Deseamos deciros con una cierta solemnidad la confianza que tenemos. No se trata de negar la crisis porque atraviesa nuestra sociedad e incluso la Iglesia en Francia. Pero, con vosotros, tal y como nos encontramos día tras día, estamos prepararados para afrontar los desafíos que nos esperan.
El principal desafío es el de anunciar hoy a Cristo. Con vosotros, nos pertenece ser testigos de Cristo y tratar de hacer el mundo más humano. Para ello os invitamos a acercaros más a Él. Y comenzar por descubrir en el secreto de vuestra libertad, por una lectura de la Palabra de Dios y la oración, la llamada personal que Él os dirige. No hay anuncio del Evangelio sin una profunda renovación espiritual. Por ello os llamamos también tomar vuestras responsabilidades en la Iglesia: vosotros sois Iglesia – no la consideréis desde el exterior – vosotros estáis encargados de ella por vuestra parte.
Quienes se expresan así son los obispos de Francia.1 Yo he tomado este pasaje del mensaje a los jóvenes católicos invitados a las Jornadas Mundiales de la Juventud 1997. ¿Por qué? Me parece que resume nuestras preocupaciones como Vicencianos interpelados por los desafíos del mudo y deseosos de responder al umbral del siglo XXI. Llamo vuestra atención sobre la frase clave:
«El desafío principal es anunciar hoy, a Cristo»
Hemos aquí en el punto central de los temas de las Asambleas Generales:
- La de las Hijas de la Caridad: La inculturación;
- La de la Congregación de la Misión: La Familia Vicenciana y los desafíos del mundo.
Henos aquí, de lleno, en nuestro tema : LA MISIÓN POPULAR.
Quisiera compartir con vosotros algunas convicciones. Se refieren al espíritu que, me parece, debe animar hoy a los Vicencianos en su vida y en su acción, en el mundo y en la Iglesia. Lo divido en dos partes:
1ª parte: Misioneros en seguimiento de Cristo, evangelizador de los pobres (esta mañana)
2ª parte : ¿Qué Iglesia hemos de construir? (mañana)
Esta mañana, os propongo lo siguiente:
1º el acercamiento especifico a Jesucristo según San Vicente.
2º una relación particular con los pobres.
En primer lugar algo evidente. Los Vicencianos no constituyen una raza aparte, ni una categoría catalogada como «especialista» de la misión y de la caridad. Los Vicencianos son hombres, mujeres, cristianos. Además los Vicencianos no están solos, ni son los únicos a consagrarse a la misión, a la misión popular, a los pobres, a los enfermos, a los excluidos. En fin los Vicencianos son mayoritariamente laicos, hombres y mujeres, jóvenes y menos jóvenes, comprenden también laicos consagrados como las Hijas de la Caridad y los Hermanos de la Misión con sacerdotes, religiosos, religiosas…
La familia Vicenciana con sus diferentes ramas, está en la Iglesia y el mundo de hoy. Es inútil interrogarse sobre la presencia en el mundo de los Vicencianos. Están en el mundo de todo el mundo con todo el mundo y si no están… ¡buscad el error!….Pues si los Vicencianos no están presentes en el mundo, es que no han comprendido su elección, su vocación, su misión. Por el contrario, es muy útil comprobar permanentemente como viven los Vicencianos su presencia y su misión en el mundo y en la Iglesia. ¿Qué espíritu les anima, qué dinamismo preside sus tareas?
