La Palabra de Dios en san Vicente de Paúl (I)

Mitxel OlabuénagaEspiritualidad, Espiritualidad vicencianaLeave a Comment

CRÉDITOS
Autor: .
Tiempo de lectura estimado:

Esta anécdota rabínica quiere conducir silenciosamente mi reflexión sobre el tema que en familia vicentina queremos com­partir.

Un rabino que enseñaba en la «Yeshiva» (centros judíos de enseñanza de la Biblia), su clase cotidiana, a un momento ines­perado plantea, en buen pedagogo, la pregunta a sus todavía jóvenes estudiantes: » ¿Dónde vive Dios, donde habita Dios?»

En la curiosidad de los atentos alumnos, cada uno trató de responder: «Según Job 38, Dios es Señor y amo de los abismos y de los océanos»… dice Jonathan. «El libro del Génesis afirma que Dios ha hecho el cielo y la tierra, luego ellos son su casa» añadió David.

Mientras, delicadamente reacciona Leví diciendo: el salmo 106 nos habla de las estrellas y del firmamento, del mar y de la tierra, donde Dios se encuentra.

A todas las respuestas el rabino Shemuel respondía negativa­mente lo que intrigó a los estudiantes tanto que uno osó casi enojado preguntarle: «Rabino si Dios no habita en ningún lugar de los que te hemos dicho, dinos entonces, donde vive y habita Dios».

Meciéndose su larga barba el rabino Shemuel los miró aten­tamente y les dijo:

«Dios no habita sino en el corazón de quien lo deja entrar».

PRELIMINARES

Vicente no debió tener otro interés que ese de dejar entrar a Dios en él, sobre todo desde que Dios le corrigió sus pretensio­nes de «retirarse honesta y honorablemente» y le envió a los amplios espacios de los pobres que necesitaban que se les habla­se de Dios y que se les sirviese en nombre de Él.

Por intuiciones de la fe educada en familia, mucho más pro­bablemente por formación, y sin lugar a dudas por la influencia de sus maestros espirituales que conoció, debió llegar a la con­clusión de que la PALABRA DE DIOS ES LA LUZ DE LOS PASOS…y en afirmación de Juan Pablo II en su documento sobre la Vida Consagrada… que «toda verdadera profecía y verdadero profeta no pueden nacer sino de Dios». Más recientemente la Exhortación «Verbum Domini» de Benedicto XVI, 30 de septiembre 2010, que quiero tener muy cerca en esta reflexión afirmó:

«El Espíritu Santo en virtud del cual se ha escrito la Biblia es el mismo que ha «iluminado con luz nueva la Palabra de Dios a los fundadores y fundadoras. De ella ha brotado cada carisma y de ella quiere ser expresión cada regla «dando origen a itinerarios de vida cristiana marcados por la radicalidad evangélica».

Como no encontrar viviente en san Vicente esta otra reflexión de la «Verbum Domini», n. 48:

«La interpretación de la Sagrada Escritura quedaría incompleta si no estuviera también a la escucha de quienes han vivido realmente la Palabra de Dios, es decir, los santos. En efecto, «viva lectio est vita bonorum». Así la interpretación más profunda de la Escritura provie­ne precisamente de los que se han dejado plasmar por la Palabra de Dios a través de la escucha, la lectura y la meditación asidua».

«En relación con la Palabra, de Dios, la santidad se inscribe así, en cierto modo, en la tradición profética, en la que la palabra de Dios toma a su servicio la vida del profeta. En este sentido, la santidad en la Iglesia representa una hermenéutica de la Escritura de la que nadie puede prescindir. El Espíritu Santo que ha inspirado a los autores sagrados, es el mismo que anima a los santos a dar la vida por el evan­gelio. Acudir a su escuela es una vía segura para emprender una her­menéutica viva y eficaz de la Palabra de Dios».

A esta escuela de santidad que es la vida de Vicente de Paúl, nacida, construida, fortalecida en la Palabra y por la Palabra que­remos hoy entrar porque Vicente podrá decirnos que por el mismo camino daremos testimonio de Dios en el mundo en donde vivimos y en la misión que tengamos y porque lo que él vivió de dejar habitar la Palabra en él debe ser también nuestro propio camino para que el profeta que hay en nosotros encuentre energía y generosidad.

El P. Antonino ORCAJO escribe:

«Toda la Sagrada Escritura, en especial el Evangelio, centra el lugar de la ortodoxia y ortopraxis del señor Vicente. Su primer biógrafo Abelly asegura que «llevaba el evangelio grabado en su corazón y lo portaba en la mano como luz esplendorosa; en él basaba toda la moral y toda la política, según la cual acomodaba su conducta y demás asun­tos que pasaban por sus manos».

CEME

Álvaro Restrepo Álzate

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *