El pasado día 3 de mayo se efectuó la bendición solemne del nuevo templo parroquial que la Congregación posee en La Coruña
Para tan solemne acto se preparó a los fieles con un solemne triduo en el que oficiaron nuestro P. Visitador, el día 1 de mayo, y ,1 Obispo Auxiliar de Santiago, doctor Novoa Fuentes, el día 2.
El día 3 de mayo, se verificó la bendición a las doce de la mañana. Desde una hora antes numerosísimo público se había congregado en las inmediaciones del nuevo templo para asistir a la bendición externa de la iglesia, y entrar después en procesión acompañando al Prelado oficiante. Unos minutos antes de las doce llegó Su Eminencia el Cardenal de Santiago, doctor Quiroga Palacios, Prelado que tanto quiere a los PP. Paúles, y que una vez más lo iba a manifestar con su presencia y sus palabras. Después de haber sido saludado por nuestro P. Visitador y todas las autoridades y representaciones asistentes, se revistió con los ornamentos pontificiales para proceder al acto litúrgico de la bendición.
Durante la misma fue asistido por su familiar y por el P. Manuel González, C. M., profesor de ceremonias de nuestro Teologado. Toda la parte musical de estos actos estuvo a cargo de un grupo de estudiantes teólogos de Salamanca, que se desplazaron
a La Coruña especialmente invitados por el P. Manasés Carballo. Entre las personalidades asistentes a este acto se encontraban el Obispo Auxiliar, todos los párrocos de la ciudad, presididos por el Abad de la Colegiata, Mons. Santiago Fernández, nuestro M. R. P. Visitador, acompañado por representantes de las Casas de Marín, Orense, Los Milagros y Salamanca, y un numeroso grupo de Hijas de la Caridad de todas las Casas de la ciudad, presididas por la Comisaria de Santiago. Entre las autoridades civiles se encontraban el Gobernador Militar, general Permuy López; el Presidente de la Audiencia, don Martín Rodríguez Suárez; el comandante de Marina don Antonio Díaz Pache; don Francisco Serano Castilla, delegado de Información y Turismo, y representantes de diversos organismos e instituciones de la ciudad.
Una vez bendecida la parte exterior, se entró en el nuevo templo cantando las letanías de los Santos. Entonces fue cuando se pudo dar uno cuenta de las personas que asistían al acto. El templo resultó insuficiente, teniendo que seguir muchas personas la ceremonia desde la parte exterior de la iglesia.
Terminada la bendición de la iglesia se procedió a consagrar el altar mayor, actuando como padrinos los señores de Rodríguez Losada.
Acto seguido dio comienzo la santa misa, oficiada por el señor Cardenal. El P. Carballo, desde el ambón, dirigió al pueblo en el canto e hizo de comentador de la liturgia del día. Desde el coro, los Hermanos estudiantes alternaron con el pueblo la misa com unitaria.
Al terminar el evangelio, el Cardenal pronunció la homilía. Tres ideas, resumen su discurso: el progreso material de La Coruña exige un progreso espiritual (nuevos templos)—el templo, casa de oración, casa de nuestro Dios, nuestra casa—. Acción de gracias a Dios, a los PP. Paúles, en especial a los dos párrocos’ que tuvo la Parroquia, hoy presentes en la ceremonia, al P. Jesús Izquierdo, fundador y primer párroco, y al P. Carballo, que por fin ve colmada su ilusión de 15 años: la construcción del nuevo templo. Terminó toda la ceremonia con el canto de un Te Deum solemne.
El nuevo templo de Santo Tomás, de La Coruña
Y para completar la crónica de la inauguración, unas notas acerca de sus cualidades arquitectónicas y su magnífico entroncamiento en las exigencias de la pastoral actual. Pero antes que nos ayudarán a comprender mejor lo ambicioso del proyectó y su espléndida realización.
La Parroquia de Santo Tomás, de La Coruña, vinculada a los Padres Paúles desde su fundación, apenas si cuenta con poco más de veintidós años de existencia. Fue una de esas Parroquias crea das después de la guerra por la necesidad de cristianizar una amplia barriada nacida en una época en que la Iglesia tenía bastante con defenderse a sí misma antes que lanzarse a buscar nuevos campos.
Esto nos dará una idea de la situación religiosa en que se encontraba en el momento de su fundación. Una zona de gente obrera y marinera, muy trabajada durante la República por los enemigos de Dios, prácticamente abandonada por los encargados de su cuidado sacerdotal, no por desidia, sino por la magnitud de la antigua Parroquia de la que fue desmembrada. Este era el panorama el 1 de enero de 1942, cuando el P. Jesús Izquierdo, C. M., se hacía cargo de la antigua y reducida capilla de San Roque como sede de la nueva feligresía. Ya en la circular que se envió entonces a todos los feligreses, como en los reportajes aparecidos en la prensa coruñesa, se manifestaba la preocupación por lo reducido del templo y la necesidad de dotar a la Parroquia de uno más capaz.
