Historia de los Paúles en Cuba: capítulo VI (C)

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CRÉDITOS
Autor: Justo Moro-Salvador Larrua · Año publicación original: 2012 · Fuente: Mecanografiado.
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3. Labor misionera y social de los Paúles en la Iglesia de la Merced. Las «Sabatinas». Las Asociaciones Católicas: Las Damas de la Caridad. Las Católicas Cubanas. El Sanatorio de la Milagrosa. Las Conferencias de San Vicente de Paúl. El Ropero de San Vicente de Paúl.

Mientras ocurrían y se desarrollaban todos estos procesos dentro de la sociedad civil y la Iglesia cubana, los Padres de la Congregación de la Misión desarrollaban una intensa labor desde la Iglesia y el Convento de la Merced precisamente en el momento en que la institución católica quedó separada del estado cubano, lo que además coincidió con la desaparición de la enseñanza del catecismo en las escuelas públicas de la Isla. El Obispo Donato Sbarretti y Tazza, para remediar tal situación, dio instrucciones a tal respecto:

en el año 1900, fundóse en nuestra Iglesia de la Merced por primera vez, El Catecismo, por orden del Prelado y bajo la inspección del entonces P. Estrada33, que era denominado Visitador de los Catecismos, y actualmente es Arzobispo de Atalia, después de haber regentado la Diócesis de La Habana.

Los centros doctrinales parroquiales donde se comenzó a impartir el catecismo a niños y niñas se denominaron «sabatinas» porque por disposición del Obispo Sbarretti comenzaban a funcionar en todas las parroquias de la Diócesis los sábados a las cuatro de la tarde. La Sabatina de la Iglesia de la Merced tuvo su origen en este movimiento, en una época en que estaba al frente de la Comunidad de los Padres Paúles, como Superior, el P. Ramón Güell, quien tomó el asunto con mucho interés y se autotituló director del Catecismo de la Merced. La sabatina tomó auge con mucha rapidez y siempre estuvo al frente entre los catecismos que se impartían en las parroquias por la gran cantidad de asistentes y la buena organización lograda.

Jorgelina Carvajal, una joven con influencia y prestigio social, fue la primera y única presidenta que tuvo el Catecismo de la Merced en esa época. Ella, con la tesorera y varias profesoras, lograron dar un toque característico a las Sabatinas de la Merced por el alto nivel de las clases y por los regalos con que premiaban a los niños que trajeran más amiguitos a participar de la instrucción religiosa. Con estos estímulos muy pronto todos los menores del barrio comenzaron a conocer los rudimentos de la fe. Aquellas clases de catecismo, las llamadas Sabatinas, duraron siete años. Alrededor de 1915 se reorganizó la actividad de la instrucción religiosa a los menores.

El P. Alvarez, que comenzaba su trabajo como Visitador de la Provincia de las Antillas, dio un nuevo impulso a la catequesis en la Iglesia de la Merced al encargar al P. Roqueta su reorganización. La enseñanza del catecismo comenzó a impartirse los domingos, desde las 2:00 hasta las 4:00 de la tarde, y nuevamente se constituyó un grupo de profesoras bien preparadas. Llegaron a ser muchas, porque la asistencia al catecismo era numerosa, y bajo la inspiración del P. Roqueta, la enseñanza religiosa mantuvo un buen ritmo hasta el mes de abril de 1920. En esta fecha tomó posesión el P. Luciano Martínez, que introdujo algunas reformas.

El P. Luciano llegó a la conclusión que los alumnos podrían asimilar mejor las enseñanzas del catecismo si las clases se efectuaban en horas de la mañana, y pudo convencer al Superior de la Merced, que era el P. Gutiérrez, para que la catequesis se trasladara al horario de 9:30 a 11:00 de la mañana. Con la aplicación de aquella medida, la cantidad de niños matriculados se multiplicó de 80 a 300, y la de profesoras, de 12 a 20. El P. Luciano consiguió el apoyo del Superior para nombrar a otro director que lo ayudara con el canto y lo apoyara en las demás funciones que debía realizar, ya que el número de alumnos era casi cuatro veces superior al inicial y por esta razón, el P. Ignacio Maestrojuan fue designado como su colaborador, trabajo en el que se mantuvo por varios años.

