5. Después del éxodo de los Misioneros. Un futuro con muchos nubarrones.
En aquel momento, como ahora, uno de los temas que más se discutían era la cuestión de las vocaciones. Por más de cien años, la Iglesia Católica que vive y trabaja en la Isla ha experimentado escasez de vocaciones, tanto para el clero secular como para el regular, y la Congregación de la Misión también ha tenido que enfrentar esta dificultad.
La Escuela Apostólica de Matanzas fue un gran intento de dar solución a este problema. Fue inaugurada en 1955. En aquellos momentos, la Escuela Apostólica abría sus puertas al futuro, sembrando sueños e ilusiones. Había nacido un poco tarde en la Historia de la provincia de Cuba, pero los PP. Paúles ponían todas sus ilusiones en el futuro tan prometedor de esta Escuela Apostólica y cuando ya había iniciado el camino y había dado sus primeros frutos, presagio de tantos sueños, llegó el momento en que tuvo que cerrar sus puertas por orden del gobierno socialista. Sólo habían tenido tiempo para ordenar a dos de sus alumnos.
Otros estudiantes abandonaron la Congregación de la Misión después de terminar la carrera eclesiástica y se pasaron al clero secular. Uno de los que se ordenó sacerdote y permaneció fiel a la Congregación de la Misión, estuvo trabajando como párroco en San Luís. Pero un tiempo después cambió de provincia y emigró a los Estados Unidos.
El gran problema de las vocaciones religiosas en Cuba, que viene andando desde la época colonial y sobre todo desde el siglo XIX, sigue en pie en la actualidad y afecta tanto al clero diocesano como a las órdenes religiosas. En la situación actual, estando la Iglesia tan debilitada, se hace todavía más imperiosa y acuciarte la ansiada solución «la que en su inmensa bondad el Señor nos dará a conocer algún día»:
Trabajosamente imaginamos lo que en la tierra hay, y solamente hallamos lo que está a nuestro alcance. ¿Quién entonces ha sabido lo que discurres en los cielos? (Sb 9, 16)
Y mientras tanto, con nuestra confianza puesta en el Señor, los Hijos de San Vicente de Paúl seguiremos caminando entre sombras, nubarrones e incertidumbres, por la Senda de los Misioneros que ellos nos trazaron. Y nos comprometemos a seguir su ejemplo y a continuar con la labor que ellos nos legaron para mantener viva su memoria y para que sus esfuerzos no queden en el olvido. Esto es de justicia. Y éste es el propósito de esta historia.
No podemos prever el futuro. Hay demasiados nubarrones que nos impiden ver qué ocurrirá en el futuro. Los años imperantes de la Revolución han sido y siguen siendo muchos. Las huellas que deja son muy profundas. La sociedad, educada exclusivamente por las ideologías ateo-marxistas, ha perdido los valores judeocristianos tradicionales. Al ser humano se le ha privado de la oportunidad de descubrir libremente otros valores. No hay duda que el tiempo puede y suele curar todas las heridas. No hay duda que la Iglesia, de una o de otra manera, seguirá sembrando la buena semilla. Esa es su misión. Y eso es lo que nos da confianza para mirar hacia el futuro. Como ha ocurrido en todas las épocas del pasado, los gobiernos van y vienen. La historia nos demuestra que ningún gobierno ha durado tanto como la Iglesia Católica. Aún en medio de los avatares y dificultades que con frecuencia la han sumergido en profundas crisis durante los dos mil años de su existencia, la Iglesia siempre ha salido a flote, renovada y con más vigor. Esa es la experiencia que nos da confianza para seguir soñando, a pesar de los nubarrones, que como en tantos otros huracanes, desaparecen después de la tempestad y vuelve a brillar el sol.