Luisa de Marillac, Carta 0559: Al señor Portail en su soledad

Francisco Javier Fernández ChentoEscritos de Luisa de MarillacLeave a Comment

CRÉDITOS
Autor: Luisa de Marillac .
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29 de noviembre (1656)1

Señor:2

Continúa usted con sus bondades y yo con mi libertad para aumentar su trabajo, con la que vengo a rogarle se tome la molestia de volver a leer el artículo noveno3 y vea si le parece bien que a su contenido se añada lo siguiente: «Las Hermanas de las Parroquias, tanto de las aldeas como de las ciudades, no comprarán ningún género de tejido, ya de sarga, ya de lino, para su vestuario, siéndoles suministrado dicho género por la Superiora de su Casa; por lo que es práctica ordinaria entre ellas que el sobrante del dinero que se les entrega por las señoras para su alimento como para su vestido, lo lleven a dicha Superiora para este fin, la cual les permitirá, cuando lo juzgue a propósito, que ellas mismas compren sus pequeñas necesidades una vez se las hayan propuesto». Tengo tan pocas luces que no puedo explicar a usted el sentido de lo que quiero expresar si no es a través de mi mala redacción, que su caridad cambiará como mejor le parezca.

El artículo numerado 15,4 añadido o cambiado, es muy necesario, si lo encuentra usted bien: Que las Hermanas Sirvientes propongan a la Superiora las necesidades de salud antes de emprender el medicinar a las Hermanas; algunas ya lo hacen así, pero otras las llevan, como el final del artículo lo prevé.

Omitía, señor, decirle que el artículo trece necesita más de brida que de espuela,5 porque tan pronto como una Hermana cae enferma, tiene que contar con pollo o ternera en el puchero e instalarse en su cama como una señorona; cuando usan así de cosas superfluas o acomodan su habitación de tal forma, suelen pretextar que son las señoras las que lo quieren, y seguramente éstas se contentarían con verlo todo limpio y ordenado.6 Quedará usted tan sorprendido como yo cuando sepa que una de nuestras Hermanas ha hecho o mandado hacer una bata, y su Hermana enferma la tenía puesta ayer aunque estaba levantada; era en San Mederico. Es verdad que es muy cómodo, pero hay señoritas y burguesas en París que no la tienen; y además, señor, trae consigo consecuencias de importancia. Vea usted, pues, por favor, si todo lo que le digo de este artículo merece considerarse, y hágame el honor de creerme, en el amor de Nuestro Señor, su muy humilde y obediente servidora.

P.D. Puesto que se toma usted la molestia de mandar transcribir de nuevo ese cuaderno (de las reglas), nos haría usted un favor, señor, si lo plegaran otra vez para que tuviera más consistencia y grosor y lo forraran de pergamino, además de que así se conservaría mejor en la casa.

  1. C. 559 Rc 2 lt 688. Carta autógrafa.
  2. Mientras hacían los Ejercicios espirituales, los sacerdotes de San Lázaro se retiraban a una casita (o ermita) al fondo del jardín.
  3. En 1656, se estaba prosiguiendo la redacción de las Reglas Comunes de las Hijas de la Caridad (v. SVP, Vl, 66; Síg. Vl, 67). Este artículo o lo explicaría el señor Vicente en la Conferencia del 5 de agosto de 1657 (SVP, X, 287; Conf. Esp. n. 1686 y s. especialmente 1703,1704).
  4. Los artículos 13 y 15 los explicaría en la conferencia de 11 de noviembre de 1657 (SVP, X, 338 y 343; Conf. esp. n. 1765-1768 y s.).
  5. Hoy diríamos: necesita más de freno que de acelerador.
  6. San Vicente comentó este hecho en la Conferencia del 14 de diciembre siguiente (SVP, X, 239; Conf. esp. n. 1596-1597).

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