Introducción
¿Qué fue la persecución de los Boxers? «Boxers» es el nombre dado a una sociedad secreta china llamada en chino «I-ho-ch’uan» (Puños Justos y Armoniosos). Sus miembros practicaban el boxeo y los rituales calisténicos, en la creencia de que esto les daba poderes sobrenaturales y los hacía invulnerables a las balas. Al comienzo se opusieron a la dinastía de los Ch’ing, pero después el gobierno les animó. Hacia 1899 los Boxers atacaron abiertamente a los cristianos chinos y occidentales en numerosas regiones de China. El punto culminante de la persecución de los Boxers fue en 1900 y tuvo por consecuencia la intervención de una fuerza internacional y el mismo año la toma de Pequín.
Los misioneros, que eran testigos oculares de esta cruel persecución, trataron de comprender quienes eran los Boxers y cuáles eran sus motivaciones. Por sus cartas e informes se puede ver algunas de sus características. Era una sociedad secreta, fanática, violenta, supersticiosa y anticristiana. Atraía a cientos de miles de miembros por medio de prácticas supersticiosas y de encantamientos que les conducían a un estado parecido a la posesión diabólica. Llegados a tal estado, pretendían tener facultades sobrenaturales que les hacían invulnerables. Los Boxers arrasaron todos los pueblos chinos y llegaron incluso a Pequín, quemando iglesias y masacrando a los cristianos occidentales y chinos con un fanatismo parecido a las persecuciones paganas de los primeros siglos de la Iglesia.
Un lugarteniente francés, Paúl Henry, que murió durante el asedio de Pequín escribió una carta conmovedora en favor de las misiones cristianas de China: «No os dejéis llevar de la tristeza, escribía en una carta a su familia que fue su testamento. Yo muero por la mejor de las causas. Espero que he cumplido con mi deber. Os dejo el poco dinero que poseo y os pido apartéis doscientos francos para la misión de China que está tan duramente probada en estos momentos…» (MARTIN GILBERT, Una historia para el Siglo Veinte, William Morrow y Company, Inc, Nueva York 1997, pág. 23).
Los mártires de la Congregación de la Misión no representan nada más que un pequeño número entre los miles de cristianos que murieron durante la persecución de los Boxers. Su valor heroico se deja transparentar en las palabras del P. Maurice Doré a quien habían propuesto huir y que respondió: «No, no, yo no partiré. Me quedaré aquí. Que se haga la voluntad de Dios». Algunos días más tarde, pereció con cincuenta de sus feligreses en su iglesia en llamas.
Mártires de la Congregación de la Misión
1. Padre Julio GARRIGUES, C.M., miembro de la Provincia de China, nacido en Saint-Sernin de Gourgoi (France) el 23 Junio de 1840 y fallecido en Pequín el 14 de Junio de 1900.
Desde joven, el P. Garriges soñaba con dar su vida por la evangelización de los chinos. Al llegar a China se consagró totalmente al anuncio del Evangelio hasta el sacrificio de su vida. Hombre de gran virtud, mortificado en la comida y en el vestir y apóstol humilde, sencillo y de gran celo. Tenía una gran caridad hacia todos, especialmente hacia los pobres. Le llamaban «el santo Padre Garrigues». El mismo Sr. obispo, después de una visita a Petang, decía de él: «He recibido la visita del santo de la ciudad», y más tarde dirá al Soberano Pontífice: «Si no hubiera sido mártir, la heroicidad de sus virtudes bastaría para canonizarlo».
El P. Garrigues llegó a Pequín en la primavera de 1900. Fue nombrado párroco de la parroquia de San José, una de las iglesias más bonitas de la ciudad. Pronto se extendieron los rumores de disturbios anormales en los suburbios de la ciudad y hasta en las calles de la capital. De las pagodas salían hordas enfurecidas que proferían gritos de muerte contra los cristianos.
Cuando los cristianos inquietos le preguntaban cuando vendrían los soldados, él respondía: «No tengáis miedo. Enseguida acabará todo. Ellos pueden matar el cuerpo, pero no el alma».
En la noche del 13 al 14 de Junio, hacia medianoche, una multitud de Boxers rodeó la casa de los misioneros, lanzando gritos de muerte, «Mátemoslos y quememóslos». Las mujeres afligidas y los cristianos se habían reunido en la Iglesia. Los Boxers prendieron fuego al edificio. El P. Garrigues consumió las especies sacramentales y recomendó a los cristianos que se salvaran. Él mismo escapó de la iglesia en llamas. Pero, a poca distancia de allí fue asesinado. Era el 14 de Junio de 1900, día de la fiesta del Santísimo Sacramento.
