Los Movimientos Laicos Vicentinos

Francisco Javier Fernández ChentoFamilia Vicenciana sin categorizarLeave a Comment

CRÉDITOS
Autor: Antonio Elduayen, C.M. · Año publicación original: 1985 · Fuente: Vincentiana.
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Introducción (sintetizada)

familia_vicentinaAnte todo hay que hacerse tres clases de preguntas: 1. ¿Cuán­tas y cuáles son las asociaciones y/o movimientos de caridad que caen bajo el patrocinio de San Vicente de Paúl? ¿Cuántos(as) de éstos(as) podemos llamar propiamente vicentinos, sujeto de esta ponencia? 2. En una Iglesia y después de un concilio que han puesto al laico en el pri­mer plano, ¿qué vigencia tienen hoy las asociaciones laicas vicen­tinas? ¿Qué papel desempeñan o pueden y están llamadas a desempeñar? ¿Qué futuro les espera? 3. En un mundo donde más de las tres cuartas partes de su población son pobres y donde la Iglesia se ha empeñado optando por su liberación integral, ¿qué hacen y qué están llamados a hacer los movimientos laicos vicen­tinos?

Esta ponencia quiere ser un primer intento de aproximación, cordial y global, al tema; ojalá se continúe y complete por otros, pues,

La fecundidad del espíritu de San Vicente de Paúl —suscitando personas, grupos, formas de caridad, sensibilidad social, obras, etc.—, ha sido impresionante. ¿Lo es todavía? ¿De quién y de qué dependerá el que este espíritu siga vivo y vivificador…?

San Vicente de Paúl y los movimientos vicentinos —de laicos y de «religiosos»— han tenido benéfica y no pequeña influencia en la renovación caritativo-social de la Iglesia y en la sensibilización y legisla­ción social de los países cristianos.

c) Se echa de menos una historia de San Vicente de Paúl como inspirador y pre­cursor de apóstoles, asociaciones, movimientos, obras, etc., de CARIDAD, (tal como la tenemos de San Vicente de Paúl como fundador de comuni­dades y obras de caridad…).

Movimientos laicos vicencianos

1. La Asociación Internacional de Caridades (A.I.C.)

1.1. Su origen

La primera asociación laica vicentina de caridad nació en Chátillon-les-Dombes el 23 de agosto de 1617, con 12 damas. Fue erigida canónicamente en cofradía, con reglamento propio, el 24 de noviembre y se procedió a su constitución solemne y oficial el 8 de diciembre, fiesta de la Inmaculada Concepción, su patrona.

Con los nombres de «cofradía de la caridad», «compañía de la caridad», «asociación de caridad» ‘o simplemente «caridad» las asociaciones vicentinas se multiplicaron rápidamente. De 1618 a 1625 estaban en los 20 ó 30 pueblos de los terrenos de los Gondí, que Vicente misionó. París empezó a tener «caridades» en 1629 y pronto no hubo parroquia sin «caridad». Pasó lo mismo en Beau­vais con sus 18 parroquias; y en Soissons y en Sens…» Se fundó en tantos lugares, dirá L. Abelly, que no se sabe su número. Luisa de Marillac, enviada por San Vicente de Paúl, dedicará cuatro decisivos años de su vida (1629-33) a visitar muchas de esas caridades, (en una ver­sión vicentina de Gli fiorelli de San Francisco). En 1651 las carida­des se establecen en Polonia, en 1654 en Italia… La asociación de caridad es ya internacional en vida de San Vicente de Paúl.

«Caridades» con reglamentos sólo para señoras (como Mont­mirail, 1618); sólo para caballeros (Folleville, 1620); mixtas (Cour­boing, 1622). Caridades a gran escala (como Macon) y a pequeña (como tantas de pueblos), poderosas y pobres, de asistencia y de promoción, de acción polifacética y especializadas…

Una visión al conjunto de las «caridades» y el estudio de los 21 reglamentos conservados y que San Vicente de Paúl redactara para las cofradías, nos hacen ver su proyecto de caridad para el laicado: luchar con­tra todas las pobrezas… Más allá de los detalles, de las atenciones puntuales, de los beneficios localizados, está el gran proyecto de San Vicente de Paúl: la evangelización (evangelizar y evangelizarse) por la caridad; la renovación de la Iglesia y de la sociedad por la caridad).

1.2. Estado actual

Hoy las «caridades» de San Vicente de Paúl se llaman Asociación Internacio­nal de Caridades (A.I.C.). La A.I.C. agrupa y representa las asocia­ciones y federaciones de asociaciones, femeninas o mixtas, funda­das por San Vicente de Paúl o que siguen su tradición. Son más de 40 asociaciones nacionales en los cinco continentes con más de doscientas mil volun­tarias. En cada país las asociaciones AIC tienen nombres distin­tos, si bien con palabras claves comunes como San Vicente de Paúl, voluntarias y caridad. (En Francia, desde 1963, se llaman Equipes Saint Vincent; en España, Asociación de Caridad de San Vicente de Paúl; en México, Asociación de Voluntarias Vicentinas; en Norteamérica, ALCUS; en Chile ASEVI (Asociación Seglar Vicentina), etc.

La A.I.C. tiene su sede central en Bruselas (ya no en París): un estatuto jurídico internacional (ya no el régimen de Asociaciones Independientes. Por voluntad común ni siquiera tienen estructu­ras regionales o continentales; sólo reuniones en ese nivel); A.I.C. tiene asambleas generales de delegadas (ya no los congresos inter­nacionales de caridades iniciados en 1930); tiene un comité ejecu­tivo con presidenta, etc., laicos (ya no el Superior General C.M. como director); un documento base con las grandes líneas del ser y del quehacer de sus miembros (ya no el viejo directorio-reglamento); un boletín en castellano, francés e inglés (no más la incomunica­ción de antes)… Brevemente, las caridades de San Vicente de Paúl (ex-Damas de la Caridad) ya no son más una asociación especie de tercera orden vicentina; son una asociación de laicos, dirigida por laicos y para los laicos, a nivel mundial.

