Cagliari, 13 de abril de 1978
Estoy contenta, de tener esta ocasión de conocerlas mejor, porque cuanto más se conoce, más se ama, y cuanto más se ama, mejor se sirve. Estoy contenta también porque, como ustedes saben, Dios nos ha encomendado un trabajo importante que hemos de realizar juntas, el trabajo para la Asamblea de 1979-1980.
En 1642, san Vicente precisó en qué consistía el trabajo de las Asambleas. La Asamblea General, decía refiriéndose a la de los Sacerdotes de la Misión, tenía por objeto, por una parte, elegir al Superior General, y por otra, deliberar sobre los asuntos importantes y permanentes de la Congregación. Nuestra Asamblea General de 1979-1980, tendrá el mismo fin que indicaba san Vicente. La Asamblea General elegirá la Superiora General y el Consejo General, y tratará de los asuntos importantes y permanentes de la Compañía.
Uno de los asuntos importantes es, primeramente, la revisión de las Constituciones. Dicha revisión es grave, porque será la primera vez que se haga con miras a la aprobación definitiva por la Santa Sede. La tarea de la próxima Asamblea será de una importancia capital, porque están ustedes preparando a la Hija de la Caridad de los años 80 y siguientes. Van a dibujar el rostro de la Compañía para el porvenir.
Querría hablarles en primer lugar, de la preparación personal para las Asambleas Domésticas. Se trata, ante todo, de tener una actitud de acogida y de apertura al Espíritu que trabaja en cada una de ustedes y en el conjunto. Esto quiere decir que debemos ir a la Asamblea Doméstica con una gran libertad interior, sin prejuicios, sin la idea de hacer triunfar tal o cual tesis, para que resplandezca el espíritu de los Fundadores. Tenemos que vivir las Asambleas Domésticas con mucha humildad. Y podemos estar seguras de que la voluntad de Dios se manifestará sobre la Compañía, hoy, en esta escucha común.
Las convoco a una gran revisión de vida personal y comunitaria. Para ello, quisiera descender con ustedes a lo concreto, partiendo de ciertos artículos, para que todas veamos cuan necesaria es esta revisión de vida. De hecho, los cuestionarios les piden lo que tienen que decir o modificar respecto a las Constituciones y Estatutos. Como ustedes saben, estas Constituciones están bien, se ha dicho desde su publicación, y podemos decir que están muy bien. Sin embargo, es seguro que habrá que retocarlas un poco.
¿Qué van ustedes a hacer al leer los artículos de las Constituciones? Tomo, por ejemplo, el número 12. Estoy segura que cada una va a decir, este artículo es magnífico, no hay que nada que cambiar en él. Escuchémoslo juntas. «La ascesis personal y comunitaria es también una exigencia de amor, imitación de Cristo y medio indispensable de conversión».1
¿Están todas de acuerdo? ¿Y creen que Dios nos pide solamente si estamos todas de acuerdo? Esta revisión de vida que nos propone la Asamblea, es una ocasión de ir más lejos. ¿Por qué este artículo (me digo a mí misma) no ha transformado más mi vida? ¿Qué lugar he dado a la ascesis, de la que se dice justamente que es una exigencia de amor, un medio indispensable para expresar mi amor a Cristo? ¿Qué lugar ocupa la ascesis en nuestro proyecto comunitario? La ascesis consiste en dar siempre a Dios la preferencia en nuestra vida. Es, y hoy lo comprendemos mejor con la renovación de la liturgia, hacer un lugar cada vez mayor al Misterio Pascual. ¿Cuáles son las formas de ascesis en 1978? ¿No podría ser, por ejemplo, la ascesis del encuentro, de la relación personal, que son realmente exigentes y exigen renunciamiento por la paciencia, por el respeto a los demás?
La ascesis está muy de acuerdo con la espiritualidad vicenciana. San Vicente nos dice que la mortificación y la oración son dos hermanas que caminan juntas, pero que la mortificación precede siempre a la oración. Tal vez, no oramos bastante, porque no dejamos suficiente lugar a la ascesis en nuestra vida. Éstas son las cuestiones que se nos plantean a partir de este artículo. ¿Se podría redactar quizá de otro modo, para provocarnos o, realmente, ¿lo contiene todo?