Todos los domingos a las 9:30 a.m. los niños hacían su entrada en la Iglesia de la Merced entonando el Himno del Catecismo y otros cánticos, acompañados por el P. Maestro-Juan. Luego asistían a la Eucaristía, el Director explicaba el catecismo del día, se procedía a la rifa de algunos juguetes y después de entonar otros cantos, los menores marchaban ordenadamente para sus casas. El P. Luciano Martínez mandó distribuir en cada sección (ya que los niños se agrupaban en secciones de 12, y cada una de las mismas estaba dirigida por una catequista) vales de asistencia para que los niños pudieran comprar algunos de los presentes que se adquirían con ese objetivo. Todos los actos de la catequesis estaban presididos por una bandera que habían confeccionado con gran amor las Hijas de la Caridad del vecino Colegio Jesús María.

En septiembre de 1924, el P. Luciano Martínez fue trasladado a la Parroquia de Guantánamo, y en su lugar, el P. Ángel Tobar fue nombrado Director del Catecismo.

El nuevo Director no se demoró mucho en poner en práctica algunas ideas que mejoraron la calidad de las clases. En primer lugar, el nuevo Director del Catecismo adquirió grandes láminas en las que se representaban los pasajes más importantes de la historia sagrada. Aquellas láminas captaban la atención de los niños y fueron un valioso auxiliar visual de las explicaciones que daban los catequistas. Junto con las láminas se compraron catecismos en cantidad suficiente para que cada niño pudiera tener uno en sus manos en el momento de asistir a las lecciones. Además, el P. Tobar formó una nueva Directiva y estableció Juntas trimestrales con las profesoras para analizar la marcha de los cursos y los resultados de las clases.

Todas estas novedades contribuyeron grandemente a mejorar la enseñanza del catecismo. El número de matriculados siguió creciendo y pasó de 300 a 600, con 40 catequistas encargados de estas tareas.

Cada año, desde que comenzó a impartirse el Catecismo en la Iglesia de la Merced, se celebraban varias fiestas, casi siempre en ocasión de la Pascua o por la Navidad, y en esta última siempre se repartían juguetes y premios a todos los niños. Muchas veces, antes de las fiestas, se daban funciones benéficas o rifas con cuyos ingresos se compraban los obsequios. El día de la fiesta era casi obligada una Velada Literario- Musical en la que participaban con entusiasmo los alumnos.

El número de menores que se formaban en la doctrina cristiana aumentaba año tras año, y pronto llegó un día en que los anchos corredores de la Iglesia de la Merced no eran suficientemente amplios para la gran cantidad de asistentes que los desbordaban. Con esto motivo, al llegar 1925, la distribución de premios y juguetes tuvo lugar en el Centro Castellano, y era tan grande la multitud que, a pesar de los extensos locales, en aquella ocasión se dijo que el centro

era insuficiente para contener aquella muchedumbre que se agolpaba a sus puertas.

En ese año, la fiesta y los premios que se repartieron tuvieron un costo total de 1.200 pesos, lo que en aquella época (1925) era una suma muy importante. Esa cantidad fue parte del producto de una función benéfica en la que participaron los mejores artistas y que se realizó en el Teatro Martí, cedido por sus dueños para ese fin.

No fue solo la enseñanza del catecismo en la que los Padres Paúles centraron sus esfuerzos. Había entonces, como ahora, muchas necesidades espirituales y materiales. El comienzo de la República, así como las primeras décadas del Siglo XX, estuvo señalado por los estragos de la pobreza en los estratos y capas más desamparadas de la población y por las convulsiones de una sociedad que: comenzaba a reorganizarse en medio de una gran inestabilidad política. Aquella situación era un campo muy vasto para que todas las asociaciones católicas continuaran y ampliaran el ejercicio de su acción benéfica sobre las personas con menos recursos, en estrecha coordinación con las Hijas de la Caridad y actuando con la guía e inspiración de los Padres Paúles, sus directores espirituales. Para remediar en lo posible estas necesidades, se fundaron o se reavivaron las «asociaciones católicas.

