Los jóvenes de la Familia Vicenciana compartimos la misión

Francisco Javier Fernández ChentoFormación VicencianaLeave a Comment

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Author: Comisión preparatoria del Encuentro de Jóvenes Vicencianos - Madrid JMJ Agosto 2011 · Year of first publication: 2011.

Segunda Catequesis preparatoria del Encuentro de Jóvenes Vicencianos, Madrid 12-15 de agosto de 2011


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Segunda Catequesis preparatoria del Encuentro de Jóvenes Vicencianos, Madrid 12-15 de agosto de 2011

I. ANALIZAMOS NUESTRA REALIDAD

En las últimas décadas se ha afianzado la conciencia de que los que compartimos el carisma de San Vicente de Paúl formamos una familia espiritual, que llamamos Familia Vicenciana, familia misionera presente en todo el mundo, incluyendo a toda clase de personas (varones y mujeres, jóvenes y adultos, consagrados y laicos, católicos y no-católicos,…), organizados en más de 300 asociaciones o institutos.

Esta familia plural, animada por el carisma de San Vicente, comparte la misión de llevar el Evangelio a todos, especialmente a los pobres, «nuestra herencia», desde una espiritualidad y estilo de vida propios y desde una metodología pastoral específica donde destaca la organización y la creatividad. Por ello existe una red de colaboración y coordinación entre las diferentes Asociaciones de la Familia Vicenciana y con otros grupos en la Iglesia y en la sociedad, con los cuales compartimos la misión de hacer efectivo el Evangelio entre los más pobres.

Seguramente en vuestra ciudad, en vuestro país, conocéis a jóvenes y adultos de otras Asociaciones de la Familia, con los que compartís el carisma, celebraciones de familia, espacios de formación, proyectos de evangelización y servicio,… Os invitamos a analizar en el grupo la realidad de la Familia Vicenciana en vuestro lugar:

  • ¿Qué grupos vicencianos existen en vuestra ciudad? ¿Os conocéis? ¿Hay algún instrumento de coordinación?
  • ¿Qué experiencias tenéis de colaboración con ellos? ¿Cómo habéis celebrado el Año Jubilar Vicenciano? ¿Cómo mejorar la coordinación y colaboración entre todos los vicencianos?
  • ¿Qué papel tenéis los jóvenes en la Familia? ¿Qué aportáis los jóvenes y que recibís? ¿Cuáles son vuestros sueños para ser fieles a la herencia recibida de San Vicente?

Una clara y pequeña muestra de este crecimiento en común, desde la misión compartida, son los diferentes proyectos asumidos a nivel internacional como el proyecto de Globalización de la caridad, lucha contra el hambre; el proyecto Acción política para erradicar la malaria y actualmente proyectos de Cambio sistémico… 1 además de todos los proyectos que la Familia Vicenciana ha desarrollado y sigue ejecutando en los diferentes países.

  • ¿Qué experiencia significativa de misión compartida has vivido o se vive en el lugar dónde estás?
  • ¿Has participado en proyectos comunes de la Familia Vicenciana?
  • ¿Qué consideras que impide que se haga realidad la misión compartida?

(Comentamos estas preguntas en el grupo.)

 

II. ILUMINAMOS NUESTRA REALIDAD CON LA PALABRA DE DIOS

1. Jesús envía a sus seguidores a continuar su misión evangelizadora.

Leemos en el grupo el envío misionero de Jesús: Mt 28,16-20. Después de acoger la Palabra la compartimos en el grupo.

  • ¿Siento que yo hoy también recibo este encargo de Jesús y soy enviado al mundo a anunciar el Evangelio a los pobres?
  • ¿Comparto la misión con otros, con sentido de pertenencia a la Familia Vicenciana y a la Iglesia de Jesús?

2. Compartimos la misma misión desde la diversidad de carismas y ministerios.

Leemos en el grupo el texto: I Cor 12,4-11. Escuchamos también este comentario y lo compartimos en el grupo.

