Antropólogos y psicólogos sostienen que la persona se construye, al menos especialmente, por sus relaciones y encuentros con otras personas. La urdimbre de relaciones vitales deciden y sustentan la personalidad.
Antonio Portail se encuentra con Vicente de Paúl siendo éste párroco de Clichy y caminarán juntos, apoyándose el uno al otro durante cuarenta y cinco años. Esa relación — personalizante — entre Vicente y Portail no se detiene entre ellos dos: los dos viven intensamente una relación superior con Dios, que toma la iniciativa de sus vidas y los lleva por caminos insospechados. No se puede entender a Portail sin San Vicente. Tampoco a San Vicente sin sus colaboradores, con Portail siempre en primera fila. Desde pronto se convierte en el hombre de confianza de Vicente. Y Portail pone toda su confianza en él. Muchos años más tarde expresará el motivo de su adhesión y admiración: dirá que «el Señor Vicente era una de las imágenes más perfectas de Jesucristo que había conocido en la tierra».1
Interiormente Vicente de Paúl está a la sazón viviendo un proceso crucial de conversión que cambia radicalmente el curso de su vida. Como una revelación de Cristo y de los pobres y de sí mismo, que parte su vida entre un antes y un después. Mantendrá siempre la certeza de que viene de Dios el impacto de algunos acontecimientos fundantes de su carisma y de su movimiento a favor de los pobres…
Portail se une a Vicente en esa progresiva aventura. Son los dos primeros en ir descubriendo en esos acontecimientos el horizonte en que Dios se junta con los pobres. Clichy, Chatillón, Folleville… les van urgiendo el encuentro de sí mismos con el Dios-en-los-pobres y con los-pobres-en-Dios.
Antonio Portail nace en Beaucaire, diócesis de Arlés, el 22 de noviembre de 1590. Hacia 1612, estudiante de la Sorbona, entra en el grupo de aspirantes al sacerdocio que dirige Vicente en Clichy. Serán ya dos vidas paralelas que sólo separará la muerte.
La parroquia de Clichy se puede considerar como un ensayo de lo que será la obra de Vicente de Paúl. En Clichy se gesta el embrión de todas las futuras realizaciones vicencianas. 1617 es un año clave para todo el movimiento vicenciano. Vicente está plenamente dedicado a las misiones, pero el 25 de enero se siente traspasado por la experiencia de Folleville: dirá que es el nacimiento de la Congregación de la Misión. En mayo es párroco de Chatillón y descubre la potencia de la caridad bien organizada. Al final del año vuelve junto a la familia de Gondi, con el compromiso de dar misiones en todas sus tierras.
Vicente va introduciendo a Portail en su propia acción apostólica desde antes de su ordenación sacerdotal. Cuando Vicente vuelve de Chatillón, consigue que Portail sea su ayudante en la educación de los hijos de Gondi. Portail se hospeda en el barrio de San Honorato, en la casa habilitada para los galeotes como albergue y prisión. A estos rudos hombres condenados a galeras dedica las primicias de su apostolado. Al lado de Vicente los alivia y evangeliza. En 1622, Vicente va a Marsella como capellán real de las galeras y deja a Portail como su lugarteniente en París. Ordenado sacerdote en 1622, continúa su ministerio con los galeotes hasta trasladarse a vivir en Bons-Enfants en 1624.