La reestructuración, en todos los órdenes, se produjo en 1971. Inspirándose en el Vaticano II, el P. Richardson, Superior General de la C.M. puso en manos de las presidentas, a todos los niveles, la dirección que hasta entonces detentaban el superior general y los visitadores C.M. (El superior general C.M. pasó a ser consejero general actuando a través de un consejero adjunto que nombra la Santa Sede a propuesta de la A.I.C. con el consentimiento del supe­rior general). El relevo efectivo se llevó a cabo en el Primer Encuen­tro Internacional Extraordinario celebrado en Roma ese mismo año 1971, con delegadas de 22 naciones. Aquí se elaboraron y votaron los nuevos Estatutos y Reglamento Interno (que se actua­lizarían en 1976 y que, en este proceso de clarificación, volverán a modificarse en la asamblea general de octubre (16-23) de este año (1985). Aquí se eligió el Primer Comité Ejecutivo Internacio­nal (de verdad), siendo su presidente la Sra. Clara Delva (alma de la Asociación hasta 1984, en que fue relevada del cargo por la Sra. Genevieve Grangy). Aquí se dieron las primeras grandes líneas de reflexión y acción para la renovación de las caridades.

El 360 aniversario de su fundación (1977) encontró a las cari­dades totalmente renovadas —la A.I.C. como una Asociación de mujeres con un estatuto internacional y un proyecto de caridad expresado en términos de hoy. La A.I.C. se presenta como una «orga­nización de acción social y pastoral en los tres niveles de la cari­dad, actuando contra todas las pobrezas y estimulando la partici­pación. Y lanza su difundida declaración de motivos, principios y compromisos. Esta declaración, se transformaría, después de tres años de maduración, en el llamado documento de base cuyo lema — «Contra todas las pobrezas actuar juntos» — condensa el proyecto vicentino de la caridad. El llamado «libro amarillo» quiere ser un peculiar «instrumento de trabajo y de reflexión que recoge en grandes líneas lo que son y quieren ser los miembros de la A.I.C., en cada país e internacionalmente. (El Documento de Base es un fichero que crece…).

En su breve nueva vida (14 años de 1971 a 1985), la A.I.C. ha completado muchas cosas, quemando etapas. Es realmente impre­sionante todo lo que ha hecho y conseguido, algo que parece un milagro… de San Vicente de Paúl a favor de su primera obra, secundado ciertamente por un excepcional equipo de trabajo con la Sra. Clara Delva a la cabeza y el consejero adjunto P. Dekkers. Entre los logros, quizás el más importante es haber encontrado el camino de la renovación, de cómo ser hoy una organización laica cristiana de caridad. Cier­tamente no todas las bases se mueven al ritmo ni tienen la visión clara dal consejo ejecutivo. Pero van entrando… Al respecto que­remos destacar aquí unos pocos de los muchos logros; aquellos pre­cisamente que han sido (y siguen siendo) los gestores de la renova­ción y actualización de las caridades.

a) Al interior de la A.I.C.:

1.1. El estudio y la búsqueda del pensamiento y la acción de la Iglesia y San Vicente en relación con los pobres y la caridad. Se dió a esto tanta importancia que fue —y sigue siendo— objeto de la primera comisión de la A.I.C. La comisión de estudio y bús­queda… de la propia identidad y de la organización que mejor la interprete y le permita funcionar. Años dedicados a la clarifica­ción de conceptos y posiciones, comprometiendo en la búsqueda y el estudio a las bases…

1.2. La animación y la formación. También para esto creó una comisión (y el grupo de enlaces), que tiene revueltas a las bases con fichas, dossiers, cuestionarios, documentos, informes, etc. A.I.C. tiene la convicción de que si no hay formación —ventanas abier­tas a las nuevas situaciones, necesidades, etc., de este mundo en cambio—, no hay renovación. Se trata de formarse «para los demás».

b) Hacia afuera de la A.I.C.

2.1. La participación… de las mujeres en su liberación y auto- promoción. La comisión A.I.C. de mujeres es, al mismo tiempo que un indicador de su tercera preocupación institucional, una sem­bradora de ideas, organizadora de proyectos y coordinadora de esfuerzos en favor de las mujeres en necesidad. Conocer la situa­ción en los países A.I.C., llevarlas a integrar proyectos comunita­rios, ser sus «abogadas», etc., ha sido preocupación de A.I.C., sobre todo para Latinoamérica (reuniones de Armenia (Colombia) en 1980 y de S. José de Costa Rica, 1984).

2.2. Cooperación. Por su estatuto internacional y por su sen­tido eclesial, A.I.C. quiere —necesita— tener relaciones y estar vinculado con toda clase de organismos-organizaciones afines, a nivel de Iglesia y a nivel de sociedad (organismos gubernamenta­les y no gubernamentales (0.G. y O.N.G.). Quiere —necesita— hacer valer su presencia y beneficiarse de las experiencias y aportes de los organismos internacionales. De la nada, en 14 años, A.I.C., ha logrado vincularse y ser reconocida como organización por las mayores organizaciones internacionales. A nivel de Iglesia, man­tiene relaciones con la Secretaría del Estado de la Santa Sede, el Consejo Cor Unum, Justicia y Paz; con la O.I.C. (Organización Inter­nacional Católica) y la UMOFC (Unión de Organizaciones Femeni­nas Católicas), de las que es miembro (y en las que ha formado parte de su consejo por varios años; con la C.I. (Caritas International), con la que tiene estatuto de observador (habiendo participado como tal en asambleas generales y continentales); con la CIDSE (Coope­ración Internacional para el desarrollo socioeconómico), etc. A nivel de sociedad está en contacto con la FAO, la UAI (Unión de Asoc. Internacionales), la ATM (Ayuda a toda miseria); es miembro de CIAS (Consejo Internacional de Acción Social) y tiene estatuto con­sultativo (de categoría C «mutua información») con la UNESCO; este mismo estatuto lo viene gestionando con la ONU. Debe relie­varse que bastantes de las bases han inciado ya estos mismos con­tactos con los organismos internacionales a nivel de país (nación).

2. Sociedad de San Vicente de Paúl

2.1. Su origen

La Sociedad de San Vicente de Paúl se originó de las Confe­rencias de Caridad —la primera de las cuales fue fundada en París, el 23 de abril de 1833, por media docena de jóvenes universitarios y el asesoramiento del Sr. Bailly, (que sería el redactor del regla­mento y primer presidente) (1833-1844).

