Existe una oración más sublime:
la contemplación.
Quieta el alma en presencia de Dios,
recibe lo que Dios regala,
pues apenas si el alma hace nada,
pero el Señor le inspira
más de cuanto podría buscar.
Hijas mías,
¿no habéis saboreado esta oración cuando, extrañadas,
sin mérito de vuestra parte,
Dios mismo os llena el alma
e imprime tales luces que nunca habíais advertido?
Hijas mías,
en las almas sin ciencia humana y que buscan a Dios en si mismas,
es donde siembra Dios sus luces y gracias más sabrosas..
Lo que ni sabios ni universidades alcanzan Dios lo concede a los sencillos de corazón.
Los sacerdotes de la Misión oran bien, y también los clérigos,
pero son los hermanos coadjutores los que reciben más luz de la visita de Dios.
Unas veces, un pobre zapatero,
otras, un panadero
o el que anda tras las mulas,
son los que nos admiran.
Esa sabiduría no les viene de los estudios
cuanto de la oración bien hecha.
¡Oh bondad de Dios,
que se dona a ignorantes y simples
para dar a entender que la ciencia del mundo
se queda atascada
mientras los simples corren por el camino
de la oración.
S.V.P. IX/1, pp. 385-386