La misión vicenciana y Naciones Unidas

Francisco Javier Fernández ChentoCambio sistémicoLeave a Comment

CRÉDITOS
Autor: Joseph Foley, C.M. · Traductor: Jaime Corera, C.M.. · Año publicación original: 2008.
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La Congregación de la Misión

Desde su fundación en 1625 la Congregación de la Misión ha ejercido su ministerio en y ha acompañado a innumerables comu­nidad pobres, cuidando de sus necesidades humanas y espirituales con un espíritu compasivo y con competencia. Hoy los miembros incorporados de la Congregación son más de 3.300 y trabajan en 79 países. A veces la atención que ofrecen es tan sencilla como la de oír a una persona contar sus preocupaciones, organizar un banco de alimentos o acompañar a trabajadores emigrantes a lo largo de una zona rural en la recogida de cosechas. Otras veces el trabajo que emprenden es tan complicado como el de dirigir una escuela para responder a la necesidad de una educación de calidad para los niños de una comunidad concreta.

Historias del origen

Las historias del origen propias de la Congregación de la Misión (vicentinos/paúles/lazaristas) se centran sobre todo en su fundador, Vicente de Paúl (1581-1660). Vicente tuvo el don de una compasión por la gente fuera de lo común, añadida a un gran poder de inventiva y una capacidad extraordinaria de organización. Vicente trabajó toda su vida con gente cuyas vidas esta­ban destrozadas por la pobreza. Las circunstancias de su vida le pusieron en contacto con condenados a galeras, los abandonados, los ignorados, los excluidos por la sociedad. Él supo reconocer el valor intrínse­co de todo ser humano, y vio con claridad cuándo se estaba violando la dignidad de una persona humana. Vicente también trabajó sin descanso con los que tenían poder para cambiar la situa­ción de los empobrecidos, abandonados y excluidos. Para responder a las necesi­dades humanas y espirituales de una manera eficiente y sostenible, Vicente fundó asociaciones laicas y comunidades religiosas y lai­cas. En 1617 fundó una asociación de mujeres para ayudar a enfer­mos pobres. Vicente las denominó «Caridades.» Hoy esta organiza­ción esparcida por todo el mundo es conocida como la Asociación Internacional de Caridades. En 1625 fundó la Congregación de la Misión formada por sacerdotes y hermanos. Y en 1633 fundó junto con Luisa de Marillac la Compañía de las Hijas de la Caridad.

Vicente de Paúl no fue ante todo un trabajador social o un filán­tropo. Fue sobre todo y en primer lugar un hombre de una profunda fe religiosa. En todo lo que hizo el deseo de Vicente era seguir el modelo de la vida de Jesús: amar a Dios y amar al prójimo. Para Vicente de Paúl era claro que las estructuras de la sociedad, fueran religiosas, políticas, económicas, sociales o culturales, dejan de lado a los pobres. Él creyó que no debía ser así. Para él, los pobres venían en primer lugar En la comunidad de Vicente todo tenía que ser visto y estar organizado teniendo en cuenta las necesidades de los pobres. Para Vicente era muy importante que las «necesidades» brotaran del pueblo mismo y fueran remediadas a una con el pue­blo, y no simplemente para él. Si no se hiciere así, siempre serían los pobres los olvidados de la historia.1

El impacto que produjo la vida de Vicente fue tal que muchas de las personas que llegaron a conocerle encontraron en él un espí­ritu semejante al suyo propio. Hoy existen unas 286 instituciones que remiten sus orígenes a la influencia del espíritu de Vicente. De entre ellas una de las más significativas es la Sociedad de San Vicente de Paúl fundada en 1833 en París por Federico Ozanam y un pequeño grupo de estudiantes universitarios amigos suyos. Hoy esa Sociedad cuenta con más de 500.000 miembros agrupados en 46.000 confraternidades (llamadas «conferencias») presentes en 130 países. En los últimos años un número de esas asociaciones inspiradas por el espíritu de Vicente de Paúl se han reunido para formar lo que se conoce como la Familia Vicenciana, cuya finali­dad es llevar a cabo de manera más eficiente la misión vicenciana.