2. Padre Mauricio DORÉ, C.M., miembro de la Provincia de China nació en París el 15 de Mayo de 1862 y murió en Pequín el 15 de Junio de 1900.
Párroco de Nuestra Señora de los Dolores en Pequín, el P. Doré, fue un misionero totalmente dedicado al apostolado y atención de los fieles que le habían sido confiados, aunque era de carácter más bien irascible.
Cuando estalló la persecución el P. Doré fue a Pé-tang donde se sentía más seguro y permaneció allí una noche. Pero al día siguiente, dijo a uno de los empleados: «El Obispo quiere que yo regrese porque es mi deber ayudar a los cristianos y animarlos. Yo seguiré la orden del Sr. Obispo». Se preparó a la muerte, después se afeitó la barba para no ser reconocido por sus perseguidores y retornó a su parroquia. Invitado por uno de los servidores a buscar refugio en otra parte, respondió: «No, yo no partiré. Me quedaré aquí. Que se haga la voluntad de Dios».
Por un momento había pensado defenderse con las armas, después reflexionando, dijo: «Aunque llegara a matar a un Boxer, moriría igualmente. Es mejor que me conforme a la voluntad de Dios». Cogió las dos pistolas que tenía y las puso bajo llave en un armario de su habitación. Recomendó también a los que estaban cercanos que no utilizaran las armas para defenderse.
El 14 de Junio, por la tarde cuando se encontraba en la Iglesia con los cristianos que había invitado a reunirse, hacia medianoche llegaron los Boxers y prendieron fueron a los locales parroquiales. El P. Doré tuvo tiempo de tocar tres campanadas, después fue gravemente herido y rematado en el mismo lugar y su cuerpo ardió en la iglesia en llamas. Unos cincuenta cristianos murieron con él. Su obispo, Mons. Favier, C.M., es testigo de la muerte del P. Doré y de su voluntad de poner su vida en las manos de Dios, entregándose al servicio de los cristianos que le habían sido confiados.
3. Padre Pascual Rafael D’ADDOSIO, C.M., miembro de la Provincia de China, nació en Presicce-Otranto (Italia) el 19 de Diciembre de 1835 y falleció en Pequín el 15 de Agosto de 1900.
Hombre muy activo, celoso de la salvación de las almas y de una sólida vida espiritual, fue uno de los sacerdotes más estimados del clero de Pequín. Fue muy apreciado como profesor de teología, así como predicador popular.
El día de la Asunción de 1900, a las 5 de la mañana, el P. D’Addosio celebró la misa, después se dirigió a los cristianos diciéndoles: «Si alguno quiere ir al martirio que me siga». Se montó en su asno y acompañado de dos cristianos, fue hasta la Iglesia de Nant’ang, su antigua parroquia donde, al no encontrar más que ruinas, lloró.
Hacia la una de la tarde, cuando caminaba hacia Pe-tang para encontrarse con el Sr. Obispo, fue visto por una banda de Boxers que le dispararon. Al ruido de las balas el asno se encabritó haciéndole caer por tierra, mientras que los dos cristianos que le acompañaban presos de temor huyeron. De una tienda cercana salieron numerosos paganos que lo apalearon. Uno de los soldados, acercando la bayoneta amenazó al P. D’Addosio hasta que él implorando piedad le dijo: «Yo soy un hombre bueno, he venido a China hace muchos años, no como otros por diversos motivos, sino únicamente para propagar la religión católica» y, en la esperanza de ablandarlo, le tendió su reloj diciéndole «este reloj es de oro». Pero los soldados, esperando recibir el premio de 50 talentos prometido a quien capturara «al gran diablo», como le llamaban, lo ataron de pies y manos y le llevaron hasta el palacio Zehang-wang-fou. No se sabe qué pasó en el palacio, pero poco después fue asesinado.
4. Padre André TSU, C.M., miembro de la Provincia de China, nació en Yonh-kia-hsien (China) el 3 de Septiembre de 1876 y murió en Tché-kiang el 3 de Octubre de 1903.
La revolución de 1900 había destruido todo en la sub-prefectura de Ning-Hai. Sacerdote muy joven — había sido ordenado en 1901 —, el P. Tsu que desarrollaba una gran actividad pastoral y al que ningún obstáculo podía desanimar se puso manos a la obra para poner de nuevo en marcha las diversas actividades pastorales. Se abrieron nuevos centros a la fe, más de 1.500 catecúmenos venían a orar al lado de los cristianos en las capillas reconstruidas.