La celosa entrega de aquellos Padres fundadores pronto hicieron realidad acuciante la urgencia de construir un lugar más apio para las necesidades parroquiales. Aquella capillita de San Roque era materialmente desbordada en todos los actos de culto. Se constituyó una comisión parroquial, presidida por el párroco. Se organizaron colectas, rifas, etc., y el 31 de agosto de 1947 se podía bendecir la Casa parroquial, en donde, además de la magnífica residencia de los Padres, tienen cabida en amplios y bien equipados locales todos los servicios parroquiales: escuelas nocturnas, secretariado de Caridad, roperos, etc., sumamente necesarios dada la organización social Que desde el principio se le dio a la Parroquia. En el bajo de la Casa parroquial se habilitó un gran salón (10 por 27 metros) para salón-capilla, en el cual se realizaron desde entonces todos los cultos parroquiales. Pero muy pronto resultó insuficiente. Es en esta época cuando el P. Manasés Carballo, C. M., se hace cargo de la Parroquia, dándose cuenta desde el primer momento de la necesidad de una nueva iglesia amplia, en la que se eviten todas ésas aglomeraciones de las misas dominicales, en las que prácticamente no se deja más lugar libre que el estricto para que el sacerdote pueda realizar las ceremonias litúrgicas.
Hay que tener en cuenta el gran desarrollo de la Parroquia en una zona de crecimiento, en donde de los 12.000 fieles que tenía en su fundación muy pronto alcanzó los 30.000, y, además, unir a esto la magnífica labor de acercamiento y reconciliación, que hizo cambiar el ambiente del barrio en una feligresía fervorosa, asombro de todas las demás Parroquias de la ciudad; sobre todo por la vida parroquial verdaderamente familiar.
En el año 1954 se divide la Parroquia, quedando a la de Santo Tomás un censo de 14.000 fieles; poco más o menos los que tiene en la actualidad. Este hecho no deja de urgir la necesidad de levantar cuanto antes el nuevo templo, y en el verano de 1955 se cavan los cimientos. Aún pasarán nueve arios antes de ver la gozosa bendición del mismo, retraso debido, sobre todo, a la falta de medios económicos. El P. Carballo se divide y subdivide para acudir aquí y allá donde hay alguna posibilidad de obtener fondos. Acepta con la misma sonrisa y agradecimiento la «pesetiña» que le da la anciana de la buhardilla, como el billete del banquero del centro de la ciudad. Es el hombre del optimismo, que al comienzo de cada año anuncia pomposamente que no pasará aquél sin ver la iglesia terminada. Para él no existe la palabra desaliento. En los momentos más difíciles encuentra un ángel providencial que paga aquella factura o empuja un poquito los muros hacia arriba. No se le escapa- que tal vez pueda aprovechar las maderas de aquel viejo hospital que están demoliendo, o se ingenia para sacarle al alcalde herramientas o el servicio de algún camión municipal. Y todo esto en momento difíciles para la Casa, en que al mismo tiempo se está pagando a la Diócesis la compra del edificio, efectuada en beneficio de la Congregación.
El templo
El proyecto se realizó teniendo en cuenta el amplio plan de necesidades parroquiales, sobre todo buscando el modo de acomodar el mayor número posible de personas y evitar que éstas se pudiesen encontrar ajenas, por las distancias, a las celebra: clones litúrgicas.
El emplazamiento en la calle de la Torre, al lado de la Casa inaugurada en 1947, le sitúa en el centro de la Parroquia. Sri cuanto a la forma, y aquí estriba su mayor originalidad, es la de un gigantesco trapecio, cuyo lado paralelo menor es el amplio presbiterio, quedando el lado opuesto de 43 metros formado por una amplia pared—que se ornamentará en su día—, en la que destacan las siete puertas en su gracioso pórtico sostenido por cuatro grandes columnas. En la parte superior un gran ojo de buey, y rematando el conjunto una grácil espadaña coronada por una cruz que domina toda la Parroquia.
Antes he dicho que la iglesia tiene la forma de un gran trapecio, pero, sin decir lo contrario, también podría decir que está formada por tres anchas naves (una perpendicular y dos inclinadas) que convergen en el presbiterio, y que si bien en el interior se confunden, formando una gran rotonda, en el exterior forman otras dos fachadas laterales.