Inicialmente, el grupo universitario, comandado por Federico Ozanam y con los auspicios de Bailly (fundador de la «Tribuna Cató­lica»), había organizado una conferencia de historia (al estilo de las otras conferencias o círculos de estudio, que existían en la Sor- bona). En plan apologético; historia en mano, el propósito era defen­der la fe y la Iglesia, haciendo ver lo mucho que el mundo debía al cristianismo (un poco en la línea de Lamennais, de quien Bailly había sido colaborador).

La conferencia de historia se transformó en conferencia de cari­dad a raíz de la crítica hecha al grupo por el socialista sansimo­niano Juan Broet: «Ustedes nos hacen el elogio de la Iglesia como bienhechora de la humanidad. Admitamos eso para otros tiempos, pero ahora ¿qué hacen ustedes por el pueblo? ¿Qué le dan?»

Más de doscientos años atrás, Vicente de Paúl había tenido que enfrentar una objeción parecida de parte de un hugonote. La resolvió haciendo de la caridad el objetivo de su vida, en un proyecto integral, sencillo, efectivo y organizado de servicio a los pobres.

Justamente lo que el grupo Ozanam andaba intentando hacer… Iban a contar para ello con la ayuda providencial de la sin par Sor Rosalía Rendu, quien junto con dar al grupo las primeras direcciones y los primeros bonos de pan para sus visitas a los pobres, les orien­taría y animaría en el espíritu de San Vicente.

Para las conferencias de caridad, San Vicente se presentaba como el inspirador, el guía, el mentor,-el patrono, el principal fun­dador. Organizadas en asociación, las conferencias se convirtieron en la Sociedad de San Vicente de Paúl. Al cabo de tantos años, por obra del grupo juvenil Ozanam, Vicente veía surgir aquellas asociaciones de hombres que sin éxito él había iniciado (en Folle­ville, con el barón de Renty, etc.).

El éxito de las conferencias fue inmediato, de rápida expan­sión, universal. El contexto socio-económico-político-religioso (con las «cuestiones obreras», las incipientes «luchas de clases», el anti­clericalismo, la impiedad religiosa, las revoluciones, etc.), reclama­ban las conferencias. Su proyecto respondía a las exigencias y las aspiraciones de gran parte de los católicos, especialmente de los jóvenes, con una militancia eficaz y cristiana.

Al finalizar 1833, la Conferencia de París debió dividirse en varios grupos. Luego pasó a Provincias y a casi todos los países de Europa y América. (A Chile llegó en abril de 1854). Veintisiete años después de su fundación la sociedad contaba en todo el mundo alrededor de 2.500 conferencias con unos 50.000 miembros. Al cumplir los 50 años —recuperada de revoluciones y crisis— la sociedad tenía más de 4.500 conferencias y 90.000 socios. En 1933, a los 100 años, 13.800 conferencias con 200.000 socios.

2.2. Su estado actual

Hoy la sociedad tiene unas 30.000 conferencias en 107 países de los cinco continentes con casi 750.000 miembros (entre jóvenes y adultos, hombres y mujeres).

(No se considera aquí la Sociedad Femenina de San Vicente de Paúl, fundada en Boloña (Italia), el 10 de enero de 1856, por la Sra. Celestina Scarabelli. La sociedad nació para asistir al mundo femenino, que por diversas razones, la sociedad, juvenil y mascu­lina, de Ozanam, había creído conveniente dejar de lado. Fue apro­bada por Pío IX y dotada de las mismas indulgencias que la socie­dad de hombres (8.02.1859). La sociedad femenina tiene unas 500 conferencias, de las cuales más de la mitad están en Italia. Miem­bros, unas 10.000).

La crisis global que desde la segunda guerra mundial y el Con­cilio Vaticano II, viene cambiando el mundo y las instituciones cató­licas, también la sufrió la sociedad; sobre todo en algunos países de Europa y de América. Les fue difícil reclutar nuevos miembros, sobre todo jóvenes —por el espíritu de materialismo, indiferen­tismo y relativismo religioso, tan contrarios al amor al prójimo y al celo por la salvación de las almas, que son el alma de las confe­rencias. La politización y secularización de las universidades, fue otro factor negativo, sobre todo para la promoción «vicentina» de universitarios, con los que naciera y se desarrollara la sociedad. Les fue difícil financiar sus obras y arbitrarse recursos— por el receso económico general.

Con todo la sociedad siguió creciendo y penetrando en África y Asia; y fortaleciéndose en algunos países de América y en Aus­tralia. La sociedad sigue siendo la mayor organización eclesial de laicos cristianos: el voluntariado más antiguo, extenso y efectivo de la Iglesia; también el más organizado.

Gracias a su organización —a sus asambleas cada seis años— la próxima será el 86 en Montreal (Canadá); a su consejo inter­nacional —con su dinámico presidente, el francolibanés Sr. Amín A. de Tarrazí, y los cuatro vice-presidentes que son delegados de área (África, América, Asia y Europa); etc., la sociedad tiene un esta­tuto internacional efectivo y reconocido. En muchos países es «de interés nacional» (con todo lo que esto comporta). Para la ONU es un organismo no gubernamental con quien tiene vinculación, como la tiene UNESCO, FAO, etc. A nivel eclesial mantiene vinculación muy estrecha con casi todas las grandes organizaciones, especial­mente con Cor Unum y Caritas Internacional.

A la sociedad se le podrán achacar muchos defectos —rutina, desfase, capillismo, paternalismo, etc.—; y algo habrá de todo esto entre sus 30.000 conferencias. Pere será injusto condenar el todo por sus partes y será hacer de tonto útil repetir la propaganda negra y la mala imagen que se le hace.

En su conjunto la sociedad viene renovándose y proyectándose hacia el futuro, abierta al mundo y a la Iglesia, pero en fidelidad a su vocación-misión y a San Vicente. (Momentos hubo en que esta apertura pareció ir más allá de lo debido, especialmente en cuanto al ecumenismo. Recuérdese la asamblea de Dublín en 1973). No necesita inventar o pedir prestado a nadie lo que hace actual el ser­vicio de la caridad. Los fines y el espíritu de la sociedad son de hoy (como lo fueron de ayer):

«Ninguna obra de caridad debe serle ajena» (art. 2° R.). Siempre fue así, aunque primó y deba primar, por reglamento y carisma, la visita a los pobres.