Tomemos el artículo 23 que, en el segundo párrafo, habla del ambiente fraterno. «Este ambiente fraterno se construye todos los días gracias a la confianza recíproca, y gracias también a una voluntad de conversión que acepta las revisiones regulares, la corrección fraterna, la reconciliación».2 Este artículo habla después del perdón. En algunas Provincias, me han dicho que las Hermanas ya no se piden perdón el mismo día que se disgustan (no me refiero a Cerdeña). Recuerden que las santas Reglas nos obligaban a pedir perdón antes de acostarnos. Y es cierto que, cuanto más nos obstinamos en nuestro pecado, más nos cuesta salir de él. El verdadero espíritu de san Vicente consiste en que seamos las primeras en pedir perdón. Entonces, la cuestión que debemos plantear en las Asambleas domésticas es la siguiente. Este artículo, ¿está bastante claro, para que todas podamos comprenderlo? ¿Tenemos algo que añadir, o bien, soy yo la que debo convertirme? Se trata de un doble trabajo. Considerar lo que puede mejorarse en cuanto a la forma y al fondo, para que nos provoque más y, por otro lado, preguntarnos cómo nos interpela cada artículo para llevarnos a la conversión.
Me detengo ahora en al artículo 35. «La Compañía quiere conservar la agilidad y flexibilidad necesarias para poder responder a las llamadas de la Iglesia frente a nuevas formas de pobreza. Trata de buscar a los pobres donde se encuentran. Por su parte, cada una de las Hermanas está dispuesta a prestar servicio dondequiera que se la envíe».3
Ven inmediatamente con qué espíritu hemos hecho esta reflexión. En ese mismo espíritu, es necesario que revisemos nuestra vida, cada una sola y todas juntas, que tengamos el valor de comprometernos personal y comunitariamente. Para que reine la autenticidad, hemos de plantearnos estas cuestiones. ¿A qué nos llama el Señor? ¿Qué quiere de nosotras en la Compañía de las Hijas de la Caridad? ¿Qué quiere decir la frase, completamente entregadas a Dios para el servicio de los pobres? ¿Mi vida está impregnada de la doctrina del Evangelio, de san Vicente y de santa Luisa? ¿Soy auténtica, somos auténticas en conjunto? ¿O bien, nos contentamos con verdades a medias, con pequeños compromisos, con ciertos arreglos ante la verdad?
Son éstas cuestiones fundamentales para la revisión de las Constituciones y para la formulación de postulados. Descubramos nuestras faltas de lógica y nuestras contradicciones, porque hay muchas en nuestra vida. Hemos empezado a progresar hacia los más pobres y a vivir más pobremente, pero nos quedan muchos pasos que dar. A propósito de esto, quisiera expresarles mi alegría. Hace poco, he venido del Brasil, y he podido ver personalmente algunos de esos pasos hacia los más pobres. He visto implantaciones de Hijas de la Caridad en las favelas, donde viven desde hace unos cinco años, en medio de los más pobres. Y a pesar de que procedían de casas donde no faltaban las comodidades, se han reducido a tener lo estrictamente necesario. Duermen cuatro en una misma habitación, en literas. Y estas Hermanas animan comunidades de base. En la cocina de una de estas implantaciones, todo lo necesario se halla en un estante de madera, protegido del polvo, por medio de una cortina hecha de plástico, de los sacos de leche en polvo. En las cinco Provincias del Brasil, he visto fundaciones de este estilo. Es un esfuerzo de pobreza que dura desde hace varios años. La respuesta del Señor es que Brasil cuenta con 55 Hermanas en el Seminario, para las cinco Provincias.
Veamos el artículo 30.4 San Vicente nos recuerda que antes que la misericordia está la justicia. ¿Qué lugar ocupa la justicia en nuestra vida? ¿Qué formación tenemos respecto de la justicia? ¿Nos preocupamos por la justicia? Ésta es la forma en que el Señor quiere que hagamos la revisión de nuestras Constituciones. Revisión del texto, sí, pero también revisión de vida.