1. El acercamiento específico a Jesucristo según San Vicente
La lectura, la relectura de los escritos de San Vicente no dejan de impresionarme. Cualquiera que sea la correspondencia, las conferencias a las Hijas de la Caridad, las conferencias a los misioneros, las Reglas comunes de la Congregación de la Misión que él mismo redactó…. no es el sentido del pobre lo que me parece esencial en el Señor Vicente, lo principal es el acercamiento a Jesucristo. ¿Quién está más comprometido que él en la Iglesia de su tiempo? ¿Aquellos y aquellas, que en los sectores más diversos, consagran en todo el mundo su vida a los pobres, a los enfermos, a las lejanas misiones, a la misión popular? Los compromisos del Señor Vicente son diversos, múltiples. Van desde los niños abandonados al consejo de conciencia, desde la animación de los misioneros a la de las Hijas de la Caridad, de la dirección de las Visitandinas contemplativas a los galeotes, de la formación de los sacerdotes a las misioneros populares. Desde 1617 hasta 1653 al menos, el Señor Vicente continúa predicando misiones y cuando su salud no se lo permite ya, mantiene la nostalgia de la misión popular.2 Y esto no es todo, los compromisos del Señor Vicente, son además las misiones en Europa y en el mundo (Túnez 1645; Argelia 1646; Madagascar 1648…), las visitas a los refugiados durante la guerra de los treinta años y las horas consagradas a los asuntos administrativos, financieros, comerciales, judiciales…. Todas estas tareas el Señor Vicente las lleva a acabo sin adelantar el paso a la Providencia, porque se imponen por el servicio de los pobres, cierto, pero más profundamente porque se siente elegido, llamado, enviado «a hacer lo que Nuestro Señor ha hecho y lo que quiere que nosotros hagamos: evangelizar a los pobres (1658)». Como Jesús, pertenecemos a Dios, y no a nosotros mismos.
Escribe a Antonio Portail:
«Recuerde, Padre, que nosotros vivimos en Jesucristo por la muerte de Jesucristo y que nosotros deberíamos morir en Jesucristo por la vida de Jesucristo y que nuestra vida debería estar escondida en Jesucristo y llena de Jesucristo y que para morir como Jesucristo es necesario vivir como Jesucristo«.3 (¡Se podría pensar que este texto es de San Agustín!) El nombre de Jesús está ocho veces en esta frase. Cuatro veces la palabra vida y tres veces la palabra muerte. Y se intercambian las palabras en, para, como, que permiten articular el texto en todos los sentidos.
Todas las cartas del Señor Vicente empiezan por la formula: «¡la gracia de Nuestro Señor sea con vosotros!» No es raro que en el curso de una carta o en la mitad de una conferencia, el Señor Vicente recuerde una frase del Evangelio, un ejemplo de Jesús: a propósito de todo y de nada cita (a veces incluso implícitamente) una palabra de Nuestro Señor.
Cristo está en el centro de la vida, del pensamiento, de la acción del Señor Vicente. Comprometido totalmente en el mundo y en la Iglesia de su tiempo, el Señor Vicente vive como Teresa de Ávila, en el ambiente divino. Está en constante y total familiaridad con Jesucristo Nuestro Señor. Lo característico del acercamiento a Jesús del Señor Vicente es que el Jesús que él sigue es el misionero del Padre y el evangelizador de los pobres (Lc. 4). Seguir a Jesús (Secuela Cristi) es lo propio de todos los bautizados llamados a la santidad a ser discípulos,4 como lo afirma el Concilio Vaticano II. Poner a Cristo en el centro, en el corazón de su vida es la característica de los santos, canonizados o no.
Existe un acercamiento Vicenciano a Jesucristo. Pero a diferencia del acercamiento franciscano, ignaciano, beruliense, el Señor Vicente no construye una espiritualidad sistemática. Mira a Nuestro Señor en su misión: «Si se le pregunta a Nuestro Señor: ¿Qué has venido a hacer en la tierra? ¿A asistir a los pobres.. a otra cosa? A asistir a los pobres» y citará constantemente Lc 4, 13.. que es la primera homilía de Jesús en la sinagoga de Nazaret en el Sábado, a partir del texto de Isaías 60: «El Espíritu del Señor está sobre mí; el me ha consagrado, él me ha enviado a evangelizar a los pobres: los cojos andan.. etc. Y entregando el libro, Jesús, concluye: «Hoy se cumple lo que habéis oído en este pasaje de la Escritura».5
El Cristo del Señor Vicente es el Cristo evangelizador de los pobres. Todas sus tareas no tienen sentido, valor, alcance, nada más que porque el Señor Vicente sabe, quiere, vive como elegido, llamado, enviado «para hacer lo que Nuestro Señor hizo: Anunciar a los pobres la Buena Nueva». Que el evangelio llegue a los pobres, no sólo por la palabra, sino también y sobre todo por los hechos. «Evangelizar, dice, es hacer efectivo el Evangelio». Este acercamiento específico al Cristo evangelizador de los pobres es, me parece, la clave de la experiencia espiritual del Señor Vicente, porque está en el centro, en el corazón de su experiencia humana.