1. Las Damas de la Caridad.

Destacamos, en primer lugar, la labor realizada por las Damas de la Caridad, asociación iniciada en Cuba por los Padres Paúles. Las Damas de la Caridad han realizado en Cuba una fecunda labor en pro de los pobres.

Las Damas de la Caridad, fundada en Francia por San Vicente de Paúl en el año 1617, se estableció en Cuba a partir de 1915 por iniciativa del P. Juan Álvarez, entonces Superior de la Congregación de la Misión en Cuba, apoyado por un grupo de señoras encabezadas por Da. Natividad Iznaga, viuda de Del Valle. Las Damas de la Caridad comenzaron a funcionar con carácter oficial el 19 de julio de ese mismo año.38

El objetivo principal de las Damas de la Caridad era el de socorrer a los pobres en sus hogares. Para ello se esforzaban en hacer más soportables las carencias materiales y se dedicaban a fortalecer el espíritu de los desamparados a través del amor, la ayuda a los necesitados y la fe. En su primer año de existencia, 1915, las Damas de la Caridad efectuaron

Visitas a los pobres en sus viviendas, 1, 727; Bautizos, 39; Matrimonios, 5; Muertos, 5; Piezas de ropa repartidas, 763; Ingresos, $ 6,377,72; Gastos, $ 5,067,13.

En ese mismo año hubo tres repartos extraordinarios de ropas, dinero y alimentos para los pobres. Además de las cien familias que las Damas de la Caridad visitaban todas las semanas, llevando su apoyo espiritual y el auxilio material, cuando llegó el fin del año, las ayudas se ampliaron con la buena voluntad de las asociadas a otras seiscientas familias a las que se entregaron

Dos pesos, una arroba de víveres, frazadas, calzado y vestidos. A los tres mil niños que acompañaban a estas familias, juguetes, latas de leche, dulces, nueces y demás golosinas de Navidad.

Las Damas de la caridad, sus numerosas cooperadoras y la Comunidad de los Padres Paúles, lograron juntar la cantidad de diez mil pesos cubanos, una suma importante, con la que se compró una gran cantidad de alimentos, ropa y calzado. Todo se repartió a los pobres:

En el amplio patio central del Convento de la Merced, se levantó una amplia y sólida mesa. En ella se fueron colocando los paquetes (de regalos) formados por una Comisión de Damas y Damitas, varios Padres y Hermanos de la Comunidad y algunos obreros… en otra parte se agrupaban las frazadas, ropas, cajas de galletitas, chocolate y las pirámides de leche condensada.

En aquella Navidad del año 1915, seiscientas familias y algunos centenares de personas pobres y desamparadas recibieron donativos, aparte de las cien familias que atendían directamente las Damas de la Caridad, en un acto muy emotivo que se mantuvo como práctica durante muchos años.

En la Merced había una habitación donde se guardaban todas estas ayudas y las medicinas para los pobres que venían a buscarlas. Durante algunos años estas necesidades eran atendidas por el Ho. Nemesio Torrubia y después por el Hno. Eligio Rivas desde el año 1951 al año 1961, fecha en que tuvo que abandonar Cuba por orden del Gobierno Revolucionario. El mismo Eligio Rivas nos cuenta que en la década de los arios 1950, las Damas de la Caridad adquirieron el edificio que da a las calles Cuba y Merced, en frente de la Iglesia de la Merced, donde se instalaron unas 20 mujeres pobres a quienes atendían desinteresadamente las Damas de la Caridad, atendidas por el Doctor Amado. Los gastos eran compartidos con las Conferencias de San Vicente de Paúl. Estos tenían su centro en la Iglesia de la Merced donde también tenían sus reuniones mensuales presididas por el abogado Doctor Mendoza.