Es toda la Iglesia quien recibe la misión de evangelizar y el trabajo de cada uno es importante para el crecimiento de todos. Consagrados y laicos, jóvenes y adultos, por tanto, compartimos en la Iglesia la tarea de ser misioneros en medio del mundo y, desde el propio carisma, anunciamos a Jesucristo, haciendo efectivo el evangelio. Podemos decir, por tanto, que no hay varias misiones, sino diversidad de carismas y ministerios en la misión de la Iglesia (cf. I Cor 12,4-11), anunciar a Jesucristo.

Evidentemente, la misión compartida nos incluye a todos, pero no significa que estamos incluidos en los proyectos, las programaciones y tareas, en los materiales de la misión, significa ensanchar el espacio de la propia tienda (Is. 54,2), es decir, ampliar los horizontes de fraternidad y la confianza común. Para la FV, la misión compartida implica tener la valentía de crear proyectos propios, desde sus competencias profesionales, sus capacidades humanas y en contextos muy concretos, propios de los laicos y consagrados, jóvenes y adultos.

La misión compartida en la FV supone tareas comunes que no tienen que ser realizadas de la misma manera, cada uno debe aportar con su característica constitutiva para que las tareas se complementen. Aunque hay algo que parece bastante lógico, creo importante precisar que la relación con los laicos no puede reducirse a una mera colaboración, sino que exige cada vez mayor responsabilidad. Por lo tanto, la exigencia para los laicos es estar formados para responder a estas exigencias.

No hay mejor manera de vivir la misión compartida que educar en la responsabilidad desde niños. Todos pueden saberse y sentirse protagonistas, parte activa de una tarea, de un proyecto, asumiendo riesgos y responsabilidades desde temprana edad. Sólo desde aquí se logrará crear esa conciencia de que esta misión es también la mía; esta Iglesia es también mía; no soy sólo un espectador, tengo mucho que aportar en esto; tengo un lugar y una tarea que Dios me pide desde lo que soy y desde donde estoy.

Este es el reto de la Iglesia en el siglo XXI. Estar a la altura de su vocación con formación y compromiso estable, los factores que, tal vez, menos han estado presentes en ellos en el pasado, pero que ahora son fundamentales para asumir su lugar en la Iglesia y vivir la misión compartida.

 

 

3. TESTIMONIO DE SAN VICENTE DE PAÚL SOBRE LA MISIÓN COMPARTIDA

Leemos esta reflexión del P. Javier Álvarez, Asistente General de la C.M., sobre la Misión compartida en San Vicente de Paúl a un grupo de profesores de los Centros Educativos de las Hijas de la Caridad.

«Con relación al tema de la misión compartida, San Vicente se muestra muy abierto. Para nada teme colaborar con los laicos, ni con las mujeres, ni con los eclesiásticos ni, incluso, con los consagrados de su tiempo. Todos los brazos son pocos para poner en marcha el gran proyecto de la evangelización y de la caridad, que él sabía muy bien que era el proyecto de Jesús. Con el sentido práctico que le caracteriza, sabe «repartir juego», sabe involucrar a todo tipo de personas para que la Obra de Dios vaya adelante. Él estaba muy convencido que, sin la colaboración estrecha con los seglares, no hubiera podido llevar adelante la Obra de Dios. Para comenzar diremos que, gracias a una seglar, la señora Gondi, San Vicente fundó la Congregación de la Misión. Ella intervino en todo el proceso de discernimiento y fue quien animó a San Vicente para que se dedicara a misionar con la ayuda de otros sacerdotes. San Vicente la llamó siempre «nuestra primera fundadora».

