Historia de los Paúles en Cuba (Capítulo IV B)

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Autor: Justo Moro-Salvador Larrua · Fuente: Mecanografiado.
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 2. Los Paúles asumen, por fin, la dirección del Seminario San Carlos y San Ambrosio. 1879-1890. Éxitos y dificultades.

El Seminario de San Carlos y San Ambrosio de San Cristóbal de La Habana es el heredero y sucesor de varias instituciones anteriores: el Seminario Tridentino fundado por el Obispo Juan de las Cabezas Altamirano en 1605 dentro del Convento dominico de San Juan de Letrán, el Seminario San Ambrosio que surgiera en 1689 por iniciativa de Diego Evelino y Vélez, el Obispo Compostela, y el Colegio San José que echaron a andar los Jesuitas de forma regular en 1741.

El Seminario de San Carlos y San Ambrosio, fue fundado por el Obispo Santiago José de Echevarría y Elguezúa-Nieto de Villalobos en 1774. Echevarría determinó utilizar el edificio del Colegio San José, anexo a la Iglesia de San Ignacio que poco después se convertiría en Catedral de La Habana, para establecer en él el primitivo Seminario de San Ambrosio. En 1774, el Obispo realizó el traslado de este Seminario a los locales de San José, aumentando sus cátedras y el número de becas. Ya desde 1768 había sido creado con el nombre oficial de Real y Conciliar Seminario de San Carlos y San Ambrosio por Real Orden dictada en agosto de 1768 por Su Majestad Carlos III de España, quien dio su nombre al nuevo centro de estudios eclesiásticos. La fundación oficial tuvo lugar en 1773 y las clases comenzaron el 3 de octubre de 1774.

Aunque la influencia de la ilustración española marcó los primeros pasos del Seminario San Carlos, el nuevo centro de estudios alcanzó su máximo esplendor en el siglo XVIII, a partir del impulso dado a la reforma de la enseñanza por el Obispo Juan José Díaz de Espada, cuyo máximo exponente durante un corto período que comenzó en 1811 fue el P. Félix Varela y Morales desde la Cátedra de Constitución. Pero no siempre se mantuvo así.

Antes de que comenzara la Guerra de los Diez Años, de 1868 a 1878, el Seminario San Carlos estaba afectado por las dificultades y problemas de todas clases que el Obispo Fleix y Solans no pudo resolver a pesar de sus esfuerzos, y en buena medida se trataba de problemas de financiamiento del centro de estudios. Hasta tal punto llegaron las cosas, que en 1875 el Director del Seminario promovió un expediente para que el colegio quedara libre del pago de impuestos y contribuciones, ya que realmente no había dinero para enfrentar esas obligaciones. De acuerdo con una Circular del gobierno de fecha 31 de julio de 1875, algunas entidades insolventes podían ser declaradas «establecimientos de beneficencia», y entonces el Director, P. Mariano Guillén, envió un oficio al Vicario Capitular Benigno Merino acompañando una instancia que enviaba al Vice — Real Patrono, solicitando que el Seminario fuera declarado oficialmente «Institución de Beneficencia», y como tal quedara libre del pago de todos los tributos. Después de examinar minuciosamente el asunto, el Consejo de Administración dio un dictamen favorable a la solicitud que estaba concebido en estos términos:

En el expediente promovido por el Director del Real Seminario de S. Carlos y S. Ambrosio de esta ciudad, en solicitud de que sea declarado establecimiento de beneficencia, y en virtud tal exento de todo impuesto y contribución, de acuerdo con la Circular de este Gobierno, de 31 de Julio de 1875, visto lo informado por el Gobierno Ecco., y dado el dictamen del Excmo. Consejo de Administración, el Excmo. Sr. Gobernador General se ha servido resolver favorablemente, declarando Establecimiento de Beneficencia al Real Colegio Seminario de S. Carlos y S. Ambrosio y por consiguiente incluirlo dentro de la Circular de 31 de Julio de 1875. Lo que de orden de S. E. se publica en la Gaceta Oficial para general conocimiento.

(Fdo.) Joaquín Carbonell Habana, mayo 24 de 1879

La situación económica del Seminario era sumamente precaria. En seis meses y diez días contados desde el 21 de septiembre de 1878 hasta el 31 de marzo de 1879, la institución debía $1.254,66 por salarios atrasados a los catedráticos, $2.350,82 por víveres de más de cuatro meses, $9.190,22 al Mayordomo Administrador por resto de comisiones hasta el 21 de septiembre de 1878, $63,00 a la Empresa del Gas por el consumo de un mes, $5,25 por efectos de escritorio, $112,50 al médico de la institución, y $29,50 a la botica (farmacia) por medicinas.16 Esta relación de deudas, firmada por el Licenciado Pedro Martínez, fue recibida por el Superior de la Congregación de la Misión, P. Jerónimo Viladás, con fecha 4 de abril de 1879, un día después de la fecha oficial del 3 de abril de 1879, día en que los Padres Paúles se hicieron cargo del Seminario Conciliar.

Resulta notable la entereza con que los Paúles se hicieron cargo del Seminario, si tenemos en cuenta las condiciones deplorables en que se encontraba la institución. Era preciso contar con un gran espíritu de sacrificio y abnegación para hacerse cargo de un centro docente que estaba en tal estado de abandono. Para comprender mejor la magnitud de la decisión a tomar y la entereza de los Hijos de San Vicente, es necesario considerar varios aspectos.

En primer lugar, en el año 1879 los Paúles llevaban 16 años residiendo en La Habana y por lo tanto conocían muy bien la poca o ninguna importancia que los Capitanes Generales, a la cabeza de la administración colonial, habían concedido al Seminario Conciliar. En efecto: el centro de estudios había sido siempre preterido, se mantenía lleno de deudas y permanecía al margen de los presupuestos durante muchos años, afectado cada vez más por el descuido y la negligencia oficial.