«Íbamos, buena y sencillamente, a evangelizar a los pobres, como hacía nuestro Señor»
San Vicente y Portail son las raíces del árbol de la familia vicenciana. Los dos, con un sacerdote diocesano forman la primera terna de misiones. Está naciendo algo nuevo en la Iglesia y están absolutamente convencidos de que es algo de Dios. Mucho más tarde recordará con nostalgia Vicente: «Nosotros íbamos, buena y sencillamente, enviados por los señores obispos, a evangelizar a los pobres, como hacía nuestro Señor. Esto es lo que hacíamos, y Dios iba haciendo lo que había previsto desde toda la eternidad. Dio su bendición a nuestros trabajos; y al verlo, se nos unieron algunos buenos eclesiásticos y nos pidieron que les recibiéramos… ¡Oh Salvador! ¿Quién hubiera pensado jamás que las cosas llegarían a la situación actual? Si entonces me lo hubieran dicho, habría creído que se burlaban de mí; sin embargo, así era como Dios quiso dar comienzo a la Compañía. Y bien, ¿llamaréis humana a una obra que nadie había pensado? Pues ni yo, ni el pobre padre Portail lo habíamos pensado; ¡Ay!; estábamos muy lejos de pensar en esto».2
Portail se encarga de las catequesis en las misiones: es un hombre tímido. En 1630, en la misión de Croissy, sube por primera vez a predicar desde el púlpito: ¡con cuarenta años de edad y dieciocho al lado de Vicente! Éste le felicita por ello (aunque «ha comenzado usted tarde») y pide al Señor que bendiga todo lo que predique desde allí y que cumpla el deseo que le ha manifestado Portail de ser ejemplar en la Compañía).3
A Portail se le pueden seguir los pasos a través de la correspondencia con San Vicente. Se le encuentra en misiones, por ejemplo, compañero y quizá como contrapeso, del Padre Antonio Lucas, joven e impetuoso al límite de la prudencia. También Portail tiene su genio y San Vicente le escribe: «Espero un gran fruto de la bondad de Nuestro Señor si la unión, la cordialidad y el apoyo mutuo reinan entre ustedes dos […] Y como es usted el de más edad, el segundo de la compañía y el superior, sopórtelo todo, repito todo, del buen señor Lucas; repito una vez más: todo; de forma que, cediendo de su superioridad se una usted a él en caridad. Ese fue el medio con que Nuestro Señor se ganó y dirigió a los apóstoles, y el único con que logrará algo con el señor Lucas. Así pues, tolere su humor; no le contradiga jamás de momento; pero adviértale cordial y humildemente después».4
Más tarde, 1635, la confianza que tiene en Portail y las intemperancias de Antonio Lucas dan origen a la quizás más bella carta de San Vicente: dirigida a Portail, corrige a Lucas: «Acuérdese, padre, de que vivimos en Jesucristo por la muerte en Jesucristo, y que hemos de morir en Jesucristo por la vida de Jesucristo, y que nuestra vida tiene que estar oculta en Jesucristo y llena de Jesucristo, y que, para morir como Jesucristo, hay que vivir como Jesucristo». De esta vida en Cristo deduce las actitudes personales para que los misioneros sean creíbles y la misión produzca sus frutos auténticos (y no se quede en ruidos y fanfarrias).5
En esta época, Portail está fuertemente dedicado a dar misiones en diversos lugares y mantiene frecuente correspondencia con San Vicente. Portail le da cuenta del fruto de las misiones y Vicente le da consignas para su propia acción y para que «tenga cuidado de la dirección del equipo».6 Asimismo le tiene al corriente de las noticias de San Lázaro y de la Compañía.7
En 1631 en San Lázaro comienza la preparación de los ordenan-dos al sacerdocio y al año siguiente se abren las puertas también a los sacerdotes y a los seglares que desean hacer los Ejercicios Espirituales. En Portail, encuentra Vicente «un maestro: en él brillan su enseñanza sólida y piadosa y el ejemplo de virtudes sacerdotales». Para este ministerio traduce al francés el libro de meditaciones de Busée y lo enriquece notablemente con nuevos temas y anotaciones para ejercitantes y directores. Su introducción es una obra maestra.8
Collet dice que Portail hizo muy buenos estudios en la Sorbona y que escribe «perfectamente bien», pero que sobresale en la humildad.9 En 1643, al principio del curso, San Vicente da una conferencia a los estudiantes. El autor de la semblanza de Portail en «Notices…» cree que, sin nombrarlo, todos los oyentes reconocían «los rasgos de este humilde y sabio misionero», Portail.10 «Aunque todos los sacerdotes estén obligados a ser sabios, nosotros estamos especialmente obligados a ello, en virtud de los ejercicios y ocupaciones que nos ha dado la divina providencia, como son los ordenandos, la dirección de los seminarios eclesiásticos y las misiones… [Pero] los que eran sabios y humildes formaban el tesoro de la compañía, lo mismo que los buenos y piadosos doctores son el mejor tesoro de la iglesia».11 Portail es para San Vicente uno de esos tesoros, su brazo derecho en todas las obras importantes que emprende.
