Novena a la Medalla Milagrosa: Día 9, Devoción y culto a María

Francisco Javier Fernández ChentoVirgen MaríaLeave a Comment

CRÉDITOS
Autor: Vicente de Dios, C.M. · Año publicación original: 1986.
Tiempo de lectura estimado:

Introducción

Canto:

Oh María, sin pecado concebida,
ruega por nosotros que recurrimos a ti.

Saludo:

El Dios de la paz os santifique cumplidamente y que todo vuestro ser, el espíritu, el alma y el cuerpo, se conserve sin mancha hasta la Venida de nuestro Señor Jesucristo (1 Tes 5, 23).

Monición introductoria:

Hermanos: Hoy es el último día de la Novena de Celebracio­nes que hemos venido ofreciendo en honor de la Santísima Virgen María. Múltiples sentimientos y resoluciones llenarán sin duda nuestro corazón. Debemos concretarlas en algo verda­dero que agrade a nuestra Madre del cielo y en una mayor decisión de amarla y servirla según la voluntad de su Hijo y de la Iglesia.

A ello nos ayudarán las consideraciones de hoy, a saber: los prodigios obrados por la santa Medalla y el culto mariano que ella urgió en todo el mundo. Podemos decir que la Medalla Milagrosa fue la semilla de Lourdes, de Fátima y del avivamien­to de la devoción a María en la Iglesia, no sólo en su difusión popular sino sobre todo en su precisión teológica.

«Levantemos el corazón», hoy de manera especial. Alegré­monos y bendigamos al Señor.

Lectura ambiental:

Monición: Escuchemos el relato de la expansión de la Meda­lla y de una notable conversión, que fue el comienzo de otros muchos prodigios que dieron a la Medalla el nombre de Mila­grosa.

Lectura del Proceso Canónico
sobre la conversión de Alfonso Ratisbona:

Apenas la Medalla comenzó a divulgarse, comenzó tam­bién, inmediatamente, a ser venerada por los fieles como prácti­ca muy agradable a la Madre Santísima, primero en Francia, y después, con la aprobación de los obispos, en toda la tierra.

Y la causa de esta reverencia y confianza siempre en aumento, fueron los muchos prodigios que se realizaban bajo los auspicios de la Virgen, tanto en curar las enfermedades corporales, como en librar a las almas del pecado.

Entre éstos, el más digno de ser recordado es el que aconte­ció a Alfonso Ratisbona el año 1842, comprobado por legítimo testimonio de la autoridad eclesiástica.

Nacido de padres judíos en Estrasburgo, Alfonso, en viaje hacia Oriente, se había detenido en Roma. Y allí se hizo amigo de un hombre de la nobleza, convertido de la herejía al catoli­cismo. Este, compadecido del joven judío, hizo lo que pudo por convertirle a la verdadera religión de Cristo; y no consiguiendo nada con sus palabras, le pidió que por lo menos llevase la Santa Medalla de la Madre de Dios pendiente del cuello.

Mientras tanto, se ofrecían oraciones por él a la Santísima Virgen. Esta no quiso retrasar mucho su ayuda, pues, habiendo entrado fortuitamente Alfonso en el templo de San Andrés, llamado vulgarmente «delle Fratte», de repente comenzó a oscurecerse ante su mirada todo el templo, excepto la capilla de San Miguel Arcángel, de donde provenía una luz mucho más refulgente. Y cuando, sobrecogido de miedo, trata de apartar la vista, he aquí que la Virgen María se le aparece, con suave semblante, y con el mismo vestido que lleva en su Medalla.

El se apartó entonces del judaísmo, confesó como verdadera la religión católica, que poco antes detestaba, y la abrazó de todo corazón.

Oración: Oh Dios, que por misterioso designio de tu Provi­dencia, quisiste que la bienaventurada Virgen María llevara al Autor de la gracia y la asociaste al misterio de la Redención humana: te rogamos que ella nos obtenga, con sus súplicas, abundancia de gracias y nos conduzca a la salvación eterna. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

Liturgia de la Palabra

Primera lectura:

Monición: Los Hechos de los Apóstoles nos cuentan los milagros y prodigios que éstos realizaban en la Iglesia primiti­va. Y que no han terminado para los que tienen fe, como lo atestigua la Medalla Milagrosa.

Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles: 5, 12-16

Salmo responsorial (cantado o proclamado):

SEÑORA, PIDE UN MILAGRO A CRISTO,
COMO EN CANA.
LOS POBRES SON YA MAS POBRES;
SON MUCHOS, NO TIENEN PAN.