En segundo lugar, los Paúles adquirían una enorme responsabilidad al aceptar la dirección del Seminario Conciliar después de la Guerra de 1868 — 1878, entre cuyas consecuencias más dolorosas estaba la honda separación entre el pueblo cubano y el gobierno colonial y entre los ciudadanos, mayoritariamente católicos, y la jerarquía de la Iglesia. En este caso, Iglesia, jerarquía de la Iglesia y gobierno español figuraban como una sola cosa ante los ojos de los criollos, por lo que al asumir la dirección del seminario los recién llegados Padres Paúles españoles, que deberían formar a los seminaristas cubanos para que entraran a formar parte de aquella Iglesia dirigida por una jerarquía española que funcionaba en Cuba, tendrían que resolver una serie de contradicciones que al parecer carecían de solución.

Por fin, los Padres Paúles, que desde 1852 debían haber estado a cargo del Seminario si no hubiera sido por los múltiples obstáculos encontrados a lo largo de su destino, acometieron la tarea tantas veces propuesta de dirigir el centro de estudios. En 1868, el Obispo Jacinto María Martínez dispuso que se habitaran las habitaciones construidas en la Merced para diáconos y subdiáconos, de forma que los Paúles pudieran impartirles la enseñanza adecuada. Con fecha 26 de marzo de 1872, el mismo Obispo decretaba

que el Reverendo. P. Superior de la Congregación de la Misión se haga cargo de la dirección, régimen y disciplina del Seminario S. Carlos.

Al mismo tiempo el Obispo hacía las gestiones necesarias para lograr que los Paúles asumieran la responsabilidad de dirigir el Seminario. En esa misma fecha el prelado había enviado un oficio al Capitán General en su carácter de Vice-Real Patrono para notificarle esta resolución, destacando al mismo tiempo

que ha sido basada en la falta de Sacerdotes después de la Reducción y casi extinción de las Órdenes Religiosas en esta Isla, y aunque por Real Cédula del 26 de Noviembre de 1852 se dispuso que la Congregación de la Misión fundara dos casas, una en La Habana y otra en Cuba y que se encargaran de los Seminarios allí existentes, esto no se ha verificado.

El Capitán General contestó al oficio antes mencionado el 29 de marzo de 1879 aprobando la resolución episcopal. A renglón seguido, el 2 de abril siguiente, Mons. Jacinto María enviaba un nuevo oficio al Superior de los Padres Paúles, Pbro. Gerónimo Viladás Lamich, para que la Congregación de la Misión se hiciera cargo del Seminario Conciliar de San Carlos y San Ambrosio, así como otra comunicación al Canónigo Director de la institución para que hiciera entrega formal del Seminario a los Paúles.

que el Mayordomo del seminario entregue todos los enseres, documentos, fondos y demás que de cualquiera manera le pertenezcan, dando cuenta de la fecha en que entregare y remitiendo copia del inventario a esta Secretaría. Todo lo cual tengo el honor de participarlo a V.S a los fines indicados. Y lo traslado a V. para su conocimiento y con el objeto de que inmediatamente se haga cargo del dicho Establecimiento participando la fecha en que tomare posesión.

Pero ese mismo día, el P. Viladás contestaba en estos términos:

En contestación al oficio de V.S.I por el cual se me transfiere la orden dada por VS» al Sr. Director del Real Colegio Seminario y al mismo tiempo se me faculta y da la orden para tomar posesión del mismo, debo manifestarle a V.S.I. que no me juzgo autorizado para un acto que supone una nueva fundación a cargo de la Congregación; y como las Constituciones previenen que sólo los Superiores Mayores pueden autorizar éstas, resultaría de aquí (que este asunto por su magnitud) de ninguna manera compete al simple Superior de una Casa Particular. Dejo a la alta consideración de V. S. 1 la gran responsabilidad y consecuencias que podrían recaer sobre el Superior de la Casa de la Misión de la Habana, y ruego a V. S. I. se sirva aguardar la contestación del R. P. Visitador, para poder obrar conforme a las Constituciones de la Congregación.

Desde 1876 hasta 1878, la Diócesis de La Habana quedó como sede vacante bajo el gobierno del Vicario Capitular Lic. Don Sebastián Pardo. Comenzaba 1879 cuando el Vicario, juzgando que había llegado el momento, logró que fuera puesta en vigor la parte de la Real Orden expedida por la reina Isabel II el 26 de noviembre de 1852, donde disponía que la Congregación de Misioneros de San Vicente de Paúl se hiciera cargo del Seminario de San Carlos y San Ambrosio. El Vicario Capitular sabía que el P. Jerónimo Viladás no estaba dispuesto a asumir la dirección del Seminario sin la autorización de los Superiores Mayores de la Congregación, tal como lo disponían las Constituciones, pero se le hacía insoportable la triste condición de la casa de estudios, que no era entonces más que un colegio de segunda enseñanza incorporado al Instituto, del que dependía sin recursos y aplastado por las deudas.

Con mucha rapidez, el 3 de abril de 1879, el Secretario del Obispado de La Habana le dio a conocer el criterio del Vicario Capitular D. Sebastián Pardo:

la Autoridad Ecca. dispone: que a pesar de las razones alegadas, es indispensable que Ud. cumpla lo dispuesto por el Decreto del M 1 Vicario Capitular, Gobernador Ecco. del Obispado, Sede Vacante, de 26 de Marzo, porque una triste experiencia nos dice que el Seminario no ha dado los resultados que la Iglesia se propuso al erigir tales establecimientos, ya que ni siquiera dos Sacerdotes han salido cada año del S. Carlos.

Por otra parte, ha creído S. S. I, al tomar esta saludable medida que merecerá la aprobación y hasta los plácemes, como ya los ha merecido del Excmo. Sr. Vice Real Patrono, de los Superiores General y Provincial de la Congregación la misión, porque su Santo Padre y Fundador, al instituirla se propuso como uno de los fines principales que tomasen a su cargo la educación de los jóvenes que se dedican a la carrera Ecca. para aspirar al Sacerdocio.

Además, tomada ya la medida quedaría desatendido el Seminario y con él un servicio importantísimo y necesario a la Diócesis, reclamando por lo tanto la utilidad y necesidad de la Iglesia que a reserva de dar conocimiento a sus Superiores, se haga cargo inmediatamente de dicho Establecimiento. Todo lo cual dejo a V de orden de S.S.I. para los efectos consiguientes. Dios guarde a V ms. as. ( muchos años).

Habana 3 de Abril de 1879 L. Toribio Martín,

Secretario

En el mismo oficio se hacía saber al P. Viladás que el Vicario Capitular Mons. Sebastián Pardo pondría todo el asunto en conocimiento del Padre Visitador de la Congregación de San Vicente, con el objetivo de salvar la responsabilidad del Superior de los Paúles de La Habana. Al día siguiente, 4 de abril de 1879, contestaba el P. Viladás aceptando la dirección del centro de estudios:

Ilustrísimo Señor:

En cumplimiento a lo dispuesto por V. I en oficio de 1 y 3 del corriente, en esta fecha el Sr. Director del Seminario me ha hecho entrega de la dirección del mismo, pero no de la Mayordomía por haber manifestado el Sr. Mayordomo necesitar tres o cuatro días para el arreglo de sus cuentas. Con esta misma fecha pongo en conocimiento de los R. R. Superiores Mayores de la Misión, la disposición de V. I. S a fin de que resuelvan lo que crean conveniente.

Habana Abril 4 de 1879.

Gerónimo Viladás.

Por su parte, el Vicario Capitular de La Habana actuó con gran rapidez y el 5 de abril de 1879 enviaba un oficio al R. P. Visitador de la Congregación de la Misión, dándole cuenta de los antecedentes del caso, del decreto que había firmado el 26 de marzo, las razones de Viladás y la nueva petición cursada por el gobierno eclesiástico, terminaba pidiendo que la Congregación de San Vicente aprobara todo lo dispuesto. Al mismo tiempo le hacía saber que el Capitán General y Vice-Real Patrono ya había dado su aprobación a este asunto.

R. P. Visitador de la Congregación de la Misión y H. de la C. en España.

Tengo el honor de remitir a V. R. copia certificada de las comunicaciones que he dirigido al P. Superior de la Congregación de esta ciudad y de los atentos oficios de este en contestación a aquellas, relativos a la disposición que he adoptado para que se encarguen dichos R. P. de la dirección, régimen y displi8na del Real Colegio Semina4rio de la San Carlos y San Ambrosio de esta ciudad, con arreglo a lo dispuesto en la Real Cédula de 26 de Noviembre de 1852. Por esos documentos podrá ver V. R. las poderosas razones que me han movido a adoptar aquella medida, que cediendo como cede en bien y utilidad de la Iglesia, confio que V. R. aprobará en todas su partes la resolución del Superior de la casa de PP. Paúles de esta ciudad encargándose de dicho Establecimiento a reserva de dar cuenta a sus Superiores, y que además, la autorizará para definitivamente, por lo que a dicha Congregación toca, quede a su cargo dicho seminario.

Dios guarde a V.R. ms. As. Habana, 5 de Abril de 1879. Sebastián Pardo.

Con fecha 28 de Mayo de 1879, Juan Masnou, en nombre del Visitador de la Congregación de San Vicente de Paúl, de la Provincia de Madrid, respondió al Vicario Capitular de la Habana:

Recibido el atento oficio de V. S., el que suscribe tiene el honor de notificarle, que por su parte y por parte del Superior General, no hay inconveniente para que definitivamente y mediante unas bases de contrato, nuestra Congregación quede encargada de la dirección del Seminario de La Habana.

Al margen dice: Habana, 17 de Junio de 1879: Transcríbase al Superior de la Congregación en esta ciudad y que proponga las bases a que se refiere ésta. S. Pardo. Por mandado de S. S. I, Ldo. Toribio Martín.

Mientras tanto, el Capitán General estaba realmente interesado y veía con buenos ojos que los Paúles se encargaran del Seminario San Carlos, pero al mismo tiempo se empeñaba para que se cumplieran debidamente todos los requisitos civiles. Con este objetivo, el 7 de abril de 1879 enviaba un oficio al Gobernador Eclesiástico de la Diócesis de La Habana, explicándole la necesidad de que

El nuevo Rector del Seminario, donde se estudian todas las asignaturas de la Segunda Enseñanza, y los Profesores que las expliquen, reúnan los requisitos de la luz de esas materias… en el Seminario, la Segunda Enseñanza tiene validez académica para todas las carreras civiles, literarias y científicas, y está incorporado al Instituto Provincial.

Al final, el Vicario Capitular y Gobernador del Obispado, Don Sebastián Pardo, dispuso que los PP. Paúles tomaran posesión del Seminario Conciliar de San Carlos y San Ambrosio. El 14 de abril el P. Jerónimo Viladás informaba al Vicario que había recibido del Ldo. Pedro Martín Martín el Inventario de la Mayordomía del Seminario, el estado de las finanzas (la deuda total de la institución ascendía a $ 13.153,67 el 4 de abril de 1879), una relación de deudores por réditos de censos, los créditos activos según sus fuentes, y otras particularidades, y le remitía copia de todos estos documentos con fecha 30 de abri1.

El día 12 de agosto del mismo año los PP. Paúles ya habían terminado de redactar las bases o condiciones mediante cuyo cumplimiento la Congregación de la. Misión «podrá encargarse de la dirección, administración y disciplina del Seminario de S. Carlos y S. Ambrosio de La Habana», y el P. Viladás las enviaba al Vicario Capitular de la Sede Vacante junto con un oficio de presentación. Para esa fecha ya se conocía en La Habana que el Patronato Regio había nombrado un nuevo prelado para la Diócesis de la capital de Cuba, y el P. Jerónimo Viladás, con una apreciación muy justa del porvenir, presentaba al Vicario los razonamientos siguientes:

ignorando si el… filmo. Sr. Obispo estará animado de los mismos sentimientos y apreciación (que el Vicario) con respecto a que la Congregación de la Misión quede hecha a cargo del Seminario; y como por otra parte la venida de personal de la Península, además de los gastos consiguientes podría acarrear alguna desgracia de las que ordinariamente suele causar la fiebre amarilla a los recién llegados, será preciso suspender la venida de nuevos misioneros hasta tanto que la Congregación sepa a qué atenerse.

A continuación, Viladás explicaba al Vicario Sebastián Pardo que mientras tanto el R. P. Visitador aprobara las bases que los Padres habían redactado para fundamentar su toma de posesión en el Seminario, daría tiempo «para saber lo que el nuevo Illmo. Sr. Obispo determine». Esto significaba que entonces se sabría si el prelado confirmaba la acción del Vicario Capitular al poner a los Paúles al frente de la casa de estudios.

La precaución del Superior de la Comunidad de la Congregación de la Misión en La Habana no estaba de más y los acontecimientos posteriores se encargaron de demostrarlo. El nuevo Obispo de San Cristóbal de La Habana fue el sacerdote secular Don Ramón Fernández de Piérola y López de Luzuriaga, quien al parecer fue designado gracias a su militancia en las filas de los carlistas. Se ha mencionado la posibilidad de que este hecho influyera en su nombramiento y que se hubiera tomado una decisión que tenía un trasfondo político: la de mantenerlo alejado de la península.

El nuevo Obispo tomó posesión de la mitra habanera en enero de 1880. Era un hombre intransigente y muy celoso de sus prerrogativas y de las atribuciones propias de su cargo. Trataba de que sus juicios y opiniones predominaran y su carácter era poco flexible, por lo que no debe extrañar a nadie que en primera instancia estuviera en desacuerdo con que los PP. Paúles rigieran en todos los órdenes el Seminario de San Carlos y San Ambrosio:

El establecimiento de los Paúles en el Seminario tuvo sus dificultades posteriores porque el designado Obispo de La Habana en 1879, el Dr.

D. Ramón Fernández de Piérola y López de Luzuriaga, no se mostró de lo más satisfecho con ese establecimiento, y hasta 1882 no firmó su conformidad con las condiciones (bases) convenidas entre el Obispado y los Paúles.

Antes de la llegada del nuevo prelado, el Promotor Fiscal General Eclesiástico de La Habana, Dr. D. Tomás Ubierna, informaba con fecha 10 de agosto de 1879 al Gobernador y Vicario de la Diócesis, Dr. D. Sebastián Pardo, que el Superior de la Congregación de la Misión había presentado las bases del contrato por el cual los Paúles tomarían posesión de la administración, rectoría y enseñanza en el Seminario San Carlos, según el reglamento preparado años atrás por el Obispo Francisco Fleix y Solans, que había contado con la aprobación real . A todo lo anterior el Fiscal General agregó su apreciación personal:

No tengo reparo en que S. S. I. apruebe las bases dichas.

D. Tomás Ubierna

La Habana en 30 de Agosto de 1879.

Las mencionadas bases carecían de valor mientras no estuvieran firmadas y aprobadas por el Obispo de La Habana y por el Visitador de la Congregación de la Misión en la Provincia de España o por el Superior del Seminario San Carlos en su nombre si el Visitador le daba las facultades necesarias. De todo esto concluimos que los reparos del P. Viladás tenían fundamento, porque podía ocurrir, como en efecto ocurrió, que una opinión o apreciación del nuevo Obispo dejara sin efecto las gestiones realizadas por el Vicario Capitular y los Paúles.

El 26 de noviembre de 1880 el Capitán General de la Isla de Cuba, Don Ramón Blanco, envió al Obispo Fernández de Piérola un oficio por el que solicitaba su colaboración para el cumplimiento de una Real Orden:

El Ministro de Ultramar me comunica una Real Orden de 27 de septiembre último pidiendo datos estadísticos y de organización de la Instrucción Pública en la Isla de Cuba, así como sobre la Segunda Enseñanza, Institutos oficiales, Seminarios y la Universidad.

El Obispo trasladó al Rector del Seminario la solicitud de la máxima autoridad de la Isla, y el Rector contestó el 11 de diciembre explicando que el informe solamente podría comprender desde el momento en que los Paúles se hicieron cargo del centro y no desde la creación del establecimiento un siglo antes, por falta de tiempo y sobre todo por falta de información. En ausencia del Rector, la respuesta al prelado había sido firmada por el P. Juan Madrid, quien permaneció durante un año fungiendo interinamente como rector, por nombramiento del P. Maller. La misiva estaba acompañada de una Memoria descriptiva del estado del Seminario a partir de que comenzó a ser regido por la Congregación de la Misión. El aspecto más relevante de la Memoria residía en que desde que los Paúles tomaron posesión del Seminario San Carlos, no se impartió otra enseñanza que los estudios eclesiásticos agregando el idioma inglés, liturgia y canto gregoriano.