¿Habéis notado que la vida del Señor Vicente lleva consigo dos partes sensiblemente iguales: antes de 1617 y después de 1617?
Para sintetizar mi pensamiento diré que antes de 1617, el Señor Vicente se dedicó a poner a Dios en sus asuntos, y que a partir de 1617 se puso resueltamente en los asuntos de Dios. Por supuesto es una fórmula, pero con esto quiero deciros que el Señor Vicente – como cada misionero del Evangelio – hace un camino primero a tientas, y luego, acontecimientos, personas, «mediaciones» entran en juego y le van a permitir profundizar en su experiencia personal. Es lo que pasó a los Apóstoles llamados a seguir a Cristo. Siguieron a Jesús de Nazaret con generosidad, con fervor, con confianza, pero también con dudas, con crisis graves (Jn 6), con incomprensiones, miedos y también con ambiciones. El Señor Vicente eligió la carrera eclesiástica con seriedad, con generosidad. Sigue a Nuestro Señor porque esto le sirve. Es un poco como Juan y Santiago, los Boanerges, que andan buscando los primeros puestos, un honesto retiro. Él no sabe tampoco lo que pide. Pero los acontecimientos le van a servir de revelación. Con la acusación de robo, el Señor Vicente hace la experiencia de la exclusión; con la tentación contra la fe, el Señor Vicente pasa la experiencia de Pedro andando sobre las aguas, duda pues su punto de apoyo es él mismo. Es cuando se da a Dios cuando progresivamente todo va a comenzar a ponerse en su lugar. Los encuentros con Berulle, Francisco de Sales, etc.; personalidades: los Gondí; acontecimientos decisivos como los de 1617.
Gannes-Folleville que, que es el encuentro con la pobreza material y el lanzamiento de las obras de la Misión;
Chatillón que es el encuentro de la pobreza material y el lanzamiento de las obras de caridad.
Estos dos polos de la Misión y de la Caridad van a imantar todo el resto: las fundaciones de la Sra. de Gondí;6 las instituciones de la Congregación de la Misión (1625); los ordenandos (1628); la Compañía de las Hijas de la Caridad (1633), etc. Es el mismo Señor Vicente y otro Señor Vicente. Igual que los Apóstoles que siguieron a Jesús de Nazaret son los mismos y distintos cuando siguen a Cristo resucitado; son otros a la vez que los mismos cuando van en misión. Un episodio como el de la tempestad calmada (Mc 4, 35…) es, en este sentido, significativo. Después de su «misión popular» al borde del lago, Jesús se embarca con los discípulos y en popa se recuesta sobre un cabezal para descansar. Se levantó el viento; la tempestad; pánico a bordo. «Maestro, ¡sálvanos, que perecemos!» ¡Por qué tenéis miedo, hombres de poca fe! Después, levantándose increpó al viento y al mar y se hizo una gran calma. ¿Quién es éste que la mar y los vientos obedecen?
¿Quien creería que marineros pescadores experimentados tienen miedo en el lago que es a la vez su instrumento de trabajo y su medio de vida? ¿Por qué tienen miedo? Cuando Marcos -y los otros evangelistas- relatan este episodio de la tempestad calmada, la Iglesia está perseguida, la evangelización es una misión de alto riesgo. Cristo resucitado que prometió su presencia a los reunidos en su nombre está ausente. La Iglesia y los misioneros se sienten solos, abandonados. Sin embargo Jesús antes de subir en la barca había dicho claramente: vayamos a la otra orilla. Y este pasaje a la otra orilla es lo que da miedo. La otra orilla es la de los paganos, del extranjero, de lo desconocido. Mientras que los discípulos estaban físicamente con Jesús, le seguían eran un poco «seguidores»… ahora seguir a Cristo es comprometerse a servir al Evangelio, incluso entre todas las naciones. Mientras que la Barca-Iglesia está cerca de la costa y en aguas territoriales, puede sentirse segura, pues conoce las costumbres y eso la conforta en sus seguridades. ¡Pero ir lejos y echar las redes es otra cosa!
