VÍSPERAS DE PENTECOSTÉS DE 1642: CAÍDA DEL PISO
El revulsivo que le abrió los ojos sucedió 19 años más tarde, cuando Dios les dio un aviso, dice Luisa, a ella y a san Vicente, haciendo el milagro de que no hubiera nadie dentro cuando cayó el suelo de la sala donde se iban a reunir ella, san Vicente y las Damas de la Caridad la víspera de Pentecostés de 1642. Al suprimirse la reunión, no murió nadie y así se salvó la Compañía, vuelve a detallar Luisa. Entonces comienza a escribir una especie de diario y nos cuenta lo que le había anunciado el Espíritu divino en la Noche mística de 1623.
Leyendo esas páginas advertimos que su vida se divide en tres grandes etapas: la primera comprende hasta mayo de 1629, cuando da un viraje total a su vida, se ofrece a san Vicente para ayudarle en la salvación de los pobres y se le une Margarita Naseau. Había cumplido 37 años. La segunda etapa comprende desde 1629 a 1653. Toda ella está centrada en fundar, afianzar y organizar la Compañía de las Hijas de la Caridad. Y la tercera etapa abarca los 7 últimos años de su vida en los que va a vivir y a intentar contagiar a algunas Hermanas una espiritualidad propia, mezcla de vicencianismo y mística abstracta, centrada en el Espíritu Santo y en el Puro amor.
Sin embargo la segunda etapa de 1629 a 1653, dedicada enteramente a las Hijas de la Caridad, tiene una fecha que la divide en dos periodos: hasta 1639 las Hijas de la Caridad están en función de las Señoras de la Caridad y sólo hay Hijas de la Caridad donde hay Caridades, de las que son sus sirvientas. Y así las considera y dirige santa Luisa. Pero desde 1639 las Hijas de la Caridad se hacen no autónomas, que ya lo eran como cualquier otra Caridad, sino independientes de hecho, aunque no de derecho. Ese año santa Luisa va a fundar personalmente la comunidad de Hijas de la Caridad en el hospital de Angers, para que lo organicen y lo dirijan a las órdenes de los administradores, aunque allí no hay ninguna Caridad de Señoras. Ha nacido la Compañía de las Hijas de la Caridad. Tanto san Vicente como santa Luisa se han dado cuenta de este cambio, aunque ciertamente donde trabajan con las Señoras de la Caridad siempre tienen vinculación de respeto y obediencia hacia ellas. Pero santa Luisa las dirige y las destina según su criterio y el de san Vicente.
Hay otra fecha que es clave en su vida personal que repercute en sus obras, 1645. Acaso antes, pero seguramente en 1645, cuando descubre la mala vida que lleva su hijo, y queda espantada de que la Compañía salga de la dirección de Vicente de Paúl para quedar bajo la dirección del Arzobispo de París, fue cuando se detuvo a examinar toda su vida desde niña. La lectura que hace de su vida pasada, cuando tiene 54 años, le manifiesta lo que meditará tres años antes de morirá: que el designio eterno de Dios era que fuese a Él a través de la Cruz que su bondad quiso que tuviera desde su mismo nacimiento, no dejándola casi nunca en toda su vida sin ocasión de sufrimiento.
Hoy día, sin embargo, nosotros vemos que su vida no había sido una cruz desgraciada, porque esa vida le había dado la libertad necesaria para ser fundadora. Dios la había elegido porque tenía esa vida concreta junto con sus cualidades intelectuales y afectivas, y la formación humana de una mujer de clase media. Ella colaboró con Dios, antes de conocer a Vicente de Paúl, de una manera inconsciente, sin que comprendiera en un principio el porqué de las cosas, simplemente porque lo encontraba en los sucesos de la vida. Ahora, a sus 54 años, cuando ya había aprendido a escuchar la Palabra de Dios en todo lo que acontece, comprendió que Dios le había dado el carisma de fundadora, precisamente porque era una viuda burguesa bien formada, porque tenía una vida apropiada para fundar la Compañía de las Hijas de la Caridad, y para realizarla le presentó al gran director espiritual, Vicente de Paúl, aunque en un principio a ella le repugnara. Se había realizado el encuentro de la mujer del norte de Francia con el hombre del suroeste francés. Sucedió en las Navidades de 1624 o principio de 1625.
Benito Martínez
CEME 2020