Por su parte, el nuevo Obispo de La Habana se empeñó en conocer a fondo la trayectoria seguida por la cuestión del Seminario, que llevaba tantos años sin resolverse: desde la Real Cédula de 1852 hasta 1879 habían transcurrido nada menos que 27 años, y el prelado no dejaría de tener razón al extrañarse de que los Hijos de San Vicente demoraran tanto para aceptar la regencia del centro de estudios, a pesar de que contaban con la aprobación real. Después de reflexionar y examinar todos los ángulos del asunto y al cabo de casi dos años, el Obispo Ramón Fernández de Piérola aprobó las bases del contrato, firmándolas junto con el P. Cipriano Rojas que estuvo presente en carácter de representante del Visitador de la Congregación. Una copia literal de las bases pasó al Archivo del Obispado de La Habana y otra quedó en poder del P. Juan Madrid, de la Comunidad de los Paúles de La Habana, además de la copia original que quedó en el archivo de la Provincia de Madrid.

Un extracto de las bases o condiciones bajo las cuales los Paúles tomaban a su cargo el Seminario San Carlos, aparece a continuación:

  1. Los Sacerdotes de la Misión se encargarán de la dirección, administración y gobierno del Seminario… cuidarán de los seminaristas… y enseñarán todas las asignaturas que comprende el nuevo plan de estudios aprobado por el Excmo. e Illmo. Sr. Dr. D. Ramón Fernández de Piérola.
  2. Los individuos de la Congregación de la Misión, gozarán de completa libertad con respecto a su gobierno interior, observancia de sus reglas y prácticas piadosas.
  3. El Excmo. e Illmo. Sr. Obispo se dignará nombrar rector o director del Seminario al que el R. P. Superior General de la Congregación ponga como Superior a los misioneros; y así que haya recibido su nombramiento, no reconocerá otro superior en la dirección que a su Excia. filma. o al que la represente. Al Rector del Seminario corresponderá presentar al Excmo. e Illmo. Sr. Obispo para la dirección espiritual y enseñanza a aquellos que crea más aptos para dichos cargos. El Rector designará los oficios en que se han de ocupar los sirvientes del Establecimiento, nombrará a uno de los profesores Secretario y presentará a otro al Prelado, rogándole se sirva nombrarlo Vice-Rector.
  4. El Seminario dará a los misioneros la debida manutención, los proveerá de luz, de lo necesario para la celebración del Santo Sacrificio de la Misa y de médico y medicinas; contribuyendo además a la Congregación con la cantidad de 3,960 pesos oro anuales que se cobrarán por mensualidades vencidas a razón de $59.00 por el Rector y de $40.00 por cada profesor.
  5. La Congregación se obligará a costear todos los viajes.
  6. Si el Visitador de la Congregación de la Misión, usando de sus facultades, mudare alguno de los individuos de la misma, le sustituirá con otro… de todo lo cual dará anticipado conocimiento al Prelado.
  7. La Congregación de la Misión administrará los bienes del Seminario, por cuyo concepto percibirá el ocho por ciento de lo recaudado.., siendo obligación de aquélla pagar con esta cantidad los gastos de escribiente y cobrador.
  8. En el caso de que alguna de las dos partes contratantes, pidiese la retirada de los misioneros del Seminario, avisará a la otra con tres meses de anticipación.
  9. Si el tiempo y la experiencia acreditaren la conveniencia de introducir alguna variación en estas Bases, podrá hacerse de acuerdo con ambas partes.
  10. A D. Pedro N de Castro seguirá el Seminario dándole el sueldo que como a profesor propietario le corresponde; pero en el día en que deje de desempeñar su clase, lo hará un Sacerdote de la Congregación sin que por esto se grave más al Seminario.
  11. Estas Bases no tendrán valor alguno hasta que estén firmadas por el Excmo. e Illmo. Sr. Obispo de la Diócesis y el Visitador de la Congregación de la provincia de España o por el Superior del Seminario en su nombre; y cada una de las partes, guardará copia firmada por ambos superiores.

Habana, 4 de Diciembre de 1882.

Ramón, Obispo de La Habana. Cipriano Rojas

El 23 de abril de 1881 el P. Cipriano Rojas fue designado Rector del Seminario de San Carlos y San Ambrosio, Fue precisamente el P. Rojas quien firmó junto con Mons. Fernández de Piérola, el 4 de abril de 1882, las bases del contrato por el que los Hijos de San Vicente tomaron posesión del Seminario. La aprobación de las bases por el prelado, que era un hombre de carácter difícil, puede interpretarse como una validación del trabajo que los Padres Paúles estaban realizando en San Carlos. Esta opinión coincide con una solicitud que el Obispo envió al rey el 4 de abril de 1882, pidiendo que el Seminario San Carlos fuera declarado Seminario Central, con el objetivo de que los títulos otorgados tuvieran validez para la carrera eclesiástica. En su petición el Obispo argumentaba de esta forma:

No es justo que los que en este Seminario terminan la carrera se vean lanzados a emprender un largo y costoso viaje para trasladarse a la Península (para concluir allí la carrera) (lo que es) imposible para muchos por falta de recursos y difícil para todos.

La solicitud no cayó en saco roto y Su Majestad contestó por Real Cédula de 27 de noviembre de 1882 en la que pedía al Obispo de La Habana un informe sobre los gastos en que habría de incurrir para declarar Seminario Central a San Carlos y San Ambrosio. Mons. Fernández de Piérola trasladó esta petición al Rector, P. Cipriano Rojas, quien le manifestó que

el Seminario de La Habana ya cuenta con suficientes recursos para atender a los gastos que pudiera ocasionar el declararlo central.

