LA MISERICORDIA EN SANTA LUISA DE MARILLAC (IV)

Mitxel OlabuénagaEspiritualidad vicencianaLeave a Comment

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  1. LA MISERICORDIA

El Papa Francisco, al convocar el Año Jubilar de la Misericordia (MV. 9). presenta a Dios como «Dios compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en amor y fidelidad» (Ex 34,6), que envía a su Hijo al mundo para decirnos con parábolas, curacio­nes y acogida de pecadores que «quiere misericordia y no sacrifi­cios» (Mt 9,13; 12,7). Nos sobrecoge verlo inclinarse hacia los que sufren y acogiendo a los marginados, con gestos de cordialidad compasiva, comiendo con ellos y hablándoles sin enfado. Cuando Juan Bautista envía unos discípulos para saber si Jesús es el Mesías, este les muestra las obras de misericordia que está haciendo (Le 7, 22). Tal es así que la encíclica Rico en misericordia afirma que creer en Dios es creer en su misericordia (n. 8).

Misericordia, vocablo compuesto de dos palabras, miseria y corazón, significa perdonar a quien nos ha ofendido o sentir compa­sión ante la miseria ajena y ante quien la sufre; significa sentir incli­nación a compadecerse, como aparece en la parábola del Samaritano, en el clamor de san Vicente «los pobres son mi peso y mi dolor» y en aquel cariñoso reproche que hizo santa Luisa a una Hermana sobre san Vicente: «Si viera usted el gran trabajo que tiene con las obras de caridad que se hacen a los pobres refugiados. le ten­dría usted compasión; pero él no se queja nunca ni se cansa».

En el Antiguo Testamento la idea más fiel de la misericordia está representada por las entrañas de una madre que cuida de sus hijos: «¿Acaso olvida una mujer a su niño de pecho, sin compade­cerse del hijo de sus entrañas?» (Is 49,15). En los Evangelios han pasado a la posteridad corno el mástil de la misericordia, las veces que Jesús sintió compasión, y que san Vicente lo expresa con la exclamación «¡por las entrañas de Jesucristo!», que, sin embargo. no aparece en las cartas o escritos de santa Luisa. Ella, al igual que san Vicente, emplea cientos de veces la expresión «por la misericordia de Nuestro Señor», que únicamente tiene el significado que damos hoy día a la expresión «¡por la gracia de Dios!» Pero en el siglo XVII era peligroso ante los tribunales eclesiásticos usar la expresión «por la gracia de Dios», debido a las disputas sobre la gracia entre católicos, jansenistas y hugonotes. En ambos casos se indica la omnipotencia divina que se compadece de la miseria humana e intenta ponerle remedio.

Quien tiene un corazón misericordioso se niega a considerar el sufrimiento de los otros como indiferente, aunque no comparta ni apruebe muchas de sus acciones ni los motivos de su comporta­miento. Tan sólo llevaban fundadas las Hijas de la Caridad dos años. cuando santa Luisa animaba a una Hermana enferma «a experimen­tar en ella misma la necesidad que nuestros amos, los pobres enfer­mos, tienen de asistencia, de cordialidad y de mansedumbre». Recomendación difícil de cumplir si no la conduce la fuerza del Espíritu Santo.

La misericordia viene a ser una montaña con dos vertientes: por un lado, la compasión y por el otro, el perdón, y llamamos cordiali­dad a la vegetación que la embellece. Pero una compasión sin lími­tes: «sed compasivos como vuestro Padre es compasivo“ y un per­dón incondicional «hasta setenta veces siete’. La compasión es la raíz y la caridad es el fruto. mientras que la cordialidad es la belleza con que se presenta la Hija de la Caridad. Por su parte. el perdón viene a ser la máquina que desbroza el camino a las tres virtudes.

Pero, si examinamos bien el alpinismo, en la práctica la monta­ña es algo que no existe: lo que preocupa a los montañeros son las laderas y la vegetación que las dulcifica o las enfurece. Así mismo, la misericordia, la inclinación a…. la tendencia a… parece que no existe; en la práctica lo que nos implica y nos compromete son la compasión, el perdón y la cordialidad.

Benito Martínez Betanzos, C.M.

CEME, 2015

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