Aunque las obras de la Congregación de la Misión y de la Familia Vicenciana han cambiado por necesidad según los tiem­pos, las necesidades y las diferentes culturas, siempre se caracteri­zarán por (1) una relación personal con la gente que vive en pobre­za; (2) un respeto profundo por la dignidad de la persona humana; (3) un amor que se expresa en el servicio y la justicia; (4) todo ello vivido con atención, compasión y competencia.

Y de eso modo, la Comunidad Vicenciana:

  • ofrece un testimonio efectivo de amor evangélico;
  • permanece al lado de los que viven en pobreza;
  • se esfuerza por entender las causas de y las soluciones a la pobreza y la violencia;
  • trabaja contra las estructuras injustas. Vicentinos en el siglo XXI

Al comienzo del nuevo milenio el padre Robert Maloney, supe­rior general de la Congregación de la Misión, invitó a la Familia Vicenciana a reflexionar sobre el texto del evangelio de san Lucas que san Vicente escogió como lema para su Congregación:

El Espíritu del Señor está sobre mí,
porque Dios me ha ungido.
Dios me ha enviado a llevar la buena noticia a los pobres,
a proclamar la liberación a los cautivos,
dar la vista a los ciegos,
y la libertad a los presos,
y a anunciar un año de gracia del Señor.

El padre Maloney invitaba a los seguidores de Vicente a orar y pedir a Dios ojos capaces de buscar en el horizonte y capaces de ver más allá de él con una visión sin límites:

  • una visión que ame una vida plena y sepa cómo promoverla,
  • una visión que cree unidad y paz entre mujeres y hombres diferentes,
  • una visión que destruya todas las barreras divisorias,
  • una visión que ayude a erradicar la causas de la pobreza des­tructora.

La misión vicenciana en un contexto global

Como comunidad religiosa dentro de una Iglesia global, la Congregación de la Misión ha sido también global en su visión casi desde el comienzo mismo. En 1999, con la intención de llevar la visión vicenciana a Naciones Unidas (ONU) la Congregación de la Misión solicitó y consiguió acreditación como organización no gubernamental (ONG) asociada a ONU. Al dar este paso la intención de la Congregación era el convertirse en un auténtico socio en el trabajo de erradicación de la pobreza y del desarrollo humano integral. Esta asociación se extiende a la prevención de conflictos y al trabajo por la paz, así como a esfuerzos de reconciliación y el cuidado de gente afectada por el sida, la tuberculosis y la malaria. Como ONG asociada a Naciones Unidas la Congregación de la Misión no pretende usurpar la función de toma de decisiones pro­pia de los gobiernos. Su propósito es ayudar a identificar las cau­sas profundas de la pobreza y de la violencia, y trabajar por encon­trar soluciones a corto y largo plazo a esos problemas. También se esfuerza por que sea oída de una manera clara la voz de los pobres en el foro mundial. Para ese fin la Congregación trabaja para influir en la política social global en los terrenos en los que tiene experien­cia y competencia.

Hay una armonía profunda entre la visión expuesta por el padre Maloney y las vigorosas expresiones de la Carta de Naciones Unidas firmada por 50 países reunidos en San Francisco en junio de 1945:

Nosotros, los pueblos de Naciones Unidas… hemos determinado

  • librar a las generaciones futuras del azote de la guerra…
  • reafirmar nuestra fe en los derechos humanos fundamentales, en la dignidad y el valor de la persona humana, en los dere­chos iguales de hombres y mujeres y de las naciones grandes y pequeñas,
  • establecer unas condiciones bajo las cuales se puedan man­tener la justicia y el respeto hacia… la ley internacional, para promover el progreso social y mejores niveles de vida con libertad… por medio del progreso social y económico de todos los pueblos,

Hemos decidido combinar nuestros esfuerzos para cumplir estos fines.

