La sangre azul de la caridad (Las Cofradías de la caridad de París) (IV)

Mitxel OlabuénagaFormación VicencianaLeave a Comment

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  1. OBRAS DE LA COMPAÑÍA DE DAMAS DEL HOSPI­TAL DE PARIS

Al presentar el funcionamiento de esta Compañía de las Damas, el P. Coste señala que «empezó humildemente y al prin­cipio sólo pretendía ser útil a los enfermos del Hospital General. Las Damas se encargaron luego de la obra de los niños expósi­tos de París y más tarde enviaron sus limosnas a las provincias devastadas por la guerra. Su liberalidad se extendió también a los prisioneros, a los galeotes, a los esclavos; ayudaron económicamente a los misioneros que propagaban la fe por los países herejes o paganos, en las islas Hébridas, en Madagascar, en China, en Tonkin».

En las cartas y conferencias de san Vicente podemos encon­trar abundantes referencias de la labor de las Damas en todos esos frentes.

4.1. SERVICIO EN LA OBRA DEL HÓTEL-DIEU DE PARÍS

Ha quedado ya reseñada buena parte de la labor que las Damas hacían en este Hospital que dio origen a la Compañía. Atendían diariamente a ochocientos o novecientos pobres o enfermos mediante sus visitas, repartiéndoles alimento, confor­tándoles y ayudándoles espiritualmente. El gasto que esta obra supone es grande: en el informe que san Vicente da a las Damas el 11 de julio de 1657 les dice que desde la anterior Asamblea (hace cerca de un año) se habían gastado 5.000 libras en la cola­ción de los pobres del Hospital y se habían recibido para ese fin 3.500, con lo que el déficit subía a 1.500 libras. San Vicente invita a las Damas a agradecer a Dios el bien que hacen, ya que «gracias a la asistencia a sus cuerpos, han podido los enfermos pensar en su salvación». No obstante, se observan a veces defi­ciencias en el servicio que hacen: porque decaen en el fervor pri­mero y faltan algunas al turno del reparto, porque otras veces sirven deprisa o dicen que la comida no sirve para nada, por­que se quejan del servicio de las religiosas. Pese a todo, es gran­de el trabajo caritativo que se realiza en el hospital y muchos los frutos materiales y espirituales que se obtienen. Abelly advierte que el señor Vicente tuvo la dicha de gozar de esos frutos duran­te veinticinco años y añade que «en la actualidad aún continúan, después de su muerte, con la misma bendición».

4.2. SERVICIO EN LA OBRA DE LOS NIÑOS EXPÓSITOS

La descripción que Abelly hace de la situación de la ciudad de París al hablar de los niños expósitos es extrema: «uno de los más perniciosos males, dice, es la exposición y el abandono de los niños recién nacidos, exposición que no sólo pone en peligro sus vidas, sino su propia salvación»‘ . Se recogían cada año no menos de 300 a 400 expósitos. Los solían llevar a una casa lla­mada la «Couche», donde los recibía una viuda que con un par de criadas cuidaba de los niños. Pero como la casa y la mujer carecían de recursos suficientes para tantos niños, la mayor parte de ellos morían de inanición. Eran tales los peligros que Abelly enumera para aquellos niños que no puede extrañarnos que san Vicente reaccionara en cuanto los conoció.

En principio, recibía presiones para que las Damas se acerca­ran a la «Couche» y comprobaran su estado con el fin de hacer­se cargo de la obra. Pero san Vicente parece coincidir con santa Luisa en que sería mejor abordar el problema de manera nueva 19. Se decide con las damas hacer un ensayo y para ello se encarga en 1638 a las Hijas de la Caridad cuiden de doce de los niños y «tomen dos o tres vacas para alimentarlos con su leche». En ese mismo año, y siguiendo la opinión de santa Luisa, decide nuestro fundador «unir esta obra de los niños expósito a la del Hótel-Dieu, si les parece bien a las damas”.

En asamblea con las damas el 12 de enero de 1640, san Vicente les propone ampliar la obra aceptando a todos los niños de la «Couche», aun a pesar de las muchas dificultades que eso comporta. Las damas aceptan la propuesta y la obra de los niños expósitos se pone en marcha el 30 de marzo de ese mismo año. En 1647, son 850 los niños asistidos.