En Châtillon descubre la llamada a la caridad a través de dos seglares, las señoras Chaissagne y Carlota de Brie. Y el primer proyecto en favor de los pobres lo llevó a cabo con un grupo de 12 mujeres (Damas de la Caridad). Podemos decir que San Vicente muestra siempre una habilidad especial para involucrar a los laicos en la misión, porque estaba convencido que, sin ellos, no podía conseguir nada serio ni duradero. Citamos, a modo de ejemplo solamente, la experiencia que llevó a cabo en Maçon. Con la caridad de la ciudad de Maçon en septiembre de 1621, concibe un grandioso plan para acabar con toda la mendicidad de la ciudad. Para ello, consiguió atraer a esta cofradía a los magistrados de la ciudad, al Obispo, a los cabildos de canónigos, a los concejales del municipio y a los burgueses y comerciantes principales de la villa. El proyecto funcionó. Ésta fue su evaluación: «Cuando fundé la caridad de Maçon, todos se reían de mí y me señalaban con el dedo por las calles; y cuando se hizo la cosa, todos derramaban lágrimas de alegría; y los magistrados municipales me honraron tanto al partir, que, al no poder soportarlo, tuve que marchar a escondidas para evitar los aplausos; y allí hay ahora una de las caridades mejor establecidas» (SVP. I,324).

Compartimos en el grupo:

  • ¿Qué podemos aprender de la experiencia de San Vicente para compartir hoy la Misión en nuestra ciudad?

III. NOS COMPROMETEMOS

El carisma vicenciano se manifiesta principalmente en tres maneras:2

  1. Amor y servicio a los pobres: nuestra herencia desde San Vicente. Dios nos llama a servir y quiere que lo hagamos unidos.
  2. Espiritualidad vicentina, estilo de vida, en el cual se vive la sencillez y la humildad como actitudes fundamentales de vida y servicio para con el pobre.
  3. Metodología pastoral: proyectos directos, concretos, creativos e inventivos.
  • Compartimos algún proyecto que desarrolle la Familia Vicenciana en nuestra ciudad y evaluamos si cumple los rasgos de un proyecto vicenciano.
  • Proponemos algún proyecto o acción que podamos desarrollar los jóvenes vicencianos en nuestra ciudad en colaboración con el resto de Asociaciones de la Familia Vicenciana.

IV. CELEBRAMOS

Podemos celebrar el compartir la misión que Jesús nos dejó uniéndonos en una Celebración de la Palabra:

  • Monición
  • Canto
  • Lectura bíblica: Lc. 10, 1-11
  • Símbolo y compromiso
  • Padre nuestro
  • Oración: Ser vicenciano.

 

SER VICENCIANO

Ser Vicenciano es seguir a Cristo, continuar su obra y su estilo de vida,
aceptar su proyecto y vivirlo según su espíritu en la perspectiva de las Bienaventuranzas.
Es compartir su causa: la construcción del Reino y la liberación de los hombres, la gran Utopía de Dios:
que los hombres sean hermanos, que todos puedan vivir con dignidad, justicia y paz…

Es formar parte de su comunidad,
una comunidad fraterna unida en el anuncio y el servicio a los más pobres.

Ser Vicenciano es actualizar el camino de Jesús, revivir el proceso de Jesús,
mantener vivas sus opciones, sembrar con Él las semillas de su Reino,
construir comunidades activas y orantes, dar testimonio fiel de su Palabra, vivir la propuesta del amor.

Vivir desde el Carisma Vicenciano es posible si nos anima el Espíritu de Jesús,
si Él llena nuestros corazones de su presencia para decir, con María, «Sí» a lo que nos pida el Padre,
si Él nos da fuerzas para responder con alegría a los proyectos de Dios en nuestra vida.

Ser Vicenciano es vivir en el Espíritu del Señor, contagiando la esperanza de los que esperan
hasta lo imposible, porque para Dios no hay nada imposible, uniendo manos y esfuerzos
para construir una vida mejor para todos, comenzando, como Jesús,
por los más pequeños y los que menos cuentan.

Ser Vicenciano es discernir con lucidez y palabra valiente
los signos y las señales de Dios en nuestro tiempo,
anunciando y denunciando lo que en nuestra sociedad se opone al Reino.

Ser Vicenciano implica asumir el conflicto y el riesgo de seguir a Jesús,
madurando en las crisis y creciendo en fidelidad sincera, reviviendo la Pasión, asumiendo la Cruz,
siendo coherentes en palabras y obras, viviendo sin dobleces, siendo libres del poder y del consumo,
siendo libres para crecer en la fe, para esperar y construir, para liberar y para amar.