2. Las Católicas Cubanas.

La Asociación de las «Católicas Cubanas» fue otro movimiento de gran prestigio que arraigó en la sociedad cubana. Pudo surgir y desarrollarse gracias al estímulo y la colaboración de la Comunidad de Padres Paúles con sede en la Iglesia de la Merced. En 1917, algunas jóvenes estudiantes de la Universidad de La Habana llegaron a la conclusión de que para ellas era un deber alcanzar una instrucción sólida en materia de religión y de moral, para evitar o enfrentar y dar respuesta a las dudas y confusiones que les salían al paso durante sus estudios.

Se trataba de un grupo de jóvenes católicas que habían podido comprender, con gran claridad, que la falta de religiosidad en los pueblos se traduce en numerosos problemas que aquejan a las familias y repercuten en la sociedad moderna y que la falta de fe era producto de la indiferencia en materia de religión o de la ignorancia o el olvido de sus verdades fundamentales, por lo que decidieron organizarse para contribuir a la cultura. general y especialmente en lo que se refiere a la Moral y a la Religión.

Estas jóvenes —Ana María Bez, Frances Guerra, Margarita López, María Maza, Virginia Román y Paz Mir—, buscando la orientación más competente para llevar a la práctica su empeño,

acudieron al R. P. Juan Alvarez, Visitador de los. PP. Paúles, que bondadosamente se comprometió a ayudarlas en cuanto pudiera… por espacio de varios meses, hasta Septiembre de 1918, se reunieron con regularidad los domingos terceros de cada mes en el salón de recibo de la Iglesia de la Merced.

A cada una de aquellas reuniones se llevaba un tema diferente, y alguna de las jóvenes exponía sus ideas sobre la cuestión de que se tratara. Entre todas debatían el asunto, y al final de la sesión,

el P. Alvarez (explicaba) los errores en que incurrían y los puntos fundamentales del asunto, que era siempre religioso, moral o social.

Aquellas jóvenes concibieron la idea de fundar una organización que se dedicara a propagar la moral cristiana entre todas las clases sociales del pueblo de Cuba, con el fin de atacar por este medio al indiferentismo en materia de religión y la corrupción que se enseñoreaba y se extendía en el país. No tardaron en exponer sus ideas al P. Alvarez, quien les recomendó que agregaran a sus objetivos la beneficencia a través de la fundación de un Sanatorio para beneficio de las mujeres solteras, puesto que la asociación estaría formada por jóvenes católicas exclusivamente. Igualmente les indicó que redactaran las bases de la futura Asociación para divulgarlas y tomar de esta forma la opinión de la sociedad.

Las jóvenes se dieron entonces a la tarea de poner por escrito las Bases de la que se denominaría Asociación Cubana de Jóvenes Católicas, creada para el auxilio moral e intelectual de las creyentes y para la cooperación expresada a través de la fundación de un Sanatorio dedicado al cuidado de la salud. La Asociación tendría entre sus objetivos la defensa de los derechos de la mujer basados en los principios cristianos, y se dedicaría a combatir la inmoralidad en todas sus manifestaciones.

3. El Sanatorio La Milagrosa.

En una reunión efectuada el 1 de octubre de 1918 se escogió la primera directiva, Y desde ese momento

aquellas mujeres se comprometieron a encontrar mil socias, que denominaron fundadoras, y las cuales abonarían cinco pesos cada una, y con esos cinco mil pesos podríase alquilar el local para Sanatorio, y proceder a su adaptación aunque sólo fuera en lo más preciso.

Las Hijas de la Caridad serían las administradoras perpetuas del Sanatorio. Pronto estuvo listo el Reglamento y se adaptó el antiguo palacio de los Condes de Fernandina, en el Cerro, para local del centro hospitalario. Pasaron las semanas buscando camas, ropas, instrumental médico, y acopiando recursos.

