La identidad de la Compañía o de la Hija de la Caridad en la Iglesia

  1. Sociedad de Vida Apostólica

En la Iglesia, la Compañía tiene una identidad bien definida y reconocida como « Sociedad de vida apostólica en comunidad, que asume los consejos evangélicos mediante un vínculo definido por las Constituciones » (C 1,13).

Está estipulado en el Derecho Canónico, n° 731, § 1: «A los Ins­titutos de vida consagrada se asemejan las sociedades de vida apostó­lica, cuyos miembros, sin votos religiosos, buscan el fin apostólico propio de su sociedad y, llevando vida fraterna en común, según el pro­pio modo de vida, aspiran a la perfección de la caridad por la obser­vancia de las constituciones».

  • 2 « Entre éstas existen sociedades cuyos miembros abrazan los consejos evangélicos mediante un vínculo determinado por las consti­tuciones ».

Para tender a la perfección de la caridad por la observancia de las Constituciones, llevando una vida evangélica a ejemplo de San Vicente y Santa Luisa, la Hija de la Caridad asume:

1.1. Votos no religiosos

Si (el Obispo) os pregunta además: «¿Hacéis votos religiosos?», decidle: «No, señor, nos entregamos a Dios para vivir en la pobreza, castidad y obediencia…» (SV IX, 534 / ES IX, 498). Así, la práctica de los Consejos Evangélicos queda ratificada por la emisión « de los votos ‘no religiosos, anuales, siempre renovables» (C 2,5) que hacen que no sean religiosas, sino Hijas de la Caridad, y esto, mucho antes de que los hayan pronunciado por primera vez.

La expresión « Votos anuales, siempre renovables » no es sinó­nimo de votos provisionales, para un tiempo. Significa una profun­dización dinámica y siempre actual de nuestro don total a Dios en la Compañía. « No se hacen los votos para ser Hija de la Caridad, sino porque se es Hija de la Caridad y para serlo más » (P. Lloret, en las Directivas para la Formación Inicial). Por tanto, hay que vivirlos con toda la radicalidad posible.

1.2. La secularidad

La secularidad, una de las características del carisma de la Com­pañía, se explica con relación a la mentalidad de la época, para hacer contrapeso al estado de vida religiosa de aquel tiempo, con miras a permitir más movilidad y disponibilidad, y responder mejor a las necesidades del servicio a los Pobres. « Las Hijas de la Caridad no son religiosas, sino jóvenes que van y vienen como seglares » (SV VIII, 237 / ES VIII, 226).

En 1650, en la conferencia que San Vicente pronuncia para pre­parar a las Hermanas enviadas a provincias: (instrucciones que fue­ron dadas a las Hermanas cuando fueron a Hennebont, a Montmirail y a las que fueron a reunirse con las de Nantes) les habla en estos términos: «Si (el Obispo) os pregunta qué sois, si sois religiosas, le diréis que no, por la gracia de Dios, y que no se trata de que no estiméis a las religiosas, pero que si lo fueseis, tendríais que estar encerradas y que por consiguiente tendríais que decir: ‘Adiós al servicio de los pobres» (SV IX, 533 / ES IX, 498).

El 12 de noviembre de 1653, afirma con fuerza a las Hermanas que van a Nantes: «Las Hijas de la Caridad no podrán jamás ser reli­giosas; ¡maldición al que hable de hacerlas religiosas!» (SV IX, 662 / ES IX, 594). Sin embargo, esta secularidad no asemeja en nada la Elija de la Caridad a los laicos. Tampoco la dispensa de las obliga­ciones que ha contraído libremente y que debe asumir con toda leal­tad y libertad de espíritu, a saber: « Se consagran totalmente a Dios, en comunidad de vida fraterna, para el servicio de Cristo en los Pobres, con un espíritu evangélico de humildad, sencillez y caridad, asumiendo los consejos evangélicos que la hacen disponible para este servicio». Al contrario, está invitada a una vida más virtuosa que la de una reli­giosa: « Considerarán que no se hallan en una religión, ya que ese estado no conviene a los servicios de su vocación. Sin embargo, como quiera que se ven más expuestas a las ocasiones de pecado que las reli­giosas obligadas a guardar clausura… deben tener tanta o más virtud que si fueran profesas en una orden religiosa» (C 1,9).