V. PARA COMPARTIR CON OTROS JÓVENES VICENCIANOS:

(Invitamos al grupo a compartir los frutos de las catequesis con otros jóvenes vicencianos en el blog del «Encuentro de Jóvenes Vicencianos» http://jmj2011famvin.99k.org ).

  • Compartid desde el grupo vuestra experiencia de Familia Vicenciana y algún proyecto en el que participáis.
  • ¿Qué caminos sugieres para mejorar la misión compartida en la Familia Vicenciana?

Documento de reflexión para la preparación del «Encuentro de Jóvenes Vicencianos», Madrid 2011)

COMPARTIMOS LA ÚNICA MISIÓN DE LA IGLESIA

En las últimas décadas se ha afianzado la conciencia de que los que compartimos el carisma de San Vicente de Paúl formamos una familia espiritual, que llamamos Familia Vicenciana, familia misionera presente en todo el mundo, incluyendo a toda clase de personas (varones y mujeres, jóvenes y adultos, consagrados y laicos, católicos y no-católicos,…), organizados en más de 300 Asociaciones o institutos.

Esta familia plural, animada por el carisma de San Vicente, comparte la misión de llevar el Evangelio a todos, especialmente a los pobres, «nuestra herencia», desde una espiritualidad y estilo de vida propios y desde una metodología pastoral específica donde destaca la organización y la creatividad. Por ello existe una red de colaboración y coordinación entre las diferentes Asociaciones de la Familia Vicenciana y con otros grupos en la Iglesia y en la sociedad, con los cuales compartimos la misión de hacer efectivo el Evangelio entre los más pobres.

Los vicencianos somos conscientes de que la llamada a colaborar en la misión de la Iglesia es un compromiso bautismal y manifestación de de la identidad de la comunidad cristiana, que es «por su naturaleza, misionera» (AG, 2). Por eso si es verdad que la Iglesia es un «misterio de comunión», no se puede vivir una comunión que no tienda a la misión.

La Iglesia es una «comunidad extrovertida», que no se repliega sobre sí, sino que centrada en la misión se siente urgida por la tarea encomendada por el Maestro: «Id y haced discípulos de todas las naciones» (Mt 28,19).

La razón histórica del ser de la Iglesia es la misión, prolongar la misión de Cristo y hacerla visible en la historia de los hombres. Sin misión no hay comunidad cristiana. La misión, que surge del envío de Jesús, no es una tarea más para la Iglesia sino la verdadera y única tarea, pues la Iglesia no nace como una finalidad o meta en sí, sino que es y vive con vistas a la misión, al servicio del Reino.

El Concilio Vaticano II afirma reiteradamente esta naturaleza «misionera» de la comunidad eclesial (AG 2,35). Toda la Iglesia es esencialmente misionera; la evangelización es un deber de todo el Pueblo de Dios. Hasta entonces cuando se hablaba de misión se entendía la obra en tierras lejanas, más allá de los límites de las naciones tradicionalmente católicas, y realizada por un grupo específico de «misioneros». Hoy estamos convencidos que todo lugar es «país de misión», que la misión de la Iglesia es única a pesar de la diversidad de formas y que es una tarea de todos los miembros, en virtud de la vocación bautismal.

FAMILIA VICENCIANA, EVANGELIZADA Y EVANGELIZADORA

Si nos preguntamos cuál es la misión de la Iglesia en el mundo, la respuesta global que podemos dar es «evangelizar». La tarea fundamental de la Iglesia es la evangelización, que en la actualidad se ha convertido en el eje central de la acción pastoral de la Iglesia.

Jesús tuvo conciencia de ser enviado por el Padre para anunciar la Buena Noticia del Reino. Después de la experiencia de Pascua, sus discípulos descubren ser miembros de una comunidad que hace presente y continúa en la historia la misión salvífica de Cristo. Los testigos de la resurrección son conscientes de haber sido enviados para extender por el mundo la Buena Nueva del Evangelio (Mt 28,19; Hch 1,8) Así pues, la razón de ser de la Iglesia es prolongar la misión de Cristo y hacerla visible en la historia de los hombres; sin misión no hay comunidad cristiana y esta misión se ha identificado tras el Concilio Vaticano II con el concepto de «evangelización».