«No sé cómo se hizo todo esto…»
«¿Habíamos pensado alguna vez en las tareas de la compañía, por ejemplo, en los ordenandos, que son el depósito más rico y más precioso que la Iglesia podía poner en nuestras manos? Nunca se nos había ocurrido. ¿Habíamos pensado alguna vez en la cofradía de la caridad? ¿Cómo llegamos a la idea de recoger a los pobres niños abandonados? No sé cómo se hizo todo esto; por mi parte, no puedo daros ninguna explicación. Aquí está el padre Portail, que os puede asegurar que en lo que menos pensábamos era en todo esto».12
El 17 de abril de 1625 nace oficialmente la Congregación de la Misión a la sombra y protección de la familia Gondi: la componen dos personas, que firman el acta de fundación: Vicente de Paúl y Antonio Portail. Pronto se les unen otros sacerdotes y va creciendo intensiva y extensivamente la acción misionera. La misión se sustenta sobre la predicación y el establecimiento de las cofradías de la caridad como su fruto permanente. Y vendrán la obra de los ordenandos, los ejercicios espirituales, las conferencias de los martes, las grandes gestas de caridad en las regiones devastadas por la guerra…
Desde pronto, San Vicente se propone asegurar la estabilidad de la Congregación y se le vienen encima tres enormes retos: las respectivas aprobaciones de la Compañía, de los votos y de las Reglas y Constituciones. Tres carreras de obstáculos de largo alcance que se entrelazan, se estorban y se complementan. La concepción vicenciana de la comunidad y de los votos rompe esquemas tradicionales y suscita oposiciones, pequeños avances y rechazos. Pero está firmemente convencido de que su intuición viene de Dios: muy importante, porque va a necesitar mucha fuerza para afrontar las dificultades internas y externas que va a encontrar en los próximos treinta años. Increíble, el tesón indesmayable de Vicente y los suyos hasta conseguir las aprobaciones pontificias. Y todo, al tiempo e impulso en que la Compañía va modelando su estructura interna, espiritual y jurídica, y se despliega apostólicamente.
En sintonía con San Vicente, Portail se encuentra en primera fila de trabajo en los tres frentes. Los biógrafos de San Vicente destacan que Portail «había sido desde Clichy y lo iba a ser hasta la muerte de ambos en 1660, su brazo derecho sobre todo en los asuntos relativos a su propia Compañía y a la de las Hijas de la Caridad» (Corera). «Había sido el primero en asociarse a él para la Misión, el primer Sacerdote de su Congregación; fue el secretario y el primer Asistente de ella, y quien más le había ayudado en el gobierno de la Congregación, y en quien depositaba mayor confianza» (Abelly). Román lo presenta como «incondicional en todas las vicisitudes de la historia de la Misión, confidente de todas sus preocupaciones y consejero de todas sus dudas».13
En 1642 se abre la etapa más fecunda de Portail. Su nombre aparece mucho en los documentos de la Congregación y la correspondencia vicenciana. San Vicente convoca la primera Asamblea General. En ella renuncia como Superior General y es reelegido. Portail es nombrado primer Asistente y Secretario del General. El objetivo de la Asamblea fue estudiar las Reglas y Constituciones de la Congregación. Después de 18 sesiones, ante la multitud de enmiendas y observaciones, se nombra una comisión de cuatro miembros, con Portail a la cabeza, para la redacción definitiva. Demuestra ser un hombre inteligente, preparado, trabajador y dialogante.
La comisión no se mete en una secretaría para elaborar las Reglas y Constituciones. Éstas no serán producto preconcebido de laboratorio. Serán la expresión de la vida de los misioneros, como si se exprimiera la experiencia de treinta años de vida de la creciente Compañía. En 1651 vuelve el tema de las Reglas y Constituciones a la segunda Asamblea General. En 1655 se obtiene de la Santa Sede su aprobación. Pero todavía se limarán detalles y no se entregarán editadas hasta 1658. Ha sido una elaboración lenta, pero San Vicente podrá decir que «la calma con que hemos procedido […] ha hecho que la Congregación se acostumbrase poco a poco y suavemente a practicarlas antes de verlas impresas. Nada encontraréis en ellas que no lo hayáis practicado desde hace mucho tiempo, con gran consuelo nuestro y mutua edificación de todos».14
«La práctica (y aprobación) de los votos recorrió un camino paralelo al de las Reglas y, en cierto sentido, más difícil y accidentado».15 La intuición vicenciana rompe moldes jurídicos y tradicionales: lucha por una congregación de sacerdotes del clero secular, pero que formen comunidad; y que tengan unos votos que los vinculen a la comunidad, pero que no los hagan religiosos y gocen de la exención de los obispos. Encuentra oposición dentro y fuera, se suceden los intentos y los rechazos.