  • Por Cristo, Virgen María, sin culpa fuiste a nacer;
    sin Cristo hay injusticias, se oprime, no existe fe.
  • Con Cristo son muchas gracias que al hombre le quieres dar,
    sin Cristo hay muchas manos abiertas sin alcanzar.
  • Estrellas son mundo nuevo, con Cristo pronto vendrá;
    sin Cristo el mundo es viejo, se odia y no hay paz.
  • María, unida a Cristo, ofreces liberación.
    Los pobres alzan sus voces, te piden resurrección.

Aclamación antes del Evangelio:

ALELUYA, ALELUYA. Ellos salieron a predicar por todas partes, colaborando el Señor con ellos y confirmando la Pala­bra con las señales que la acompañaban. ALELUYA, ALELUYA.

Evangelio:

Lectura del santo Evangelio según San Marcos: 16, 14-20

Homilía:

  • A partir de las lecturas de este día se puede tratar directamente el tema de los milagros, y menos directa­mente, pero también, el tema del verdadero culto y devoción a la Virgen María.
  • Sobre los milagros:
    • su posibilidad y existencia…
    • su condición de «signo», de «señal»: su contenido y finalidad.
  • Sobre el culto:
    • ver sobre todo la «Marialis Cultus» de Pablo VI:
      • a) Introducción
      • b) El culto a la Virgen María en la Liturgia
      • c) Para una adecuada renovación de la devoción mariana:
        • dimensión trinitaria, cristológica y eclesial del culto a María
        • cuatro orientaciones en ese culto: bíblica, litúrgica, ecuménica y antropológica.
      • d) Dos ejercicios piadosos: el Rosario y el Angelus.
      • e) Valor teológico y pastoral del culto a la Virgen.
    • Ver también la Constitución sobre la Sagrada Liturgia (n. 103: razones cristológica y eclesiológica del culto litúrgico a María) y la Lumen Gentium, (particular­mente los nn. 66-67…).
  • Sobre maximalismos y minimalismos (sit venia verbis): «Es verdad que la devoción popular tiende a corromper­se. Pero la pureza de la antidevoción puede corromperse también y más sutilmente… Existe una superstición fina e insidiosa que toma la pureza por objeto… Puede existir un triunfalismo del publicano, un triunfalismo del no triunfalismo… Esto nos viene a decir una vez más que es supersticioso todo aquello que no está superado» (Jean Guitton, «La superstición superada -Rue du Bac», Ed. Ceme, Salamanca 1973, p. 126).
  • Sobre la religiosidad popular:
    • Religiosidad es el impulso de la persona o grupo humano hacia el Creador, es un intento del hombre por tomar contacto con Dios. Esto no es malo. Criti­camos fácilmente las velas, mandas, peregrinacio­nes, etc., pero conviene ahondar más. Los gestos exteriores son expresión de algo más profundo, de la explicación que el hombre busca según sus alcances de su origen, destino, sentido («la dimensión del hombre frente a la ultimidad»: Fries)… La religiosi­dad tiene mucho que ver con la fe, es por lo menos su preparación, su «inicio». Es un error contraponer­las en vez de relacionarlas…
    • Popular. Se refiere al pueblo cristiano sencillo y po­bre, que carece de oportunidades de graduarse en teología, pero que no obstante tiene «su» cultura. Oscar Lewis define la «cultura de la pobreza» no como una subcultura de una cultura superior, sino como una cultura propia, con su propio sistema de valores y de actitudes frente a la vida, de estilos de vida y de maneras de comprender el mundo. La antropología nos dice, por ejemplo, que las leyendas y los mitos son formulaciones de lo que el alma popular siente, pero no sabe expresar con conceptos o con palabras. Esas representaciones —referidas a la Virgen María— pueden ocasionar alguna desfigu­ración de su personalidad genuina, pero suprimirlas en lugar de perfeccionarlas sería atentar inútilmente contra las leyes mismas del conocimiento humano. Aparte de que, para desquitar la posible dosis de desfiguración, el pueblo intuye y atina lo esencial y más valioso quizá mejor que un especialista en el tema. Acaso María es un mito del pueblo, pero un mito que expresa deslumbrantemente lo que el pue­blo pide y da a Dios, lo mejor de sí mismo visto o entrevisto en una persona que pertenece a ese pue­blo; una mujer del pueblo, llena de gracia por la sola gracia de Dios, que proclama que en definitiva el Señor colma de bienes a los hambrientos y despide vacíos a los ricos, una mujer que se alegra en el Señor.
  • Pistas para una «evangelización mariana»:
    • punto de partida: reflexión profunda sobre los datos bíblicos
    • factor de esclarecimiento: la tradición del magisterio (antigua, reciente)
    • instrumento adicional: la Medalla Milagrosa, cate­cismo mariamo
    • incidencia final: la religiosidad popular: interilumi­nación e interacción
    • la verdadera devoción, eso sí, «no consiste ni en un afecto estéril y transitorio ni en una vana creduli­dad, sino que procede de la fe verdadera, por la que somos llevados a conocer la excelencia de la Madre de Dios y somos excitados a un amor filial hacia nuestra Madre y a la imitación de sus virtudes» (LG 67); y, entre éstas, las que más de relieve ponen los Evange­lios: las del Magníficat…