El P. Tsu tenía en la vecindad un enemigo irreconciliable en la persona del letrado Ouang-si-ton que había sido el principal autor de los desastres de 1900. Él creía haber aplastado las obras de los misioneros, pero al verlas renacer de nuevo de entre las ruinas y aún más florecientes su odio se despertó. Hizo llamar a sus cómplices, reunió numerosos malhechores atraídos sobre todo por el afán de lucro, les distribuyó armas, municiones y banderas que portaban como programa esta inscripción «¡Muerte a los cristianos!».
El 27 de Septiembre de 1903, Ouang-si-ton comenzó por hacer asesinar a tres neófitos de entre sus vecinos y parientes próximos a los que no perdonaba haber introducido la fe cristiana en su pueblo y en su familia.
Después hizo perseguir a los cristianos por las tropas de bandidos que se dedicaron al pillaje e incendiaron sus pueblos. En cuanto al P. Tsu se dedicó día y noche sin descanso a animar a los cristianos en las pruebas y a consolarles en la hora de la muerte.
El 1 de Octubre, cuando se encontraba en Ning-Hai fue testigo de cómo los bandidos se dedicaban al pillaje incendiando y masacrando a los cristianos sin que la autoridad pública hiciera nada por detenerles.
El 2 de Octubre, hizo gestiones ante los mandarines para obtener ayuda. Pero ni ellos, ni el sub-prefecto hicieron nada para reprimir estos desórdenes y violencias.
Cuando perdió toda esperanza, el P. Tsu se ocupó de poner a salvo los archivos, los vasos sagrados y la lista de cristianos. Al mismo tiempo, puso en lugar seguro con familias paganas a los cristianos que no tenían refugio. Por fin, despidió a todo el personal de la residencia.
La mañana del 3 de Octubre, los malhechores que se dirigían a la ciudad hicieron un alto en el camino para incendiar nuestra iglesia. Con la complicidad del ejército que les dejó hacer, los bandidos entraron en la ciudad e incendiaron los locales de la misión.
Después, fueron en búsqueda del P. Tsu que se había refugiado en el recinto de una pagoda vecina donde un coronel y sus hombres le habían prometido protegerle, pero no hizo nada. Los bandidos habían invadido ya todo el lugar. El P. Tsu se escapó por el tejado y pudo llegar a una tienda cercana. Desgraciadamente, fue descubierto. Capturado fue arrastrado violentamente por la calle, pronto estuvo cubierto de heridas, dos golpes de sable le abrieron el cráneo y otro un corte profundo en el cuello. Estaba medio muerto y sus verdugos querían remacharle en el mismo sitio, pero los vecinos se opusieron y fue arrastrado por los pies y los pelos hasta la pagoda, dejando un gran rastro de sangre sobre las baldosas. Iban a inmolarle ante los ídolos cuando el sub-prefecto hizo señas de llevarle más lejos. Le arrastraron hasta un campo de maniobras. Allí fue donde, sin duda ya muerto, fue decapitado y después, con una terrible saña, literalmente cortado a trozos. Le abrieron el vientre en forma de cruz, «¡pues, decían, él amaba tanto la cruz!». El P. Tsu tenía 28 años.
Conocemos estos hechos por una carta de Mons. Reynaud, C.M., Vicario apostólico de Tché-Kiang, publicada en los «Anales de la Congregación de la Misión», año 1904, págs. 186-193.
En los Anales de Propaganda Fide de Marzo de 1904, se puede leer: «Hay una página nueva que añadir al glorioso martirologio chino. Tché-kiang, en donde antes ningún misionero había tenido la dicha de dar a Dios el supremo testimonio de amor, ofrece al cielo su primer mártir. Sin duda que la efusión de la sangre del P. Tsu atraerá numerosas bendiciones sobre esta preciosa misión».
5. Padre Juan María LACRUCHE, C.M., miembro de la provincia de China, nació en Cunlhat (Francia) el 16 de Mayo de 1871 y murió en Nan-tch’ang el 25 de Febrero de 1906.
Todo comenzó el 22 de Febrero de 1906 cuando un mandarín, que había tenido dificultades con sus superiores, se suicidó en la casa de los misioneros en Nan-tchang, donde residía el P. Lacruche. Inmediatamente se extendió por la ciudad el rumor calumnioso de que los misioneros habían asesinado al magistrado. En las paredes aparecieron letreros con toda clase de calumnias e injurias contra los misioneros y fueron distribuidas innumerables octavillas llamando al levantamiento. Al día siguiente se organizó una reunión donde se reclamó la muerte de los misioneros, y seguidamente se organizaron mítines y levantamientos.