La Asamblea de 1651 privilegia el estudio de los votos en arduas sesiones. También interviene Portail. Tiene una opinión conciliadora, aceptando incluso que los votos se hagan voluntariamente, pero finalmente se adhiere a la opinión de San Vicente. Finalmente se hace preciso recurrir a la Santa Sede para la aprobación y se encomienda a Portail realizar gestiones pertinentes.
Al mismo tiempo que las Reglas se recibe la aprobación de los votos simples en 1655. San Vicente lo anuncia el 31 de diciembre. Y el 25 de enero de 1656, Portail escribe tres documentos: uno, el acta de emisión de los votos como acaban de ser aprobados, con su propia firma después de la de San Vicente; en segundo lugar, la fórmula de los votos y en tercer lugar la explicación del peculiar voto de pobreza.
«Celoso y sabio Visitador»16
En 1642, 17 años después de su fundación, la Congregación tiene 10 Casas. En los tres años siguientes se produce una gran expansión: se establecen once nuevas Casas. En 1646 San Vicente cree necesario sintonizar las comunidades con el orden y espíritu que reina en San Lázaro, y envía a Portail para visitarlas como su «alter ego».17 Él ha vivido en su propio ser el nacimiento y el desarrollo del carisma. Vive profundamente su vocación y más que sus palabras mueven su persona y su vida.
A principios de marzo 1646 parte de París y no volverá hasta tres años y seis meses después, en septiembre del 1649. San Vicente le da un auténtico programa de revisión18 y los dos se intercambian frecuente comunicación de resultados, orientaciones y ánimos. Algunas visitas duran hasta tres meses. Portail interviene en las misiones y actividades de las comunidades. Convive con los misioneros. En varias ocasiones San Vicente felicita al Visitador por su sabia gestión y por las bendiciones que recibe para organizar las comunidades. Y le marca el ritmo de las visitas, — no conviene prolongarlas demasiado19 — «ya que le esperan en otros lugares con paciencia y con ansia, sobre todo en Roma, adonde ruego a Nuestro Señor que le conduzca y le siga protegiendo con las mismas gracias, para ordenarlo todo según su beneplácito, en lo que le queda por hacer, lo mismo que en lo que ya ha hecho». Y una y otra vez le abre el corazón: Que Dios «le conserve a usted para quien su divina bondad me da sentimientos extraordinarios de estima y de afecto».20
Una carta de San Vicente, de julio de 1646, puede dar una idea de lo que Portail es para él y de su prestigio en la Compañía, como para llevar a cabo las gestiones que le confía: Le pone al corriente de destinos y noticias. Le dice que piensa como él en contra de algunos detalles de las Hijas de la Caridad y «hará usted bien en poner un poco de moderación». Y lo más significativo: «Me parece que deberá usted retrasar los votos de los padres Gobert y Lucas (Santiago)… A su pregunta sobre la manera de obrar con el padre du Coudray, no puedo darle mejor consejo que el de la mansedumbre y la humildad; pero, después de esto, le ruego que no tenga miedo de nada. Nuestro Señor bendecirá todo lo que usted haga, y espero que encontrará usted la misma facilidad que en otras ocasiones para introducir ahí las prácticas de la compañía y desterrar las que no son propias de ella; y podrá usted recortar un poco sus facultades en la cuestión del cambio de consejeros, como con los demás superiores. En fin, será menester que todo se haga uniformemente en cuanto se pueda».21
Cuando vuelve a San Lázaro después de tan larga ausencia, la comunidad le hace un caluroso recibimiento, prueba del afecto y aprecio del cohermano. El P. de la Fosse le dedicó un largo poema en latín de más de ochenta versos.22
Venimos observando desde el principio que la relación con San Vicente fue sin duda decisiva en la personalidad de Portail. Pero no quedó menguada. La enriqueció, expandió sus mejores cualidades. Santa Luisa dijo a las Hermanas que San Vicente tenía un don especial de Dios para conocer y dirigir a las personas por los caminos que Dios pide a cada uno, a diferencia de otros directores que dan su propia dirección y no la de Dios.23 Santa Luisa es un buen ejemplo de ello. Y Portail también. Mirando los dos a Dios, a la voluntad de Dios, San Vicente hizo dar a Portail lo mejor de sí mismo.