El testimonio —del que tanto se habla hoy y que es, con Pablo VI, «el primer medio de evangelización» (EN-41)—, es lo esen­cial del espíritu de la sociedad (junto con la sencillez, la humildad y la fraternidad). El testimonio de fe por la caridad resume la teo­logía y la misionología del «vicentino»; para esto nacieron las con­ferencias.

c) La formación de personas por medio del contacto directo —a lo que hoy apunta la pastoral—, es el método propio desde los días de Ozanam. Lamentablemente, en muchos casos, el método se estereotipó y la visita domiciliaria, rutinaria y asistencial, per­dió de vista el objetivo evangelizador del testimonio y la formación de personas.

La vuelta a las fuentas está ayudando a renovar métodos y acciones. Sobre todo por la acción de las asambleas mundiales: es aquí donde se toma el pulso a la sociedad, se intercambian expe­riencias, se reajusta el reglamento… (Los principios fundamenta­les adoptados por el pleno de Dublín, en 1973, están sirviendo de base a la actualización de los reglamentos de la sociedad en los dis­tintos países). Todo esto está contribuyendo a remozarla y relan­zarla. Se desearía la realización de asambleas y/o seminarios regio­nales —para una mayor información—, a lo mejor institucionali­zando las convocatorias que con motivo de aniversarios especia­les hacen algunos consejos nacionales (Brasil, Argentina, etc.).

VINCENPAUL, la revista de la sociedad que se traduce a los principales idiomas, sigué siendo tanto la carta informativa del con­sejo internacional como el testimonio vivo del movimiento en todo el mundo. Es además, con el intercambio de boletines nacionales, el medio de vinculación y de animación de la sociedad. Del N° 217 (marzo 1985) de VINCENPAUL, son las siguientes preocupaciones que reflejan la vida de la sociedad:

La promoción-formación de grupos juveniles. Se está avan­zando en la formación de conferencias juveniles, aunque en muchos países ya no sea precisamente con universitarios. La sociedad que, por origen y reglamento (art. 1°) es un voluntariado juvenil, ve como prioritario este objetivo de «rejuvenecimiento».

Los hermanamientos, internos y externos, van en aumento. El hermanamiento permite una mayor vinculación y facilita las acti­vidades de las conferencias. Algunas cifras: Inglaterra y Gales tie­nen 1625 conferencias y 1245 hermanamientos; Paquistán, 160 con­ferencias y hermanamientos; Brasil, 11.000 conferencias y sólo 44 hermanamientos «internos»; Sierra Leona, 32 conferencias, O her­manamientos. Perú ha propuesto ocho conferencias por hermanar; Colombia 100, (de las 507 que tienen).

3. El desarrollo, en todos los aspectos, con incidencia de pro­moción y acción comunal, es otro de los objetivos de la sociedad. Para saber a qué atenerse, la comisión de desarrollo de la socie­dad envió en julio de 1984 una encuesta a todas las sociedades nacio­nales. De las primeras 44 respuestas se obtiene ya una visión impre­sionante de lo que ya se hace y se quiere hacer. Son microrealiza­ciones, proyectos, campañas de solidaridad, acciones de sensibi­lización, etc.

  • Tailandia está desarrollando un «banco de búfalos» para permitir a los campesinos pobres mejorar sus labranzas;
  • Ghana quisiera adquirir máquinas agrícolas;
  • No se trata pues del viejito que da limosna…

3. Asociación de Hijos e Hijas de María

Su origen

La Asociación de Hijos(as) de María nació de un deseo de la Santí­sima Virgen expresado a Santa Catalina Labouré en la aparición de 1830 (París, noche del 18 al 19 de julio). Su fundador y director fue el P.J.M. Aladel C.M., a quien la vidente confiara el mensaje («La Santísima Virgen quiere que Ud. comience una orden… ‘Une Con­frérie d’Enfants de Marie…»).

El primer grupo de Hijas de María se formó en un obrador (tal­ler) de las Hijas de la Caridad en la parroquia de San Pedro du­Gros-Caillou (París), el 8 de septiembre de 1837. Diez años más tarde hay en París quince de estos grupos, los que van constituyén­dose también en provincias.

El reconocimiento oficial —erección canónica— de la asocia­ción por Pío IX (20.06.1847), dado al P. Etienne, es una prueba de su crecimiento y será un acicate para su expansión. Contribuirá a ello también la publicación (1849) por P. Aladel, del Manual de las Hijas de María (libro base de la organización y formación de las asociaciones, que verá multiplicarse las ediciones y las traduc­ciones).

En 1850 (19.07), Pío IX extiende el reconocimiento oficial dado para erigir asociaciones de Hijas de María Inmaculada concedidas a las congregaciones marianas de los jesuitas; lo extiende a «los niños (varones) pobres confiados al cuidado de las Hijas de la Caridad y a los jóvenes educados en las casas de los misioneros. (Este reconocimiento oficial se iría abriendo y extendiendo progre­sivamente —»a todos los jóvenes, aunque no frecuenten las escue­las ni los obradores de las HdC… (27.04.1876, Pío IX); a todos los grupos marianos, de parroquias y de comunidades, siempre que cumplan con los requisitos del manual y se afilien a la asociación (25.03.1931, Pío XI), cuya sede central está en la casa madre de las Hijas de la Caridad).

En 1858 la asociación está establecida en 17 países, incluidos Chile (1857) y Perú (1858), los dos primeros países latinoamericanos en fundarla. Al celebrarse los 50 años (1897), la asociación está en 31 países y cuenta con casi 60.000 Hijos(as) de María. Tie­nen una revista (desde 1868: Les Annales des Enfants de Marie, que sale una vez al año).

El P. Julio Chevalier hace observar (1877) que las asociaciones de Hijos(as) de María «que tenían los jesuítas y las Damas del Sagrado Corazón antes de la formación de la asociación mariana vicentina, ‘se reclutaban de entre la clase alta; no eran populares…». Lo que la Virgen María quiso para su asociación fue que estuviese formada con «esa muchedumbre de niñas, salidas de las filas del pueblo, sumergidas en medio de todas las dificultades de la vida y expuestas a todos los peligros del mundo…».