Naciones Unidas

Desde su fundación Naciones Unidas se ha esforzado por pro­teger los derechos humanos de todos los hombres y mujeres, pro­mover la paz y la seguridad y cultivar el desarrollo económico y social. Es un foro de ámbito mundial para el diálogo entre las naciones orientado a crear un consenso global y para actuar en un gran número de temas urgentes tales como la erradicación de la pobreza, los derechos humanos, desarrollo, protección del medio ambiente, el tráfico de seres humanos, el sida, los genocidios y el bienestar de los refugiados económicos y políticos. Al mismo tiem­po Naciones Unidas vigila e intenta influir en el proceso de globa­lización de modo que sean minimizados sus efectos negativos sobre los pobres del mundo. Hoy Naciones Unidas aparece como un símbolo universal de las aspiraciones de los pueblos que luchan para verse libres de necesidad y de miedo, de modo que puedan vivir con dignidad y construir comunidades sostenibles para sí mis­mos y para sus familias.

Ni siquiera en el mejor de los casos la institución de Naciones Unidas podría esperar ser por sí misma la solución universal a los problemas que afligen a la comunidad mundial. Esas soluciones requieren una división del trabajo. Para conseguir sus fines Naciones Unidas necesita la ayuda de muchos participantes, inclu­yendo a ONGs tales como la Congregación de la Misión, no sólo para ayudar a crear un consenso sobre qué es lo que hay que hacer, sino también para ayudar a llevar a cabo las resoluciones sobre las que ha habido consenso. Una Congregación que acompaña a la gente que vive en una pobreza aplastante con seguridad tiene que conocer el impacto de las políticas globales y nacionales en los esfuerzos locales por conseguir una vida mejor y crear una comu­nidad humana sostenible. Los gobiernos pueden tomar decisiones, pero con frecuencia se requiere un cambio de mente y de corazón si se quiere que las decisiones sean algo más que promesas vací­as. La Congregación de la Misión y todos los miembros de la Familia Vicenciana pueden jugar en este aspecto un papel impor­tante.

El mundo de hoy

El mundo de hoy ofrece conquistas sorprendentes. Pero es tam­bién un mundo profundamente dividido, afectado con frecuencia por actos de terror que provocan a su vez reacciones peligrosas. Es un mundo de innumerables guerras salvajes, y es un mundo en el que tienen lugar genocidios que con frecuencia quedan fuera del control de toda fuerza internacional. Las conocidas y tristes divi­siones del mundo, entre norte y sur, entre este y oeste, entre ricos y pobres (tanto entre países como en el interior de ellos), aparecen reflejadas dentro de las mismas Naciones Unidas.

Hace varios años, al comenzar el nuevo milenio, el mundo y Naciones Unidas parecían un lugar que ofrecía una mayor esperan­za. Parecía que los estados miembros estaban dispuestos a mirar por encima de sus intereses nacionales y tener en cuenta la increí­ble pobreza existente Los estados miembros reconocían que:

  • Casi la mitad de los seis millones de habitantes viven en pobreza.
  • 1.200 millones viven con menos de 1 dólar al día.
  • 790 millones están mal alimentados o muriendo de hambre.
  • 880 millones no tienen los servicios básicos de salud.
  • 900 millones no saben leer y escribir.
  • 42 millones de personas están infectadas por el virus del sida.
  • 1.300 millones no tienen acceso a agua potable.
  • 3.000 millones no tienen instalaciones sanitarias.
  • 2.000 millones viven sin electricidad.
  • De cada 5 nacidos, uno muere antes de cumplir los cinco años.

Estas cifras terribles no dicen toda la historia. Mientras que la gente muere de hambre inútilmente, el mundo está inundado de armas. La fabricación y venta de armas es un negocio de un billón de dólares, un billón no disponible para luchar contra la pobreza, el hambre y la enfermedad. Aún más: los países más ricos nego­cian con armas que acaban en manos de redes terroristas y trafi­cantes de drogas. ¡Podemos estar seguros de que una situación del mundo como ésta movería el corazón y la voluntad de Vicente de Paúl!

