CAPÍTULO XXXI
DE LOS PASATIEMPOS Y RECREACIONES, Y, EN PRIMER LUGAR, DE LAS QUE SON LÍCITAS Y LAUDABLES
Es necesario dar, de vez en cuando, cierta expansión a nuestro espíritu y también a nuestro cuerpo, con alguna clase de recreación. Como dice Casiano, un día un cazador encontró a San Juan Evangelista, el cual llevaba una perdiz en la mano y la acariciaba por pura recreación. Preguntóle el cazador por qué, siendo un hombre tan calificado, empleaba el tiempo en una cosa tan baja y despreciable, y San Juan le respondió: «¿Por qué no llevas siempre el arco en tensión?» -«Por temor, replicó el cazador, de que, si permanece siempre encorvado, no pierda la fuerza cuando tenga que hacer uso de él».»No te maravilles, pues, dijo el Apóstol, si, alguna vez, aflojo en el rigor y en la tentación de mi espíritu para recrearme un poco y entregarme luego, más vivamente, a la contemplación». Es, indudablemente, un vicio el ser tan riguroso, huraño y salvaje, que no se quiera tomar para sí, ni permitir a los demás, ninguna clase de recreación.
Tomar el aire, pasear, entretenerse en alegres y amigables conversaciones, tocar el laúd o algún otro instrumento, cantar, ir de caza, son pasatiempos tan honestos, que, para usar bien de ellos, no se requiere otra prudencia que la ordinaria, la cual da a todas las cosas la importancia, el tiempo, el lugar y la medida.
Los juegos en los cuales la ganancia sirve de premio y de recompensa a la habilidad y a la industria del cuerpo o del espíritu, como ocurre en el juego de pelota, balón, el mallo, el juego de la sortija, el ajedrez, las damas, son recreaciones de suyo buenas y lícitas. Conviene tan sólo guardarse del exceso, ya en el tiempo que en ellos se emplea, ya en las apuestas que se hacen; porque, si se emplea en ello demasiado tiempo, ya no es recreación, sino ocupación, y entonces no se da esparcimiento al ánimo ni al cuerpo, sino que se le aturde y agota. Después de seis horas de jugar al ajedrez, se siente gran pesadez de cuerpo y fatiga de espíritu; jugar mucho tiempo a la pelota no es recrear el cuerpo, sino cansarlo. Ahora bien, si la apuesta, es decir, lo que se juega, es demasiado crecida, los afectos de los jugadores se desordenan, aparte de que es injusto exponer grandes cantidades a la habilidad y al ingenio tan poco importantes y tan inútiles como lo son las habilidades del juego.
Pero sobre todo, Filotea, procura no aficionarte a todas estas cosas; porque, por honesta que sea una recreación, es vicio el poner en ella el corazón y el afecto. No niego que se haya de jugar con gusto mientras se juega, porque lo contrario ya no sería recreación; lo que sí digo es que no hemos de poner el afecto en el juego, de tal manera que lo deseemos, nos dejemos dominar por él y lo esperemos con excesivas ansias.