La exhortación apostólica de Pablo VI «Evangelii Nuntiandi» identifica la evangelización con la misión esencial de la Iglesia: «La tarea de la evangelización de todos los hombres constituye la misión esencial de la Iglesia. Evangelizar constituye la dicha y la vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda, ella existe para evangelizar» (E.N., 14).

¿Qué se entiende por evangelizar? En síntesis, se podría afirmar que es anunciar la Buena Noticia de Jesucristo por medio del testimonio cristiano a los hombres situados históricamente para que se conviertan y sean liberados.

VICENTE DE PAUL Y LA MISION EVANGELIZADORA

Vicente de Paúl contempla la Iglesia desde su realidad histórica, desde su misión y destaca que su tarea fundamental es la evangelización, como continuadora de la misión de Cristo, evangelizador de los pobres. La evangelización para San Vicente está muy ligada a la salvación. «Dios quiere salvar a los hombres por medio de otros hombres» y la Iglesia se convierte en el principal instrumento de salvación, a través de la instrucción sobre los misterios de la fe (S.V.P., IX, 1049-1050; X,190; VIII,292).

No sólo el análisis de la realidad, sino sobre todo el fundamento cristológico le hace subrayar la misión evangelizadora de la Iglesia. «Evangelizar es por excelencia el oficio del Hijo de Dios» y ha de ser punto de referencia para la misión de la Iglesia.

«Sí, Nuestro Señor pide de nosotros que evangelicemos a los pobres; es lo que Él hizo y lo que quiere seguir haciendo por medio de nosotros» (S.V.P. XI, 386-387).

Hoy la misión evangelizadora tiene que ser distinta metodológicamente a como se la planteó San Vicente, pero su testimonio puede darnos pistas para nuestra misión hoy. Entre los elementos de actualidad que podemos descubrir en el pensamiento y praxis vicencianos se pueden distinguir:

  • Lugar privilegiado de los pobres como destinatarios preferentes de la evangelización.
  • El celo, hoy traducido por «ardor», ha de ser una de las virtudes del «misionero». El celo está unido a la necesidad de testimoniar con la vida lo que se anuncia de palabra, «no vayas a deshacer con tu conducta lo que edificaste con la predicación» (SVP, XI,179).
  • El celo para Vicente tiene un aspecto universalista, no tiene fronteras, por lo que los misioneros han de ser «hombres apostólicos dispuestos a ir a los cuatro rincones del mundo para llevar la Palabra de Dios» (SVP, XI,190). El celo ha de ser manifestación de la caridad teologal y ha de influir en toda la vida del evangelizador, que ha de ser persona de gran caridad hacia aquellos a quienes se dirige, y abierta a la universalidad de la Iglesia.
  • Protagonismo de los laicos en la obra evangelizadora. San Vicente destacó que las agrupaciones piadosas de creyentes no tenían como finalidad sólo el crecimiento de la vida cristiana de sus miembros; por ello implica a las Cofradías en la asistencia corporal y espiritual de los pobres. Hay que destacar también su labor en la formación y promoción de los laicos al servicio de la obra de la evangelización y caridad.
  • Valoración y promoción de la mujer como agente de evangelización. San Vicente no sólo contó con la mujer, sino que la resituó en la misión de la Iglesia, le reconoció su autonomía y sus cualidades en la tarea apostólica
  • Unión de evangelización y acción socio-caritativa. San Vicente trabajó desde las Caridades con personas de clase acomodada y les inculcó la conversión y cercanía al pobre, desde la mística profunda de «honrar a Jesucristo en la persona de los pobres» y reconociéndose sus «siervas». En el ejercicio de la caridad que les propone no se limita a solucionar las necesidades inmediatas (asistencia) sino que procuraba que se ofreciese a los necesitados los medios necesarios para que pudieran promocionarse (SVP. X, 642, 646,…); también trabajó desde las altas esferas de la política para combatir estructuras injustas, buscando el bien integral del pueblo sencillo. Hoy la caridad, en su sentido más amplio y correcto, ha de acompañar a la evangelización y ser criterio verificador de su autenticidad cristiana.
  • Nuevos métodos y expresiones evangelizadores para acercar el Evangelio a sus destinatarios. San Vicente reaccionó ante ciertos métodos, estilos y oratoria de su época y aconsejó «anunciar a los pueblos las verdades cristianas con la sencillez del Evangelio y de los primeros obreros de la Iglesia». Su «pequeño método» de predicación misionera pone el mensaje al alcance de los oyentes con un discurso familiar que todos pueden entender; la práctica de una catequesis sistemática que se continuaba en una recta práctica sacramental y en el ejercicio organizado de la caridad a través de las Cofradías, intentaba que en sus destinatarios se «hiciera efectivo el Evangelio».
  • Visión mundial del trabajo evangelizador. San Vicente, sin dejar la obra comenzada en Francia, lanza a sus gentes a sembrar la semilla evangélica en los nuevos mundos. No limitó su visión a este mundo europeo ya evangelizado, sino que su obra se extendió por otros campos de misión.
  • Atención a hermanos separados. A través de su acción y de los suyos, y no de discusiones y controversias, consiguió la reconciliación de algunos hermanos separados con la Iglesia.