Cuando haya que redefinir la identidad de la asociación habrá de tenerse muy presente el contexto socio-económico-político en que María hizo nacer — y en que nació — la asociación; así como la clase de jóvenes y los objetivos que la conformaron e impulsa­ron originalmente. Fueron tiempos difíciles de revolución… en todos los campos. Socioeconómicamente estaban surgiendo con toda su virulencia el industrialismo y el capitalismo que aherrojarían a la explotación más despiadada a niños y niñas… Serán estos niños y niñas, sobre todo las niñas, las que formen principalmente la asociación. Son las niñas que atienden las hermanas en sus escuelas, obradores, orfelinatos, patronatos, etc. Niñas de ocho a dieciséis años, muchas huérfanas, muchas que trabajan en fábri­cas durante el día. Las responsables (presidentas) de estos grupos de niñas marianas tenían 14-15 años. Para estas niñas(os) ser Hijas(os) de María era un honor, una fuerza y la oportunidad de educarse en la fe y ser mujeres. Conmueve leer los testimonios escri­tos que nos han dejado (en su revista Annales), cómo saben sacrifi­car su tiempo de descanso para formarse y cómo ahorran de su pobreza para ir en ayuda de otros…

Siempre juzgan lo que la asociación — sus miembros — llega­ría a ser más tarde, hay que decir que, en los principios, «casi todas las Hijas de María pertenecen a la clase obrera. Hay también niñas de condición bien y algunas pertenecen a la «mejor socie­dad».

Estado actual

Hoy la Asociación de Hijos e Hijas de María debe tener más de 70.000 miembros, sin contar los ex que se quedaron a le deriva por la desintegración de algunos grupos; y debe estar en unos 80 países, en bastante de ellos en reorganización.

El Superior General de la C.M. sigue siendo el Director Gene­ral de la Asociación cuyo centro internacional sigue estando en la casa madre de las Hijas de la Caridad en París. Pero, por no haber un estatuto ni una acción de efectivo alcance internacionales, estos títulos parecen ser cosa del pasado; no parece que se les considere mucho por parte de las asociaciones nacionales. Quedan reduci­dos a dar ocasionales mensajes a las juventudes marianas y llama­dos a la doble familia para que las asesoren y animen (P. Richard­son en 1979; P. McCullen en 1982).

Por su carácter ante todo celebratorio, tampoco influyeron en la internacionalización de la asociación las reuniones internacio­nales habidas con motivo de algún acontecimiento (Roma, 1947, año del centenario de la asociación, para la canonización de Santa Catalina; Roma, 1954, para el Año Mariano; Lourdes, 1958, para las apariciones de Lourdes; 1960, París, para la celebración del tricentenario de la muerte de San Vicente de Paúl y SLM; 1980, París, para el sesquicentenario de las apariciones de La Milagrosa; etc.). Algunas de estas reuniones fueron también congresos internacionales de Hijos e Hijas de María (París, 1948; Roma, 1950; Lourdes, 1958; todos antes del Con­cilio Vaticano II).

Los estatutos y el manual de la asociación parece que llegaron a ser obsoletos; no se cuenta con ellos. (Por historia y derecho los Hijos e Hijas de María son una asociación, a la que habrá que dar un nuevo estatuto en muchos países y, ojalá, a nivel internacional).

Un poco por todas partes se está en reorganización, haciendo camino vivo — también habrá que ver el nuevo estatus jurídico —, siempre en fidelidad a María y a los fines, naturaleza y espíritu ori­ginales. Aparentemente ya pasó lo peor. Superadas la excluyente prioridad dada a la Acción Católica (que pareció absorberlo todo); la desconfianza hacia los movimientos marianos (tildados de «espi­ritualistas» y «capitalistas»); la crisis general y generalizada atri­buída al Concilio Vaticano II; (que pareció ponerlo todo en un com­pás de espera); la incomprensión del nuevo puesto atribuído a María (como parte del Pueblo de Dios, según Lumen Gentium); la despreo­cupación de la doble familia vicentina por animar los centros de Hijos e Hijas de María; etc., la asociación renace con fuerza.

Por su tradición e influencia actual, paso a presentar somera­mente la situación de los Hijos e Hijas de María en Francia y España.

Francia

En Francia, desde 1968 — ¡aquel revolucionario mayo de la juventud de 1968! —, la Asociación de Hijos e Hijas de María se llama y convierte en Juventud Mariana (J.M.). Sigue publicando «Rayons» (que en 1919 reemplazara, con 10 números al año, a Les Annales de 1868); y Courrier des Responsables y, para los más jóvenes, «Rayon de Joie» (que aparecen en 1939). Y sigue haciendo impresionantes concentraciones marianas — en Roma y Lourdes, especialmente —. El encuentro de Lourdes 85 contó con 1.100 jóvenes. Hay una preocupación seria por la formación (institucionalizándose, desde 1969, los «campamentos de formación» de verano para todas las secciones (jóvenes, mayores y adultos).

Está abierta a todas las convocatorias significativas de la juven­tud: no eclesiales, como su presencia en Colonia, 1984, en respuesta al llamado de la comunidad de Taizé; y eclesiales, como la de Roma, 1985, con motivo del Año Internacional de la Juventud, donde las Juventudes Marianas fueron el grupo más grande. Y abiertas a la participación con grupos afines (desde 1980-81 forman con varios de ellos la familia de los «movimientos educativos», subgrupo del apostolado de los laicos).

El viejo árbol se rejuvenece y da nuevas ramas: en 1983, la J.M. para adultos (J.A.J.M.) y en este 1985 Rayons de soleil (para los niños de 10-13 años).

España

En España, los Hijos de María (a cargo de los padres) y las Hijas de María (a cargo de las hermanas) — que por años vivie­ron separadamente juntos —, se presentan como Juventud Mariana Vicenciana (J.M.V.). El renacimiento viene sobre todo a raíz de los encuentros de Benagalbón 80 y 81 (150 aniversario de las aparicio­nes de la Milagrosa y 400 aniversario del nacimiento de San Vicente de Paúl, res­pectivamente).