Los dos misioneros presentes, PP. Juan María Lacruche y José Francisco Martín se encontraban en su habitación, esperando la hora del examen particular, cuando una muchedumbre furiosa forzando la puerta principal invadió la residencia. Tuvieron justo el tiempo de salvarse antes de que los asaltantes entraran en sus habitaciones y arrasaran todo yendo al jardín Pero he aquí que un extremo del jardín había sido ya invadido. El P. Martín, aunque ligeramente herido por las piedras que le lanzaban, logró huir.
El P. Lacruche en el jardín ya invadido tuvo la idea de ir hacia la capilla del Santísimo que estaba cercana, justo detrás de una puerta del jardín, para llevarse con él la reserva a fin de evitar la profanación. Pudo llegar hasta los pies del Sagrario, pero en el último momento, debió renunciar ya que sus asaltantes habían llegado hasta allí. Sin embargo según otra versión de los hechos, dada por paganos testigos de su muerte, le vieron justo un poco antes de morir retirar algo de debajo de la ropa algo redondo, que algunos tomaron por un reloj, y que se lo tragó, lo que podría ser el Santísimo Sacramento que había conservado con él hasta el último momento.
Al salir de la capilla del Santísimo, el P. Lacruche tratando de huir se encontró de repente en presencia de numerosos invasores que le vieron y le apedrearon, hiriéndole en la cabeza. Sus agresores le agarraron y le encerraron en un molino al que prendieron fuego. Pero el molino tenía una puerta trasera por donde el P. Lacruche pudo escapar a este nuevo peligro. Sin embargo, pronto fue atrapado de nuevo. A la vista del misionero, la multitud gritaba y se excitaba y le apalearon dándole bastonazos en la cabeza y en la espalda, hiriéndole cruelmente. Fue hecho prisionero por una muchedumbre enfurecida. Los seminaristas que habitaban en la casa y que pudieron huir cuentan que vieron al P. Lacruche con el rostro cubierto de sangre, el cuerpo vacilante y sufriendo este doloroso calvario.
Hacia el mediodía, llegado al camino público, recibió un golpe tan violento en la espalda que, a partir de ese momento, el dolor le paralizó las piernas y no le permitió avanzar nada más que a cortos pasos. Intentó refugiarse en casa de una familia pagana amiga, rica y respetada. El jefe de la casa intentó dialogar con la muchedumbre que reclamaba su víctima. Pero la enfurecida muchedumbre, que pedía su muerte a gritos, invadió finalmente la casa y se apoderó de él arrastrándole por la fuerza. Entonces fue cuando recibió una patada en el vientre que le hizo caer para no levantarse más.
En este momento uno de los paganos le vio coger algo del pecho y llevárselo a la boca, lo que se cree identificar como la Eucaristía.
Colmado de ultrajes y acribillado a golpes, respiraba todavía cuando sus martirizadores le arrastraron por un pie hasta el estanque de Pé-hou-Kiou, donde expiró. Era la una de la tarde. Seguidamente su cadáver fue retirado del agua y despojado de sus vestidos por sus asesinos que se los repartieron entre sí, así como el reloj y el dinero que tenía consigo. Después, por la tarde, cogieron el cuerpo del misionero para exponerlo en una pagoda.
6. Padre Antonio CANIDUGLIA, C.M., miembro de la provincia de China, nació en Aversa (Italia) el 3 de Junio de 1861 y murió en Ta-ho-ly el 25 de Septiembre de 1907.
Partió hacia China en Julio de 1884, poco después de su ordenación sacerdotal en el periodo en que los Boxers intentaban matar a los cristianos. Invitado en dos ocasiones a ponerse a salvo retirándose de la ciudad, respondió cada vez: «Mi vida importa poco. Ante todo proteged a mis cristianos. Se han olvidado Vds. que un pastor debe dar su vida por sus ovejas… Nosotros no somos dignos del martirio; pero ¡qué gracia tan grande nos concede el Señor si no hacemos otra casa que su santa voluntad!».
El 25 de Septiembre 1907, viendo aproximarse a una multitud enorme de 10.000 Boxers que prendían fuego a los pueblos cristianos, el P. Canduglia intentó huir con un grupo de cristianos. Pero los Boxers se lanzaron sobre ellos con grandes lanzas, matando a numerosos cristianos e hiriendo de cuatro lanzadas al P. Canduglia. El misionero cayó desplomado, y poco después un golpe de cimitarra le cortó la cabeza. Esto tuvo lugar en Ta-ho-ly, pueblo en el que había ejercido su apostolado durante 22 arios. Murió por no haber querido abandonar a su grey.