La fidelidad a nuestra Regla de Vida que son las Constituciones, — consideradas con razón « como un compendio del Evangelio aco­modado al uso que nos es más adecuado para unirnos a Jesucristo y responder a sus designios » (SV XII, 129 / ES XI, 427) — nos hará llegar a lo que Dios pide de nosotras y nos conducirá a la perfección (SV IX, 310 / ES IX, 290).

  1. Su carácter internacional y misionero

El carácter internacional de la Compañía se expresa en su vida, su organización y su representación. Ante esta característica, la Com­pañía se sintió interpelada en la última Asamblea General:

  • Esforzarse constantemente por « avanzar con audacia y fidelidad por el camino de la inculturación » (Un fuego nuevo, p. 5);
  • «Descubrir personal y comunitariamente las «semillas del Verbo» y los valores existentes en todas las culturas y en los pobres » (Un fuego nuevo, p. 5);
  • Dejar « aquellas mediaciones que ya no sean adecuadas para expresar, en la cultura de hoy, la vitalidad de nuestra voca­ción y misión en la Iglesia» (Un fuego nuevo, p. 5);

Estas llamadas coinciden con la preocupación misionera de la Compañía de prestar « particular atención a las «semillas de la Pala­bra» que contienen las diversas culturas » (C 2,10).

Este rasgo de la Compañía manifiesta el espíritu misionero que debe animar todas las Hermanas para que estén dispuestas a servir en cualquier lugar donde sean enviadas.

Así, la Compañía que « es misionera por naturaleza,… se empe­ña en conservar la agilidad y flexibilidad necesarias para poder respon­der a las llamadas de la Iglesia frente a todas las formas de pobreza» (C 2,10).

  1. Otros rasgos característicos

Una Compañía que tiene por Superior General al Superior General de la Congregación de la Misión

Esta característica viene directamente de Santa Luisa debido a su preocupación por salvaguardar la unidad de la Compañía: «… Dios ha establecido mi alma en una grande paz y sencillez en la oración… que he hecho acerca de la necesidad que tiene la Compañía de las Hijas de la Caridad de hallarse siempre, sucesivamente, bajo la dirección que la divina Providencia le ha dado, tanto en lo espiritual como en lo tempo­ral… » (S.L. Corr. y Escr. C. 228, Nov. 1647).

Las Hijas de la Caridad reconocen la autoridad del Superior General de la Congregación de la Misión… Hacen voto de obedecer­le… (C 3,27). Éste nombra «ad nutum » un Director General para ser su representante permanente ante la Compañía. Después de consul­tar, nombra a los Directores Provinciales que colaboran con los Con­sejos Provinciales.

Una Compañía que tiene a María por «Única Madre»

Desde los orígenes, María ocupa un lugar privilegiado en el Corazón de la Compañía: «María, la primera cristiana, la consagrada por excelencia, está presente en la vida de la Compañía desde sus co­mienzos» (C 1,12).

Con su amor a la Viren María, los Fundadores invitaron a las Hijas de la Caridad a imitar y a contemplar en María a:

  • «La Inmaculada, totalmente abierta al Espíritu;
  • la Sierva, humilde y fiel de los designios del Padre, mo­delo de los corazones pobres;
  • la Madre de Dios, Madre de Misericordia y esperanza de los pequeños…» (C 1,12).

Así, las apariciones y el mensaje de 1830 serán para la Compañía y para cada Hija de la Caridad a la vez una respuesta y una acogida: respuesta de María al amor que le profesan, y por su parte, acogida del amor que María tiene hacia ellas.

Wivine Kisu. H.C:

Vincentiana, 2001