Hija de la Caridad, sierva de los pobres
(Saint- Etienne-a-Arnes)
(junio 1651)1
Mi querida Hermana:2
Veo que continúa usted con sus penas, y bendigo a Dios que le concede la gracia de soportarlo bien; pero le ruego no se inquiete con la que le sugiere el pensamiento de que está usted como si no fuera de la Compañía. Es cierto que el ejercicio que Dios ha tenido la bondad de encomendarle es muy penoso y en apariencia sin consuelo, pero debe usted sin embargo hallar ese consuelo en la seguridad de que está haciendo la santísima voluntad de Dios y de que seguirá haciéndola mientras su espíritu se mantenga en sumisión. ¡Qué bien ha hecho usted en esperar en paz que Dios la libraría de los peligros y temores! Y si se encuentra usted todavía en medio de ellos, lleve esa aflicción con amor y confianza.
No me acuerdo del dinero que le entregamos cuando marchó usted. Cuente usted sencillamente lo que le ha quedado de su viaje y puede emplearlo en los pobres. Por lo que se refiere a que no tiene comunicación con las demás Hermanas,3 comprendo muy bien que su buen corazón se aflija por ello; pero me parecía que también llevaba usted con paz la privación de esta satisfacción ya que si está usted viviendo temporalmente de esa forma es por orden de la divina Providencia. No cabe duda que San Juan, cuya fiesta vamos a celebrar el sábado, hubiera deseado seguir a Nuestro Señor y tener la dicha de estar siempre con El, pero prefirió dejar ese contento para entregarse al empleo que le había confiado para gloria de Dios y servicio del prójimo. Este ejemplo, querida Hermana, es de gran consuelo para las almas que se ven solas; piense en él alguna vez, se lo ruego. Al volver a leer su apreciada carta, veo bien que Dios le otorga muchas gracias; esté reconocida por ellas y siga recurriendo a El en todo.
Le ruego que no deje de pedir por el señor Vicente que se encuentra como de ordinario; el señor Portail también está bien. Cuando los vea, ya les transmitiré su mensaje. Si ve usted o escribe a las Hermanas de esas cercanías, salúdelas de nuestra parte, por favor.
Tenemos enfermas a dos de nuestras Hermanas nuevas, Sor Francisca Paula4 y Sor Fénix,5 ésta muy grave: las encomiendo a sus oraciones y a mí también que lo necesito más que ninguna para alcanzar misericordia de nuestro buen Dios, en cuyo amor soy mi querida Hermana, su muy humilde hermana y servidora.
P.D. No sé si habrá usted recibido el pilón de azúcar que le mandé de parte de las señoras para compensarla de la pérdida de las confituras que le habíamos enviado antes.
20 P.D. Después de escrito esto, he sabido que había usted recibido el pilón de azúcar. Le ruego dé mis afectuosos recuerdos a mi amada Sor María Josefa.6
- C. 370 Rc 3 It 309. Cana autógrafa.
- Guillermina Chesneau (ver C. 154 n. 1).
- Ver la carta anterior, n. 364.
- Francisca Paula había de sanar. Se encontraba en la Casa Madre en 1657.
- Sor Fénix, entró en la Compañía de las Hijas de la Caridad hacia mayo de 1650. Murió a fines de junio de 1651.
- María Josefa, la encontramos en Etampes en 1653. En junio de 1658, San Vicente habla con admiración de su muerte (SVP, X, 510; Conf. esp. n. 2.020).