Esto es lo que Jesús hizo comprender a Pedro, en el episodio de Cesárea de Filipo relatado por Mt. 16, 13 ss. Jesús se informa de los sondeos que le conciernen. «Para las gentes, ¿quién soy yo»? Las respuestas parece van aparentemente en el buen sentido: Jesús parece ser un gran profeta. Pero Jesús hace la pregunta de confianza: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Pedro toma la palabra en nombre de los demás, con esta confesión de fe: «Tu eres el Cristo, el Hijo del Dios Vivo» Y Pedro recibe, como recompensa, esta bienaventuranza que es una bendición: «Bienaventurado eres tu, Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los Cielos».
Después Jesús anuncia su Pasión, su proceso, su cruz, su resurrección. Pedro se interpone (como un guarda espaldas que protege a su amo pasando antes que él): «¡Lejos de ti Señor! ¡De ningún modo te sucederá eso!» Mas he aquí la respuesta fulminante de Jesús: «Eso no te lo ha revelado mi Padre, tu lo has encontrado tu sólo! ¡Apártate de mi, Satanás!7 Pedro ama a Jesús y quiere encargarse sólo de la misión de Jesús y en el lugar de Jesús. Jesús pone a Pedro en su lugar de discípulo: aquel que sigue a Jesús.
Cuando Mateo y los otros evangelistas relatan este episodio, la Iglesia está en una situación de comunidad perseguida. No puede contentarse con recitar la confesión de fe (como Pedro delante de Jesús de Nazaret); necesita profesar la fe, hacer un acto de fe, testimoniar (hacer el oficio de creyente, la profesión de fe) ante la cruz y la muerte antes de resucitar con Cristo en la gloria.
Para los misioneros seguir a Cristo es comprometerse en la evangelización como, con, por, en Jesús. Es entonces cuando los Apóstoles reactualizan, reactivan lo que han vivido con Jesús. Anuncian lo que vieron, entendieron, tocaron del Verbo de Vida. Ellos auscultan su memoria para hacer anamnesia. Rememoran la vida, las palabras, las acciones de Jesús y por la fuerza del Espíritu descubren lo que deben vivir, decir, hacer. Cuando seguían a Jesús de Nazaret por los caminos de Galilea y Judea, fueron testigos de muchos aconteciminientos… ellos tuvieron la oportunidad de obtener del mismo Jesús las explicaciones de sus enseñanzas dadas en parábolas. Pero sobre todo descubrieron el sentido, el valor, el contenido de las enseñanzas de Jesús cuando Él mismo aseguró su formación después de que ellos le preguntaran. «Maestro, ¿donde moras? » – «Venid y lo veréis». Ellos fueron y se quedaron con Él» (Jn 1, 35-39)».
Llegado a este punto de mi reflexión, desearía atraer vuestra atención sobre algunos puntos.
1. Hasta el siglo XVI, la palabra «misión» se utilizaba exclusivamente a propósito de la doctrina de la Trinidad en el sentido del envío del Hijo por el Padre y del Espíritu Santo por el Padre y el Hijo. Fue a partir del siglo XVI cuando la Iglesia la utilizó a la vez para designar su acción de anunciar el Evangelio, tanto en el interior, como al exterior. Fue entonces cuando se habla de misión popular y de propagación de la Fe.