Lo anterior significa que la administración de los Paúles había logrado emancipar al Seminario de la deplorable situación económica en la que se había mantenido durante muchos años, cargado de deudas y de problemas financieros, estado de cosas que perduró hasta que los Hijos de San Vicente asumieron dirigir la casa de estudios. En el breve mandato de los Padres no sólo habían desaparecido las deudas o se estaban haciendo las gestiones para que éstas desaparecieran. En efecto: desde el 26 de mayo de 1879 el P. Gerónimo Viladás, que se encontraba gestionando la solución del déficit económico del Seminario, informaba al Vicario Capitular Sebastián Pardo:

La hacienda consigna cada mes $ 330 por diezmos para alimentar a los Seminaristas, y adeuda los meses de Marzo y Abril último, por lo que ruego se haga la gestión pertinente de cobro.

Por otra parte, al conocer el P. Viladás que el Seminario San Carlos tenía un libro de Capellanías y proceder a su revisión, se dio cuenta de que el mismo no reflejaba exactamente la verdad y solicitó al Vicario Capitular que le facilitara una relación detallada de todas las Capellanías incluyendo sus capitales y cargas, con el objetivo de poder cobrar el porcentaje correspondiente por el superávit de las citadas Capellanías, lo que reforzaría las finanzas de la institución. Con éstos y otros arbitrios el P. Viladás comenzó a destacarse como un Rector hábil, prudente y discreto, capaz de levantar la casa de estudios de la misma forma que reanimó la Iglesia y el Convento de la Merced.

Mientras tanto, continuaban tanto en España como en Cuba los trámites indispensables para realizar la reforma del Seminario San Carlos elevándolo a la categoría de Seminario Central. Desde Madrid continuaban pidiendo datos y fundamentaciones y el 30 de mayo de 1884 el Capitán General, Don Ignacio María del Castillo, informaba al Obispo Fernández de Piérola que el Ministro de Ultramar, con fecha 1 de mayo, le indicaba solicitar al prelado, según provisión real, un proyecto de reglamento que sirviera de base para la reforma proyectada, así como los informes correspondientes del Arzobispo de Santiago de Cuba, Mons. Dr. José Martín de Herrera y de la Iglesia.39 Según el curso de los acontecimientos todas las gestiones transcurrieron felizmente porque el 19 de octubre de 1886 el Capitán General, que en ese momento era Don Emilio Callejas, enviaba un nuevo informe al Obispo Fernández de Piérola:

que bajo el número 1016, una Real Orden fechada el 24 de Septiembre del mismo año (1886) por la cual, oído el Consejo de Estado en pleno, la Reina Regente de España, Doña María Cristina de Austria, se había servido conceder la categoría de Central al Seminario Conciliar de San Carlos y San Ambrosio de La Habana y no otorgar por ahora dicha gracia a los de Santiago de Cuba y Puerto Rico.

En siete años, a partir de la llegada de los Padres Paúles para regir el antiguo Seminario San Carlos, se había logrado en primer lugar – y a pesar de muchísimas dificultades – financiar la casa de estudios, y en segundo lugar, el rango de Seminario Central que permitía conferir grados superiores en la carrera eclesiástica. El Obispo Fernández de Piérola había consentido en aprobar las bases propuestas por los Hijos de San Vicente, por las cuales los Padres gobernarían el Seminario, y el P. Jerónimo Viladás, por su parte, había dado muestras de dotes excepcionales en su desempeño al frente de la casa de estudios eclesiales y de la recién fundada. Comunidad de la Congregación de la Misión en La Habana.

Resaltamos también la labor del P. Cipriano Rojas. El P. Rojas, gran talento organizador, al ver que el Seminario carecía de una orientación fija, pensando, y con mucha razón, que la conducta de los estudiantes no había de estar basada solamente en el saber y prudencia de los misioneros y de todos los que les sucedieran. Pidió los reglamentos de los Seminarios y colegios más acreditados de España y otras naciones, y después de bien meditados sus puntos puso a la consideración del Sr. Obispo, Manuel Santander y Frutos, el reglamento que acababa de componer. El Sr. Obispo lo aprobó y mandó observar en todo su rigor.

Este reglamento se imprimió en la calle de Muralla, numero 40. «Todavía, hoy, dice el P. Chaurrondo, después de treinta años, es el Reglamento del P. Rojas el que rige en el Seminario de la Habana.'» Esas líneas fueron escritas en el año 1925.

El P.Rojas siempre se empeñó en obtener las mejores condiciones para los seminaristas. Un testimonio de su labor nos refiere lo siguiente:

Mucho hizo en lo material del Seminario… sus obras y adquisiciones fueron ventajosísimas, sin las cuales no podrían existir los muchos seminaristas que cursaban. Separáronse los del Instituto y sólo quedaron en el Seminario los alumnos de carrera eclesiástica. Medida muy oportuna y necesaria, pues según enseña la experiencia, los pocos jóvenes que siguen la carrera eclesiástica se corrompen con el roce de los del Instituto, y por fin pierden completamente la vocación o salen sacerdotes poco dignos.

Como aumentaba el número de seminaristas, el P. Rojas levantó un nuevo piso en el edificio, edificó habitaciones para los alumnos internos, creó una amplia sala de estudios, una magnífica galería y los jardines, tan necesarios para los recreos, así como una hermosa azotea. Mandó hacer baños mejores y más amplios, que se surtían con agua de mar, y rodeó con un jardín la entrada y el patio de la portería. Para facilitar las devociones de los escolares, construyó en el piso bajo una bonita capilla con la imagen del Corazón de Jesús y la correspondiente sacristía. Dotó a la capilla de la comunidad con reclinatorios, bancos y ornamentos, y mejoró los exteriores del edificio. Para estimular a los internos, transformó el patio de la cocina en un amplio salón de teatro.

