Hija de la Caridad Sierva de los Pobres Enfermos
Richelieu
Hoy, 20 de noviembre (1656)1
Mi querida Hermana:
Por Sor Francisca2 he sabido que Nuestro Señor sigue colmándola de sus gracias al permitir que continúe usted con sus dolencias y que a veces sean éstas mayores como me parece le ocurre al presente. Ya ve usted, querida Hermana, que el camino por el que Dios quiere vaya hacia El es el camino real de la Cruz; no dudo de que se deja usted llevar por él de buen grado y alegremente para cumplir su santa voluntad, como creo lo hizo cuando su Providencia cargó sobre usted el cuidado de esa pequeña familia. Es posible, querida Hermana, que le asaltara a usted algún temor y repugnancia como le sucedió estos días a una de nuestras Hermanas, la cual lloraba a lágrima viva; puede parecer esto virtuoso, pero más vale que nos digamos a nosotras mismas que nos engañamos y confesar que es nuestra ignorancia la que nos hace creer que es un honor y una satisfacción. ¡Si supiéramos lo que es el cargo de Hermana Sirviente! ¡Qué humilladas nos veríamos cuando nos lo confiaran! Nos miraríamos como la carga de la casa que todas tienen que soportar; nos consideraríamos también obligadas a servir en todos los oficios de la casa con nuestro cuidado, a dar buen ejemplo en todo, y si entendemos bien nuestro deber, a tomar para nosotras los restos de las demás, llevándolas a todas en el corazón Tratemos, querida Hermana, de entrar en estas santas prácticas; prefiramos la voluntad de nuestras Hermanas a la nuestra cuando aquélla no es contraria a la santísima de Dios, en la que soy suya y de nuestra querida Hermana, humilde hermana y servidora.
P.D. Le ruego, querida Hermana, presente mis excusas a Sor Francisca por no escribirle hoy: he traspapelado su carta y me veo apremiada por el tiempo. La saludo con todo mi afecto.