CONCLUSIÓN
La Compañía está presente en contextos socioculturales muy diversos. Pero si las Hijas de la Caridad tienen claro lo que significa la secularidad según sus fundadores, serán capaces de superar tanto el peligro religiosizante como el secularizante, allí donde se dé uno u otro. Los correctivos a introducir ante uno u otro peligro estarán inspirados en la oración de Jesús por sus discípulos: «Padre, no te pido que los apartes del mundo, sino que los defiendas del maligno… como Tú me enviaste al inundo así también yo les envío al mundo» (Jn 17, 15-18).
San Vicente y santa Luisa, inspirados por el Espíritu Santo, suscitaron en la Iglesia una nueva manera de seguir a Cristo. Ellos pensaron que los moldes y el espíritu de la vida religiosa de su tiempo no eran adecuados para cumplir el fin y para encarnar el espíritu de la Compañía naciente. Por eso la quisieron secular, no religiosa.
La preocupación por defender la secularidad de la Compañía deberá estar motivada por un deseo de fidelidad a los orígenes. nunca por un secularismo que rebaje las exigencias evangélicas del seguimiento radical a Cristo según la Compañía. También el proyecto de vida de las Hijas de la Caridad exige un éxodo, una ruptura con otros modos de vida, incluso buenos, que no respondan al fin y al espíritu de la Compañía. En este sentido, la secularidad de la Compañía no significa vivir como los seglares, sino como Hijas de la Caridad; y su estilo de vida será el que se desprende de sus Constituciones.
En síntesis: Según los Fundadores, la secularidad de las Hijas de la Caridad equivale a «no religiosas». Son seculares porque realizan su vocación de «buenas cristianas» no por el camino de la consagración religiosa (mediante la profesión de los consejos evangélicos de castidad, pobreza y obediencia), sino por la «profesión de servir a los pobres». Viven su entrega total a Dios en un «estado de caridad» (cf. C. 24a), como «apóstoles de la caridad» (SVP. IX. 732). Su entrega total a Dios y la radicalidad en el seguimiento de Cristo lo viven y expresan no en la clausura y la contemplación, sino en el mundo, allí donde los pobres reclamen sus servicios.
Ciertamente, los Institutos religiosos, las Sociedades de Vida Apostólica, los seglares y todos los demás cristianos tenemos la única finalidad de ejecutar la gran sinfonía del evangelio. Formamos todos esa gran orquesta compuesta por músicos e instrumentos distintos (los distintos carismas); cada uno aportando su estilo y tonalidad específica.
Para que la Compañía, desde su manera particular de interpretar la partitura, siga aportando su sonido propio en esa gran orquesta, se requiere formar bien a quienes van a tocar los instrumentos. He ahí la tarea de todos los que colaboramos en la formación de las Hijas de la Caridad: enseñarles a leer e interpretar la partitura del evangelio según lo hicieron sus fundadores. El Espíritu Santo, autor de los distintos carismas y Director de esa gran orquesta, sabe cómo integrar armónicamente estilos e instrumentos diferentes. Y si estamos atentos a ese Director, Él irá suscitando, también en la Compañía, nuevos ritmos y estilos según la marcha del mundo y de la Iglesia.
Fernando Quintano, CM
CEME 2015