2. San Vicente enraizó misión y caridad en el misterio de la Santísima Trinidad pues está fuertemente arraizado en su experiencia espiritual por el bautismo. Y esto, a mi entender, por dos razones:
La primera razón es que dándose a Dios, se da totalmente a todo lo que es Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Os daréis cuenta que San Vicente insiste mucho en la Providencia, sobre los vínculos de Jesús con su Padre, sobre la obediencia de Jesús a la voluntad del Padre, sobre la plegaria, la oración y se refiere regularmente a la Santísima Trinidad para situar la misión y la caridad.8
La segunda razón es que San Vicente trabaja siempre en todas las tareas de la misión y de la caridad con laicos, desde Gannes, Folleville, Chatillón. Además tiene sus equipos (sacerdotes de la Misión, Hijas de la Caridad, Damas de la Caridad…) él impone la unión misión y caridad, nunca uno sin el otro, pues las dos tareas están en el centro del sí al Señor. La misión tiene que llevar a la implantación de una caridad y las actividades de caridad deben ser evangelizadoras, es decir deben tender al desarrollo y a la salvación de todo el hombre y comprender su dimensión espiritual. Esto es lo específico de la dimensión del Cristo evangelizador de los pobres.
Insisto sobre el carácter bautismal, ya que cuando se habla habitualmente del misionero seguidor de Cristo, se refiere, sin duda, a la experiencia de los Apóstoles, pero nos apoyamos en el discurso del cuarto evangelio y en particular sobre el discurso de después de la Cena; los misioneros parecen no ser nada más que los apóstoles, incluso los discípulos, si uno no se apoya en los Hechos de los Apóstoles. Al hacerlo se olvida que detrás de estos textos del N. T. hay dos comunidades cristianas, Iglesias «misioneras».
De esta manera, las cartas a las Iglesias, el Apocalipsis, las cartas de Pablo, permiten salir de esta problemática que reservaría la misión a algunos o a tal tipo de testimonio en la Iglesia.
No olvidemos que San Vicente, respetando su vocación propia, se dirige a los Hermanos como a los Padres de la Misión y que en lo esencial sus insistencias en lo esencial son las mismas para las Hijas de la Caridad. La misión, para él, no está reservadas a misioneros especialistas que han recibido el ministerio del orden; se impone a todos, pues es inherente a la identidad de la Iglesia como la de Jesús. Ella es el pueblo de Dios en misión para el pueblo; los misioneros han de reproducir, sencillamente, la vocación del Hijo de Dios. Es más, para imitar mejor a Jesús – a quien San Vicente prefería el título pascual: Nuestro Señor – debe identificarse a Él, vivir en Él, por Él, con Él para que sea su Espíritu la dinámica de nuestra participación en la evangelización: Nuestro Señor es la Regla de la Misión.
Misioneros seguidores de Cristo, es tratar de ser más y más discípulos de Cristo para anunciar mejor el Evangelio. No hay misioneros sin unión a Cristo, encarnación de la caridad que es Dios.9 Los Vicencianos son elegidos, llamados, enviados para ser profetas que proclamen por la palabra, por la vida y por sus compromisos que son de Dios y no de ellos, como Cristo que no vino a hacer su voluntad sino la de su Padre con quien no forma sino uno sólo. La dinámica de su vida apostólica: Nuestro Señor Jesucristo, el misionero del Padre «que se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza» (Col 1, 25-28).
2. Una relación particular con el/los pobre/s
He puesto la palabra «pobre» en singular y en plural. Los pobres continúan multiplicándose infinitamente, pero cada pobre es amado por sí mismo. Ya se trate de un grupo, de una persona, el trabajo por, con los pobres, el pobre implica entrar en relación.
Ahí también los misioneros siguen a Cristo. El evangelista de los pobres proclama la Buena Nueva de la salvación que es prioritariamente una Buena Nueva para los pobres (Lc 4, 13) pues toma cuerpo en los cambios concretos en la vida de los pobres: los cojos andan, los ciegos ven, etc. Este relación de la Buena Nueva de la salvación con los pobres es constante en la Palabra de Dios. Es incluso un criterio de autenticidad de la relación con Dios desde el Exodo.