Hoy día en España más de 340 comunidades de jóvenes (14-19 años) y más de 600 de juveniles (11-14 años). Cuentan, desde julio 1984, con el «Informativo JMV», que es un periódico. Benagalbón (se acaba de tener el sexto encuentro), es, tanto como un lugar de encuentro y oración, el símbolo del movimiento.

La J.M.V. se define como movimiento seglar, eclesial, mariano, misionero, vicenciano; y está organizado en comunidades juveni­les y de jóvenes (cada sección con tres etapas y una etapa previa (8-11 años en juveniles y 14-15 años en jóvenes). Las comunidades juveniles están unidas a un centro de J.M.V., como su parte más joven. Los centros de jóvenes están en relación con una «Comuni­dad de Referencia» (Colegio, Parroquia, etc.), que los anima, ase­sora y apoya.

La J.M.V. sigue un proyecto de pastoral en línea catecumenal (según el ritual de iniciación cristiana de adultos (1972); los juveni­les, el catecismo de preadolescentes, cada etapa un nivel. En la ter­cera etapa del catecumenado de los jóvenes, se tiene «el envío»… a un servicio directo y duradero (de 15 días a dos meses) con los pobres. (En Barcelona, cuya Provincia tiene 21 centros, unos 20 jóve­nes han sido enviados como misioneros, por julio y agosto, a Hon­duras).

Los cambios de nombre (en varios países) y la apertura a gru­pos mixtos, son ya en sí reveladores de otros cambios más profun­dos. En bastantes países se da una búsqueda de la identidad y de la misión del movimiento en varias líneas:

  1. Se hace más joven. Quiere ser animado por jóvenes y ser para jóvenes. Los más pequeños y los adultos son orientados a otros grupos o se forman secciones especiales para ellos, en rela­ción con el movimiento, pero dejándolo libre y joven.
  2. Se siente movimiento, tanto por ser lo más propio del dina­mismo de la juventud como por ser su voluntad de ser más que una asociación de «comunión y limosna».
  3. Profundiza su devoción a María haciéndola más humana, cristocéntrica y eclesial. (Para las J.M., el secretariado ha dado tres orientaciones-eje: «Vivir, contemplar, servir», siendo testigos de Jesús con María en un mundo lleno de pobreza).
  4. Quiere ser y parecer eclesial y esto conservando su misión específica, que, de algún modo, enriquece a la Iglesia. (Esta aper­tura no es nueva en la asociación. Desde el nacimiento de la Acción Católica (1925), muchos Hijos e Hijas de María se comprometieron en sus diferen­tes secciones especializadas (J.O.C.F.; J.E.C.F.; etc.), sobre todo a partir de la invitación que les hiciera Mons. Courbe, primer secre­tario general de Acción Católica, en 1933 (05.11): se habían reunido en París 3.000 Hijos e Hijas de María. Participaciones parecidas se dieron en casi todos los países).
  5. En una formación profunda y una participación activa. La formación y participación son vistas como dos exigencias vitales, tanto al interior del movimiento — renovarse o morir — como para llegar a los demás.
  6. Pastoralmente, el movimiento se hace vicentino, especial­mente en los países hispanoparlantes. Porque la Providencia lo puso en manos de la doble familia vicentina, pero, sobre todo, porque tiene vocación de servicio misionero a los pobres (carisma vicen­tino). (El movimiento nació bajo el signo del industrialismo para orientar y encauzar cristianamente a jóvenes trabajadores pobres… Cuando se suscitó la «cuestión social» los Hijos e Hijas de María estuvieron en van­guardia; sus Anales recogieron y entregaron los textos de las encíclicas sociales; los Hijos e Hijas de María son las primeras militantes de los sindica­tos profesionales femeninos (que fundara Sor Milcent en 1902); las primeras voluntarias de la naciente Asociación de Luisas de Maril­lac (1909); las monitoras de la obra de los patronatos (para la for­mación integral de jóvenes de clase pobre), en 1911; las primeras monitoras del famoso Rayon sportif féminin (1929), etc. .

La renovación de la juventud mariana vicentina es sin duda una gracia de María, un fruto de los nuevos tiempos, una resultante del fervor mariano de muchos jóvenes… Es también obra del deci­dido empeño de los asesores de la doble familia vicentina. Ni Lourdes ni Benagalbón podrían llevarse a cabo sin el apoyo, en tan­tos aspectos, de los padres y las hermanas.

En América Latina son las H.H. las que se reúnen periódica­mente en encuentros interprovinciales de asesores, como el tenido en Colombia en enero 1984.

4. Asociación Luisas de Marillac

Nació en París en 1909 para consagrarse a la vejez pobre y aban­donada. Fue en la parroquia de San Nicolás du Chardonnet donde, hacía casi 300 años, la señorita Le Gras comenzaba a trabajar con pobres y enfermos; y fue en reconocimiento a la acción de Santa Luisa en favor de los ancianos (Hogar del Nombre de Jesús, 1653; Hospicio General de Caridad, 1657).

Las primeras Luisas de Marillac fueron Hijas de María; y por un buen tiempo la nueva asociación funcionó sólo con Hijas de María que optaban por un compromiso de servicio a los abuelos. La Revista Rayons (de los Hijos e Hijas de María) publicaba ocho páginas para las Luisas, siendo este suplemento el primer Boletín de las Luisas de Marillac.

En 1915 había, sólo en París, 405 Luisas en 19 grupos. Pronto se extendieron por muchos países, establecidas generalmente por y en las casas de las Hijas de la Caridad o en las parroquias donde ellas trabajaban. Con todo, en algunos países, como Italia, la aten­ción y cuidados a la tercera edad, se dejó en manos de la sección juvenil de las Damas de la Caridad (los Gruppi Giovanili di Volun­tariato Vincenziano que, este año acaban de celeberar su VI Con­greso Nacional).

El censo de 1953 registraba 21.873 Luisas que atendían a casi 30.000 ancianos, (según Sor Flinton en su obra «SLM: el aspecto social de su obra»).