Todavía hizo más el P. Rojas. Su mayor logro fue, sin dudas, gracias a las gestiones realizadas con el Obispado y la Real y Literaria Universidad, la obtención del permiso que dio el gobierno central para que el Seminario San Carlos pasara a ser Seminario Central y pudiera conferir grados mayores de Teología y Cánones:

Por iniciativa del P. Rojas y a instancias del muy ilustre Claustro de la Universidad literaria, el Excmo. e Illmo. Sr. Obispo D. Ramón

Fernández de Piérola elevó al Gobierno Supremo del Reino, una bien razonada y fundada exposición suplicándole declarase a este Establecimiento Seminario Central con la facultad de conferir los grados mayores de Sagrada Teología y Cánones.»

Evidentemente, la enseñanza que se impartía mejoró a partir de que el Seminario quedó a cargo de los Paúles. El P. Cipriano Rojas incorporó nuevas asignaturas a las que ya se impartían en la época de los Padres Viladás y Madrid, con lo que hizo mucho más amplio el horizonte de los conocimientos de los seminaristas, mejorando tanto su cultura como sus conocimientos religiosos:

A las asignaturas que se explicaban en tiempo de los PP. Viladás y Madrid, añadió el P. Rojas en el curso de 1881 al 82, Geografía General, Historia profana, Retórica y Poética, Matemáticas dos años, otros dos de Hermenéutica, uno de Historia Sagrada. En el curso de 1882 al 83, añadió Física y Química. En el de 1883 al 84, dos años de Historia Eclesiástica. Por fin, en el de 1885 al 86, Historia de España.

Así mismo creó un nuevo reglamento para la Casa de Estudios, tomando como modelos los reglamentos homólogos de varios Seminarios de España. Logró que el nuevo reglamento de San Carlos fuera aprobado por el Obispo que vino después de Piérola: Mons. Manuel Santander y Frutos.

El Padre Rojas adquirió una hermosa quinta, La Belinda, en la carretera de Vento y junto al ferrocarril de Mazorra, que fue dotada con una hermosa y amplia casa para los paseos y las vacaciones de los seminaristas, de muchas habitaciones, salas y otras comodidades. Aunque esta finca fue comprada para el uso del Seminario de San Carlos, después, como veremos por contrato, la propiedad pasó a los PP. Paúles.

Hay un documento muy curioso en nuestros archivos que data del 4 de Septiembre de 1901 en el que el Secretario de Estado de Su Santidad, en carta fecha 12 de Agosto de 1901, expresa la voluntad del Santo Padre de conocer exactamente el estado económico de la Diócesis. El Obispo de la Habana, Donato, por su parte mandó el siguiente memorando al Superior de la Congregación de la Misión en la Iglesia de la Merced de la Habana.:

El Emmo y Rdmo. Señor Secretario de Estado de Su Santidad en carta fecha 12 de Agosto último, nos expresa la voluntad del Santo Padre de conocer exactamente el estado económico de esta Diócesis. En obsequio a las órdenes de Su Santidad mandamos que V. tenga a bien contestar para el día 16 del corriente a los puntos siguientes:

  1. Presentará una relación de todas las propiedades de fincas urbanas y rústicas que posea ese Instituto, expresando su valor así como también de todos los Capitales, Censos y demás propiedades que tenga.
  2. Relación de las rentas que estas propiedades producen y que son cobrables.
  3. Relación de las rentas de difícil cobro.
  4. Relación de los otros recursos, que por otros conceptos tenga esa Institución.
  5. Si tiene deudas y cuántas y si tiene plata.

Dios guarde a V. muchos años.

Habana, Septiembre 4 de 1901.

Donato, Obispo de la Habana.

El P. Sainz, por ausencia del P. López, manda al Obispado una contestación que nos demuestra hasta qué punto los PP Paúles vivían en cierto grado de pobreza puesto que después de casi 30 años de presencia en Cuba no tenían otras fuentes de ingresos salvo el Convento e Iglesia de la Merced.

Tengo el honor de contestar a la circular de cuatro de los corrientes. Esta Comunidad posee en usufructo la casa vivienda Convento de la Merced valorada en catorce mil pesos oro y como tal no produce renta alguna.

El Instituto posee una finca rústica, nombrada la Belinda, pero está adjudicada al Señor Visitador de la Provincia de España que se la cedió el Seminario por arreglo de cuentas. El valor de la finca rústica es de cuatro mil pesos oro. Produce una renta al mes de diez y seis pesos oro.

Esta Comunidad no posee para si otros bienes ni se beneficia con renta alguna como ni tampoco hasta la fecha tiene contraídas deudas.

LA BELINDA tiene una historia bien interesante. Cuando los PP. Paúles dejaron el Seminario, el Obispo Santander exigía a la Congregación la suma de 151.555,52 por concepto de perjuicios, pagarés y omisiones en los libros de cuentas, costo y gastos de la finca titulada LA BELINDA, «todo lo cual el tiempo y los tribunales han demostrado ser falso el que la Congregación haya gravado en esa cantidad al Seminario. Lo que sí es cierto, según también el tiempo y los tribunales han demostrado, es que el Seminario debía a los profesores más de 20.000.00 pesos por concepto de sueldos y otras razones que no son aquí del caso señalar. Muchos meses duraron estos pleitos tan enojosos, y habiendo por fin apelado del Tribunal de Madrid al de la Habana, éste sentenció, según se acaba de indicar, a favor de la Congregación

En los Archivos de la Provincia de Cuba, de la Merced, hay una carta del puño y letra del P. Ramón Güell, quien escribe al P. General de la Congregación de la Misión, sobre el tema de LA BELINDA.

