A finales del siglo XVI Dios se fijó en dos seres humanos, en una mujer del norte de Francia y en un hombre del suroeste. Pero sabía que se encontrarían en Paris. Este encuentro era necesario para fundar la Compañía de las Hijas de la Caridad, uno de los puntales en la misión de salvar a los pobres material y espiritualmente. San Vicente es un santo muy conocido, pero ¿quién era esta mujer? Se llamaba Luisa de Marillac. La vida de esta mujer y la de su director eran muy distintas, pero iban a caminar paralelas hacia el mismo destino, como si estuvieran dirigidas por una fuerza divina que Vicente de Paúl llamaba Providencia. El destino era establecer y consolidad unas instituciones religiosas que se dedicaran por entero a dar la felicidad a los pobres.
LA HIPÓTESIS HISTÓRICA
Aunque sin llegar al determinismo rígido de los hugonotes ni al cuasideterminismo suave de los jansenistas, el siglo XVII francés, y en espacial santa Luisa, está dominado por el designio eterno de Dios que modela la vida y la misión de las personas.
Yo, sin querer resolver el indescifrable misterio de las relaciones entre acción divina y gracia, por un lado, y la libertad del hombre, por otro, formulo dos hipótesis:
San Vicente constantemente machaca la idea de que fue Dios el fundador de la Compañía: SVP, IX, 135-136, 203, 231, 234-235, 415, 417, 541, 611-612…
Primera: Dios no le dio a santa Luisa su personalidad, sus cualidades, una familia determinada y una vida concreta, porque quería hacerla capaz de cumplir la misión que anteriormente le había marcado de fundar la Compañía, sino que la escogió a ella para fundar a las Hijas de la Caridad porque tenía unas cualidades, una personalidad y una vida concreta que la capacitaban para fundar a las Hijas de la Caridad,
Segunda hipótesis: santa Luisa fue una persona de su siglo y de su entorno social que, junto con san Vicente y apoyándose en los sucesos de la vida, actualizó en favor de los pobres, con proyección hacia el futuro, las instituciones de caridad y evangelización que ya existían. O dicho de otra manera, y haciendo una alegoría con el evolucionismo de las especies, las instituciones vicencianas de caridad son el resultado de una evolución que desde la Edad Media llega hasta san Vicente y santa Luisa.
Para aclarar esta segunda hipótesis expongo una comparación. San Vicente y santa Luisa fueron dos escultores que emplearon el material que ya se usaba en la escultura: mármol, alabastro, hierro, madera, poliéster, etc. Y encontraron definidos también los estilos: clásico, barroco, expresionista, impresionista, abstracto, pop-art, etc. Pero ellos les dieron fuerza vital para que dejaran de ser piezas de museo o de exposición y pasaran a tener vida en la calle, en las casas y en las personas. De ahí que tengamos que colocar a Luisa de Marillac entre las mujeres de la sociedad de su época.
Las Caridades ya existían desde la Edad Media, los misioneros paúles se entroncan con las congregaciones seculares del Oratorio, Oblatos, jesuitas, etc., y las Hijas de la Caridad son una evolución de las Caridades, de las Ursulinas y de las Visitandinas. Sin olvidar a María Ward y aquel movimiento femenino que la historia denomina beguinas, «mulieres religiosae» o semirreligiosas, que sin ser religiosas ni hacer votos públicos vivían la castidad y la pobreza en el mundo, dedicándose a obras de caridad. Se habían extendido fuertemente en los Países Bajos, Alemania y norte de Francia y permanecían latentes en el corazón del mundo femenino todavía en el siglo XVII. Unas veces eran acogidas con admiración y prestigio y otras con burla y agresión, según el valor que se daba al voto de castidad en los distintos lugares y épocas. Pienso que las Hijas de la Caridad no eran nada más que una explosión controlada por dos santos de aquellos movimientos seculares de caridad.
Es decir, que el arquetipo de la Compañía estaba esparcido, latente unas veces y otras con claridad, en la sociedad cristiana de entonces. Pero nadie lograba realizarlo. Tampoco fue original el camino que emprendieron las cofradías de caridad. Después del Concilio de Trento, las cofradías eran el único camino posible para renovar el mundo y la Iglesia por medio de los seglares.
Original del sacerdote y de la seglar fue la realización; supieron colaborar con la Providencia en el momento oportuno, sin adelantarse a ella ni retardarla. Supieron leer, ver y escuchar lo que les decían los signos de aquellos tiempos, los sucesos de la sociedad, y tuvieron audacia para realizarlo, tenacidad para no abandonar y sagacidad para no enfrentarse ni a la Iglesia ni a las autoridades civiles.
Y este fue el camino más original que le mostró Vicente de Paúl a la señorita Le Gras: descubrir la voluntad de Dios no sólo en la oración y en las Sagradas Escrituras, sino también a través de los acontecimientos de la vida, en especial de todos los que repercuten en los pobres, pues a través de ellos Dios Creador nos habla en el presente y a través de la historia. Ella era hija de su tiempo, mujer en medio de las mujeres y rodeada de acontecimientos que le iban marcando su misión y su destino como si fuesen la Palabra de Dios.
NOCHE MÍSTICA
Doy por supuesto que todos conocéis más o menos la vida de santa Luisa de Marillac. Por ello comienzo en el año 1620, cuando Luisa tenía 29 años; estaba casada con Antonio Le Gras que hacía unos meses había contraído una grave enfermedad, y tenían un hijo de 7 años. Cinco años más tarde morirá su marido. Con los inicios de la enfermedad de su marido, Dios se le presentó, sin que Luisa lo reconociese, duro y terrible para purificarla de todo lo que ella sola no podía erradicar de las entrañas de su vida interior. Era la Noche pasiva que no hacía mucho había pasado Vicente de Paúl. Este Dios, al estilo de San Juan de la Cruz, la purificará hasta junio de 1623 y, de una manera más suave, hasta la muerte de su marido, el 20 de diciembre de 1625. Dios se sirvió de la enfermedad de su esposo, infundiendo en su espíritu herido un complejo de culpabilidad por haberse casado y no haber cumplido el voto de ser religiosa que había hecho pocos años antes. De él se vale Dios para purificarla y revelarle, al mismo tiempo, la misión que le reservaba de fundar la Compañía de las Hijas de la Caridad, como una parte del carisma que había comenzado a darle a los dieciséis años. La Noche terminó el día de Pentecostés de 1623. Ese día, 4 de junio, el Espíritu Santo dio por terminada la purificación y le anunció que le iba a dar un nuevo director espiritual y la pondría con otras jóvenes al servicio del prójimo.
Era necesaria esta purificación pasiva para poder realizar la misión que Dios la encomendaba. Sólo quien ha experimentado la desposesión y el despojamiento, la pobreza y la humillación, es capaz de comprender lo que sienten los pobres en este mundo. Y de esta experiencia recordada inconsciente o conscientemente le brotarán palabras que animen a las Hermanas a sacrificarse por el bienestar de los pobres, aunque les sea penoso y desabrido, es decir, a que busquen la cruz de ser las sirvientas de los pobres.
Ni cuando acaeció esta purificación pasiva ni en los años inmediatos Luisa de Marillac comprendió el sentido místico ni la importancia que tenía esta Noche pasiva en su vida espiritual ni que en ese momento Dios empezaba a mostrarle su carisma. Debió considerarlo como una de tantas realidades espirituales comunes a todas las personas que buscan a Dios.
Benito Martínez
CEME 2020