La obra resultaba muy difícil de sostener tanto por la menta­lidad de la época (eran considerados hijos del pecado, y por tanto reprobables) como por la cuantía de los gastos. Las reuniones que san Vicente hubo de mantener con las damas para no decaer en la atención a los niños expósitos fueron numerosas. Los gas­tos, sin ir más lejos, ascendían a cerca de cuarenta mil libras cada año, lo cual resultaba tremendamente oneroso. Para sufragar esos gastos tan fuertes, san Vicente recurrió incluso al rey y a la reina que le concedieron una renta anual de 12.000 libras sobre algunos terrenos, pero el resto lo tenían que aportar las damas. En 1647, ha de celebrarse otra asamblea para evaluar la obra y nuevamente san Vicente convence a las damas de la necesidad de no abandonar a estos niños. Las damas deciden potenciar la obra y obtienen para ello de la reina el castillo de Bicare, lugar con el que santa Luisa no estaba de acuerdo por encontrarse a trasmano y su insalubridad. A ello se añadió pronto la inseguri­dad por la revuelta de la Fronda, con lo que la obra de los niños expósitos resultó amenazada. Entre 1651 y 1652, santa Luisa está buscando casa para los niños’, que acaban siendo instala­dos en las llamadas Trece Casas, construidas en el campo de san Lorenzo, al lado de San Lázaro, propiedad de la Congregación. «Allí siguen todavía hoy, dice Abelly al final de su capítulo sobre el tema, alimentados y educados por diez o doce Hijas de la Caridad». Y una vez ponderado el bien que se hace con esos niños, ratifica Abelly que la obra sigue en pie después de veinticinco años, «gracias a la sabia dirección del señor Vicen­te y a los cuidados y favores de las virtuosas Damas”.

 

4.3. SERVICIO EN LA OBRA DE LAS PROVINCIAS DEVASTADAS

La entrada de Francia en la guerra de los treinta años convir­tió a Lorena entre 1636 y 1643 en uno de los principales escena­rios de la contienda, con toda la serie de calamidades que una guerra conllevaba: pérdida de cosechas, hambre, peste, matan­zas, destrucción, profanaciones, ruinas… Por los misioneros de la casa de Toul se enteró Vicente de esos desastres y pronto movilizó todos sus recursos para socorrerlos, entre ellos las Damas de la Caridad. Éstas ponen dinero de su bolsillo y solici­tan a otros todo tipo de ayudas. San Vicente calcula al comienzo que podría proporcionar 2.000 libras al mes. Y confirma en 1640 que, desde hace diez meses, entre seis damas han conser­vado la vida a 2.500 pobres que antes hubieran muerto. Les cues­ta esta acción 2.500 libras al mes. Subraya igualmente que una sola dama (la duquesa de Aiguillon) ha solucionado con su cari­dad la necesidad que estaban padeciendo los religiosos y religio­sas de esa región.

En 1650 le llega a san Vicente la noticia de la alarmante situación en la Champaña y la Picardía por motivo de la guerra con España. De nuevo, la desolación y la miseria. Y de nuevo la reacción de san Vicente con la movilización de todos sus recur­sos. Un buen resumen de esa movilización lo encontramos en la plática que el santo dirige a las Damas el 11 de julio de 1657: «Desde el 15 de julio de 1650 hasta el día de la última asamblea general se han enviado o distribuido a los pobres 348.000 libras; y desde la última asamblea hasta el día de hoy 19.500… Los lugares en donde se ha distribuido el dinero son las ciuda­des y alrededores de Reims, Rethel, Laon, san Quintín… Pues bien señoras, ¿no os sentís impresionadas y llenas de gratitud para con la bondad de Dios sobre vosotras y sobre esos pobres afligidos?». Como concluye Abelly: «Esto se hizo con la ben­dición de Dios gracias a un pobre sacerdote y a un pequeño número de Damas animadas por la caridad y alentadas por los consejos de aquel».

4.4. SERVICIO EN OTRO TIPO DE OBRAS

Como la tipología y el número de los pobres estaban siempre en aumento, las respuestas de las Damas de la caridad, espoleadas por san Vicente, se iban también diversificando. No vamos a con­tinuar focalizándonos en uno y otro servicio caritativo. Simple­mente vamos a recordar la dedicación a los forzados destinados a las galeras el apoyo a las misiones del oriente, del norte y del sur, la ayuda a los pobres de la diócesis de París durante la Fronda por valor de seis o siete mil libras semanales en 1652, el sostenimiento de la casa para huérfanos que Sor Juana Francis­ca mantenía en Étampes, la participación en la obra de la Bolsa clerical para ayudar a los gastos del Seminario de san Nicolás».

No sólo todas estas obras, sino la propia Congregación de la Misión y la Compañía de las Hijas de la Caridad fueron benefi­ciadas por la benevolencia de estas Damas. Como señala el P. Román, «las damas de la Caridad de París constituyeron el más sólido apoyo financiero de las innumerables empresas caritati­vas que Vicente de Paúl iba a acometer en años sucesivos. Su fundación en 1634 equivalía a la creación del Ministerio de Hacienda de la caridad vicenciana».

CEME

Santiago Azcárate Gorri

 

 

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