Habana, 7 de Mayo, 1909

Sr. D. Antonio Fíat, S.G.C.M Muy amado y Honorable P:

Al terminar la cuestión entre la Congregación y el Señor Obispo de la Habana, sobre los asuntos del Seminario de La Habana se convino en que la Quinta de LA BELINDA pasaría en poder de la Congregación, así se hizo, pero los arrendatarios, unos eran morosos en pagar, otros se retiraban quedando a deber, y le Casa de la Quinta se iba deteriorando de tal modo que era de necesidad hacer grandísimos gastos para poder sostener en pie el edificio.

En vista de esto, el Sr. Arnaiz, determinó que se vendiese y sacase lo que pudiese. Se presentaron compradores y el que más ofreció fue dar 5000 pesos, tres mil al contado y otros dos mil quedaban en Hipoteca al 5 por ciento anual y por tres años, debiendo al fin del término fijado, cancelar la Hipoteca. Parte de la finca pasó a otra persona que reconoció la Hipoteca y debía y quería cancelarla, pero se han tropezado en algunas dificultades.

Según el abogado, el poder que dio el Sr. Eladio Arnaiz en Abril de 1904, al Sr. D. Ramón Guell y Verdaguer es nulo, por no estar dada o entregada a nombre del Sr. Arnaiz la dicha finca.

Se necesita un poder en debida forma de parte del Superior General en que se rectifique la venta que hizo D. Ramón Guell y Verdagauer como Visitador de las PP. De la Congregación de los PP Paúles. Además que me autorice el poder cobrar y cancelar la hipoteca. Creo que en el Poder convendría manifestar que en caso de ausencia o fallecimiento del Sr. Guell pudiese hacerlo el Sr. D. Agustín Urién y Biscarra que suple al Visitador.

Hice la venta de LA BELINDA porque el Sr. Arnaiz envió el poder y supuse que está autorizado por Usted. Además que en caso de necesidad un superior particular no puede hacer ventas, necesita la autorización del Visitador y creí que podía hacerlo, pues habían de hacerse grandísimos gastos a dilatarlo por más tiempo y se habría tenido grandes daños.

3. (Ni) los estatutos, asambleas y reglas del Visitador autorizan a este para tales actos. La Belinda fue a favor de la Comunidad de los Padres Paúles. En dos palabras, un Poder del Superior General hecho por escribano o notario, legalizado por otros dos y además debe legalizar el Cónsul… (ilegible). Siento la molestia que con esto le doy. El Procurador que me envíe la cuenta por estos gastos y le enviaré una letra para cobrarse el importe. Desearía que me lo enviase lo más pronto posible. Pongan mi nombre, Ramón Guell y Verdagauer, el otro que indico es Agustín Urién y Biscarra.

Soy de V. muy amado y H.P.

S.S.SQ. B. S.M . y le pido nos bendiga.

Ramón Güell, iscm

Pocos días después, el 25 de Julio del mismo año volvía a escribir otra vez al Superior General:

Señor D. Antonio Fíat, S. G C.M. Muy amado y H. P.

Ayer 24, se dio fin al enojoso asunto de la Belinda, habiéndose recibido los tres mil pesos y firmado la cancelación de la hipoteca de la finca de la Belinda. Envío una letra de 846 francos y cóbrense no los 267 sino 300 francos para los gastos que Ustedes hicieron; lo restante el Procurador General que lo anote, esto es 546 francos quedaron para gastos que se ofrezcan. Sírvanse acusar recibo.

Doy a Usted mi M H. P. las más expresivas gracias por los beneficios que se ha dignado hacerme y lo mismo a los S. que con tanto interés se tomaron.

Firma. Sssqbsm Ramón Güell, iscm

El asunto de LA BELINDA dice Chaurrondo, está recogido en las actas. Sabemos por contrato citado que fue una compensación por las deudas contraídas por la Diócesis con la Congregación de la Misión y honorarios no recibidos. El P. Arnáiz, basándose en que el Seminario era entonces regido por los padres de la Provincia de Madrid, la propiedad adquirida pertenecía a la Provincia de Madrid y no a la Casa de la Merced. Sea como sea, al pasar por la Habana según nos contaba el P. Izurriaga, vendió la finca al General Loynaz del Castillo por la bicoca de cuatro mil pesos, llevándoselos a Madrid.

No faltaron contratiempos ni obstáculos que salvar en el trayecto recorrido. Los Paúles se habían hecho cargo de un instituto arruinado, que muy poco antes había sido convertido en «establecimiento de beneficencia» para que quedara libre de contribuciones e impuestos, pero supieron arreglárselas para reestructurar los ingresos y devolver al Seminario el prestigio que había alcanzado en épocas anteriores y que por muy diversas circunstancias lo había perdido.

Los éxitos que lograron los Padres Paúles durante los años siguientes junto con el mejoramiento de las finanzas de la casa de estudios y el aumento de su prestigio docente, así como el hecho de haber conseguido el nombramiento de Seminario Central, que confirió la más alta instancia del gobierno central, y la facultad para otorgar grados mayores de Sagrada Teología y Cánones, seguramente bastaron para atenuar la amargura de una decisión que tuvieron que tomar años más tarde por desavenencias con el Señor Obispo Manuel Santander y Frutos, por lo que la Congregación de la Misión decidió no seguir a cargo del Seminario San Carlos. Veamos los Acontecimientos.

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