«La perfección que Dios pide a toda la Compañía requiere su dirección y sus directrices»
Merece capítulo aparte entrever a Portail como primer Director de las Hijas de la Caridad, también a partir de 1642. Portail aparece como un hombre de exquisita madurez espiritual, que camina entre dos santos enteramente comprometidos con Dios y con los pobres y, al parecer, con el mismo ritmo que ellos. Con la confianza y la obediencia humilde hacia los santos y con el aprecio y confianza de los dos. Consulta y es consultado. Con ellos va al paso de la voluntad de Dios como norma suprema. El Superior General dirige los Consejos y las conferencias semanales a las Hijas de la Caridad: Portail asiste, se le pide su opinión, y cuando San Vicente llega tarde o se ausenta, Portail toma el curso de la sesión con toda naturalidad. Está tan compenetrado con el espíritu de Vicente, que la doctrina presenta las mismas constantes fundamentales.
San Vicente se mantiene más en la dirección general. Portail parece mantener más relación personal con las Hermanas. Durante la larga ausencia de tres años y medio visitando las Casas de la Misión, Luisa le escribe con frecuencia manifestándole «la necesidad que las Hijas de la Caridad tienen de su regreso… Porque estoy persuadida de que la perfección que Dios pide a toda la Compañía requiere su dirección y sus caritativas directrices. Ciertamente su prolongada ausencia ha sido muy penosa para nosotras… Venga pronto, señor, para ayudarnos a adquirir esa perfección…».24 «Tengo que decirle en verdad que toda la Compañía siente mucho su ausencia, cada día la sentimos más».25
En un momento determinado surge un malentendido entre Portail y Luisa. Esta le explica la intención de su carta.26 Portail le asegura que pondría las manos en el fuego por afirmar que ella ha obrado bien. En ocasiones, viene a decirle, los santos pueden no estar de acuerdo, pero por eso no se rompe la caridad.27
En la frecuente correspondencia, Portail y Santa Luisa se demuestran mutuamente aprecio, confianza y respeto a la propia autonomía. Durante esa «prolongada ausencia» de París, Portail hace numerosas visitas a las Hermanas, de las que da detalles a Santa Luisa. Ella agradece en nombre propio y de las Hermanas las cartas de Portail, que «las llena de alegría y consuelo… y hasta con lágrimas endulzadas por la esperanza de verle pronto y por largo tiempo».28 Portail le responde que «cree firmemente que su Instituto es verdaderamente de Dios y es gobernado por su mano, como haría un buen Padre con sus hijos más queridos».29
En Angers deja a las Hermanas una extensa ordenanza de la Visita, todo un reglamento de 23 puntos: que «leerán o escucharán cada mes y en lo posible lo practicarán y tomarán como tema de oración».30 A Santa Luisa le promete con frecuencia que ofrece la santa misa por las Hijas de la Caridad, «para que Dios las conserve, las llene de coraje, las fortalezca y santifique más y más en los ejercicios de su santa vocación».31 A muchas Hermanas sigue dirigiéndolas todavía a medio año de su muerte con enjundiosas cartas:32 después de aconsejar puntualmente a una de las Hermanas le dice que ofrecerá la santa misa al Señor, «para que Él sea su guía, su consolación, su fuerza, su coraje y un día su recompensa en el cielo, después de haber combatido dignamente y sufrido por su amor».33
Nos será más útil en el cielo…