No deseo haceros rehacer el recorrido bíblico. Deseo compartir mi propia experiencia espiritual Vicenciana, desde que anuncio el Evangelio, acompañado de sacerdotes y laicos en sus compromisos, sobretodo al servicio de las Conferencias de San Vicente de Paúl.
A mi modo de ver el problema clave de la misión es la relación que hay entre lo humanitario y la caridad. Pues ni la Iglesia, ni los Vicencianos tienen el monopolio de los pobres. Además, las situaciones en las que se debaten los pobres dependen de la responsabilidad de los Estados y de la sociedad; son problemas sociales. La justicia está en causa. Aquellos y aquellas que realizan acciones humanitarias y se comprometen en luchas sociales para la liberación de los pobres no son mayoritariamente cristianos y actúan a veces con gran competencia, con medios y con una generosidad extraordinaria.¿Qué significa evangelizar a los pobres en este nuevo contexto?
¿Cuál es el lugar de la caridad en el testimonio misionero?
En el corazón de la misión, como en el de la caridad está la relación. Sin relación, no hay misión, no hay caridad. Dios es en sí mismo relación y quiere que nosotros seamos seres de relación. La relación es el nudo de nuestra experiencia espiritual, el eje de nuestra actuación y de nuestros compromisos. Esta relación es personal, personalizada. Para los Vicencianos, el pobre tiene siempre una cara; tienen piedad de las muchedumbre abandonadas como ovejas sin pastor. Y ellos van a multiplicar el pan.
Seria interesante, a partir de juan 6 hacer una lectura vicenciana actualizada de la [multiplicación de los panes y del discurso sobre el pan de vida. Todo este conjunto donde hay pobres, la misión, las necesidades materiales, espirituales… donde se pasa del pan cotidiano al pan venido del cielo, que es la persona de Jesús. Recordemos que es a propósito de una conferencia sobre la eucaristia cuando san Vicente hizo esta afirmación: «la caridad es inventiva hasta el infinito».10
Es lo que caracteriza la relación particular con los pobres según la experiencia espiritual Vicenciana es su enraizamiento y sus dimensiones personales. Y esta relación es «trinitaria»: está el pobre, estoy yo, estamos nosotros. Él, yo, somos distintos, pero «en una relación enriquecedora. Pablo dice «transformados» (Ef. 1, 4) al hablar de nuestra relación con el Padre, el Hijo y el Espíritu. Nuestra relación con los pobres, expresión de nuestra relación con Dios es camino de creación. El Espíritu Santo surge en la relación y le confiere, cuando es verdadera, auténtica, caracteres de personal. Más que simpatía, empatía, la relación crea comunión.
El matiz particular Vicenciano es que esta relación pone su mirada en la persona de Cristo evangelizador de los pobres reconocido y servido en la persona de los pobres, y esto muy concretamente, a nivel cotidiano, en mi camino, que es itinerario de mi vida al mismo tiempo que el curso de la Historia.
Tres episodios evangélicos -que no tenemos tiempo de meditar- refuerzan mi convicción:
- Lc 4, 13, ya citado que une indisolublemente la liberación de los pobres a la Buena Nueva de la salvación encarnada en la presencia de Jesús consagrado por el Espíritu del Padre.
- Mt. 25, texto maravilloso. El juicio final de las Naciones lo que está en juego son los pobres y especialmente los más pequeños. Ninguna culpa sobre la doctrina, la moral, la práctica religiosa, la plegaria, las virtudes, etc. Todo está en relación, transformante o no, de la relación que las Naciones (no sólo los cristianos) han tenido con los pobres, es decir con aquellos y aquellas a quienes falta lo esencial para ser plenamente hombre y mujeres : la comida, el vestido, el agua, la salud, la libertad.