Oración

Oración personal:

Monición: Con fervor y en silencio pongamos en manos de María los buenos propósitos que hemos formulado durante este Novenario; démosle gracias por habernos permitido vivir estos días ocupados en alabarla; digámosle que vele por los seres que más queremos y por aquellos a quienes hayamos causado algún daño. Recemos unos por otros los que hemos participado unánimes en estas celebraciones. Pidamos, finalmente, por las personas que han colaborado de manera especial en lo material de estos cultos…

Oración en silencio…

Oración universal:

Monición: ensalcemos fervorosamente a la Virgen María en su manifestación de la Medalla Milagrosa. Escuchemos el salmo de la Medalla y respondamos a cada verso: Ruega por nosotros que recurrimos a Ti.

Alabanzas y preces:

  • ALABEMOS la Medalla Milagrosa, porque es moneda del cielo acuñada en la tierra, valor estimable así en la tierra como en el cielo. Oh María sin pecado concebida… CONTEMPLEMOS la Medalla Milagrosa, porque es el último retrato de María hecho según el gusto de su propio modelo. Oh María sin pecado concebida…
  • CELEBREMOS la Medalla Milagrosa, porque es un salte­rio abreviado donde las manos de María pulsan el arpa de luz de sus innumerables gracias. Oh María sin pecado concebida…
  • DESCIFREMOS la Medalla Milagrosa, porque es una página del Libro de la Vida, descubierta y señalada por el dedo de la Virgen. Oh María sin pecado concebida… CUSTODIEMOS la Medalla Milagrosa, porque es un mo­numento sin par al dulcísimo Corazón de María. Oh María sin pecado concebida…
  • BESEMOS la Medalla Milagrosa, porque es un regalo de las manos de María, fabricado por ella misma. Oh María sin pecado concebida…
  • ADMIREMOS la Medalla Milagrosa, porque es un espejo que lleva en sí mismo la Luz y la Imagen. Oh María sin pecado concebida…
  • LLEVEMOS la Medalla Milagrosa, porque es un escudo pequeño que embota los dardos de las tentaciones más grandes. Oh María sin pecado concebida…
  • AMEMOS la Medalla Milagrosa, porque es la Forma Consagrada por la Virgen como nuevo memorial y estupendo sacramento de sus gracias. Oh María sin pecado concebida…
  • PREDIQUEMOS la Medalla Milagrosa, porque es el Evangelio de María. Oh María sin pecado concebida… BENDIGAMOS la Medalla Milagrosa, porque es estrella de paz en la noche de toda tribulación. Oh María sin pecado concebida…
  • IMPONGAMOS la Medalla Milagrosa, porque es prenda y garantía de salvación. Oh María sin pecado concebi­da…
  • PROPAGUEMOS la Medalla Milagrosa, porque es heren­cia inexhausta de la Iglesia ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Oh María sin pecado concebida…

Oración: Señor Dios nuestro, que por la Inmaculada Virgen María, asociada a tu Hijo de modo inefable, nos das alegrarnos con la abundancia de tu bondad: concédenos propicio que, sostenidos por su maternal auxilio, nunca nos veamos privados de tu providente piedad, y que, con fe libre, nos sometamos al misterio de tu redención. Por nuestro Señor Jesucristo. Amén.

Conclusión

Monición final…

Bendición:

  • Que el Dios del amor os conceda la gracia de amarlo y colme vuestros deseos de amar y ser amados. Amén.
  • Que la protección de la Santísima Virgen Milagrosa os acompañe siempre. Amén.
  • La bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíri­tu santo, descienda sobre vosotros. Amén.

Canto final

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