Se puede mirar a la pobreza extrema y responder a ella desde muchas perspectivas. Una respuesta a la pobreza global es una ini­ciativa conocida como Objetivos de Desarrollo para el Milenio (ODM). Los ODM representan una respuesta de emergencia a la pobreza, y son un compromiso amplio de los estados miembros de Naciones Unidas con un «plan razonable» para terminar con las formas más extremas de la pobreza en esta generación. Una segun­da perspectiva se basa en la convicción de que la pobreza es una violación de los derechos humanos. Una tercera refleja la convic­ción de que buena parte de la pobreza profunda en el mundo de hoy es consecuencia de la forma presente de globalización.

Unas palabras sobre cada uno de esos puntos:

A. OBJETIVOS DE DESARROLLO PARA EL MILENIO

En el año 2000, ante el espectáculo cruel de la pobreza, 191 de los estados miembros de Naciones Unidas se comprometieron a tratar la pobreza con un conjunto de fines y objetivos con fecha fija que han venido a ser conocidos como los Objetivos de Desarrollo para el Milenio (ODM). Esos objetivos persiguen:

  • Erradicar el hambre y la pobreza extremas.
  • Conseguir una escolarización elemental universal.
  • Fomentar la igualdad de género y la promoción de las mujeres.
  • Reducir la mortalidad infantil.
  • Mejorar la salud maternal.
  • Combatir el sida, la malaria y otras enfermedades.
  • Asegurar la sostenibilidad ambiental.
  • Crear colaboraciones globales para el desarrollo.

Conseguir estos objetivos es una necesidad absoluta, y se pue­den conseguir pues, por vez primera en la historia, el mundo tiene los recursos y los conocimientos necesarios para erradicar la pobre­za extrema y el hambre. Además el conseguir los ODM es posible dentro del sistema económico y político tal como es hoy. No hace falta cambiar el sistema. Por desgracia el compromiso global para conseguir estos fines y objetivos fue seriamente debilitado por los ataques en Nueva York del 11 de septiembre de 2001, y por la gue­rra en Irak. Los Objetivos de Desarrollo para el Milenio, vistos en su momento como una expresión contemporánea excelente de la «opción por los pobres», puede convertirse, al menos parcialmen­te, en una víctima de un mundo dividido y de unas Naciones Unidas divididas.

B. DERECHOS HUMANOS Y POBREZA

En Blueprint for Social Justice, sor Jane Remson, O.Carm., escribe que la pobreza es una violación de derechos humanos. Advierte que 1.300 millones de gente en el mundo vive en pobre­za extrema. La pobreza existe no solo en los países en desarrollo; es también una realidad oculta y dramática en las naciones indus­trializadas.2 Además la pobreza económica no es la única clase de pobreza que empobrece la vida humana. Por ejemplo, las tasas de crecimiento del Producto Interior Bruto (PIB) son más altas en muchos países no democráticos que en algunos países democráti­cos, pero sus ciudadanos, que no son libres en el aspecto político, sean ricos o pobres en el aspecto económico, están privados de un ingrediente básico en toda forma de vida pacífica. Lo mismo hay que decir de carencias sociales tales como el analfabetismo, las condiciones inadecuadas de salud, y la atención desigual a las necesidades elementales de mujeres y niñas.