El Sanatorio La Milagrosa fue inaugurado el 15 de junio de 1919, fecha en que el Obispo de La Habana, Mons. Pedro González Estrada, bendijo el edificio que fue adquirido con una inversión inicial de $ 80,000, Muy pronto la directiva comenzó la construcción de otro pabellón, gracias a la sabia y prudente administración de las Hijas de la Caridad y al esfuerzo de la Asociación de Católicas Cubanas, que para el año 1925 estaba tramitando la creación de una Escuela de Enfermeras donde las religiosas estudiarían el currículum necesario para obtener los grados oficiales expedidos por el gobierno. En esa época el Sanatorio contaba con 80 camas, y el nuevo pabellón, que se estaba levantando, elevaría su capacidad hasta 150.

4. Las Conferencias de San Vicente de Paúl.

A instancias de la comunidad de la Iglesia de la Merced, hacía ya mucho tiempo que se habían fundado en La Habana las Conferencias de San Vicente de Paúl, células básicas de las Sociedades de San Vicente que hicieron su aparición en Cuba en 1871, ocho años después de la llegada de los Paúles, por iniciativa del laico Manuel Agustín Calvo (1848-1890), que fue su primer presidente y que contó con el apoyo y el estímulo del P. Gerónimo Viladás Lamich, primer Superior de los Padres Paúles en Cuba.

Las primeras Conferencias de San Vicente de Paúl fueron de dos tipos, para señoras y caballeros, por separado. Desde los primeros momentos, entre los trabajos de los miembros estuvo la reflexión y el estudio sobre la situación social de la Isla, así como la promoción de acciones concretas de ayuda y socorro a los enfermos, desamparados, desesperados, hambrientos y sin trabajo, porque ninguna pobreza, sea de índole espiritual o puramente material, es extraña a las Sociedades de San Vicente que siempre serán fieles a su carisma de servicio y consuelo al necesitado, carisma que heredaron de San Vicente de Paúl.

Los ejemplos de caridad que dieron en Cuba las Conferencias de San Vicente de Paúl son innumerables, tanto en la época colonial como después de instaurada la República.

En la Guerra de Independencia de 1898, cuando las fuerzas navales del gobierno norteamericano habían establecido el bloqueo de la Isla, las alumnas del Colegio-Asilo de San Vicente de Paúl, que radicaba en los antiguos locales del Colegio El Salvador, el mismo que fundara Don José de la Luz y Caballero, sufrían una crítica escasez de alimentos y otros recursos, las Hermanas de la Caridad que atendían aquella institución, dirigidas por su inolvidable Superiora Sor Petra Vega y Ordás, salieron a la calle para pedir limosna de puerta en puerta con el fin de sostener, al menos en un nivel mínimo, a las huérfanas que amparaban en su Colegio-Asilo.

(Las Hermanas de la Caridad) no estaban solas en el empeño, porque un grupo de señoras pertenecientes a las Conferencias de San Vicente de Paúl, se convirtieron en mendigas de la caridad e iban de casa en casa pidiendo para el sostenimiento del Asilo.

Esta situación se prolongó durante toda la guerra y sobre todo en su fase final, cuando los efectos del bloqueo producían un gran impacto sobre la población. Los pobres eran los que más sufrían los horrores del hambre, y los miembros de las Conferencias de San Vicente de Paúl, fueran de señoras o de caballeros, se multiplicaban para socorrer a los pobres con todos los medios que pudieran juntar y sobre todo con alimentos, medicinas y ropas que iban reuniendo con un trabajo infinito.

5. El Ropero de San Vicente de Paúl.

A todos estos esfuerzos por remediar tanta necesidad, se unió otro servicio que crearon los Padres Paúles, con la ayuda de un grupo de señoras y señoritas piadosas. Se llamaba el Ropero de San Vicente de Paúl, cuyo objetivo era acopiar alimentos, ropas, abrigos, frazadas, etc, para repartir entre los niños necesitados. En esta tarea las antiguas alumnas de la Inmaculada encontraban una buena oportunidad de ejercer la caridad y beneficiar a los más desamparados.

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