Hoy la situación es confusa y está en plena evolución. Por falta de un estatuto internacional y de responsables o directivos internacionales, la asociación busca en cada país una solución distinta a su futuro. Antes del Concilio se suponía que había 30.000 Luisas (de acuerdo a un dato en una publicación inglesa, que nadie veri­ficó). Como muchas que fueron Hijos e Hijas de María hay muchas que se sienten Luisas, pero sin pertenencia a grupos…

En Francia se fusionaron (15.03.1969) con las conferencias de San Vicente de Paúl masculinas (rama juvenil); lo mismo hicieron las Luisas de Inglaterra. En Chile integran ASEVI A.I.C., como una de sus líneas de acción. En Colombia se llaman Voluntariado Juvenil Vicentino (Voljuvi) y trabajan maravillosamente. En Perú son un «resto» que sigue llamándose y trabajando como Luisas, si bien ya no son jóve­nes… Esto de la edad y de la falta de reclutamiento, son los proble­mas mayores de la asociación de Luisas de Marillac en los países en que funcionan como tales. Junto con la desvinculación — no que­rida por ellas — de la familia vicentina, de la que proceden.

Vigencia de los movimientos vicentinos

Al preguntarse por la vigencia de una institución (movimiento), hay que distinguir entre si es actual si está actualizada. Y esto en relación tanto con lo esencial (constitutivo, estructural) como con lo accidental (coyuntural).

El cuestionamiento a los movimientos vicentinos se hace —cuando es sensato y desprejuiciado—, planteando su actualización de lo coyuntural (líneas de acción, métodos, organización, activi­dades, etc.).

La vigencia o actualidad de los MV se evidencia en el número de elementos que tienen en común y como necesarios con la Igle­sia. Entre estos elementos, hoy más actuales que nunca, están:

  • La caridad (que en cuanto forma social de servicio hace nacer el Voluntariado cristiano; y en cuanto acción social lleva al progreso de los pueblos).
  • Los pobres, (cuyo partido toman, en lucha contra todas las pobrezas (viejas y nuevas).
  • El laicado (seglares como agentes diaconía) de evangeliza­ción integral. (Aquí habría que añadir dos nuevos elementos de actualidad, que comparten los MV con la Iglesia: la participación de los jóvenes y de las mujeres en su propia liberación).
  • La organización (que da estabilidad y eficiencia a la acción…). Se podrían aducir citas y acumular textos y más textos en fun­damentación de la importancia y actualidad de cada uno de estos elementos, pero no hace al caso, pues el problema no está aquí, sino en la forma como los MV entienden, organizan y suministran sus servicios.

Las objeciones (y los rechazos) van contra los MV en cuanto formas concretas, hoy. Sobre el particular se dan dos clases de objeciones-rechazos:

1. Las que critican los MV como

  • Obsoletos, desfasados, desadaptados, (porque no responde­rían ya a las necesidades, los métodos, los gustos de la gente de hoy);
  • Viejos, gastados, (y por ende sin dinamismo ni creatividad, pues sus miembros son «personas mayores»);
  • Con mala imagen (de damas y caballeros «de sociedad» que visitan pobres y hacen limosnas para salvar sus almas).

2. Las que piensan que las instituciones pasan (como las per­sonas) y que es más efectivo hacer o adherir a algo nuevo. Es mal­gastar tiempo, esfuerzo y recursos, empeñarse en reformar lo viejo…, sobre todo cuando hay sucedáneos que están de moda. Hoy, a todos los niveles (parroquia, país, mundo), hay grupos y movi­mientos de caridad y acción social (Justicia y Paz, Caritas Interna­cional, CIAS, ADVENIAT, etc., toda una interminable relación de instituciones de ayuda).

A la hora de analizar estas objeciones y rechazos, convendrá tener en cuenta también lo siguiente:

  1. Que hay, de siempre, una leyenda negra y una consigna de rechazo contra los MV (contra la acción social cristiana y de cari­dad, en general). Masones, filántropos librepensadores, etc.; algu­nos gobiernos, siempre los atacaron y hasta llegaron a prohibir­los… Será bueno estar en guardia y no hacer el juego a los contra­rios…
  2. Que no es justo juzgar el todo por las partes (grupos que, todos conocemos, han desaparecido o están agonizando. Pero tam­bién conocemos los otros llenos de empuje e inventiva). Ni es serio criticar sin conocer. Hay los que a priori, gratuitamente, deciden que espíritus, modelos, proyectos, que nacieron en otros tiempos, no pueden servir en los nuestros… Hay los que afirman que los MV se han quedado en el pasado; simplemente los ven hoy como eran en el pasado y no como son hoy y proyectan ser mañana. Mere­cen que se les dé el beneficio de la duda; que no se les critique desde la desinformación, el desconocimiento y el prejuicio…
  3. Que es más fácil señalar y criticar los defectos (las cosas que nos parece que les falta y lo que nos gustaría que tuviesen), es más fácil que hacer una crítica constructiva y ayudar a la reno­vación. Es más fácil liquidar o dejar de lado, que reemplazar con algo duradero, sólido, eficaz. (Al respecto alguien observó que, en 50 años, son más los grupos nuevos que han desaparecido que los viejos).
  4. Que los MV cuentan con elementos sustanciales muy valio­sos… Y con el reconocimiento, aplaudido, de los Papas, también de los actuales. Cuentan además con una larga, probada y gloriosa tradición.
  5. Que donde han sido renovados (o establecido nuevos), los grupos vicentinos han sido el alma de la transformación de una par­roquia, de una comunidad…

Condiciones de futuro para los movimientos vicentinos

Al exponer cómo están hoy los movimientos vicentinos, se ano­taron algunas de sus preocupaciones y de sus tendencias. Cómo van haciendo el cambio en fidelidad a San Vicente; cómo se actua­lizan y proyectan su futuro, con mayor o menor éxito y rapidez.

Cabría resumir las principales condiciones — presupuestos — para la supervivencia y el futuro de los MV, agrupándolas en tres referencias. Las condiciones con referencia a sus miembros; con referencia a las mismas asociaciones (movimientos); y con referen­cia a los asesores (de la C.M. y de las HH.CC., especialmente).