Citando a Mats Karlsson, vicepresidente del Banco Mundial para Asuntos Externos y Asuntos de ONU, sor Jane observa, «La reducción de la pobreza es un proceso multidimensional. El Banco Mundial por sí mismo no es capaz de tratar los temas de pobreza y desarrollar una agenda de reducción de la pobreza; necesita unirse a muchos agentes de desarrollo.» La erradicación de la pobreza no es una consecuencia automática del crecimiento económico; requiere una acción deliberada para distribuir la riqueza y la tierra, construir una red de seguridad y proporcionar acceso universal gra­tis a la educación.3

El conseguir y proteger los derechos humanos se ve amenaza­do por numerosos desafíos. Las diferencias económicas crecientes y el crecimiento sin precedentes de la pobreza, fenómenos ambos que son el resultado del existente orden económico mundial, cons­tituyen la mayor y más injusta violación de derechos humanos. Hoy somos testigos una vez más de otras muchas violaciones, incluyendo el uso de la comida como un arma en conflictos arma­das y guerras civiles. El crecimiento económico desigual de los países promueve la emigración forzada hacia los países desarrolla­dos. Los derechos humanos de esos emigrantes económicos, espe­cialmente los catalogados como extranjeros o indocumentados, son violados sistemáticamente, sin consideración ninguna a su contri­bución significativa a la economía de esos países.

Los derechos humanos no serán de verdad universales a no ser que lleguen a ser reales para todos, incluyendo a los grupos olvida­dos o excluidos y a los que sufren un mayor riesgo, en particular los niños, los jóvenes, las personas de edad, las mujeres, las mino­rías, los pueblos indígenas, los refugiados, las personas desplaza­das dentro de un país, los emigrantes, los inmigrantes, los minus­válidos, los enfermos mentales, los sin trabajo, los sin hogar, y los que están sometidos a discriminación por razón de raza, religión, casta, sexo, lugar de nacimiento, lengua, edad, nacionalidad, orien­tación sexual, y otros motivos.

En 1999 Gallup International condujo una Encuesta del Milenio entre 57.000 adultos en 60 países. Fue la encuesta de mayor tamaño jamás publicada en todo el mundo. La encuesta pre­guntaba: ¿Qué es lo más importante en la vida? Los encuestados valoraban en todas partes la buena salud y una feliz vida familiar más que ninguna otra cosa. En los lugares de economía pobre, se ponía énfasis también en tener un empleo. La encuesta mostraba también que la mayor parte de la gente en todo el mundo valora la protección de los derechos humanos como la función más impor­tante de Naciones Unidas. Cuanto más jóvenes, tanto más se va­loraba ese objetivo…4

C. GLOBALIZACIÓN Y POBREZA

En un discurso a los miembros de la Academia Pontificia de Ciencias Sociales el papa Juan Pablo II afirmó que hay que hacer que la globalización funcione en beneficio de todos. Insistió en que intereses especiales y las exigencias del mercado predominan con frecuencia por encima del interés por el bien común dejando a los miembros más débiles de la sociedad sin una protección adecuada, y obligando a naciones y culturas enteras a una lucha tremenda por la supervivencia. Es además desalentador el contemplar una globa­lización que exacerba la condición de los necesitados, que no con­tribuye suficientemente a resolver las situaciones de hambre, pobreza y desigualdad social, y que no consigue salvaguardar el medio ambiente. Estos aspectos de la globalización pueden dar lugar a reacciones extremas que llevan a un nacionalismo excesi­vo, al fanatismo religioso e incluso a actos de terrorismo.

Todo esto está muy lejos del concepto de una globalización éti­camente responsable capaz de tratar a todos como socios iguales y no como instrumentos pasivos. Poca duda puede caber de la nece­sidad de líneas orientativas que pongan la globalización al servicio de un desarrollo humano auténtico —el desarrollo de toda persona y de la persona entera—, que respete los derechos y la dignidad de todos.

El papa Juan Pablo II concluía diciendo que la globalización no es un problema en sí misma. Más bien los problemas nacen de la carencia de mecanismos eficaces para imponerle una dirección adecuada. La globalización debe ser integrada en el contexto más amplio de un programa político y económico que busque el progre­so auténtico de toda la humanidad. De ese modo servirá a toda la familia humana, y ya no producirá beneficios sólo a unos pocos privilegiados, sino que tendrá como resultado el bien común de todos. Y así el verdadero éxito de la globalización se medirá por hasta qué punto capacita a cada persona para disfrutar de los bien­es básicos del alimento y la vivienda, la educación y el empleo, de la paz y del progreso social, del desarrollo económico y de la jus­ticia. Este objetivo no puede ser conseguido sin la orientación por parte de la comunidad internacional.5

Estas perspectivas sobre la erradicación de la pobreza se com­plementan mutuamente, y cada una tiene un papel que jugar en el contexto de los grupos agentes de las diferentes ONG. Nuestra par­ticipación en el Comité de ONG sobre la Migración ofrece un buen ejemplo de ello.

