(Hacia 1655)1
Supongo, querida Hermana, que habrá usted advertido bien a esas dos jóvenes todo lo que tendrán que hacer y sufrir en la Compañía, la pureza de intención que se requiere para entrar en ella y perseverar, y se habrá dado usted cuenta de que no tienen ninguna enfermedad o defecto de cuerpo ni de nacimiento, además de que ni su padre o su madre las necesitan. Si todo esto es así, puede usted enviarlas y hacer esperar a la tercera.