(París)
Hoy, 8 de febrero (1641)
Señor
Su caridad se ha tornado la molestia de señalar el último artículo de nuestro reglamento1; se lo devuelvo para que haga el favor de reformarlo como le parezca bien. Perdóneme si me tomo esta libertad, así como también la de decirle que, si no se ha purgado, le agradecería me permitiera prestarle el insignificante servicio de prepararle la medicina, que creo debe hacerse con una cantidad de sen de unos tres escudos de peso, en infusión toda la noche en una buena decocción de raíces refrescantes y aperitivas, añadiendo a esta mezcla media onza de buena casia mondada, junto con una onza de jarabe de flores de melocotonero (el boticario de aquí me ha preparado un buen jarabe), o a falta de éste, igual cantidad de jarabe de rosas pálidas. Pero creo es preciso que antes desaparezca el dolor que le causa la fluxión, o al menos que hayan pasado siete días desde que empezó, para no provocar otra. ¿Qué estará usted diciendo de mi, señor, que me las doy de resabida? La libertad que su caridad me concede, me inspira también la seguridad de que no ha de parecerle mal ya que soy su muy humilde hija y obediente servidora.