La extrañeza de los buenos y malos no viene de su ignorancia de los pobres que han visto siempre, sino de la ignorancia de la relación de Cristo y los pobres. Servir a los pobres es honrar a Nuestro Señor. - Lc 10, la parábola del Samaritano. Un itinerario, un viajero atacado, herido dejado medio muerto, en el borde del camino, que va siempre de un Jerusalén a un Jericó, del templo de la gloria y de la Ley divina del primero y segundo mandamientos en el desierto y en el mar Muerto. Pasan los especialistas de la misión de caridad: Ellos ven y toman el otro lado del camino. Pasa un Samaritano, es decir un hermano enemigo, un marginado, que no frecuenta el templo y no recibe como Palabra de Dios nada más que el Pentateuco y el libro de Josué, es decir una Tora mutilada… este hombre ve, se para, ayuda, socorre, confía el herido a otros (trabaja con otros) y permite al hombre no estar ya más caído, sino en pie, vivo. Es él que ha practicado los mandamientos. Él ha hecho de prójimo por la relación con el hombre dejado medio muerto.
Señalo estos tres textos porque son expresiones de la misión y de la caridad.
- Mc 4,13 : es el texto faro de la Congregación de la Misión que sigue a Cristo evangelizador de los pobres.
- Mt. 25 : Es el texto faro de las Damas y de las Hijas de la Caridad que reunidas en nombre de la Santísima Trinidad honran a Nuestro Señor y le sirven en la persona de los pobres.
- Lc 10 : Es el texto faro de las Conferencias de San Vicente de Paúl de Federico Ozanam y de sus compañeros pues expresa la relación personalizada, la caridad de proximidad.11
Estos tres textos son expresiones del misterio pascual que la misión debe desarrollar actualizándolo. Pero son también expresiones de Cristo en su misterio pascual: Él es quien evangeliza a los pobres, Él es el pobre socorrido, Él es quien viene al socorro de los hombres heridos y medio muertos en los caminos de nuestro tiempo. Se trata pues para seguir a Cristo no solamente de imitar, sino además de identificarse con Él, en su misión y en su caridad. O hablando al modo de San Vicente, para la Misión hace falta que Nuestro Señor se mezcle con nosotros y nosotros con Él… y pensando en la conferencia de mañana sobre la Iglesia misionera -para no concluir, sino si me lo permitís para interiorizar lo que he tratado de compartir de manera muy imperfecta, añadiré esto:
Karl BARTH, teólogo protestante alemán, señaló que, después de la lectura del himno de la caridad en la 1ª Carta a los Corintios 12, 13, no se sabe en definitiva lo que es la caridad y este camino perfecto que permanecerá cuando la fe y la esperanza desaparezcan. Da este consejo que os transmito: Reemplazar en el himno la palabra CARIDAD, AMOR, por CRISTO… y veréis lo que significa «seguir a Cristo», ser discípulo siguiéndole.
Veréis que lo importante, no es hacer caridad, sino ser hecho por ella.
- Cf. Mensaje de los Obispos de Francia a los jóvenes católicos con ocasión de las Jornadas Mundiales de la Juventud que tendrán lugar en Agosto 1997 en París, Francia, con el Papa, del 19 al 24.
- Cf. SV IV 546, 549, 561. Ver R. Chalumau. San Vicente y sus misiones en Francia en el siglo XVII, en Boletín de la Sociedad de Estudios del siglo XVII, 1958, 41, pág. 317-327. J.P. Renouard, El Celo en San Vicente de Paúl – Semana Vicenciana, 20-30 de Octubre 1987, en B.L.F. pág. 1-6.
- SV I, 320.
- Cf. Lumen Gentium, 1.
- Lucas nos da aquí la definición de la homilía litúrgica: una actualización de la Palabra de Dios proclamada en la Asamblea.
- Cf. SV X 237-244.
- La expresión más cercana sería «¡Vete al diablo! tu eres como SATANÁS, que me pone obstáculos.
- Es la palabra usada por las Jornadas Mundiales de la Juventud.
- Cf. VI, Evangelii Nuntiandi; Juan Pablo II, Redemptoris Misiio.
- SV XI, 65.
- La tumba de Federico Ozanam se encuentra en la cripta de la Iglesia de Carmes en el Instituto Católico de París, calle de Vaugirard, detrás del fresco que representa la parábola del Samaritano.