Solos o juntos: la lucha por los derechos de los migrantes

Antecedentes

Las gentes siempre se han movido de un lugar a otro en busca de una vida mejor para ellas mismas y para sus familias. El dere­cho a moverse fue reconocido globalmente hace más de 60 años en la Declaración Universal sobre Derechos Humanos. Dice el artícu­lo 13; «Todos tienen el derecho a la libertad de movimiento y de residencia en el interior de cada estado», y «Todos tienen el dere­cho de dejar cualquier país, incluyendo el suyo propio, y el de vol­ver a su país.»

Y en 1994, una conferencia internacional de Naciones Unidas sobre población y desarrollo afirmó que un movimiento migratorio ordenado puede tener un impacto benéfico sobre la comunidad de origen y la comunidad de destino. La migración tiene la capacidad de facilitar la transmisión de conocimientos y de contribuir al enri­quecimiento cultural.

Dentro del sistema de Naciones Unidas se tratan varios aspec­tos de la migración. Por ejemplo, el Secretariado de Naciones Unidas se centra en la recogida, análisis y publicación de informa­ción en todos los niveles, de las tendencias y políticas nacionales sobre migración internacional. Otros organismos de Naciones Unidas tratan de temas tales como los derechos humanos, las per­sonas desplazadas en el interior de un país, de la reunificación familiar, de los inmigrantes sin documentación, tráfico de emigran­tes y la integración social y económica de los mismos. Además de todo eso agencias especializadas se ocupan de temas relacionados con su competencia, tales como refugiados, buscadores de asilo, movimientos de trabajo, y las cantidades de dinero que los refugia­dos envían a sus países de origen.

Se calcula que hoy hay en el mundo 191 millones de migrantes. Eso quiere decir que en todo el mundo aproximadamente una de cada 35 personas es migrante. Más de la mitad de todos los migran-tes son chicas y mujeres. En los países desarrollados las mujeres migrantes son más numerosas que los varones. Casi el 60% de todos los migrantes viven en países de ingresos altos. Se calcula que en 2005 los migrantes internacionales enviaron a sus países de origen unos 232 mil millones de dólares.

Las razones para emigrar son muchas: pobreza, falta de oportu­nidades de trabajo en el país de origen, la incapacidad de las cose­chas o la producción industrial de un país para competir en el mer­cado internacional. Los emigrantes dejan su hogar por razones de desastres naturales, por conflictos o para escapar de las amenazas a la seguridad individual, o por razón de un futuro político incier­to. En este momento la tasa de crecimiento de la migración es de alrededor de 2.9%. Como las comunicaciones y el viajar son más fáciles que nunca, y como los negocios internacionales dependen del comercio libre y la movilidad libre del capital, una fuerza de trabajo que sea también móvil y flexible se ha convertido en una necesidad.

En los pocos últimos años el número creciente de migrantes internacionales ha hecho que el fenómeno migratorio sea un pro­blema preocupante en muchos países. Más recientemente, como secuela de los sucesos del 11 de septiembre de 2001, algunos paí­ses han endurecido notablemente su política hacia los inmigrantes, los refugiados y los buscadores de asilo.