La experiencia espiritual de San Vicente y el carisma propio de su familia ha subrayado algunos aspectos del cómo evangelizar y ha enriquecido a lo largo de la historia la comprensión de la Iglesia y de su misión evangelizadora. Algunos de los subrayados que aporta el espíritu vicenciano a este tema y que hoy han sido asumidos e integrados en la Iglesia son:

  • Evangelizar de palabra y de obra: unión de predicación-catequesis con testimonio.
  • Evangelizar preferentemente a los pobres: los más necesitados han de ser los primeros.
  • Evangelizar al hombre entero: el cuidado por la salvación espiritual va acompañado por el servicio corporal y la promoción integral de la persona.
  • Evangelizar desde las tres acciones de la misión de la Iglesia: profética, litúrgica y caritativa, bien integradas y destacando que el ministerio de la caridad verifica la autenticidad de la acción profética y litúrgica.
  • Evangelizar implica apertura a ser evangelizados: los pobres nos evangelizan y son lugares de encuentro con Dios.
  • Evangelizar desde la encarnación: meterse en el mundo de los pobres, inculturación para poder acercar el mensaje.
  • Evangelizar desde la comunidad: vida comunitaria al servicio de la misión evangelizadora.
  • Incorporación de la mujer a la evangelización, desde sus dones y carismas especiales: ternura, solidaridad, gratuidad…, puestos al servicio del Evangelio y de los hombres.
  • Importancia del «celo apostólico», que es como «la llama del fuego de la caridad», que ha de mover al evangelizador.
  • Evangelización desde la movilidad, abierta a la universalidad de la misión de la Iglesia, sin fronteras de lugar o de cultura.
  • Evangelización desde métodos sencillos y adaptados a las circunstancias de lugar y tiempo. Importancia de la catequesis sistemática y de una predicación popular.


MISIÓN COMPARTIDA EN LA FAMILIA VICENCIANA

«No pocos Institutos religiosos han llegado a la convicción de que su carisma puede ser compartido con los laicos» (Vita Consecrata, 54).

Misión compartida se puede definir como un movimiento eclesial que fundamentalmente hace relación a los laicos y a su vocación laical, y que lleva a participar a todos conscientemente en la única misión de la Iglesia. Se apoya en la «eclesiología de comunión» y en el protagonismo de los laicos que participan en la misión única de la Iglesia. La misión es única y la tienen que llevar a cabo todas las vocaciones.

Para compartir la misión en la Familia Vicenciana es preciso compartir la vida y el carisma entre las distintas ramas, especialmente los consagrados con los laicos. Para compartir la vida, hay que revisar nuestras actitudes ante los hermanos, para no considerar a nadie «vicencianos de segunda categoría» o que no puedan aportar nada. Después de compartir la vida y carisma vendrían los proyectos comunes para ser más eficaces en la misión evangelizadora y la caritativa.