1. Los miembros necesitan:

a) Descubrir y asumir su vocación-misión de laicos vicentinos dentro de la Iglesia. Como laicos, vivir la espiritualidad que les es propia y desempeñar los roles de su status de laico, según las enseñanzas de la Iglesia (LG, IV; el N° 36, en especial: Decreto de Actividad Apostólica. Puebla, etc.). Como vicentinos, enrumbar y acentuar su misión laical en la caridad… El vicentino no puede per­der de vista su rol de laico, tal como se lo señala la Iglesia. Para el vicentino está acuñada, de modo especial, esa descripción de Puebla (786) para el laico: «hombre de Iglesia en el corazón del mundo y hombre de mundo en el corazón de la Iglesia».

b) Tomar en serio el voluntariado… Que no es trabajar «a voluntad» — cuando y como quiera —, sino comprometerse con un servicio organizado, responsable y duradero. (Tampoco se piense que son «religiosos(as)» para exigir como si fuera un «estado de vida» y no un «voluntariado»).

c) Preocupación sincera y cristiana por los pobres, a quienes se quiere evangelizar integralmente y a quienes se sirve honrando en ellos al Señor, según el espíritu de San Vicente de Paúl. El vicentino se santi­fica por la caridad hacia los pobres, (no por la piedad en oraciones y devociones).

d) Formación y participación como tareas continuas y decisi­vas (más que las acciones puntuales de caridad). Formación cris­tiana (no sólo espiritual) y vicentina. Participación en todo plano (reuniones, asambleas, encuentros) y en todas las líneas (progra­mas de desarrollo comunal, promoción de la mujer, etc.).

2. Las asociaciones (movimientos) necesitan:

a) Vivir en permanente estado de evaluación y renovación de obras, de métodos, de cuadros directivos, de relaciones, etc.

b) Preocuparse solidariamente por la promoción de volunta­rios(as) vicentinos, mediante su entrega alegre y contagiosa, el con­tacto y la invitación, la presentación de un trabajo y una causa que merecen la pena.

c) Asumir la responsabilidad plena de su asociación o movi­miento; es suyo, para organizarlo, dirigirlo, aumentarlo. No están para colaborar con las hermanas o los padres sino para hacer, con la asesoría de PP. y HH., un trabajo de Iglesia, el específico de su asociación. Lo lograrán, con garantía de duración y de promoción del laicado, cuando consigan toda la independencia — en lo econó­mico, infraestructura, etc. —. Independencia no quiere decir sepa­ración ni menos ruptura (de sus fuentes y asesores naturales). (Se dice todo esto pensando en bastantes grupos de A.I.C.; y Luisas y, en su medida, de la J.M.V.).

d) Presentarse como un movimiento renovado y renovador (más allá del cambio de nombres o del borrar imágenes negativas del pasado).

e) Darse un estatuto internacional (que sirva de base a los esta­tutos nacionales), con instancias verdaderamente internacionales, que animen y sean centro de unidad y de apoyo (en lo formativo, especialmente).

f) Tener comunicación e interrelación permanente, como expresión y generación de interés por lo vicentino, entre los gru­pos de un país y entre los países de la asociación.

(Esta comunicación e interrelación, institucionalizada entre las diferentes asociaciones o movimientos vicentinos, ha originado en algunos países la llamada familia vicentina. La FV, además de vivir al interior las relaciones propias de una familia, puede asumir tareas comunes de ayuda, especialmente en situaciones de emer­gencia. En relación con la J.M.V., en España concretamente, se está estimulando el amadrinamiento de grupos de J.M.V. por parte de las Voluntarias de la Caridad A.I.C. Se podrían propiciar cosas parecidas).

g) Ser eclesial: con conciencia de pertenencia a la Iglesia y con inserción sin absorción, en el todo de la Iglesia cuya edificación contribuye, desde una pastoral orgánica o de conjunto. Debe estar abierta a los llamados y las preocupaciones de la jerarquía (cuyo reconocimiento de la asociación deberá ser mucho más que el jurí­dico conforme a Derecho.

h) Colaborar estrechamente con los movimientos y grupos católicos afines, haciéndose presente y/o tomando parte en sus con­sejos (de Caritas, CEAS, etc.) y apoyando sus campañas, proyec­tos y programas a todo nivel (parroquiales, nacionales, internacio­nales).

i) Vincularse con las organizaciones no gubernamentales y gubernamentales de acción social; haciéndose oir. Para ello pro­curará tener personería jurídica y hacerse inscribir como asocia­ción de «interés social» (para todos sus efectos, de recepción de ayudas y de cooperación en las líneas y con las entidades de acción social del país).

j) Tener asesores o consejeros a todo nivel (local, nacional e internacional), que conozcan el carisma de San Vicente y se intere­sen por el crecimiento de la asociación con sentido de Iglesia.

3. Los Asesores necesitan:

a) Conocer el carisma vicentino, interesarse por su asociación y dedicar tiempo y empeño en sus funciones de animador y orientador.

b) En esta etapa de actualización, los asesores deberán «velar por el bien y el progreso de la asociación», como diría San Vicente de Paúl (Regl. II de Montmirail: Coste XIII, p. 468). Más concretamente deberán efectivizar las condiciones susodichas en relación con las perso­nas y la asociación. Retirándose y reduciéndose cada vez más a su misión de «animador espiritual» en la medida en que los laicos van asumiendo el control total de la asociación.

c) Sobre todo en esta etapa de actualización, la Congregación de la Misión y la Compañía de las Hijas de la Caridad, debieran señalar como prioritario el asesoramiento de los movimientos vicentinos y liberar padres y hermanas para un efectivo asesora­miento, previa la capacitación y la unidad de criterios y acciones. Es este un tiempo decisivo y sería imperdonable despreocuparse de los movimientos vicentinos o procurarles padres o hermanas sin tiempo, sin preparación o sin interés.

A toda la familia vicentina, especialmente a la doble familia de padres y hermanas, le corresponde la tarea de animar y apoyar la actual renovación. Somos depositarios en la Iglesia del carisma vicentino y somos portadores de su espíritu, siempre inquieto e ins­pirador de personas, de grupos de personas (recuérdese la «Aso­ciación Apostólica San Vicente de Paúl» en Curacao, nacida el 27.09.1983) y de formas nuevas o renovadas de caridad y acción social. Por historia y por herencia (patrimonio y tradición), nos cor­responde cuidar de la salud y la supervivencia de lo vicentino. Los Misioneros de San Vicente de Paúl y las Hijas de la Caridad tienen además mandato constitucional de velar y atender los movimientos vicentinos. Nobleza obliga.

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