El segundo cuestionario trata de los problemas actuales. Si se habla de ellos es porque tienen repercusión e influencia sobre nuestra vida. Quisiera citarles otros problemas, que no son particulares de Cerdeña, pero que se viven un poco en todas partes. Por ejemplo, el lugar pre-ponderante del consumo en la sociedad actual y, por consiguiente, el problema de nuestra vulnerabilidad a la publicidad y de su repercusión sobre nuestra manera de vivir la pobreza.
No podemos imaginar hasta qué punto somos influenciadas y afectadas por la publicidad y hasta qué punto crea después en nosotras, necesidades superfluas. Tal vez, si ustedes lo juzgan necesario, se ten-drá que formular, a este respecto, algún postulado que exprese un poco esta repercusión de la sociedad de consumo sobre nuestra manera de vivir y los medios de reaccionar contra esta influencia negativa. El pobre se encuentra igualmente frente a esta sociedad de consumo, pero, ¿de cuantas cosas no se abstiene? Por eso, debemos preguntarnos, ¿cuáles son para nosotras las cosas necesarias y dónde empieza lo super-fluo? Esto, además, no nos dispensará de pensar en la pobreza interior cuya importancia nos muestran las Constituciones. Tenemos que investigar también nuestras faltas a este propósito, nuestra necesidad de seguridad, de la estimación de los demás, etc.
Otro problema importante es la influencia que los medios de comu-nicación social, especialmente la televisión, ejercen sobre nuestras vidas. No cabe duda, que debemos ver la televisión, que tenemos que estar al corriente de lo que pasa en el mundo para no permanecer ajenas a los acontecimientos, pero siempre con miras al servicio de los pobres, y sin transformar el espectáculo televisado en esa pequeña porción de droga que se absorbe todas las noches. Nuestro tiempo pertenece a Dios y a los pobres.
Tampoco pueden permanecer insensibles al lugar que ocupan hoy las ideologías que se refieren a cómo viven los pobres, y a los problemas relacionados con la pobreza. No podemos ignorar, por ejemplo, la influencia que ha tomado en nuestro mundo la ideología marxista. Hay que intentar comprender qué vulnerables son a ella los pobres. No se puede presentar el mensaje de la fe de la misma manera a personas influenciadas por el marxismo, que a los que no lo están.
He aquí, algunos ejemplos de problemas actuales que deberían repercutir en nuestra vida y llevarnos a reflexionar. No hemos de pensar evidentemente, que hemos de concentrarnos en las dificultades, sino que hemos de pensar que el tiempo de las Asambleas es un tiempo de gracia. Es verdaderamente tiempo de renovación personal y de toda la Compañía en conjunto. Finalmente, es la esperanza de encontrar juntas lo que nos puede ayudar a vivir nuestra vocación de Hijas de la Caridad. Esto quiere decir que cada una de nosotras, en este tiempo de preparación de las Asambleas, ha de tener bien clara en la mente, la idea de la identidad de la Hija de la Caridad, por ejemplo, la de Margarita Naseau, una identidad de sierva, sencilla, humilde, pobre.
No quiero terminar sin decirles esto. Las asambleas serán lo que hayan sido sus oraciones. Un signo de la identidad primera de la Compañía, es el rezar juntas, el invocar juntas, al Espíritu Santo. Ustedes saben en cuánta estima tenían san Vicente y santa Luisa esta devoción. Las soluciones para volver a encontrar la identidad, el verdadero rostro de la Hija de la Caridad de los orígenes, nos las dará este espíritu de amor. Ya conocen la oración: «Ven, Espíritu Santo y renovarás la faz de la tierra». Renovará la faz de la Compañía, por eso, este tiempo de Asambleas es un tiempo de esperanza.
Lo que nos pide, es que nos hagamos reconocer como auténticas Hijas de la Caridad. Del mismo modo, que se pedía a los primeros cristianos que se hicieran reconocer como cristianos, nosotras nos debemos hacer reconocer también, todos los días, en la fracción del pan, debemos poner todo en común, y presentar los rasgos esenciales de la Familia Vicenciana, la sencillez y la humildad en el servicio de amor a Cristo en los pobres.
El resultado de nuestra Asamblea dependerá de la profundidad de nuestra fe y de nuestro amor.