Desde el principio de 1660, se siente fatigado. Suspende las visitas regulares a las Hermanas. El 14 de febrero, tras una enfermedad de nueve días, Portail se adelanta a Santa Luisa y a San Vicente en ir al cielo. «San Vicente, escribe Collet, ha perdido a Antonio Portail, sacerdote de verdadera valía, de una humildad profunda, de una caridad ejemplar, que estuvo unido a nuestro santo desde los tiempos en que vivió en la casa de Gondi, es decir, durante más de cuarenta y cinco años. Había rendido a la Congregación servicios esenciales, ha sido secretario y primer asistente, director de las Hijas de la Caridad, lleno del espíritu de su buen padre, presto a aliviarle en infinidad de ocasiones en que un hombre de confianza es un gran recurso».34
San Vicente comunica el cinco de marzo la muerte del Padre Portail al Padre Desdames, en Varsovia. Nos quedamos con este último homenaje al primer compañero, mejor discípulo y entrañable amigo: «Padre: Ha querido Dios privarnos del buen Padre Portail. Murió el sábado, 14 de este mes, que era el noveno día de su enfermedad; comenzó con una especie de letargo que siguió con fiebre continua y espasmos. Después tuvo la conciencia y el habla bastante libres. Siempre había tenido miedo de morir, pero al ver acercarse la muerte, la consideró con paz y resignación y me dijo varias veces, cuando le visitaba, que no le quedaba ninguna huella de sus temores pasados. Terminó como había vivido, usando bien de sus sufrimientos, practicando las virtudes, deseando honrar a Dios y consumir sus días, como Nuestro Señor, en el cumplimiento de su voluntad. Fue uno de los dos primeros que trabajaron en las misiones y contribuyó siempre a las demás ocupaciones de la compañía, a la que rindió notables servicios, de forma que habríamos perdido mucho en su persona, si Dios no dispusiese todas las cosas para nuestro mayor bien y no nos hiciese encontrar nuestro beneficio donde creemos recibir algún daño. Hay motivos para esperar que ese servidor suyo nos será más útil en el cielo que lo hubiese sido en la tierra. Le ruego, Padre, que cumpla con él los deberes acostumbrados».35
…epílogo-prólogo
Antonio Portail, Luisa de Marillac y Vicente de Paúl, tres vidas trenzadas: entre sí y con Dios y con los pobres. En 1660 escucharon los tres, directamente de Cristo, la Gran Vocación: «Venid Benditos de mi Padre…». Este año 2010, junto a millones de hombres y mujeres del cielo y de la tierra, — condiscípulos y pobres —, celebran los tres su 350 Aniversario de Gloria.
- ABELLY, Vida el venerable siervo de Dios, Vicente de Paúl, CEME, p. 608.
- Notices sur les pretres, clercs et frères défunts de la Congrégation de la Mission, I Les premiers compagnons de S. Vincent: Antonio Portail, p. 5 (en adelante citaré: Notices… I, p. xx).
- SVP ES I, 150-151.
- SVP ES I, 174.
- SVP ES I, 319-320.
- SVP ES I, 229-232.
- SVP ES I, 365; II, 160…
- Notices… I, pp. 10.13-15.
- Notices… I, pp. 10.13-15.
- Notices… I, p. 9.
- SVP ES XI, 50.
- SVP ES XI, 327.
- -(J. CORERA, Vida del Señor Vicente de Paúl, CEME, p. 129). (ABELLY, Vida del venerable siervo de Dios, Vicente de Paúl, CEME, p. 218). J.Mª ROMÁN, San Vicente de Paúl, BAC, 1982, p. 663.
- SVP ES X, 461.
- J.Mª ROMÁN, o.c., p. 323.
- Notices… I, p. 54
- Notices… I, p. 10.
- Notices… I, pp. 30-31.
- SVP ES III, 108.
- SVP ES III, 116.119… (Cartas de 1 y 8 de diciembre de 1646).
- SVP ES II, 529-533.
- Notices… I, pp. 69-75.
- Cf. Vincentiana, Septiembre-Octubre 2009, pp. 398-399 (cita «La Compañía de las Hijas de la Caridad en sus orígenes. Documentos», Documento 822, p. 819).
- Santa LUISA, Correspondencia, Carta 197, pp. 203-204.
- Santa LUISA, Correspondencia, Carta 149, p. 151.
- Santa LUISA, Correspondencia, Carta 568, pp. 656-657.
- Notices… I, pp. 77-78.
- Santa LUISA, Correspondencia, Carta 287, p. 284.
- Notices… I, p. 69.
- Notices… I, pp. 42-47.
- Notices… I, p. 61.
- Notices… I, pp. 89-92.
- Notices… I, p. 91.
- Notices… I, pp. 92-93.
- SVP ES VIII, 245-246.