Como respuesta a este problema que preocupa cada vez más, la Asamblea General de Naciones Unidas mantuvo en Julio de 2006 «audiencias informales» con representantes de la sociedad civil, de organizaciones no gubernamentales y del sector privado. Estas audiencias subrayaron el hecho de que la migración internacional, el desarrollo y los derechos humanos están conectados íntimamen­te. Los participantes insistieron en que el respeto por los derechos humanos de todos los migrantes, sin que se tenga en cuenta su sta­tus, debe ser visto como fundamento de toda política que se refie­ra al movimiento internacional de gente. Es fundamental en parti­cular que se respeten los derechos humanos de la gente vulnerable: niños, mujeres, pueblos indígenas, y migrantes en situación irregu­lar. Se hizo notar que las mujeres migrantes son más vulnerables y expuestas a la explotación y al abuso, y que son con frecuencia víc­timas de traficantes en seres humanos. Se insistió en que el respe­to por y la protección de los derechos humanos de los inmigrantes es esencial para su integración en los países receptores. Políticas formuladas en un contexto de respeto a los derechos humanos con­seguirían además los mejores resultados del trabajo de los inmi­grantes. También se hizo notar que el trabajo de los emigrantes contribuiría a conseguir los Objetivos de Desarrollo para el Milenio.

En septiembre de 2006 el Diálogo de Alto Nivel de ONU sobre Migración y Desarrollo centró su atención en varias áreas: (1) los efectos de la migración internacional en el desarrollo económico y social; (2) la necesidad de asegurar el respeto y la protección de los derechos humanos de todos los migrantes, y de prevenir y comba­tir el contrabando de migrantes y el tráfico de personas; (3) el aspecto multidimensional de la migración (incluyendo los envíos de dinero), y (4) la promoción de colaboraciones y de capacitación, así como el compartir procedimientos honrados en todos los nive­les en beneficio tanto de los países como de los migrantes.

Comité de ONGs para la Migración

Con la intención de influir en el proceso a favor de los trabaja­dores migrantes, y como son tantas las organizaciones voluntarias religiosas y humanitarias no gubernamentales que trabajan en paí­ses que reciben y que envían migrantes, representantes de 35 ONGs han organizado el Comité de ONGs para la Migración. Esas personas representan a organizaciones que están ya comprometidas con la erradicación de la pobreza y el desarrollo social y económi­co, con los derechos humanos, el comercio internacional, y la con­secución de los Objetivos de Desarrollo para el Milenio.

La primera tarea del Comité recién formado fue solicitar a la Conferencia de ONGs el reconocimiento formal como Comité de ONGs para la Migración. Con unos estatutos, una declaración de intenciones y un plan de trabajo en mano, el Comité se puso en contacto con cada una de las Misiones Permanentes ante Naciones Unidas para comunicarles la existencia del Comité para la Migración, su objetivo y su disponibilidad para trabajar como socios en cooperación. Decía en parte la carta introductoria: Nuestro objetivo es animar la promoción y protección de los migrantes y de sus derechos humanos, en sintonía con Naciones Unidas:

  • facilitando la cooperación entre las organizaciones miem­bros, en terrenos de interés mutuo en el ejercicio de la fun­ción consultiva y en actividades que apoyen los objetivos de Naciones Unidas en temas relacionados con la migración;
  • actuando como foro para recibir y compartir información sobre las normas y stándards en el terreno de la migración, y para promover la consciencia sobre la migración en un con­texto de derechos humanos;
  • animando a los organismos y agencias de ONU a que inclu­yan políticas y temas sobre migración en sus planificaciones y estudios de política social;
  • cooperando con departamentos, organismos y agencias de NU a cultivar la opinión pública acerca del tema de la migra­ción con el fin de proteger, promover, y defender los dere­chos humanos de los migrantes;
  • recomendando políticas adecuadas para temas de migración, en cooperación con y en línea con las estructuras propias de Naciones Unidas.

El Comité pidió ser informado, consultado e incluido en las dis­cusiones presentes y futuras, para poder cumplir bien su función consultiva como Comité de ONGs.

