros miembros del grupo misionero. Las visitas a las familias crean contactos humanos, me permitieron descubrir sus aspiraciones y sus necesidades. En estas misiones, las gentes nos dicen: «Quedaros con nosotros, educar a nuestros hijos, ayudarnos a conocer nuestra religión. Todo lo que nos decís nos hace bien». ¡Que sed de conocer mejor a Cristo!. En el momento de las despedidas, algunas lágrimas testimonian los lazos creados y la alegría de la presencia de Cristo en medio de los suyos durante toda la misión.
  • De hecho, la presencia de la Hermana es a la vez la de «María y Marta». Una vida de oración que se traduce en el servicio, en la caridad concreta. Ella está atenta al grupo y le ayuda a preparar la atmosfera que se traduce por la oración en común y el compartir los servicios humildes; echando una manos.
  • La presencia de la Hermana es un testimonio de la alegría de una vida consagrada, de la pertenencia a la Iglesia, a la Compañía, y a los pobres, de un compromiso de vida en el don y en el servicio, de una «respuesta de amor a una llamada de amor» C. 26. Su vida y su servicio hacen cuestionan a su alrededor. Durante la misión, se plantearon diversas cuestiones sobre el sentido de la vocación, me reuní con las jóvenes que se atrevieron a hablar de su búsqueda de una vida de compromiso, expresaron también su inquietud frente a la exigencia de una vida consagrada. La presencia de la Hermana entre ellos fue ocasión de compartir sus deseos y sus inquietudes, así como la esperanza cristiana que les empuja, a pesar de todo, a querer crear una «civilización del amor» como le gusta repetir al Papa Juan Pablo II.

Problemas encontrados

Como Hija de la Caridad, las dificultades encontradas provenían, no de mi persona o de mis contactos, sino las sentidas y vividas por el grupo en cuanto tal, a saber:

  • Dificultades provenientes del párroco del lugar. Aunque ellos habían aceptado la misión en su pueblo, algunos sacerdotes fueron obstáculo cuando se dieron cuenta del impacto del grupo sobre sus feligreses; de ahí, a veces, una lucha de poder; ellos creían que perderían su puesto o su autoridad.
  • Dificultades en el grupo. A veces, algunos miembros del grupo no son muy conscientes de su compromiso misionero, y existía el riesgo de que fueran causa de desunión o indiferencia pudiendo ejercer una mala influencia en la vida del grupo y ser nocivo para la misión; felizmente todo se arregló a partir de la reflexión y de la revisión en común.
  • Dificultades provenientes de las personas a las que se dirige la misión. Algunos jóvenes se desinteresaban de las cuestiones importantes de la fe en Cristo, otros se distanciaban y rehusaban la invitación a tomar parte en la misión, nosotros, de todas formas y respetando su libertad, tratamos de ponernos en contacto personal con ellos, para animarles a participar en nuestros encuentros.

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Una vida auténtica, atractiva, un testimonio de vida, de compartir, de alegría, es muy necesario hoy día para las gentes que nos rodean y sobre todo para los que abandonan la Iglesia.

La Evangelización, no es ante todo un programa o un discurso, es una presencia, un compromiso y apertura a Cristo.

Gracias Señor, pues vivir estos tan ricos de misión, entre nuestros hermanos más necesitados es una gracia, he comprendido mejor que cada persona, cada hombre, que todo hombre tiene su función, y su responsabilidad en la extensión del Reino en el mundo de hoy.

Juntos, continuemos el camino, llenos de confianza, para, como dice San Vicente «Hacer cada vez más y más».

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