En la Familia Vicenciana ya tenemos experiencias de colaboración entre distintas Asociaciones, de consagrados y de laicos, de jóvenes y de adultos, en las que se manifiesta que compartimos la Misión y que han enriquecido a todos:

  • Programas para la formación en común, especialmente centrados en espiritualidad vicenciana y Doctrina Social de la Iglesia.
  • Proyectos de servicio directo a los pobres, como «Globalización de la Caridad: Lucha contra el hambre», o «Corresponsables de la vida: juntos contra la malaria», Alianza por Haití,…
  • Encuentro de responsables Internacionales de la Familia Vicenciana, para compartir experiencias y trabajar unidos.
  • Encuentro anual de las distintas Ramas de la Familia Vicenciana, con motivo de la celebración de las Fiestas Vicencianas, que es una oportunidad para orar, conocerse, convivir, formarse, dar respuestas a pobrezas…
  • Comisión coordinadora de Familia Vicenciana a nivel nacional, provincial, diocesana y local, que ayuda a la coordinación y corresponsabilidad y puede organizar programas de formación, proyectos apostólicos, momentos de oración…

Pero en la Familia Vicenciana, como otras familias espirituales en la Iglesia, en las que consagrados y laicos comparten el mismo carisma y misión, no faltan también retos y desafíos. Estos son algunos que nos propone el P. Benjamín Romo, C.M.:

  • Compartir el propio carisma con los laicos, para crecer y renovarse. La colaboración es fuente de renovación hacia el interior de las comunidades.
  • Vivir el propio carisma con espíritu de colaboradores, permitiendo al laico que ocupe su sitio y responsabilidad, asumiendo posturas de diálogo y discernimiento conjuntos, viviendo en actitud de dar y darse, de recibir y dejarse transformar.
  • Asumir juntos, consagrados y laicos, el reto de la formación. La formación es alma y motor de la Misión y del compromiso por construir el Reino.
  • Impulsar juntos una espiritualidad laical. Una espiritualidad laical saludable implica una interacción equilibrada entre oración y acción, de una profunda comunión con Dios y el compromiso transformador del mundo. Nuestras comunidades están llamadas a ser «escuelas de oración» para los laicos y consagrados.
  • Caminar juntos con espiritualidad misionera. Toda la Iglesia es misionera. No pocos laicos hoy son llamados a vivir la misión «ad gentes» junto a los consagrados. Acompañar a los laicos en la misión es también tarea de las comunidades de consagrados. En un mundo globalizado se impone la disponibilidad para ir donde nuestro carisma es necesario para la Misión.
  • Estar con los más pobres, desde la coherencia de vida y radicalidad evangélica.
  • Crear nuevos espacios para la misión de los laicos en la Iglesia y en el mundo, crear desde el propio carisma nuevos espacios para que los laicos compartan la vida, el carisma y el apostolado.

Los jóvenes sois llamados a desempeñar un papel especial en la común misión. El Nuevo Testamento y algunos documentos de la Iglesia hacen especial mención de los jóvenes. Timoteo y Tito, dos grandes misioneros de la primitiva Iglesia, eran jóvenes. San Pablo advierte a Timoteo: «Que nadie te menosprecie por tu juventud» (1 Tim 4,12).

Hoy el 64% de la población mundial tiene menos de 25 años, lo que revela el potencial evangelizador que existe en la juventud. Por eso compartir el carisma con los jóvenes e implicarles en la misión es una urgencia de nuestro tiempo. El Papa Benedicto XVI en el «Mensaje para la JMJ 2011 Madrid» lo reconoce:

«Queridos jóvenes, la Iglesia cuenta con vosotros. Necesita vuestra fe viva, vuestra caridad creativa y el dinamismo de vuestra esperanza. Vuestra presencia renueva la Iglesia, la rejuvenece y la de un nuevo impulso».

  1. Comisión del cambio sistémico de la Familia Vicenciana. La persona del pobre y la transformación. http://famvin.org/es
  2. P. GINETE Manuel CM. Jornadas de Animación Misionera, organizadas por COVIDE-AMVE y JMV. La Familia Vicenciana en el mundo, una familia misionera: situación y retos. Madrid 2006.

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