Los lados oblicuos del trapecio forman, a su vez, los presbiterios de otros dos altares o capillas, magníficamente proporcionados con relación al altar central, y visibles desde cualquier punto de la iglesia. Uno de estos altares ha sido dedicado a la Virgen de la Medalla Milagrosa, y el otro, a San Vicente de Paúl,
El presbiterio
Merece un párrafo aparte. Además de la magnífica relación que guarda con la nave de los fieles, tiene unas características extraordinarias para las celebraciones litúrgicas. Se ha puesto un cuidado exquisito en que facilite el ejercicio de las funciones doctrinales, por medio de la proclamación de la palabra, y las funciones sacerdotales en el sacrificio de la misa. Los ambones y el altar son prácticamente los objetos únicos y, por tanto, los que destacan y dan verdadero sentido al lugar. El altar, consagrado en el acto de bendición de la iglesia, no está formado por una única piedra, sino formado por varias planchas de mármol rojo. Presenta en su frontis la escena del «Dominus meus et Deus meus», graciosamente realizada, y que además del símbolo eucarístico que guarda en sí, hace relación a la personalidad del titular de la iglesia. Por otra parte, es exento, lo que facilita que algún día se pueda celebrar en él cara al pueblo. Está cubierto con un precioso dosel a modo de baldaquino, colgante del techo, y formado por tres amplios círculos con símbolos de las tres
Personas Divinas, como indicando su presencia y protección del altar. Pendiente de este dosel, que al mismo tiempo es el medio de iluminación del altar, cuelga, como en las iglesias románicas, un hermoso Cristo, expresando así plásticamente la idea del Cristo Mediador. Un precioso sagrario—de los conocidos vulgarmente como «tipo cajón»—y unos candeleros dorados completan la ornamentación, además de los preciosos manteles bordados por las Hijas de la Caridad de La Coruña.
Cinco gradas separan el presbiterio de los fieles, facilitando la perfecta visibildad del mismo desde toda la nave e indicando al mismo tiempo la dignidad de los que en él actúan con relación a las demás personas que están en el templo. A ambos lados del presbiterio se han situado dos preciosos ambones de hierro negro, con apliques de madera, representando la figura de un profeta—en el de la epístola—y Cristo—en el del evangelio–. Por fin, al pie de las gradas y elevado una con relación a la nave, hay un antepresbiterio estrecho destinado a la comunión, y que es el lugar ideal para el comentador seglar, tal como se propone en las conclusiones de las sesiones litúrgicas de Versalles de 1960,
La nave, o el lugar de los fieles
La magnífica disposición de la iglesia en forma de trapecio ha resuelto dos de los mayores problemas que presentan las iglesias tradicionales: la visibilidad y el acercamiento. Se ha prescindido de toda clase de columnas, por lo que el altar es del dominio visual de todos los presentes. Y al mismo tiempo, al acercar el final de la iglesia, se evita que los fieles tengan que estar pendientes de la acción del altar por medio de las posturas de sus vecinos o de los altavoces.
Se ha conseguido crear el ambiente de comunidad y asamblea al permanecer casi en semicírculo alrededor del altar. Seis filas de bancos—cuatro centrales y dos laterales—se orientan hacia el altar, con una capacidad de 830 personas sentadas. Si a estos añadimos los amplios pasillos y los dos coros, situados a lo largo de la parte interior de toda la fachada, muy bien podemos asignar al templo una capacidad superior a las 1.750 personas. Cifra magnifica si se tienen en cuenta las necesidades parroquiales, y que representan el 8 o 9 por 100 de la feligresía, proporción asignada para el templo parroquial en Parroquias dé esta categoría.
La iluminación se ha conseguido por medio de grandes ventanales en la parte superior del edificio y una gran claraboya —todo el techo—en el presbiterio. Y durante la noche por unos preciosos apliques en hierro y metal dorado.
Sólo una nota desmerece en este conjunto de alabanzas: la acústica, con una reverberación extraordinaria que imposibilita la perfecta audición desde algunos puntos de la iglesia. No obstante se espera que sea ésta una dificultad pasajera, ya que se está estudiando una perfecta instalación de los altavoces y hasta la posibilidad de recubrir las zonas productoras de esta resonancia con materiales absorbentes.
Este es, con las limitaciones de una descripción escrita, el nuevo templo de Santo Tomás Apóstol, de La Coruña, bendecido el pasado 3 de mayo, y que se presenta como una muestra de lo que se puede ir haciendo para convertir las iglesias en centros de una comunidad viva, facilitada por las buenas condiciones del local, capaces de crear el ambiente necesario de asamblea parroquial.
One Comment on “La nueva iglesia Parroquial de Santo Tomás Apóstol de La Coruña”
Buenos dias, me gustaria conocer la direcion del sacerdote ENRIQUE RIVAS que estuvo en Cuenca en el convento de los Paules (hoy Parador Nacional ) que en su iglesia nos caso hace casi 50 años, le hemos perdido su direcion y les agraceria muchisimo encontrarlo.
Mi nombre Miguel Forriol Fuente.
Mi movil 675609875