La participación activa de la Congregación de la Misión es útil de manera especial en el Comité para Migración por razón de su competencia académica y profesional, y porque la Congregación está presente en 79 países, muchos de los cuales o envían emigran­tes o reciben inmigrantes, o ambas cosas a la vez. Nuestra expe­riencia nos lleva a apoyar la idea de que la migración es un tema global y de que debe ser visto y manejado de una manera global. La Congregación reconocería rápidamente y protegería la dignidad intrínseca de la persona humana y el derecho de los trabajadores migrantes a ser tratados como algo más que simples instrumentos de producción en una cadena de producción. Se podría contar siempre con la Congregación para recomendar a patronos y obre­ros por igual un modo honrado de proceder, y un salario decente por un trabajo decente.

En este ejemplo es fácil apreciar el valor de la contribución de la Congregación de la Misión a la formulación de políticas socia­les globales para mejorar la situación del migrante internacional en todos los países. También se debe apreciar la contribución del Comité de ONGs para Migración a la situación de los migrantes por razón de las diferentes perspectivas que los miembros del Comité pueden aportar a la tarea.

Conclusión

A veces el esfuerzo en pro de la seguridad, por el desarrollo y por los derechos humanos, o el esfuerzo contra la pobreza y el hambre requieren actuaciones de emergencia. Con mayor frecuen­cia el tratar esas necesidades humanas no atendidas de una manera eficaz exige trabajar los modos de obrar de los sistemas dados. Pues vivimos en comunidades pobres, una ONG como la Congregación de la Misión (y, en sentido más amplio, los miem­bros de la Familia Vicenciana) se encuentran con frecuencia entre los primeros en descubrir emergencias, y están con frecuencia entre los primeros en ver el impacto de los sistemas sobre la gente a la que servimos. Las ONG sirven con frecuencia como un sistema rápido de alarma para la comunidad internacional.

¿Qué pedirían los pobres del mundo a la Congregación de la Misión? Podrían pedir que:

  1. renovemos nuestro compromiso con nuestra propia misión y con las víctimas de la pobreza;
  2. presentemos ante la vista pública el sufrimiento de las gen­tes que viven en desventaja social y económica, y el de los excluidos;
  3. decidamos trabajar en proyectos basados en su potencial para producir cambio sistémico;
  4. recordemos a los gobiernos que el pertenecer a Naciones Unidas lleva consigo la responsabilidad de adherirse a los enunciados de la Carta de Naciones Unidas;
  5. sirvamos como la voz de la conciencia, llamando a los gobiernos a cumplir los compromisos contraídos;
  6. contribuyamos con nuestra experiencia y las habilidades que poseamos, a ayudar a encontrar y llevar a cabo solucio­nes al problema de la pobreza compartiendo las mejores maneras de actuar y las mejores estrategias;
  7. contribuyamos a formular políticas que promuevan el bien común;
  8. trabajemos para asegurar que los convenios globales se conviertan en políticas nacionales o regionales para bien de los pobres;
  9. promovamos valores y estructuras alternativas para ayudar a crear una sociedad más justa;
  10. busquemos oportunidades para asociarnos a otras institu­ciones que trabajan por una mayor justicia en el mundo.

Nelson Mandela escribió en cierta ocasión: «Igual que la escla­vitud y el apartheid, la pobreza no es natural. Es una creación humana, y puede ser vencida y erradicada por la acción de seres humanos.»

  1. Christian Sens, C.M., «San Vicente y la globalización,» en Ecos de la Compañía, 5 (2004) 376.
  2. Jane Remson, O. Carm., «The Path to Global Solidarity: The Roles of the UN and NG0s,» en Blueprint for Social Justice, LIV, No.3 (2000).
  3. Mats Karlsson, vicepresidente del Banco Mundial para Asuntos Externos y Asuntos de ONU, en un discurso titulado «Best Practices: Advancing Our Shared Agenda,» 28 de agosto, 2000.
  4. Cf. Remson, op. cit.
  5. Discurso de Juan Pablo II a los miembros de la Academia Pontifica de Ciencias Sociales, vier­nes, 2 de mayo de 2003.

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